Dialogo de los melios (Tucídides siglo V aC)

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Diálogo de los melios (Tucídides siglo V aC): (Negociaciones entre Atenas y Milos para la rendición de esta última)

Atenienses: Tampoco hay necesidad de que aleguéis que fuisteis poblados por los Lacedemonios ni que no nos habéis ofendido en cosa alguna, pensando así persuadirnos de que desistamos de nuestra demanda, sino que conviene tratar aquí de lo que se debe y puede hacer, según vosotros, y nosotros entendemos el negocio que al presente tenemos entre manos, y considerar que entre personas de entendimiento las cosas justas y razonables se debaten por derecho y razón, cuando la necesidad no obliga a una parte más que a la otra: pero, cuando los más flacos contienden sobre aquellas cosas que los más fuertes y poderosos les piden y demandan, conviene ponerse de acuerdo con éstos para conseguir el menor mal y daño posible

Melios: Puesto que queréis que, sin tratar de lo que fuere conforme a derecho y razón, se hable de hacer lo mejor que pueda practicarse en nuestro provecho, según el estado de las cosas presentes, justo y razonable es, no pudiendo hacer otra cosa, que conservemos aquello en que consiste nuestro bien común, que es nuestra libertad; y, por consiguiente, al que continuamente está en peligro le será conveniente y honroso que el consejo que da a otro, a saber, que se deba contentar con lo que puede ganar y aventajar por industria y diligencia conforme al tiempo, ese mismo consejo lo tome para sí. A lo cual vosotros, Atenienses, debéis tener más miramiento que otros, porque, siendo más grandes y poderosos que los otros, si os sucediera peligro o adversidad semejante, tanto más grande sería vuestra caída y de mayor ejemplo para los demás el castigo.

Atenienses: Nosotros no tememos la caída de nuestro estado y señorío, porque aquellos que acostumbran mandar a otros, como los Lacedemonios, nunca son crueles contra los vencidos, como lo son los que están acostumbrados a ser súbditos de otros, si acaso consiguen triunfar de aquellos a quienes antes obedecían. Mas este peligro que decís lo tomamos sobre nosotros quedando a nuestro riesgo y fortuna, pues no tenemos ahora guerra con los Lacedemonios. Hablemos de lo que toca a la dignidad de nuestro señorío y a vuestro bien y provecho particular, y de vuestra ciudad y república. En cuanto a esto, os diremos claramente nuestra voluntad e intención, y es que queremos de todos modos tener mando y señorío sobre vosotros, porque será tan útil y provechoso para vosotros como para nosotros mismos.

Melios: ¿Cómo puede ser tan provechoso para nosotros ser vuestros súbditos como para vosotros ser nuestros señores?

Atenienses: Os es ciertamente provechoso, porque más vale que seáis súbditos que sufrir todos los males y daños que os pueden venir a causa de la guerra; y nuestro provecho consiste en que nos conviene más mandaros y teneros por súbditos que mataros y destruiros.

En manera alguna, que más daño nuestro sería teneros por amigos que por enemigos, porque, si tomamos vuestra amistad por temor, sería dar grandísima señal de nuestra flaqueza y poder, por lo cual los otros súbditos nuestros a quien mandamos nos tendrían en menos de aquí en adelante.

[...]Melios: Pues, si vosotros por aumentar vuestro señorío y los que están en sujeción por eximirse y libertarse de servidumbre se exponen a tantos peligros, gran vergüenza y cobardía nuestra será si estando en libertad, como estamos, la dejásemos perder y no hiciésemos todo lo posible, antes de caer en servidumbre.

Atenienses: No es lo mismo en este caso, ni tampoco obraréis cuerdamente si os guiáis por tal consejo, porque vuestras fuerzas no son iguales a las nuestras y no debe avergonzaros reconocernos la ventaja. Por tanto, lo mejor será mirar por vuestra vida y salud, que no querer resistir, siendo débiles, a los más fuertes y poderosos.

[...]Melios: Bien conocemos claramente lo mismo que vosotros sabéis, que sería cosa muy difícil resistir a vuestras fuerzas y poder, que sin comparación son mucho mayores que las nuestras, y que la cosa no sería igual; confiamos, sin embargo, en la fortuna y en el favor divino, considerando nuestra inocencia frente a la injusticia de los otros. Y aun cuando no seamos bastantes para resistiros, esperamos el socorro y ayuda de los Lacedemonios, nuestros aliados y confederados, los cuales por necesidad habrán de ayudarnos y socorrernos, cuando no hubiese otra causa, a lo menos por lo que toca a su honra, por cuanto somos población de ellos y son nuestros parientes y deudos. Por estas consideraciones comprenderéis que con gran razón hemos tenido atrevimiento y osadía para hacer lo que hacemos hasta ahora.
[...]
Melios: Verdaderamente pensamos que se aventurarán y expondrán a peligro por nosotros, pues tienen motivo para hacerlo más que otros algunos, por ser nosotros más vecinos y cercanos al Peloponeso, lo que les permite ayudarse mejor de nosotros en sus haciendas, y podrán más seguramente confiar en nosotros por el deudo y parentesco que con ellos tenemos, pues somos naturales y descendientes de ellos.

Atenienses: Así es como decís, mas la efectividad del socorro no consiste de parte de los que lo han de dar en la confianza y benevolencia que tienen a los que lo piden, sino en la obra, considerando si son bastantes sus fuerzas para podérselo dar. En esto los Lacedemonios tienen más miramiento que otros, porque, desconfiados de sus propias fuerzas, buscan y procuran las de sus aliados para acometer a sus vecinos, por lo cual no es de creer que, conociendo que somos más poderosos que ellos por mar, quieran aventurarse ahora a pasar a esta isla a socorreros.

«Ya vemos que sólo vosotros estimáis, por vuestro propio parecer y mal consejo, las cosas venideras por más ciertas que las presentes que tenéis a la vista, y os parece que lo que está en mano y determinación de otro lo tenéis ya en vuestro poder como si estuviese hecho. Os ocurrirá, pues, que la gran confianza que tenéis en los Lacedemonios y en la fortuna, fundando todas vuestras cosas en esperanzas vanas, será causa de vuestra pérdida y ruina».

[Finalmente los melios no se rinden]Los Atenienses mandaron apiolar a todos los jóvenes de catorce años arriba, y las mujeres y niños quedaron esclavos, llevándolos a Atenas. Dejaron en la ciudad guarnición, hasta que después enviaron quinientos jovenlandesadores con sus familias para poblarla con gente suya.
 
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