El Asesinato de Lavrenti Beria

Nefersen

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Lavrenti Pávlovich Beria fue un dirigente político comunista de la Unión Soviética y jefe de la policía y el servicio secreto (NKVD) desde 1938 hasta 1953.

Suele ser asociado con los arrestos y ejecuciones masivos llevados a cabo durante la Gran Purga. Sin embargo, asumió el mando de la NKVD en la etapa final de la purga. Beria alcanzó su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial, hasta la fin de Stalin; posteriormente fue juzgado y ejecutado, en circunstancias poco claras, a instancias de Nikita Jrushchov y sus seguidores, que lo veían como el principal obstáculo a la desestalinización.

Últimos meses y fin de Stalin

A partir de 1950, la salud de Stalin, que ya tenía setenta años de edad, empezó a desmejorar. Su memoria fallaba, se agotaba fácilmente y su estado general empeoró. Vladímir Vinográdov, su médico personal, le diagnosticó una hipertensión aguda. Vinográdov propuso un tratamiento a base de medicamentos o inyecciones y recomendó a Stalin que abandonase o al menos redujese sus funciones en el Gobierno.

En octubre de 1952 se celebró el XIX Congreso del PCUS. En él, Stalin insinuó sus deseos no belicistas y no intervencionistas en el resto del mundo, tal y como ya habría publicado en su anterior nota. Sin embargo, Malenkov hizo un discurso oficial en el cual reafirmaba que para la URSS era vital estar presente en todos los conflictos internacionales apoyando las revoluciones socialistas. Por primera vez en muchos años, el Congreso apoyó las intenciones de Malenkov y no las de Stalin. Jean Paul Sartre afirma que Stalin, sin alterarse, clausuró el Congreso con un breve discurso cuyo epílogo fue: «¡Abajo los fomentadores de la guerra!»

Si bien este revés político era demasiado modesto como para amenazar su poder, tras el XIX Congreso Stalin tomó la determinación de reanudar las purgas. Su paranoia, adormecida tras la Segunda Guerra Mundial, aumentó tras recibir una carta de la doctora Lidia Timashuk, una especialista del Policlínico del Kremlin. En esta misiva, la doctora Timashuk acusaba a Vinográdov y a otros ocho médicos de origen judío de estar recetando tratamientos inadecuados a altos mandos del Partido y del Ejército, a fin de acabar con sus vidas. Sin esperar a recibir ninguna otra prueba, Stalin ordenó el arresto de los nueve médicos y aprobó que fuesen torturados hasta confesar. Dos de los acusados fallecieron durante los interrogatorios y los siete supervivientes acabaron firmando el texto que sus interrogadores pusieron sobre la mesa. Además, Stalin hizo publicar en el diario Pravda que los servicios de seguridad habían estado «torpes» en descubrir lo que bautizó como el «complot de los médicos», y que había sido él mismo quien lo había desactivado.

Stalin multiplicó en estas fechas sus apariciones en público, visitaba las sedes del partido, hablaba con responsables de los distintos departamentos y nunca dejaba traslucir sus pensamientos. A finales de enero de 1953 su secretario privado desapareció sin dejar rastro. Poco después, el 15 de febrero, el jefe de sus guardaespaldas fue ejecutado sumariamente en lo que se dijo había sido una «fin prematura». Este comportamiento aterrorizó a los miembros del Politburó, sobre todo a los más veteranos, que quedaron convencidos de que una nueva purga estaba ya en marcha. A partir de aquí, existen dos versiones sobre la fin de Stalin.

La primera de ellas, versión oficial y hasta ahora la más verosímil, relata que la noche del sábado 28 de febrero de 1953 Stalin celebró una reunión en Kúntsevo con su círculo interno, formado por Beria, Malenkov, Nikita Jrushchov y Nikolái Bulganin. En dicho encuentro, los cinco hombres vieron una película y después disfrutaron de una tardía cena. Los invitados se retiraron a las cuatro de la madrugada, cuando Stalin se fue a dormir.

La otra versión, defendida por historiadores como Iliá Erenburg y Víktor Aleksándrov, indica que esta reunión no tuvo nada de amistoso. A ella habrían sido invitados también Lázar Kaganóvich y Voroshílov, que se habrían enzarzado en una discusión con Stalin, exigiéndole la liberación de los médicos. Supuestamente, Stalin respondió gritándoles que eran unos traidores. Los dos miembros del Politburó habrían roto entonces sus carnés del partido y Stalin, fuera de sí, habría abandonado la reunión para encerrarse en su dormitorio.

Sea como fuere, la realidad es que al día siguiente Stalin no salió de su cuarto y no llamó ni a los criados ni a los guardias. Nadie se atrevió a entrar en su habitación hasta que, sobre las diez de la noche del domingo 1 de marzo, su mayordomo abrió la puerta y lo encontró tendido en el suelo, vestido con la ropa que llevaba la noche anterior y sin apenas poder hablar. Se llamó a los miembros del Politburó, que lentamente fueron acudiendo a la dacha de Stalin, pero nadie llamó a un médico. Finalmente, pasadas veinticuatro horas, Beria hizo venir a algunos doctores que dictaminaron que Stalin había sufrido un ataque cerebrovascular y había caído fulminado.

La agonía de Stalin se alargó varios días más. En ocasiones abría los ojos y miraba furibundamente a quienes lo rodeaban. Se cuenta que en estos momentos Beria le cogía de la mano y le suplicaba que se recuperase, pero cuando volvía a desvanecerse lo insultaba y le deseaba una dolorosa fin. El día 4 aparentó una súbita mejoría y una enfermera comenzó a darle de beber leche con una cuchara, lo que hizo que el enfermo señalase un cuadro que había sobre la cabecera de su cama, donde una niña daba leche a una oveja. En ese momento, sufrió un nuevo ataque y entró en coma. Los médicos que atendían a Stalin le practicaron reanimación cardiopulmonar en las diversas ocasiones en que se le detuvo el corazón, hasta que finalmente a las 22:10 del día 5 de marzo no consiguieron reanimarlo. Según algunos testigos, [¿quién?] los enfermeros siguieron esforzándose hasta que un lacónico Jrushchov dijo: «Basta, por favor… ¿No ves que está muerto?».

Muchos años después de la caída de la Unión Soviética se han vuelto a estudiar las circunstancias que rodearon la fin de Stalin. No faltan autores, como el historiador ruso Vladímir P. Naúmov o Jonathan Brent (catedrático de Historia en Yale), que afirman que fue envenenado por Beria, quien al poco de su fin llegó a decir ante el Politburó: «Yo lo maté, lo maté y os salvé a todos», según relata el propio Nikita Jrushchov en sus memorias. Sin embargo, esta tesis nunca ha sido demostrada ni reconocida, como tampoco la del posible enfrentamiento final entre Stalin y el Politburó. De este modo, la causa oficial de su fin sigue siendo un ataque cerebrovascular provocada por su hipertensión.

Después de la fin de Stalin
En los funerales de Stalin, Beria fue uno de los tres oradores: habló luego de Malenkov y antes de Mólotov, lo que lo referenciaba como el segundo hombre fuerte de la URSS.

Beria fue designado Adjunto o Suplente (Revista Спутник 12/1988) del Primer Ministro y reasignado a la jefatura del MVD, que se convirtió en la KGB. En aquel momento, su aliado Malenkov se convirtió en el Primer Ministro y por ende el hombre más poderoso de la era post-Stalin. Beria le seguía, y debido a la falta de liderazgo mostrado por Malenkov, estaba en posición de gobernar a través de este último. Jrushchov se convirtió en Secretario del Partido, que no era un puesto tan importante como los que ocupaban Beria y Malenkov.

Beria encabezaba entonces un movimiento de liberalización, que incluía la liberación de prisioneros políticos de los campos de trabajo. En abril de ese mismo año prohibió la tortura en las prisiones. Al mismo tiempo dictó una política más liberal hacia las minorías étnicas de la Unión Soviética, además persuadió al Presidium (antiguo Politburó) y al Consejo de Ministros a impulsar reformas económicas más liberales en Alemania Oriental.

En cuanto al estado soviético, Beria pretendía reducir al máximo la responsabilidad del Partido en la administración directa de la economía, promoviendo para esta cuadros técnicos y no políticos.

El deseo de Beria de liberalizar el régimen ha sido visto por algunos historiadores con suspicacia, ya que Beria mismo fue responsable en parte de la represión mientras Stalin estaba vivo. Uno de los principales obstáculos que Beria encontró fue su deseo de disminuir el excesivo control de la policía secreta en la política de su país, ya que esta policía era la misma fuente de su poder.

fin de Beria

Nikita Jrushchov, deseoso desde el inicio de derrotar a Beria, no podía actuar contra éste porque la alianza de Beria y Malenkov era demasiado fuerte. Sin embargo, en junio de 1953 estallaron protestas contra el régimen comunista en Berlín Oriental, que Jrushchov aprovechó para minar la confianza de los líderes soviéticos en Beria, asegurando que éste deseaba la unificación de Alemania, así como que planeaba recibir ayuda de los Estados Unidos. Semanas después de haber sido reprimidas brutalmente las manifestaciones en Berlín del Este, Molotov, Nikolái Bulganin y el mismo Malenkov quedaron convencidos de que las políticas liberales de Beria conducían al país a la desestabilización, y Malenkov decidió traicionarlo.

Los testimonios de la caída de Beria varían. Algunos aseguran que Jrushchov convocó al Presidium el 26 de junio, donde acusó a Beria de ser un espía británico. Completamente sorprendido, Beria preguntó: «¿Qué sucede, Nikita Sergéyevich?» En ese momento, Mólotov y otros también acusaron a Beria, y Jrushchov propuso inmediatamente su dimisión. Malenkov llamó entonces al Mariscal Gueorgui Zhúkov, que entró con un grupo de oficiales armados.

Algunos historiadores afirman que Beria fue llevado primero a una prisión en Lefórtovo y luego al Cuartel General del General Kirill Moskalenko, Comandante de la Defensa Aérea de Moscú y compañero de armas de Jrushchov. Inicialmente, se mantuvo en secreto su arresto, con el fin de poder capturar a todos sus principales hombres; al mismo tiempo, las fuerzas de la NKVD en Moscú fueron desarmadas. El diario Pravda anunció el arresto de Beria el 10 de julio, dando el crédito a Malenkov y culpando a Beria de «actividades ilegales contra el Partido y el Estado». En diciembre se anunció que Beria y seis cómplices habían estado siendo pagados desde hace años por agencias de inteligencia extranjeras para conspirar en derrocar el gobierno comunista de la Unión Soviética e instaurar el capitalismo.

Beria fue juzgado en un «tribunal especial» sin defensa y sin derecho a apelación. Fue sentenciado a fin y, según las posteriores declaraciones de Moskalenko, Beria rogó arrodillado por misericordia. Sin embargo, él y los otros seis acusados fueron ejecutados inmediatamente.

Otra versión es la del hijo de Beria, Sergó, según la cual la casa de este fue atacada el 26 de junio por unidades militares y fue asesinado en el lugar, y varios funcionarios le aseguraron que su padre no estaba presente en el «juicio». Además, un miembro del tribunal que supuestamente juzgó a Beria, Nikolái Shvérnik, dijo que nunca vio a Beria con vida. Baybakov, miembro del Comité Central, afirmó que Beria ya estaba muerto en el Pleno de julio de 1953, pero sus miembros no lo sabían aún, y que el mismo Jrushchov afirmó dos veces que había sido asesinado el 26 de junio de 1953, pero que luego cambió su versión.

Nina, la esposa de Beria, y su hijo fueron enviados a un campo de trabajo, pero lograron sobrevivir hasta su liberación. Ella murió exiliada en 1991 en Ucrania, mientras que Sergo murió en octubre de 2000, defendiendo la reputación de su padre hasta el final. Después de Beria, la MGB fue separada de la MVD y fue degradada en nivel a la conocida KGB. Además, a ningún jefe de policía soviético se le permitió acumular tanto poder de nuevo.

En mayo de 2000, la Corte Suprema de la Federación Rusa rehusó cambiar el veredicto de 1953 de Beria, que había sido solicitado por sus familiares vivos. En la ley rusa, los familiares de personas acusadas falsamente de crímenes políticos pueden solicitar rehabilitación. Sin embargo, la Corte declaró que «siendo Beria uno de los organizadores de la represión contra su propio pueblo, no debe ser considerado una víctima».

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¿Cómo es posible que Beria, controlando todos los resortes del poderoso MVD
y controlando al Primer Ministro, no inició una purga que acabase con Jrushchov y salvado su vida?
 
Última edición:
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Lavrenti Pávlovich Beria fue un dirigente político comunista de la Unión Soviética y jefe de la policía y el servicio secreto (NKVD) desde 1938 hasta 1953.

Suele ser asociado con los arrestos y ejecuciones masivos llevados a cabo durante la Gran Purga. Sin embargo, asumió el mando de la NKVD en la etapa final de la purga. Beria alcanzó su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial, hasta la fin de Stalin; posteriormente fue juzgado y ejecutado, en circunstancias poco claras, a instancias de Nikita Jrushchov y sus seguidores, que lo veían como el principal obstáculo a la desestalinización.

Últimos meses y fin de Stalin

A partir de 1950, la salud de Stalin, que ya tenía setenta años de edad, empezó a desmejorar. Su memoria fallaba, se agotaba fácilmente y su estado general empeoró. Vladímir Vinográdov, su médico personal, le diagnosticó una hipertensión aguda. Vinográdov propuso un tratamiento a base de medicamentos o inyecciones y recomendó a Stalin que abandonase o al menos redujese sus funciones en el Gobierno.

En octubre de 1952 se celebró el XIX Congreso del PCUS. En él, Stalin insinuó sus deseos no belicistas y no intervencionistas en el resto del mundo, tal y como ya habría publicado en su anterior nota. Sin embargo, Malenkov hizo un discurso oficial en el cual reafirmaba que para la URSS era vital estar presente en todos los conflictos internacionales apoyando las revoluciones socialistas. Por primera vez en muchos años, el Congreso apoyó las intenciones de Malenkov y no las de Stalin. Jean Paul Sartre afirma que Stalin, sin alterarse, clausuró el Congreso con un breve discurso cuyo epílogo fue: «¡Abajo los fomentadores de la guerra!»

Si bien este revés político era demasiado modesto como para amenazar su poder, tras el XIX Congreso Stalin tomó la determinación de reanudar las purgas. Su paranoia, adormecida tras la Segunda Guerra Mundial, aumentó tras recibir una carta de la doctora Lidia Timashuk, una especialista del Policlínico del Kremlin. En esta misiva, la doctora Timashuk acusaba a Vinográdov y a otros ocho médicos de origen judío de estar recetando tratamientos inadecuados a altos mandos del Partido y del Ejército, a fin de acabar con sus vidas. Sin esperar a recibir ninguna otra prueba, Stalin ordenó el arresto de los nueve médicos y aprobó que fuesen torturados hasta confesar. Dos de los acusados fallecieron durante los interrogatorios y los siete supervivientes acabaron firmando el texto que sus interrogadores pusieron sobre la mesa. Además, Stalin hizo publicar en el diario Pravda que los servicios de seguridad habían estado «torpes» en descubrir lo que bautizó como el «complot de los médicos», y que había sido él mismo quien lo había desactivado.

Stalin multiplicó en estas fechas sus apariciones en público, visitaba las sedes del partido, hablaba con responsables de los distintos departamentos y nunca dejaba traslucir sus pensamientos. A finales de enero de 1953 su secretario privado desapareció sin dejar rastro. Poco después, el 15 de febrero, el jefe de sus guardaespaldas fue ejecutado sumariamente en lo que se dijo había sido una «fin prematura». Este comportamiento aterrorizó a los miembros del Politburó, sobre todo a los más veteranos, que quedaron convencidos de que una nueva purga estaba ya en marcha. A partir de aquí, existen dos versiones sobre la fin de Stalin.

La primera de ellas, versión oficial y hasta ahora la más verosímil, relata que la noche del sábado 28 de febrero de 1953 Stalin celebró una reunión en Kúntsevo con su círculo interno, formado por Beria, Malenkov, Nikita Jrushchov y Nikolái Bulganin. En dicho encuentro, los cinco hombres vieron una película y después disfrutaron de una tardía cena. Los invitados se retiraron a las cuatro de la madrugada, cuando Stalin se fue a dormir.

La otra versión, defendida por historiadores como Iliá Erenburg y Víktor Aleksándrov, indica que esta reunión no tuvo nada de amistoso. A ella habrían sido invitados también Lázar Kaganóvich y Voroshílov, que se habrían enzarzado en una discusión con Stalin, exigiéndole la liberación de los médicos. Supuestamente, Stalin respondió gritándoles que eran unos traidores. Los dos miembros del Politburó habrían roto entonces sus carnés del partido y Stalin, fuera de sí, habría abandonado la reunión para encerrarse en su dormitorio.

Sea como fuere, la realidad es que al día siguiente Stalin no salió de su cuarto y no llamó ni a los criados ni a los guardias. Nadie se atrevió a entrar en su habitación hasta que, sobre las diez de la noche del domingo 1 de marzo, su mayordomo abrió la puerta y lo encontró tendido en el suelo, vestido con la ropa que llevaba la noche anterior y sin apenas poder hablar. Se llamó a los miembros del Politburó, que lentamente fueron acudiendo a la dacha de Stalin, pero nadie llamó a un médico. Finalmente, pasadas veinticuatro horas, Beria hizo venir a algunos doctores que dictaminaron que Stalin había sufrido un ataque cerebrovascular y había caído fulminado.

La agonía de Stalin se alargó varios días más. En ocasiones abría los ojos y miraba furibundamente a quienes lo rodeaban. Se cuenta que en estos momentos Beria le cogía de la mano y le suplicaba que se recuperase, pero cuando volvía a desvanecerse lo insultaba y le deseaba una dolorosa fin. El día 4 aparentó una súbita mejoría y una enfermera comenzó a darle de beber leche con una cuchara, lo que hizo que el enfermo señalase un cuadro que había sobre la cabecera de su cama, donde una niña daba leche a una oveja. En ese momento, sufrió un nuevo ataque y entró en coma. Los médicos que atendían a Stalin le practicaron reanimación cardiopulmonar en las diversas ocasiones en que se le detuvo el corazón, hasta que finalmente a las 22:10 del día 5 de marzo no consiguieron reanimarlo. Según algunos testigos, [¿quién?] los enfermeros siguieron esforzándose hasta que un lacónico Jrushchov dijo: «Basta, por favor… ¿No ves que está muerto?».

Muchos años después de la caída de la Unión Soviética se han vuelto a estudiar las circunstancias que rodearon la fin de Stalin. No faltan autores, como el historiador ruso Vladímir P. Naúmov o Jonathan Brent (catedrático de Historia en Yale), que afirman que fue envenenado por Beria, quien al poco de su fin llegó a decir ante el Politburó: «Yo lo maté, lo maté y os salvé a todos», según relata el propio Nikita Jrushchov en sus memorias. Sin embargo, esta tesis nunca ha sido demostrada ni reconocida, como tampoco la del posible enfrentamiento final entre Stalin y el Politburó. De este modo, la causa oficial de su fin sigue siendo un ataque cerebrovascular provocada por su hipertensión.

El cuerpo embalsamado de Iósif Stalin permaneció junto al de Lenin en el mausoleo de este desde su fin en 1953 hasta el 31 de octubre de 1961, cuando fue retirado durante la campaña de desestalinización promovida por Nikita Jruschov y enterrado en la parte exterior de la necrópolis de la Muralla del Kremlin, detrás del mausoleo. Su tumba se encuentra entre las de Súslov y Mijaíl Kalinin. La estatua que la corona es de un blanco algo más claro que la del resto de líderes del mausoleo y por su ubicación resulta visible la parte de la plaza Roja más próxima a la catedral de San Basilio.[cita requ

Después de la fin de Stalin
En los funerales de Stalin, Beria fue uno de los tres oradores: habló luego de Malenkov y antes de Mólotov, lo que lo referenciaba como el segundo hombre fuerte de la URSS.

Beria fue designado Adjunto o Suplente (Revista Спутник 12/1988) del Primer Ministro y reasignado a la jefatura del MVD, que se convirtió en la KGB. En aquel momento, su aliado Malenkov se convirtió en el Primer Ministro y por ende el hombre más poderoso de la era post-Stalin. Beria le seguía, y debido a la falta de liderazgo mostrado por Malenkov, estaba en posición de gobernar a través de este último. Jrushchov se convirtió en Secretario del Partido, que no era un puesto tan importante como los que ocupaban Beria y Malenkov.

Beria encabezaba entonces un movimiento de liberalización, que incluía la liberación de prisioneros políticos de los campos de trabajo. En abril de ese mismo año prohibió la tortura en las prisiones. Al mismo tiempo dictó una política más liberal hacia las minorías étnicas de la Unión Soviética, además persuadió al Presidium (antiguo Politburó) y al Consejo de Ministros a impulsar reformas económicas más liberales en Alemania Oriental.

En cuanto al estado soviético, Beria pretendía reducir al máximo la responsabilidad del Partido en la administración directa de la economía, promoviendo para esta cuadros técnicos y no políticos.

El deseo de Beria de liberalizar el régimen ha sido visto por algunos historiadores con suspicacia, ya que Beria mismo fue responsable en parte de la represión mientras Stalin estaba vivo. Uno de los principales obstáculos que Beria encontró fue su deseo de disminuir el excesivo control de la policía secreta en la política de su país, ya que esta policía era la misma fuente de su poder.

fin de Beria

Nikita Jrushchov, deseoso desde el inicio de derrotar a Beria, no podía actuar contra éste porque la alianza de Beria y Malenkov era demasiado fuerte. Sin embargo, en junio de 1953 estallaron protestas contra el régimen comunista en Berlín Oriental, que Jrushchov aprovechó para minar la confianza de los líderes soviéticos en Beria, asegurando que éste deseaba la unificación de Alemania, así como que planeaba recibir ayuda de los Estados Unidos. Semanas después de haber sido reprimidas brutalmente las manifestaciones en Berlín del Este, Molotov, Nikolái Bulganin y el mismo Malenkov quedaron convencidos de que las políticas liberales de Beria conducían al país a la desestabilización, y Malenkov decidió traicionarlo.

Los testimonios de la caída de Beria varían. Algunos aseguran que Jrushchov convocó al Presidium el 26 de junio, donde acusó a Beria de ser un espía británico. Completamente sorprendido, Beria preguntó: «¿Qué sucede, Nikita Sergéyevich?» En ese momento, Mólotov y otros también acusaron a Beria, y Jrushchov propuso inmediatamente su dimisión. Malenkov llamó entonces al Mariscal Gueorgui Zhúkov, que entró con un grupo de oficiales armados.

Algunos historiadores afirman que Beria fue llevado primero a una prisión en Lefórtovo y luego al Cuartel General del General Kirill Moskalenko, Comandante de la Defensa Aérea de Moscú y compañero de armas de Jrushchov. Inicialmente, se mantuvo en secreto su arresto, con el fin de poder capturar a todos sus principales hombres; al mismo tiempo, las fuerzas de la NKVD en Moscú fueron desarmadas. El diario Pravda anunció el arresto de Beria el 10 de julio, dando el crédito a Malenkov y culpando a Beria de «actividades ilegales contra el Partido y el Estado». En diciembre se anunció que Beria y seis cómplices habían estado siendo pagados desde hace años por agencias de inteligencia extranjeras para conspirar en derrocar el gobierno comunista de la Unión Soviética e instaurar el capitalismo.

Beria fue juzgado en un «tribunal especial» sin defensa y sin derecho a apelación. Fue sentenciado a fin y, según las posteriores declaraciones de Moskalenko, Beria rogó arrodillado por misericordia. Sin embargo, él y los otros seis acusados fueron ejecutados inmediatamente.

Otra versión es la del hijo de Beria, Sergó, según la cual la casa de este fue atacada el 26 de junio por unidades militares y fue asesinado en el lugar, y varios funcionarios le aseguraron que su padre no estaba presente en el «juicio». Además, un miembro del tribunal que supuestamente juzgó a Beria, Nikolái Shvérnik, dijo que nunca vio a Beria con vida. Baybakov, miembro del Comité Central, afirmó que Beria ya estaba muerto en el Pleno de julio de 1953, pero sus miembros no lo sabían aún, y que el mismo Jrushchov afirmó dos veces que había sido asesinado el 26 de junio de 1953, pero que luego cambió su versión.

Nina, la esposa de Beria, y su hijo fueron enviados a un campo de trabajo, pero lograron sobrevivir hasta su liberación. Ella murió exiliada en 1991 en Ucrania, mientras que Sergo murió en octubre de 2000, defendiendo la reputación de su padre hasta el final. Después de Beria, la MGB fue separada de la MVD y fue degradada en nivel a la conocida KGB. Además, a ningún jefe de policía soviético se le permitió acumular tanto poder de nuevo.

En mayo de 2000, la Corte Suprema de la Federación Rusa rehusó cambiar el veredicto de 1953 de Beria, que había sido solicitado por sus familiares vivos. En la ley rusa, los familiares de personas acusadas falsamente de crímenes políticos pueden solicitar rehabilitación. Sin embargo, la Corte declaró que «siendo Beria uno de los organizadores de la represión contra su propio pueblo, no debe ser considerado una víctima».

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¿Cómo es posible que Beria, controlando todos los resortes del poderoso MVD
y controlando al Primer Ministro, no inició una purga que acabase con Kruschev y salvado su vida?
Alguien así tarde o temprano da con la horma de su zapato.
Nadie quería otro Stalin, y lo evitaron eliminando a quien podía llegar a serlo.
 
Alguien así tarde o temprano da con la horma de su zapato.
Nadie quería otro Stalin, y lo evitaron eliminando a quien podía llegar a serlo.

Sí, entiendo los motivos para matarlo a él, lo que no entiendo es cómo un tipo tan inteligente no tomó de inmediato las riendas, mandando a ejecutar a todos sus oponentes. Al final va a resultar que era una buena persona.
 
Sí, entiendo los motivos para matarlo a él, lo que no entiendo es cómo un tipo tan inteligente no tomó de inmediato las riendas, mandando a ejecutar a todos sus oponentes. Al final va a resultar que era una buena persona.
Claro, era todo amor y colgaba vídeos de gatitos en youtube mientras ejecutaba las órdenes de Stalin de deportar y ejecutar a millones de personas sin motivo.
Pero eso si....con una lágrima en los ojos en todo momento y un hondo pesar en su corazón de poeta que sacrifica su arte por un bien mayor.

!Anda que....¡

En el diccionario de la RAE, junto la la expresión «malnacido malo hijo de la grandísima fruta tironucable a la menor ocasión y de cadáver meable y cagable mientras se pudre al aire» esta la foto de éste a todo tonalidad.
 
Sí, entiendo los motivos para matarlo a él, lo que no entiendo es cómo un tipo tan inteligente no tomó de inmediato las riendas, mandando a ejecutar a todos sus oponentes. Al final va a resultar que era una buena persona.
Si miras la serie Trotsky (en Netflix la tienes) comprenderás que en la URSS normalmente ningún dirigente tuvo nunca un poder absoluto, por ejemplo, hasta la fin de Lenin (probablemente envenenado por Stalin) había un frágil equilibrio en el poder comunista entre Lenin, Stalin y Trotski. Dicho de otra manera, salvo Stalin en sus buenos tiempos nadie tuvo un control absoluto.
 
Si miras la serie Trotsky (en Netflix la tienes) comprenderás que en la URSS normalmente ningún dirigente tuvo nunca un poder absoluto, por ejemplo, hasta la fin de Lenin (probablemente envenenado por Stalin) había un frágil equilibrio en el poder comunista entre Lenin, Stalin y Trotski. Dicho de otra manera, salvo Stalin en sus buenos tiempos nadie tuvo un control absoluto.

Pero a la fin de Stalin, Beria manejaba el poderoso MVD, y contaba con el apoyo de su amigo el primer ministro. Podía haber disparado una purga contra sus enemigos, como hicieron luego con él.
 
Era el triunviro mejor situado para convertirse en el siguiente Stalin. Simplemente.

Recordemos que desde entonces las purgas en los altos estamentos de la URSS fueron de guante blanco. A Zhukov primero y luego a Khruschev los "jubilaron" amablemente a sus dachas en el campo. La élite de los soviets llevaba décadas viviendo aterrorizada y querían un poco de tranquilidad.
 
Si miras la serie Trotsky (en Netflix la tienes) comprenderás que en la URSS normalmente ningún dirigente tuvo nunca un poder absoluto, por ejemplo, hasta la fin de Lenin (probablemente envenenado por Stalin) había un frágil equilibrio en el poder comunista entre Lenin, Stalin y Trotski. Dicho de otra manera, salvo Stalin en sus buenos tiempos nadie tuvo un control absoluto.
Muhahahaha

Ahora para saber Historia hay que ver la TV. Y si es canal de pago, como Netflix, te hacen Catedrático por la Sorbona con derecho a pernada.
 
Es curioso que Stalin "muera" sólo meses despúes de iniciar una purga contra los judíos.

Sin duda esa injusticia le afectó a la salud.
 
Muhahahaha

Ahora para saber Historia hay que ver la TV. Y si es canal de pago, como Netflix, te hacen Catedrático por la Sorbona con derecho a pernada.
Esa serie la han hecho los rusos, es una rareza que la emita Netflix. En todo caso, la serie en ese punto dice la verdad. Y te iría bien verla, seguramente hasta aprenderás algo.
 
Pero a la fin de Stalin, Beria manejaba el poderoso MVD, y contaba con el apoyo de su amigo el primer ministro. Podía haber disparado una purga contra sus enemigos, como hicieron luego con él.
Sin duda, pero sigues creyendo que los jefes soviéticos tenían un poder absoluto para obrar y no es así, necesitaban tejer alianzas entre ellos para atacar a otros.
 
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