urano
Madmaxista
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Camilo Molins Carrera nació en Vigo en 1876. Ingresó en la Escuela Naval de San Fernando (Cádiz) obteniendo el grado de guardiamarina en 1896, y el de alférez de navío en 1900. Durante sus 34 años de oficial de la Armada mandó el torpedero nº 9, el guardacostas Tetuán, el tras*porte Contramaestre Casado, el crucero Blas de Lezo y la Base Naval de Ríos, y participó en operaciones en jovenlandia. Fue ascendido a contralmirante en 1934. Fueron 40 años de brillantes servicios y total entrega a la Armada.
La sublevación de julio de 1936 le sorprendió como 2º jefe de la Base Naval de Cartagena y jefe del Arsenal de esta. En Cartagena, el gobernador militar se negó a unirse a la sublevación, contando con el apoyo de la Artillería de Costa. El 19 de julio la población Republicana de Cartagena, se lanzó a la calle y comenzó a armarse. En la Base Naval y el Arsenal jefes y oficiales pugnaban por poner al servicio de a los sublevados las unidades navales dependientes del Departamento Marítimo. Sin embargo Molins se mantuvo leal Gobierno. En vez de unirse a sus compañeros sublevados que trataron de proclamar el estado de guerra, permaneció disciplinadamente fiel a las autoridades legales constituidas.
La marinería, ante los rumores de amotinamiento de sus compañeros en la mar frente a la oficialidad que pretendía poner los buques al servicio de los sublevados, reclamó salir del Arsenal, a lo que el contralmirante accedió facilitando que la marinería confraternizara con los milicianos que se habían echado a la calle en la ciudad. Al tiempo, confinó a los jefes y oficiales partidarios de la sublevación y liberó al teniente de navío Ruiz de Ahumada, detenido por los rebeldes por su conocida adscripción Republicana. Molins trató de evitar el detonante de una justicia ciega de la marinería contra los jefes y oficiales rebeldes. Reivindicó su adhesión al Gobierno y finalizó su alocución con 3 vivas a la República.
Camilo Molins permitió la entrada en la Base de autoridades civiles, comprobándose que no había marinería retenida, solamente lo estaban los jefes y oficiales que pretendieron sublevarse, y que tenían impedida la salida. Los Republicanos se adueñaron de la base, destituyeron a todos los jefes de sus cargos, yb detuvieron al contralmirante Molins, que fue sometido a consejo de guerra. Durante el juicio, la marinería que simpatizaba con Molins, intervino enérgicamente a su favor consiguiendo su absolución. Las autoridades civiles sustituyeron del mando al contralmirante, nombrando jefe del Departamento Marítimo al teniente de navío Ruiz de Ahumada y jefe del Arsenal al maquinista Manuel Gutiérrez.
Molins ya no tuvo ninguna participación en actividades políticas o militares. Se refugió en el Gran Hotel de Cartagena con su esposa y sus 10 hijos, siendo los dueños del hotel quienes se encargaron de la manutención de la familia Molins. Tras los intensos bombardeos fascistas que sufrió Cartagena, Molins, su familia, y los dueños del hotel, se trasladaron a una pequeña finca en Los Velones, cerca del mar Menor hasta el final de la guerra. La familia Molins vivía de los escasos ingresos que obtenía el contralmirante trabajando de hojalatero.
Los marinos franquistas no perdonaron a sus compañeros de armas haber permanecido fieles a la República. Tras las primeros consejos de guerra Comenzaron los fusilamientos: Horacio Pérez Pérez, Capitán de Corbeta y Jefe del Estado Mayor de la Flota Republicana, fue fusilado en Valencia el 17 de Abril de 1939. Benito Sacaluga Rodríguez, Comandante de Máquinas del Jaime I, y Juan Escobar Rodríguez, cabo fogonero de Auxiliares, fueron fusilados el 29 de abril de 1939.
El Contralmirante Camilo Molins Carrera fue fusilado el 23 de junio. Diego Baeza Soto, Jefe del Regimiento Naval de Cartagena, el 31 de Julio. Hasta 112 jefes, oficiales, suboficiales y marineros fueron asesinados en Cartagena tras la guerra. No obstante, la inmensa mayoría de los 55 miembros de este Cuerpo, así como más de la mitad de los 4.200 marinos que habían huido con la flota a Bicerta (Túnez), en marzo de 1939, no regresaron a España, quedándose en el exilio.
La historia del contralmirante Camilo Molins Cabrera hace referencia a la ética y la honradez profesional. Entendió que su formación y experiencia profesional estaban al servicio de sus conciudadanos, legítimamente representados por unas autoridades legalmente elegidas mayoritariamente por ellos, y al servicio de una corporación que se considera a sí misma casta privilegiada con derecho a imponer su particular verdad a todos sus conciudadanos, estén de acuerdo con ellas o no.
La sublevación de julio de 1936 le sorprendió como 2º jefe de la Base Naval de Cartagena y jefe del Arsenal de esta. En Cartagena, el gobernador militar se negó a unirse a la sublevación, contando con el apoyo de la Artillería de Costa. El 19 de julio la población Republicana de Cartagena, se lanzó a la calle y comenzó a armarse. En la Base Naval y el Arsenal jefes y oficiales pugnaban por poner al servicio de a los sublevados las unidades navales dependientes del Departamento Marítimo. Sin embargo Molins se mantuvo leal Gobierno. En vez de unirse a sus compañeros sublevados que trataron de proclamar el estado de guerra, permaneció disciplinadamente fiel a las autoridades legales constituidas.
La marinería, ante los rumores de amotinamiento de sus compañeros en la mar frente a la oficialidad que pretendía poner los buques al servicio de los sublevados, reclamó salir del Arsenal, a lo que el contralmirante accedió facilitando que la marinería confraternizara con los milicianos que se habían echado a la calle en la ciudad. Al tiempo, confinó a los jefes y oficiales partidarios de la sublevación y liberó al teniente de navío Ruiz de Ahumada, detenido por los rebeldes por su conocida adscripción Republicana. Molins trató de evitar el detonante de una justicia ciega de la marinería contra los jefes y oficiales rebeldes. Reivindicó su adhesión al Gobierno y finalizó su alocución con 3 vivas a la República.
Camilo Molins permitió la entrada en la Base de autoridades civiles, comprobándose que no había marinería retenida, solamente lo estaban los jefes y oficiales que pretendieron sublevarse, y que tenían impedida la salida. Los Republicanos se adueñaron de la base, destituyeron a todos los jefes de sus cargos, yb detuvieron al contralmirante Molins, que fue sometido a consejo de guerra. Durante el juicio, la marinería que simpatizaba con Molins, intervino enérgicamente a su favor consiguiendo su absolución. Las autoridades civiles sustituyeron del mando al contralmirante, nombrando jefe del Departamento Marítimo al teniente de navío Ruiz de Ahumada y jefe del Arsenal al maquinista Manuel Gutiérrez.
Molins ya no tuvo ninguna participación en actividades políticas o militares. Se refugió en el Gran Hotel de Cartagena con su esposa y sus 10 hijos, siendo los dueños del hotel quienes se encargaron de la manutención de la familia Molins. Tras los intensos bombardeos fascistas que sufrió Cartagena, Molins, su familia, y los dueños del hotel, se trasladaron a una pequeña finca en Los Velones, cerca del mar Menor hasta el final de la guerra. La familia Molins vivía de los escasos ingresos que obtenía el contralmirante trabajando de hojalatero.
Los marinos franquistas no perdonaron a sus compañeros de armas haber permanecido fieles a la República. Tras las primeros consejos de guerra Comenzaron los fusilamientos: Horacio Pérez Pérez, Capitán de Corbeta y Jefe del Estado Mayor de la Flota Republicana, fue fusilado en Valencia el 17 de Abril de 1939. Benito Sacaluga Rodríguez, Comandante de Máquinas del Jaime I, y Juan Escobar Rodríguez, cabo fogonero de Auxiliares, fueron fusilados el 29 de abril de 1939.
El Contralmirante Camilo Molins Carrera fue fusilado el 23 de junio. Diego Baeza Soto, Jefe del Regimiento Naval de Cartagena, el 31 de Julio. Hasta 112 jefes, oficiales, suboficiales y marineros fueron asesinados en Cartagena tras la guerra. No obstante, la inmensa mayoría de los 55 miembros de este Cuerpo, así como más de la mitad de los 4.200 marinos que habían huido con la flota a Bicerta (Túnez), en marzo de 1939, no regresaron a España, quedándose en el exilio.
La historia del contralmirante Camilo Molins Cabrera hace referencia a la ética y la honradez profesional. Entendió que su formación y experiencia profesional estaban al servicio de sus conciudadanos, legítimamente representados por unas autoridades legalmente elegidas mayoritariamente por ellos, y al servicio de una corporación que se considera a sí misma casta privilegiada con derecho a imponer su particular verdad a todos sus conciudadanos, estén de acuerdo con ellas o no.