El creciente negocio del veganismo: "Jamás podría comer con un cadáver en la mesa"

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La industria vegana mueve al año más de 5.000 millones de euros a nivel mundial.

"El día que estaba troceando unos hígados para mi perro me di cuenta de que tenía entre mis manos un cadáver. A partir de ahí dejé de comer carne y todo lo que procediera de un animal". Cristina Villera es vegana y propietaria de Tu tienda Vegana en Málaga. A Villera le pasa lo que a la mayoría de veganos: "No puedo soportar el olor de un ser muerto, ni ver a los demás comerlo, me supera". A Nuria, empresaria de 43 años, también le sucedió algo parecido. Cuenta a Libre Mercado cómo un día estaba delante de un filete de ternera y visualizó a la vaca "felizmente pastando en su vida anterior" y le dio tanta pena que desde ese momento juró que no volvería a participar de "un auténtico asesinato".

Esta misma situación parecen haber vivido los más de 3,5 millones de personas que en España solo comen productos de origen vegetal. El veganismo va un paso más allá del vegetarianismo, ya que tampoco comen nada de bemoles, ni pescado, ni leche. El fenómeno veggie va in crescendo según el reciente estudio The Green Revolution realizado por la consultora Lantern. Se estima que en 2020 la industria moverá 5.000 millones de euros a nivel mundial. De momento, en nuestro país, Lantern calcula que un 7.6% de españoles ya no volverá a ser omnívoro.

Esta revolución de los vegetales trae consigo el aumento de restaurantes y supermercados especializados. En sólo cinco años se ha pasado de 353 locales veggies en 2011 a 703 locales en 2017. Tanto es así que Mercadona ya se ha sumado a la fiebre por la dieta más estricta de todos los tiempos. Los practicantes de esta filosofía han creado su propio Mercadona en Internet pasándolo a bautizar como Vegadona. En su web los usuarios recopilan los alimentos que ha lanzado la cadena de Juan Roig, congratulándose así con este neouniverso de semillas, hierbas, legumbres, frutas, verduras y raíces.

Dando un paseo por el Vegadona virtual encontramos sushi vegano, una selección de lentejas con espelta y alto contenido proteínico, triángulos de trigo sarraceno con quinoa y amaranto, noodles de arroz o carne de seitán a la piastra. Y no sólo Vegadona se ha subido al carro. Pascual, Unilever o Nestlé también están incorporando en sus líneas de alimentación productos que "respetan la ética, responsabilidad y compromiso de los veganos".

Sin embargo, todo esto también deja tras de sí un cierto poso de conflicto jovenlandesal, ya que parecen hacer "malos e irresponsables" a aquellos que deciden seguir cocinando un entrecot de buey. Es por ello que algunos naturalistas como Álex Lachhein critican "el radicalismo, el fanatismo y los intereses económicos que circulan alrededor de una auténtica religión creada por urbanitas con mucho dinero".

¿Un lujo de neourbanitas?

Cristina Villera está absolutamente convencida de que el veganismo será el camino que tome el ser humano, ya que "la gente terminará siendo consciente de que al comer carne de cordero, por ejemplo, están siendo cómplices de un asesinato y explotación animal". Pero poder costear una nutrición de estas características y de forma adecuada podría salir por un ojo de la cara. ¿Es un lujo jovenlandesal característico de los grandes núcleos urbanos?

Villera cree que es una simple excusa ampararse en los altos precios para no hacerse vegano. Ella misma aclara que la cesta de la compra en su supermercado puede rondar los 25 euros por ticket, en términos generales. En cambio Nuria admite que desde que se hizo vegana su poder adquisitivo ha descendido. Confiesa que "gasta el doble que antes" en comida y, de hecho, confirma que "para ser vegano hay que tener pasta".

Los productos estrella suelen imitar los sabores de la carne o el queso y el precio varía. Una hamburguesa de quinoa y bulgur con tomate ronda los 4,50 euros frente a los 2,50 euros que cuestan cuatro hamburguesas de carne de lechón. En esta línea, un paquete de spaguettis bio oscila entre los 4 y 5 euros, en comparación con el precio habitual del paquete de pasta tradicional, que no llega al euro. La diferencia es abismal. La conversión a la cultura veggie conllevaría tener preparada una buena cartera.

"Evito ir bares con carne"

El perfil que frecuenta los mercados veganos suele ser de una mujer de 25 a 45 años, sin hijos, con elevado poder adquisitivo y de ciudad, según afirma la propietaria de La Tienda Vegana. Asimismo, la encuesta realizada por Lantern arroja la misma descripción de vegano: "Joven, moderna y urbanita". La mayoría de varones, por el contrario, siguen mostrándose reacios a esta nueva moda y, por el momento, parece que rechazan prescindir de "un buen chuletón en la mesa", según sentencia Mario, un ingeniero informático de 45 años que no entiende "la locura que le ha entrado a su novia".

Veganizar tu vida tiene también un alto coste social para los adeptos. Salir a tapear supone para muchos un auténtico suplicio, aunque algunos sufren más que otros. Para Villera "estar en un restaurante donde huela a cadáveres" le resulta imposible. "En mi mesa en Navidad tampoco hay ningún muerto y cuando salgo con omnívoros en mi tiempo de ocio suelo evitar ir a bares donde sirvan carne muerta". De este modo, la mayoría reconoce que les ha costado asimilar este nuevo estilo de vida que afecta a amigos y familiares. "No puedo ver el queso en mi nevera porque lloro", explica Nuria. "Me costó lágrimas dejarlo y si mi pareja compra una porción... Me vengo abajo".

"Han eliminado de la ecuación la fin"

En la otra cara de la moneda y luchando contra estos sentimientos antiganaderos están, entre otros, la Fundanción Artemisan y el naturalista Álex Lachhein. Este divulgador del medio ambiente, que trabaja con antiguos colaboradores del legendario Félix Rodríguez de la Fuente, explica "el negocio e interés económico que hay detrás de los actuales movimientos animalistas y veganos". ONGs, asociaciones y hasta partidos políticos formarían, según Lachhein, "un entramado que mueve miles de millones a nivel mundial". Asevera que "tienen interés en vivir del presupuesto público, acabar con los ganaderos promulgando leyes leoninas para las zonas rurales y así promover que la gente deje de comer pollo o ternera". La cuestión es que, según el estudio The Green Revolution, el consumo de carne está cayendo en los últimos años.

Para entender la tras*formación de los hábitos alimenticios de la población, Lachhein señala la nueva ideología que está invadiendo la metrópolis. "Han eliminado de la ecuación la fin. Es como si no existiera, estos neourbanitas viven en sus torres de marfil al margen de la naturaleza real, donde los animales son depredadores y se comen los unos a los otros". El experto añade que "la gran masa urbana es convencida a diario de que se está maltratando a los animales a través de la exposición continua en los medios de comunicación de mensajes contra el circo o la caza".

Lachhein recalca que muchos ganaderos lo están pasando mal y que, "de seguir así, en un futuro habrá escasez de carne". Señala que el sentimentalismo posmoderno vegano "humaniza a los animales". "Creen que en el bosque sucede como en las películas Disney, donde los buenos eran los animales vegetarianos y los maléficos los depredadores".

De hecho, en el lado más radical del veganismo se encuentran, entre otros, la portuguesa antiespecista Catia Faria, quien acaba de elaborar una tesis doctoral donde defiende "la protección de los animales vegetarianos frente al acoso de los depredadores". Faria tiene la certeza de que muy pronto los leones dejarán de comer búfalos: "Vamos a salvar la vida a cientos de animales vegetarianos", según afirma.

"Esto supondría una intervención del ser humano en el mecanismo de la naturaleza que tendría graves consecuencias en la cadena alimentaria de las especies y un desajuste irreversible", advierte Lachhein. Por último, lanza un mensaje contundente: "La ciudad no puede imponer leyes al campo y remar en contra de la realidad de la naturaleza pintando de malvados a los omnívoros".

El creciente negocio del veganismo: "Jamás podría comer con un cadáver en la mesa" - Libre Mercado
 
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No se donde veis el problema en comer cadaveres, bien ricos que estan.
Peor seria comelos vivos.
 
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