Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

Los franquistas FUSILARON en Ferrol al último gobernador civil REPUBLICANO, FRANCISCO PÉREZ CARBALLO, al comandante MANUEL QUESADA, y al capitán GONZALO TEJERO el 25 de Julio de 1936

Francisco Pérez Carballo nació en Madrid, en 1911. Estudió en el instituto madrileño Cardenal Cisneros. Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, durante su etapa universitaria fue dirigente de la FUE y miembro de la Asociación Internacional de Estudiantes, así como militante de las juventudes de Izquierda Republicana. Frecuentó también el Ateneo de Madrid. Trabajó en la cátedra de Derecho Romano de la Universidad de Madrid, obteniendo por oposición, una plaza de oficial letrado en el Congreso de los Diputados.

Con la victoria del Frente Popular en febrero 1936, fue nombrado Gobernador Civil de La Coruña el 10 de abril de 1936, al parecer por su amistad con Santiago Casares Quiroga. Con el golpe de Estado que dio lugar a la Guerra Civil se opuso a los sublevados. Pérez Carballo, que hacía pocas semanas había tomado posesión del cargo, se reunió con el alcalde de La Coruña y posteriormente fusilado, Alfredo Suárez Ferrín y con representantes de todas las organizaciones del Frente Popular para tratar de adoptar una estrategia defensiva común frente a la amenaza golpista. Por su parte, el general Caridad Pita, continuaba con sus rondas de vigilancia y en una de ellas se presentó a la una de la madrugada en el edificio de Capitanía. No percibió nada besugo, pero encontró en las dependencias del Estado Mayor al comandante Gutiérrez Soto y al capitán Castro Caruncho, que habían decidido pasar allí la noche.

El 20 de julio de 1936 Carballo ordenó atrincherar la sede el gobierno civil y amparado apenas por una pequeña compañía de Guardias de Asalto y voluntarios, lo defendieron durante más de 3 horas, apoyado por el Comandante de Estado Mayor y jefe de Seguridad y Asalto en la jefatura de La Coruña Manuel Quesada del Pino, cuyas fuerzas se habían dividido. Quesada del Pino dirigió junto al Gobernador, la defensa de los escasos baluartes que se oponían a los sublevados. Avanzada la tarde del lunes 20 de julio de 1936, nada pudieron hacer ante el bombardeo de una batería de artillería que destruyó parte del edificio a cañonazos. Un proyectil entró directamente en el despacho de Carballo, tras lo cual, cesó toda resistencia, y a las 18,30 se izó bandera blanca, el gobernador y los demás defensores, se entregaron a los sublevados y el comandante Quesada del Pino fue detenido por soldados del Regimiento de Zamora 8. Pérez Carballo fue detenido por los rebeldes y llevado al cuartel de Atocha y de ahí, a la guandoca de la torre. Igualmente detenido el capitán de Asalto Gonzalo Tejero, que había hecho frente a la sublevación participando y organizando la defensa, y dirigiendo la resistencia desde la sede del gobierno civil.

A Francisco Pérez Carballo le formaron consejo de guerra y condenaron a pena de fin. Al día siguiente 25 de Julio le colocaron delante del piquete de guardias de asalto y lo fusilaron en el castillo de San Felipe de Ferrol. A su lado, fueron también pasados por las armas el comandante Manuel Quesada, y el capitán Gonzalo Tejero, que habían organizado la defensa y dirigido la resistencia de la sede del gobierno civil.

Juana Capdevielle, esposa de Carballo, intelectual, conferenciante y bibliotecaria , fue rapidamente arrestada. Su cadáver apareció el 18 de agosto de 1936, en los alrededores en una cuneta de la carretera del municipio de Rábade (Lugo). Había sido tiroteada hasta la fin después de ser amada sin consentimiento y torturada. Sus asesinos no se apiadaron de su avanzado estado de gestación. En unos pocos días a Juana Capdevielle, licenciada en Filosofía y Letras y funcionaria de la Universidad Central, le arrancarían la casa, la libertad, la vida del marido, la vida del feto que llevaba en sus entrañas y, finalmente, la suya propia.

Francisco Pérez Carballo, militante de Izquierda Republicana, gobernador civil de A Coruña y Juana Capdevielle, intelectual independiente, fueron víctimas, entre otros muchos hombres y mujeres, pertenecientes a una generación sacrificada por sustentar la idea Republicana. Se han convertido, al reflejarse en los canales donde fluye la dialéctica entre memoria e historia, en retratos intensos de demócratas avanzados a su época. Símbolos que portaban y expresaban una noción de ciudadanía en su actividad política y social, y víctimas que recordar, reivindicar y, finalmente, dignificar debidamente.

La lógica compleja y selectiva de la memoria y el olvido, no siempre está subordinada a componentes ideológicos estrictos. A diferencia de lo sucedido hasta la tras*ición y aun hasta comienzos de este siglo, es ahora el recuerdo de la bibliotecaria madrileña la que nos conduce al de su marido, perfecto cómplice intelectual y afectivo, para entablar una relación de la que surge también una memoria poliédrica, en permanente evolución como las distintas piezas de la identidad que alumbraría.
 
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Última edición:
ATROCIDADES franquistas contra los presos REPUBLICANOS del Campo de CONCENTRACIÓN de Castuera (Badajoz)
Campo de concentración de Castuera 2 word press
Los franquistas establecieron un campo de concentración en la población extremeña de Castuera, donde requetés, legionarios, y sobre todo guardias civiles y falangistas eliminaron selectivamente a dirigentes obreros, políticos y sindicales significados con la República. La violencia continuada tenía un mismo objetivo, el asesinato de los Republicanos más prominentes y la generación durante mucho tiempo de un miedo que cercenó la disidencia. La construcción del campo fue realizada por los prisioneros sometidos a rígidas normas, tras*portaron los materiales, levantaron barracones, construyeron nidos de ametralladoras, excavaron zanjas, erigieron alambradas, todo ello con escasas y rudimentarias herramientas. Dependiendo de las fechas, en el campo hubo entre 5.000 y 15.000 concentrados.
En los barracones se hacinaban entre 60 y 70 prisioneros como sardinas en lata. No había ningún mobiliario, ni sillas, catres, jergones de trabajo manual. Dormían en el suelo de tierra, acostados unos sobre otros, con pocas mantas. La alimentación insuficiente, una sola toma diaria, un rancho frío de escaso pan neցro y una sardina, rara vez un puñado de garbanzos, o cuando ni siquiera comían, escasa también el agua. “..teníamos tanta hambre que un día entramos en zona de cocinas…nos molieron a palos, mataron a un pobre muchacho, que comía en el suelo, de un garrotazo en la nuca..”. La subalimentación crónica supuso incluso la fin.
Las condiciones higiénicas eran terribles, el hacinamiento, la imposibilidad de asearse, ropa harapienta, obligación de realizar por las noches las necesidades dentro del barracón. La insalubridad y extenuación provocaron la extensión de enfermedades, cuadros de estreñimiento y diarrea crónica, la aparición de pulgas, piojos, ratas y con ellos el tifus, la sarna, brotes de viruela.
Los falangistas ejercieron violencia, vejaciones, malos tratos, asesinatos sistemáticos o discrecionales, humillaciones y brutales palizas durante todo el período de funcionamiento del campo. Era muy frecuente el chantaje sensual a las familiares de los prisioneros: “..con las mujeres, pobrecitas, abusaban de ellas, los guardias les decían yo te saco a tu marido, sí…los falangistas entraban con la garrotilla trillando a palos..los sargentos se divertían pegando, nos tiraban con los palos de los picos…Al alcalde de Puebla de Alcocer dijeron que no lo mataban, pero le rompieron la médula…a un prisionero lo mató un centinela, el pobrecito vio llegar por la carretera de Castuera a su progenitora, saltó por la ventana y un centinela le pegó el tiro..”. El criminal protagonismo de los falangistas solo se comprende en un ámbito bajo jurisdicción castrense, con el consentimiento e incluso la incitación de las autoridades militares.
El clima de terror, violencia y arbitrariedad existente en el campo, da cuenta de los métodos envilecedores y brutales de sus represores. Las sacas se realizaban sin constancia oficial y casi siempre por la noche. Se elaboraban las listas de los que se debía “eliminar”, posteriormente los falangistas pasaban por los barracones “sacando” a los elegidos, lo hacían 3 noches a la semana, los prisioneros elegidos eran trasladados a diferentes zonas cercanas, entre ellas el cementerio de Castuera, donde eran asesinados y enterrados en fosas comunes, como a José González Bravo, último alcalde republicano de Zafra, de lo que se jactaron sus verdugos
“..fueron muchos los prisioneros a por los que iban los falangistas, vi cómo del barracón de al lado sacaban y los fusilaban…los falangistas de Castuera buscaban a individuos conocidos, se presentaban en las puertas de los barracones, alumbrándose con linternas, se los llevaban y ya no volvíamos a saber de ellos…de mi barracón se llevaron a 5 en una sola noche…los que fusilaban eran falangistas…íbamos a arreglar unos caminos que iban para Castuera, veíamos las zanjas hechas, y al día siguiente cuando íbamos por allí a arreglar eso, ya veíamos un trozo grande que lo habían tapado..”.
Otra técnica de “eliminación” masiva fue la cuerda india, grupos de prisioneros atados unos a otros con sogas por la cintura en largas filas, eran empujados a culatazos a las bocas de las minas próximas, donde eran arrojados arrastrándose entre sí: “..en medio de terribles sufrimientos, los presos recibían desde lo alto bombas de mano y ráfagas de metralla que acababan con sus vidas…sentíamos los lamentos de los compañeros al caer, era horrible…tras las explosiones, todo quedaba en silencio..”.
De modo paralelo y fundida con la represión falangista, se desarrolló por las autoridades militares una represión “legal”, auspiciada por los propios mandos, los consejos de guerra. De forma menos estridente, pero más regular fueron eliminados numerosos prisioneros. Los izquierdistas más destacados fueron ejecutados de forma abrumadora en farsas militares judiciales. Esta “de color noche”, que se dio por igual en toda España, se tornaba doblemente terrible en los espacios cerrados de las zonas rurales como Extremadura, donde el control persistente de la Guardia Civil, el alcalde, el terrateniente, el párroco de turno, los falangistas, los propios convecinos, unas veces por temor, otras por convicción y otras por interés, condujo a un vacío social que rayaba el racismo ideológico.
La Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera (Amecadec) ha publicado un listado con los nombres de al menos 266 personas víctimas de los franquistas, y que figura en el monumento memorialconstruido en el cementerio de la localidad.

 
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