Brigit
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Está bien sacarles estas cosas porque después ellos andan rebuscando cualquier canción que tenga una letra machista para ponerla a caldo. Ayer mismo leí a este individuo que ha encontrado letras machistas ¡hasta en Aute!
Glub. Por Rodrigo Cota.: Pero no pudo jugar: la estaban violando
Pero no pudo jugar: la estaban violando
Estábamos, no mucha gente, el miércoles pasado en un acto contra la violencia machista, creo que organizado por la Plataforma Feminista, en A Peregrina. Dado que aquello se celebraba en el más absoluto silencio, todos pensábamos en lo que aleatoriamente nos venía a la cabeza, que entiendo era la finalidad del asunto, mover a la reflexión de la concurrencia.
Pues a mí lo que me vino a la mente fue el día en que los Payasos de la Tele vinieron a Pontevedra. Gaby, Fofó y Miliki, tal vez ya con Fofito, que mi memoria no llega a tanto, actuaban en el Pabellón y toda la infancia pontevedresa, entre la que me encontraba, estaba en ascuas. Llegado el día, con el local abarrotado de felices padres y madres, niños y niñas, los artistas interpretaron una de sus canciones más celebradas, ‘Los días de la semana’, que contaba la historia de una niña que nunca podía jugar porque tenía otras cosas que hacer, según el día: los lunes tenía que planchar, los martes limpiaba, los miércoles lavaba, luego cosía, barría, guisaba, y al llegar el domingo, obviamente, rezaba. Al llegar al estribillo, Fofó iba sacando alternativamente los elementos necesarios para realizar esas labores y todos con él hacíamos ademán de planchar o de barrer mientras cantábamos: “Así barría, así, así, así barría que yo la vi”.
Eso fue en los años setenta, con Franco todavía vivo, o quizá agonizando o recién muerto, no lo recuerdo. La canción aquella, que contaba la terrible historia de una niña que pasaba todos los días de todas las semanas de su vida haciendo todo aquello contra su voluntad y su naturaleza, era una de las que más nos divertía. Obviamente los payasos no eran sospechosos de ser machistas, pues su trabajo era precisamente el de llevar la felicidad a los hogares de una España tan terrible como la letra de su canción. Simplemente, ni ellos ni nosotros sabíamos lo que estábamos haciendo, que era otorgar a la mujer el rol de sumisa ama de casa, algo para lo que debía prepararse desde niña, como esclava, pues ésa y no otra habría de ser su función en la vida.
Pero luego, con la llegada de la democracia, la cosa no mejoró o incluso fue a peor. Toda España adoptó como himno de la tras*ición, de las libertades y de la reconciliación un tema de Jarcha, ‘Libertad sin ira’, que en una de sus estrofas dice esto: “Pero yo sólo he visto gente que sufre y calla. Dolor y miedo. Gente que sólo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz”. La “gente” eran los hombres que querían vivir la vida tranquilamente, sin ser oprimidos, junto a sus “hembras”, que lógicamente los lunes planchaban, los martes, limpiaban, y así. Lo más con poca gracia del asunto es que aquella letra era la que reflejaba las esperanzas de millones de españoles en la reconciliación y en la llegada de una vida, al fin, plena de derechos para todos (aunque no para todas).
Mas tarde, ya en los ochenta, disfrutamos la Movida Viguesa yendo a conciertos de Siniestro Total y coreando alegremente temas como éste: “Hoy voy a asesinarte, nena, te quiero pero no aguanto más. Hoy voy a asesinarte, nena, no me volverás a engañar”. Por aquella misma época, todos y todas recorríamos los pubs de Pontevedra y de toda España bailando una magnífica canción de los Ronaldos: “Estás haciendo mal al dejarme pasar; estás haciendo mal y no sé lo que va a pasar. Tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí”.
Nos enamorábamos con ‘Una de dos’, el temazo de Aute que bailábamos arrejuntados mientras nos contaba la historia de un hombre que acudía a la pareja de la mujer deseada proponiendo compartirla, sin que la mujer tuviera conocimiento del asunto: “O me llevo a esa mujer o entre los dos nos organizamos, si puede ser”. Por si la propuesta no era aceptada, ofrecía una alternativa espantosa: “Una de dos. O me llevo a esa mujer o te la cambio por dos de quince, si puede ser”.
No hace falta documentarse demasiado, pues los casos son infinitos. Tampoco es necesario buscar ejemplos en el reguetón, en el rap o en el vallenato, ni acudir a artistas especialmente tras*gresores. Basta con tirar de memoria y salen nombres de grupos famosísimos que interpretaban temas de éxito y que copaban las listas de ventas. Un Pingüino en mi Ascensor, por ejemplo, un grupo muy cursi, muy pijo y muy malo, alcanzó la fama con una melodía festiva que contaba alegremente una violación en un ascensor. Tras advertir a la víctima de la inutilidad de pulsar el timbre de alarma y notificar que sus padres no la van a oír por mucho que grite, continúa el cantante: “Deja de llamar a la portera, contigo no hay manera. Yo que puse toda mi ilusión en esta violación”.
Podríamos seguir hasta la eternidad. Los Planetas: “Así que ya sabes que espero que acabes pegándote un tiro cuando veas lo fulastre que has sido”. Platero y Tú con una canción que empieza así: “Me ha cogido la madera, a mi novia yo he apiolado. No saquéis fotografías, tengo el cuerpo ensangrentado”, y termina a lo grande: “No quiero que con su sangre puedas escribir mentiras. La maté porque la amaba. La maté porque era mía”. Es que el tema es una crítica a los periodistas, no al asesinato machista. The Refrescos, conocidos por ‘Aquí no hay playa’, interpretaban ‘Te pego una paliza que te vuelvo loca’, explícito título de un tema en el que se dice: “Te rompo las piernas, te parto la boca, te pego una paliza que te vuelvo loca”. Loquillo saltó al estrellato definitivo con ‘La mataré’: “Sólo quiero que una vez algo la haga conmover. Que no la encuentre jamás, o sé que la mataré. Por favor, sólo quiero matarla a punta de navaja, besándola una vez más”.
No me parece a mí que estos artistas, o la mayoría de ellos, sean culpables de nada de lo que no seamos culpables todos. Son tras*misores de un mensaje y de una realidad que pervive en una sociedad que ha recibido la educación que ha recibido. No soy partidario de censurar nada ni a nadie. Si ellos han tenido éxito cantando estas cosas es porque todas y todos las hemos consumido. Hemos disfrutado y lo seguimos haciendo al escuchar y bailar temas que alaban palizas, abusos, violaciones y asesinatos de mujeres, y lo mismo o más podríamos decir del cine o de la publicidad que vemos a diario desde siempre. La mayoría de estos temas son clásicos y se seguirán escuchando durante décadas. Baste ver las visitas que estas canciones tienen en Youtube. Lo grave es que no generen rechazo obras que enaltecen la violencia machista. Imaginemos qué pensaríamos si cualquiera de estos artistas lanzara una canción que dijera algo así: “Cogeré una mochila llena de explosivos, la meteré en un tren y mataré a toda tu familia en Atocha, en el nombre de Alá”. Igual eso no lo bailábamos entre carcajadas. Pues ya está.
Glub. Por Rodrigo Cota.: Pero no pudo jugar: la estaban violando
Pero no pudo jugar: la estaban violando
Estábamos, no mucha gente, el miércoles pasado en un acto contra la violencia machista, creo que organizado por la Plataforma Feminista, en A Peregrina. Dado que aquello se celebraba en el más absoluto silencio, todos pensábamos en lo que aleatoriamente nos venía a la cabeza, que entiendo era la finalidad del asunto, mover a la reflexión de la concurrencia.
Pues a mí lo que me vino a la mente fue el día en que los Payasos de la Tele vinieron a Pontevedra. Gaby, Fofó y Miliki, tal vez ya con Fofito, que mi memoria no llega a tanto, actuaban en el Pabellón y toda la infancia pontevedresa, entre la que me encontraba, estaba en ascuas. Llegado el día, con el local abarrotado de felices padres y madres, niños y niñas, los artistas interpretaron una de sus canciones más celebradas, ‘Los días de la semana’, que contaba la historia de una niña que nunca podía jugar porque tenía otras cosas que hacer, según el día: los lunes tenía que planchar, los martes limpiaba, los miércoles lavaba, luego cosía, barría, guisaba, y al llegar el domingo, obviamente, rezaba. Al llegar al estribillo, Fofó iba sacando alternativamente los elementos necesarios para realizar esas labores y todos con él hacíamos ademán de planchar o de barrer mientras cantábamos: “Así barría, así, así, así barría que yo la vi”.
Eso fue en los años setenta, con Franco todavía vivo, o quizá agonizando o recién muerto, no lo recuerdo. La canción aquella, que contaba la terrible historia de una niña que pasaba todos los días de todas las semanas de su vida haciendo todo aquello contra su voluntad y su naturaleza, era una de las que más nos divertía. Obviamente los payasos no eran sospechosos de ser machistas, pues su trabajo era precisamente el de llevar la felicidad a los hogares de una España tan terrible como la letra de su canción. Simplemente, ni ellos ni nosotros sabíamos lo que estábamos haciendo, que era otorgar a la mujer el rol de sumisa ama de casa, algo para lo que debía prepararse desde niña, como esclava, pues ésa y no otra habría de ser su función en la vida.
Pero luego, con la llegada de la democracia, la cosa no mejoró o incluso fue a peor. Toda España adoptó como himno de la tras*ición, de las libertades y de la reconciliación un tema de Jarcha, ‘Libertad sin ira’, que en una de sus estrofas dice esto: “Pero yo sólo he visto gente que sufre y calla. Dolor y miedo. Gente que sólo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz”. La “gente” eran los hombres que querían vivir la vida tranquilamente, sin ser oprimidos, junto a sus “hembras”, que lógicamente los lunes planchaban, los martes, limpiaban, y así. Lo más con poca gracia del asunto es que aquella letra era la que reflejaba las esperanzas de millones de españoles en la reconciliación y en la llegada de una vida, al fin, plena de derechos para todos (aunque no para todas).
Mas tarde, ya en los ochenta, disfrutamos la Movida Viguesa yendo a conciertos de Siniestro Total y coreando alegremente temas como éste: “Hoy voy a asesinarte, nena, te quiero pero no aguanto más. Hoy voy a asesinarte, nena, no me volverás a engañar”. Por aquella misma época, todos y todas recorríamos los pubs de Pontevedra y de toda España bailando una magnífica canción de los Ronaldos: “Estás haciendo mal al dejarme pasar; estás haciendo mal y no sé lo que va a pasar. Tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí”.
Nos enamorábamos con ‘Una de dos’, el temazo de Aute que bailábamos arrejuntados mientras nos contaba la historia de un hombre que acudía a la pareja de la mujer deseada proponiendo compartirla, sin que la mujer tuviera conocimiento del asunto: “O me llevo a esa mujer o entre los dos nos organizamos, si puede ser”. Por si la propuesta no era aceptada, ofrecía una alternativa espantosa: “Una de dos. O me llevo a esa mujer o te la cambio por dos de quince, si puede ser”.
No hace falta documentarse demasiado, pues los casos son infinitos. Tampoco es necesario buscar ejemplos en el reguetón, en el rap o en el vallenato, ni acudir a artistas especialmente tras*gresores. Basta con tirar de memoria y salen nombres de grupos famosísimos que interpretaban temas de éxito y que copaban las listas de ventas. Un Pingüino en mi Ascensor, por ejemplo, un grupo muy cursi, muy pijo y muy malo, alcanzó la fama con una melodía festiva que contaba alegremente una violación en un ascensor. Tras advertir a la víctima de la inutilidad de pulsar el timbre de alarma y notificar que sus padres no la van a oír por mucho que grite, continúa el cantante: “Deja de llamar a la portera, contigo no hay manera. Yo que puse toda mi ilusión en esta violación”.
Podríamos seguir hasta la eternidad. Los Planetas: “Así que ya sabes que espero que acabes pegándote un tiro cuando veas lo fulastre que has sido”. Platero y Tú con una canción que empieza así: “Me ha cogido la madera, a mi novia yo he apiolado. No saquéis fotografías, tengo el cuerpo ensangrentado”, y termina a lo grande: “No quiero que con su sangre puedas escribir mentiras. La maté porque la amaba. La maté porque era mía”. Es que el tema es una crítica a los periodistas, no al asesinato machista. The Refrescos, conocidos por ‘Aquí no hay playa’, interpretaban ‘Te pego una paliza que te vuelvo loca’, explícito título de un tema en el que se dice: “Te rompo las piernas, te parto la boca, te pego una paliza que te vuelvo loca”. Loquillo saltó al estrellato definitivo con ‘La mataré’: “Sólo quiero que una vez algo la haga conmover. Que no la encuentre jamás, o sé que la mataré. Por favor, sólo quiero matarla a punta de navaja, besándola una vez más”.
No me parece a mí que estos artistas, o la mayoría de ellos, sean culpables de nada de lo que no seamos culpables todos. Son tras*misores de un mensaje y de una realidad que pervive en una sociedad que ha recibido la educación que ha recibido. No soy partidario de censurar nada ni a nadie. Si ellos han tenido éxito cantando estas cosas es porque todas y todos las hemos consumido. Hemos disfrutado y lo seguimos haciendo al escuchar y bailar temas que alaban palizas, abusos, violaciones y asesinatos de mujeres, y lo mismo o más podríamos decir del cine o de la publicidad que vemos a diario desde siempre. La mayoría de estos temas son clásicos y se seguirán escuchando durante décadas. Baste ver las visitas que estas canciones tienen en Youtube. Lo grave es que no generen rechazo obras que enaltecen la violencia machista. Imaginemos qué pensaríamos si cualquiera de estos artistas lanzara una canción que dijera algo así: “Cogeré una mochila llena de explosivos, la meteré en un tren y mataré a toda tu familia en Atocha, en el nombre de Alá”. Igual eso no lo bailábamos entre carcajadas. Pues ya está.