Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

jajajajja

por lo menos pon una imitación con tipografía de la época, o que al menos existiera.

Elegí esa porque era la más legible. Pero había donde elegir

CNT-UGT-BANDO.jpg


2-4-bando-firmado-por-Fermin-galan.jpg
 
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TRASLADO DE LOS RESTOS
“Hacia las 2 de la madrugada sacaron los cadáveres del sótano y los pasaron ante el resto de los presos políticos. Los llevaban en escaleras de mano con un lienzo mal echado sobre los cuerpos muertos. Al día siguiente se dispuso la conducción de los cadáveres al cementerio, lo que se hizo en camiones. Los cuerpos de los muertos fueron sacados de la guandoca por dos hombres que al llegar al camión los lanzaban al aire como fardos. Uno de los cadáveres recibió tal impulso que en vez de caer en el camión fue a dar en el lado opuesto. “Pesa menos que un pollo”, apostillaron los lanzadores. Era el del tribuno.
En las primeras horas de la mañana, un amigo de la familia comunicó que había visto al tribuno muerto. A través de mi abuelo Arturo Alvarez-Buylla, casado con la hija mayor de D. Melquíades, se pusieron en contacto con el Director General de Comercio, primo suyo, y éste aconsejó a los familiares que no apareciéramos siquiera por el cementerio pues si lo hacían su vida correría también peligro, por eso tuvieron que ponerse en contacto con un empleado de la Funeraria que se encargó de su localización y de los trámites necesarios para el enterramiento . No sería por tanto la fosa común la última jovenlandesada del político, sino un humilde nicho en el Cementerio de la Almudena.
Como afirma Serrano Suñer, testigo de aquel momento: “Este crimen, el crimen de la guandoca modelo no lo borrarán nunca. Nunca. Fue tan extraordinario que aquella misma noche se señaló a la barbarie…”
Efectivamente, el suceso causó un gran impacto entre los dirigentes republicanos. Manuel Azaña, Presidente de la República y que fue correligionario suyo en el Partido Reformista, lloró la noche en que D. Melquíades fue asesinado; y según su cuñado Rivas Cheriff, quiso dimitir al enterrarse. El asesinato también afectó grandemente a Régulo Martínez, presidente de Izquierda Republicana; a José Giral, jefe de gobierno, que lloró amargamente; a Alcalá Zamora, que lo calificó de absurdo, e indignó a Indalecio Prieto, que en un escueto comentario dictaminó: “Hoy hemos perdido la guerra”. Aquel mismo día 23 se crearía mediante Decreto del Gobierno el Tribunal Especial de Justicia – Tribunal Popular- en Madrid , y dos días después se haría extensivo al resto de España. Sin duda una medida para calmar los ánimos exaltados pero también para dar una buena imagen en el exterior, tras el crédito perdido pues tan pronto se difundió por el mundo el crímen, las democracias liberales se pusieron en guardia contra la República .
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MAGNICIDIO
¿Sucumbió D. Melquíades a causa de un motín de la gente, o como alopécico Sotelo, fue blanco de la fría y alevosa conjura del mismo poder que estaba obligado a proteger su vida? .
Las investigaciones realizadas por el equipo que formo junto con Miguel Ángel Villanueva y José Antonio García Pérez nos han llevado al descubrimiento de unos textos escritos por uno de los correligionarios políticos más próximos a D. Melquíades. Textos inéditos escritos por el que fue secretario particular del tribuno asturiano, Francisco Martínez Ramírez, y que desvelo en este ensayo. Esta es la trascripción de un fragmento que está manuscrito en cuartillas de Melquíades Álvarez como diputado a Cortes:
“¿Quién armó el brazo de los asesinos de Melquíades Alvarez?. Yo lo conozco, pero su nombre no saldrá nunca de mis labios, ni de mi pluma, porque ni siquiera debe figurar en la historia de la criminalidad. Debe ser buscado entre los detritus de la envidia. Melquíades Alvarez tenía un imitador de su oratoria, un envidioso de los triunfos del gran orador. No muchos días antes de aquel horrible fusilamiento, le escuché frases grandilocuentes exaltando la necesidad de realizar justicia contra los hombres que él consideraba traidores a la Patria y apuntando los fusiles contra Melquíades Alvarez. Es su constante retractor; y pocos días antes del crimen de la guandoca modelo, me encontré en la calle con el malo, quien me dijo en tono y ademanes harto elocuentes: ¿pero es que su Jefe está todavía en la calle?. Y en efecto, pocos días después era enviado a la guandoca modelo y asesinado” .
Así las cosas, el asesinato de Melquíades Alvarez cobraría una dimensión diferente. Esta declaración confirmaría nuestra hipótesis de que D. Melquíades, no murió como víctima desafortunada de unas turbas, sino como parte quizás de un complot político, un magnicidio, que tenía como objetivo eliminar a esta importante cabeza política, que con su voz autorizada y siempre honesta criticaba la República sin orden, y que podía desestabilizar aún más el débil régimen republicano en aquellos momentos tan delicados. Por tanto, las milicias fueron los verdugos, pero el Gobierno fue al menos el cooperador necesario, cuando no su autor directo, al crear el riesgo de su detención sin mediar delito, y al negarle el socorro ante el cariz que tomaron los acontecimientos a partir del 17 de agosto.
Así se entienden mejor, las lágrimas del Presidente de la República, Manuel Azaña al enterarse de la fin del tribuno; también que el Presidente del Gobierno, José Giral se presentara en Palacio llorando. Sabían el peligro a que habían sometido a su antiguo Jefe: primero, deteniéndole sin cargos; segundo, sin ofrecer reacción a los acontecimientos cada vez más incontrolados que se sucedían en La Modelo los días anteriores al crimen, y tercero, el día antes de su asesinato cuando el Director general de Seguridad visitó a Giral. No hicieron nada.
Y acabo con unas palabras que pronunció en el parlamento en los años 20 presagio de su trágico final: “Cuando hablan por ahí ciertas gentes de dar la vida por el Poder, a mí esto me parece una hipocresía, que significa que están dispuestos a no darla nunca. Esa es una oferta que no se brinda a la opinión; ese es el accidente de los gobernantes, como puede ocurrirle a un albañil caerse de un andamio y matarse. No puede constituir vanagloria; lo que hay que procurar es que si ese momento llega, los que quedan aquí, en esta tierra, donde se cosechan tantas pasiones, pero donde a veces triunfa la justicia, puedan otorgársela a quien ya sea cadáver y decir: Ese es un hombre que se ha sacrificado por la Patria y que ha cumplido con su deber”
La sangre derramada con tan fistro asesinato fue el último e importante servicio que prestó el ilustre tribuno a la nación española. Y con él moriría su esperanza de ver una “tercera España”, esa España reformista que tenía un proyecto de democracia y regeneración en medio de los odios, y que los españoles conquistamos hace muy poco con nuestra Constitución del año 1978.
Y termino. La tercera acepción del término “tiranía” es esta: “Dícese de la pasión o afecto que domina al ánimo o arrastra al entendimiento”. Aún soporta D. Melquíades la tercera y última tiranía: la del olvido.
Gracias a este Ateneo de Gijón por librarle de ella con este ciclo.
Manuel Alvarez-Buylla Ballesteros
Académico Correspondiente de la
Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
Bisnieto de Melquíades Alvarez
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Fuente
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