Lukihay
Madmaxista
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Decía InAudito hace poco en referencia a una película de dibujos animados pro nuclear: “Miren, miren... como introducían la bondad de la radiactividad en el subconsciente colectivo”. Sin embargo no estamos ante ninguna conspiración del Imperio Nucelar, tal y como él afirmaba burlón. Lo que estamos es ante uno de los numerosísimos ejemplos, hablo en general, de propaganda-lavado de cerebro encubierto y en este caso orientado hacia los niños que, tirando corto, dichos ejemplos, abarcan todo el siglo XX y lo que llevamos del 21, y que engloban múltiples aspectos de nuestras conductas sociales.
A estas alturas de la peli ¿Quién ignora que existen formadores o hacedores de opinión pública, dirigidos y financiados por los poderes instituidos? Para comprobarlo solo hace falta hacer algo tan sencillo como leer periódicos de diversas tendencias políticas y comparar sus mensajes o mirar ciertas películas y programas televisivos. La conformación de la opinión pública usa de grandes recursos en todos lados. Y hablo de poderes instituidos en plural, a veces antagónicos y a veces subordinados. Pero existe un gran poder hegemónico, fundamentalmente económico, que aglutina al poder político y a las grandes corporaciones en un buen mejunje de alianzas domésticas, tras*nacionales, a veces con trayectorias que convergen y otras en que difieren. Esto hay que situarlo a nivel estatal e interestatal. Y, claro, tanto respecto a los estados como a las corporaciones existen gigantes y pigmeos.
De este modo, con esos creadores de opinión, el control de las poblaciones resulta muy efectivo; cosa que viene de muy lejos, recuérdese sino el Panem et circenses. Solo que aquellos muchachos, los del Imperio romano, disponían de medios muy modestos en relación a los actuales.
No, no se trata de ninguna conspiración sino de un procedimiento perfectamente establecido para operar un eficaz control de la opinión pública. Herr Joseph Goebbels lo sabía pero que muy bien.
¿Qué mejor receptor del operativo comecocos que los críos, con mentes máximamente moldeables, para predisponerlos a ser unos buenos ciudadanos proatómicos de futuro? ¿O unos buenos soldados? ¿O unos buenos hiperconsumidores? ¿O unos buenos enfermos-pacientes, un caso particular del hiperconsumo?
Respecto a este ejemplo de los enfermos, quiero recordar aquí que a Linus Pauling, Premio Nobel de Química estadounidense, cuando definió los principios de lo que él llamó Medicina Ortomolecular, el Gobierno norteamericano lo declaró traidor a la Patria y le retiró el pasaporte. ¿Cómo iban a permitir que aquel con poca gracia Nobel difundiese unas reglas de Salud sencillas y al alcance de cualquiera? ¿Acaso pretendía el muy hijomio cargarse a la ya potente industria farmacéutica yanki de aquel momento? Pues... ¡¡Traidor a la Patria y aquí, clavao!!
Florecilla Silvestre es falaz cuando afirma que “el Plutonio real es un emisor alfa cuya radiación apenas pude atravesar una hoja de papel. No contamina por contacto ni provoca alopecia instantánea.” Aquí prácticamente todo quisque ya sabe que las partículas alfa no atraviesan en absoluto una hoja de papel, pero dicho así el Plutonio parece casi inofensivo cuando en realidad es uno de los peores venenos radiotóxicos conocidos. Ya nos gustaría a nosotros que nuestros genes y cromosomas tuviesen frente a la radiación alfa internalizada una protección no ya de un DIN A4, sino de un sencillo papel de fumar.
El problema del plutonio, como se ha repetido en estos hilos una y mil veces, aparece cuando se volatiliza en aerosol, cuando estalla -es pirofórico con un leve empujoncillo ¿ein?-, se incorpora al medio (aire, agua, vegetación, fauna, y por tanto cadena trófica), y se ingiere vía digestiva o respiratoria sin que los afectados puedan percatarse de ello. Los proyectiles de “uranio empobrecido” (el plutonio va en el paquete) no requieren de ninguna carga explosiva pues per se ya poseen esa cualidad, asociada a la energía cinética que adquieren al ser disparados, o las bombas con envolvente de tal material al ser lanzadas. Y como arma son muy, muy efectivas pues atraviesan fácilmente cualquier blindaje o fortificación... y, una vez dentro..., petan.
En este sentido ya son excesivos los conflictos armados que nos sirven de ejemplo, como las Guerras de los Balcanes o del Golfo; o los accidentes nucleares de Chernobil y Fukushima.
Quiero asimismo recordar que incluso en una “guerra legal”, como lo fue la Primera Guerra del Golfo que no la Segunda, ese nefasto armamento fue utilizado sistemáticamente por las fuerzas del Eje del Bien. ¿Habéis visto muchas noticias en los medios sobre las malformaciones en los neonatos iraquíes a partir de los citados conflictos? ¿O de los propios soldados aliados padeciendo el “Síndrome de la Guerra del Golfo, o de sus hijos? ¿Habéis visto muchas informaciones sobre los soldados españoles en Yugoslavia, enfermados por efecto del depleted uranium utilizado por la OTAN (el Eje del Bien nuevamente). De no haber sido por organizaciones como Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Greenpeace y algún que otro diario, seguiríamos en la higuera.
Otra comparación falaz es la que vincula las “muertes imaginarias de la radiactividad” con las muertes reales por la violencia bélica o la criminal. ¿Que tiene que ver el tocino con la velocidad? Florecilla niega unas ridiculizando su sola posibilidad y acepta las otras como algo inevitable y, encima “es consciente de que los niños saben distinguir realidad y ficción y no se van a liar a cartuchazos con la escopeta del abuelo por mucha tele que vean”.
Una afirmación más que discutible.
Un viejo proverbio chino reza: “Lo que se ve se aprende” (sin enlace, I'm sorry). Y si bien es cierto que no todo el mundo acaba a tiros, también lo es que la cultura occidental está plagada de elementos de violencia, como esas en apariencia inocentes películas de dibujos animados en qué la trivialización de esa violencia y de la falta de principios éticos solo constituyen el primer paso.
Sin embargo, lo que mata más gente en el mundo no son las armas sino el Hambre, la principal arma de destrucción masiva hasta la fecha. Anualmente unos veinticinco millones de seres humanos son sus víctimas... Y no hace mucho, en términos históricos, eran cuarenta. ¿Cómo soportamos eso? Apalancados en la ignorancia, en la indiferencia, en el desconcierto, en la impotencia..., motivos diversos, reprobables unos y, quizá, comprensibles otros.
¿Pero tiene eso algo que ver con el peligro atómico? Rotundamente, no.
Es evidente que debemos oponernos a ambas infamias pero en este hilo lo hacemos con La Cosa Atómica. Salvo Pronukletas Inc., claro está.
A estas alturas de la peli ¿Quién ignora que existen formadores o hacedores de opinión pública, dirigidos y financiados por los poderes instituidos? Para comprobarlo solo hace falta hacer algo tan sencillo como leer periódicos de diversas tendencias políticas y comparar sus mensajes o mirar ciertas películas y programas televisivos. La conformación de la opinión pública usa de grandes recursos en todos lados. Y hablo de poderes instituidos en plural, a veces antagónicos y a veces subordinados. Pero existe un gran poder hegemónico, fundamentalmente económico, que aglutina al poder político y a las grandes corporaciones en un buen mejunje de alianzas domésticas, tras*nacionales, a veces con trayectorias que convergen y otras en que difieren. Esto hay que situarlo a nivel estatal e interestatal. Y, claro, tanto respecto a los estados como a las corporaciones existen gigantes y pigmeos.
De este modo, con esos creadores de opinión, el control de las poblaciones resulta muy efectivo; cosa que viene de muy lejos, recuérdese sino el Panem et circenses. Solo que aquellos muchachos, los del Imperio romano, disponían de medios muy modestos en relación a los actuales.
No, no se trata de ninguna conspiración sino de un procedimiento perfectamente establecido para operar un eficaz control de la opinión pública. Herr Joseph Goebbels lo sabía pero que muy bien.
¿Qué mejor receptor del operativo comecocos que los críos, con mentes máximamente moldeables, para predisponerlos a ser unos buenos ciudadanos proatómicos de futuro? ¿O unos buenos soldados? ¿O unos buenos hiperconsumidores? ¿O unos buenos enfermos-pacientes, un caso particular del hiperconsumo?
Respecto a este ejemplo de los enfermos, quiero recordar aquí que a Linus Pauling, Premio Nobel de Química estadounidense, cuando definió los principios de lo que él llamó Medicina Ortomolecular, el Gobierno norteamericano lo declaró traidor a la Patria y le retiró el pasaporte. ¿Cómo iban a permitir que aquel con poca gracia Nobel difundiese unas reglas de Salud sencillas y al alcance de cualquiera? ¿Acaso pretendía el muy hijomio cargarse a la ya potente industria farmacéutica yanki de aquel momento? Pues... ¡¡Traidor a la Patria y aquí, clavao!!
Florecilla Silvestre es falaz cuando afirma que “el Plutonio real es un emisor alfa cuya radiación apenas pude atravesar una hoja de papel. No contamina por contacto ni provoca alopecia instantánea.” Aquí prácticamente todo quisque ya sabe que las partículas alfa no atraviesan en absoluto una hoja de papel, pero dicho así el Plutonio parece casi inofensivo cuando en realidad es uno de los peores venenos radiotóxicos conocidos. Ya nos gustaría a nosotros que nuestros genes y cromosomas tuviesen frente a la radiación alfa internalizada una protección no ya de un DIN A4, sino de un sencillo papel de fumar.
El problema del plutonio, como se ha repetido en estos hilos una y mil veces, aparece cuando se volatiliza en aerosol, cuando estalla -es pirofórico con un leve empujoncillo ¿ein?-, se incorpora al medio (aire, agua, vegetación, fauna, y por tanto cadena trófica), y se ingiere vía digestiva o respiratoria sin que los afectados puedan percatarse de ello. Los proyectiles de “uranio empobrecido” (el plutonio va en el paquete) no requieren de ninguna carga explosiva pues per se ya poseen esa cualidad, asociada a la energía cinética que adquieren al ser disparados, o las bombas con envolvente de tal material al ser lanzadas. Y como arma son muy, muy efectivas pues atraviesan fácilmente cualquier blindaje o fortificación... y, una vez dentro..., petan.
En este sentido ya son excesivos los conflictos armados que nos sirven de ejemplo, como las Guerras de los Balcanes o del Golfo; o los accidentes nucleares de Chernobil y Fukushima.
Quiero asimismo recordar que incluso en una “guerra legal”, como lo fue la Primera Guerra del Golfo que no la Segunda, ese nefasto armamento fue utilizado sistemáticamente por las fuerzas del Eje del Bien. ¿Habéis visto muchas noticias en los medios sobre las malformaciones en los neonatos iraquíes a partir de los citados conflictos? ¿O de los propios soldados aliados padeciendo el “Síndrome de la Guerra del Golfo, o de sus hijos? ¿Habéis visto muchas informaciones sobre los soldados españoles en Yugoslavia, enfermados por efecto del depleted uranium utilizado por la OTAN (el Eje del Bien nuevamente). De no haber sido por organizaciones como Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Greenpeace y algún que otro diario, seguiríamos en la higuera.
Otra comparación falaz es la que vincula las “muertes imaginarias de la radiactividad” con las muertes reales por la violencia bélica o la criminal. ¿Que tiene que ver el tocino con la velocidad? Florecilla niega unas ridiculizando su sola posibilidad y acepta las otras como algo inevitable y, encima “es consciente de que los niños saben distinguir realidad y ficción y no se van a liar a cartuchazos con la escopeta del abuelo por mucha tele que vean”.
Una afirmación más que discutible.
Un viejo proverbio chino reza: “Lo que se ve se aprende” (sin enlace, I'm sorry). Y si bien es cierto que no todo el mundo acaba a tiros, también lo es que la cultura occidental está plagada de elementos de violencia, como esas en apariencia inocentes películas de dibujos animados en qué la trivialización de esa violencia y de la falta de principios éticos solo constituyen el primer paso.
Sin embargo, lo que mata más gente en el mundo no son las armas sino el Hambre, la principal arma de destrucción masiva hasta la fecha. Anualmente unos veinticinco millones de seres humanos son sus víctimas... Y no hace mucho, en términos históricos, eran cuarenta. ¿Cómo soportamos eso? Apalancados en la ignorancia, en la indiferencia, en el desconcierto, en la impotencia..., motivos diversos, reprobables unos y, quizá, comprensibles otros.
¿Pero tiene eso algo que ver con el peligro atómico? Rotundamente, no.
Es evidente que debemos oponernos a ambas infamias pero en este hilo lo hacemos con La Cosa Atómica. Salvo Pronukletas Inc., claro está.
