HUEVOS PACO E HIJOS S.L
Honrado amaplantas
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Todos con el recuerdo bucólico del abuelito de Heidi recogiendo tomates cuyo sabor revienta la Matrix, calabacines del tamaño de un menhir de Obelix con un sabor que te hace correrte encima, fresas con el dulzor y la frescura de 900 mujers vírgenes extra premium. ¿Nadie se ha dado cuenta de que nuestros abuelos, imbuidos en la fiebre desarrollista española y la "revolución verde", fueron la generación de ruptura con la horticultura tradicional? Los que realmente cultivaban variedades locales con sabores u otras características únicas eran los que cascaron en la Guerra Civil (y de ahí hacia atrás), porque no les quedaban más huevones, no porque les diera ninguna venada hippie.
A partir de los 60-70 se empieza a tirar de nitratos y agroquímicos con huevones hasta para la última huerta paco de cosa con 20 m2. En cuanto tuvieron cuatro cortesanas, las gentes del agro empezaron a adquirir potingues y polvitos que aplicaban de aquella manera. Si el bote decía máximo 2, pues echo 4 y así me aseguro.
Llegados los 80, sobreviven ciertos conocimientos ancestrales sobre procesamiento de alimentos y recolección de movidas del campo, pero las semillas y las variedades comienzan a estar hiperestandarizadas. La reproducción de variedades locales adaptadas al terreno se vuelve una anécdota, pues el abuelo Paco era comodón y las semillas/plantines producidos en masa para plantarlos en los bordes del patio de cemento/horno veraniego "que no hace falta más que darle un manguerazo de vez en cuando".
En los 90 se sigue derroyendo el asunto: los tomates tan ricos del agüelo Paco son la misma variedad que los del McDonalds "que no saben a nada", la única diferencia es que se maduran bien en la planta y que las inclemencias de la naturaleza suelen dejarlos más pequeños y abollados, por mucho que Paco siga aplicando a las tomateras dosis de insecticida capaces de envenenar a una manada de diplodocus. Si no es por los primeros frikis de las ecoaldeas y cuatro chalados de la etnobotánica a nivel universitario/del sector público, no quedaría una puñetera variedad tradicional de nada. Bueno, a lo mejor algún arbolillo, zarza de bayas o parra vieja...
En los 2000 el abuelo Paco ya está fiambre o en una residencia de ancianos, y el cachillo de huerto son ahora malezas de un solar en venta o setos visilleros de casoplón de agricultor presuntuoso. Pero papá Paco, el de la generación yeyé, se compra otra parcela, valla y limpia el terreno y a seguir tirando polvitos y potingues. Al fin y al cabo es lo que le vio hacer a su propio padre...
Al final, en la actualidad los que mejor se lo montan son los jóvenes y cuatro viejos hippies no urbanitas. Se rompió una cadena de saberes tradicionales en las dos generaciones anteriores, llegando a nosotros conocimientos fragmentados, verdades nacidas de la experiencia de muchas generaciones mezcladas con mitos contraproducentes. Hay que escuchar a la generación langosta, porque todavía hay retazos interesantes heredados de sus abuelos y de su propia experiencia, pero no hay que quedarse con las cosas que son una chorrada que les suena del bar o de algún programa de La 1. Aunque no suple el ensuciarse las manos y experimentar, Internet es un complemento estupendo para retomar eficazmente el contacto la tierra, por el conocimiento infinito y el acceso a comunidades y mercados antes inéditos.
Resumen: esos tomates tan únicos del agüelo Paco seguramente eran una variedad industrial normalucha, muy productiva pero con menos sabor que las "ancestrales". Es más probable que saque tomates huevonudos de variedades antiguas un chaval de 25 años con cuatro cortesanas, un macetón, acceso a internet y un poco de curiosidad en la actualidad.
A partir de los 60-70 se empieza a tirar de nitratos y agroquímicos con huevones hasta para la última huerta paco de cosa con 20 m2. En cuanto tuvieron cuatro cortesanas, las gentes del agro empezaron a adquirir potingues y polvitos que aplicaban de aquella manera. Si el bote decía máximo 2, pues echo 4 y así me aseguro.
Llegados los 80, sobreviven ciertos conocimientos ancestrales sobre procesamiento de alimentos y recolección de movidas del campo, pero las semillas y las variedades comienzan a estar hiperestandarizadas. La reproducción de variedades locales adaptadas al terreno se vuelve una anécdota, pues el abuelo Paco era comodón y las semillas/plantines producidos en masa para plantarlos en los bordes del patio de cemento/horno veraniego "que no hace falta más que darle un manguerazo de vez en cuando".
En los 90 se sigue derroyendo el asunto: los tomates tan ricos del agüelo Paco son la misma variedad que los del McDonalds "que no saben a nada", la única diferencia es que se maduran bien en la planta y que las inclemencias de la naturaleza suelen dejarlos más pequeños y abollados, por mucho que Paco siga aplicando a las tomateras dosis de insecticida capaces de envenenar a una manada de diplodocus. Si no es por los primeros frikis de las ecoaldeas y cuatro chalados de la etnobotánica a nivel universitario/del sector público, no quedaría una puñetera variedad tradicional de nada. Bueno, a lo mejor algún arbolillo, zarza de bayas o parra vieja...
En los 2000 el abuelo Paco ya está fiambre o en una residencia de ancianos, y el cachillo de huerto son ahora malezas de un solar en venta o setos visilleros de casoplón de agricultor presuntuoso. Pero papá Paco, el de la generación yeyé, se compra otra parcela, valla y limpia el terreno y a seguir tirando polvitos y potingues. Al fin y al cabo es lo que le vio hacer a su propio padre...
Al final, en la actualidad los que mejor se lo montan son los jóvenes y cuatro viejos hippies no urbanitas. Se rompió una cadena de saberes tradicionales en las dos generaciones anteriores, llegando a nosotros conocimientos fragmentados, verdades nacidas de la experiencia de muchas generaciones mezcladas con mitos contraproducentes. Hay que escuchar a la generación langosta, porque todavía hay retazos interesantes heredados de sus abuelos y de su propia experiencia, pero no hay que quedarse con las cosas que son una chorrada que les suena del bar o de algún programa de La 1. Aunque no suple el ensuciarse las manos y experimentar, Internet es un complemento estupendo para retomar eficazmente el contacto la tierra, por el conocimiento infinito y el acceso a comunidades y mercados antes inéditos.
Resumen: esos tomates tan únicos del agüelo Paco seguramente eran una variedad industrial normalucha, muy productiva pero con menos sabor que las "ancestrales". Es más probable que saque tomates huevonudos de variedades antiguas un chaval de 25 años con cuatro cortesanas, un macetón, acceso a internet y un poco de curiosidad en la actualidad.