Intentaré explicarlo de otro modo más claro.
Me consta que estás satisfecho de ti mismo, y encantado de haberte conocido... pero piénsalo de este modo.
1. Escribes un mensaje hablando de frustraciones ajenas, las cuales eres capaz de medir, supongo, con tu frustracionómetro privado.
2. Te ríes de ese dolor ajeno. Burlándote, con un emoticoño.
Por lo tanto, resulta bastante evidente que eres alguien a quien la idea del sufrimiento ajeno le resulta divertida. ¿No?
Eres como ese guardián del campo de concentración nancy que, viendo al judío humillado y hambriento, se ríe de él y la te una patada... riéndose, pues considera que su patada es graciosísima.
Eres esa persona que fantasea con poner su bota sobre los cuerpos moribundos de los demás.
O como el forzador que, tras abusar a una muyer menor de edad, le escupe a la cara.
¿No?
¿No es eso lo que dices en tu mensaje? ¿No te parece que la frustración ajena, esa que mides con tu frustracionómetro privado, es graciosa y divertida?
Los filósofos se han preguntado durante décadas cuál es la mecánimica espiritual de la crueldad. ¿Qué lleva a un hombre a infligir daño a los demás y regocijarse en ello?
Bueno... pues en tu mensaje tienes la respuesta. Así empieza.
Claro, yo sé que tú no te sientes forzador, ni Obersturmbahführer, ni cruel... Te consideras un ser de luz que sonríe, un ser empático, un ser solidario, alguien que trabaja por el bien, por el entendimiento y la armonía... peeeeeeeeeeeero, ¿qué evidencias hay de ello realmente? ¿Te has hecho esa pregunta a ti mismo alguna vez?
¿Crees que los Obersturnbahnführer de Auschwitzt se sentían buenas o malas personas?
No espero que me respondas algo valioso o profundo... pero voy a decidir creer que, al menos, este mensaje te ha invitado a la reflexión.