Del veto a editar el Amadís en Hisp. o de llevarlo desde España. "Amadís de Gaula, don Quijote y los

M. Priede

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Del veto a editar el Amadís en Hisp. y de llevarlo desde España. "Amadís de Gaula, don Quijote y los conquistadores"

Ramiro Pinto es todo un personaje; uno de lo mejores lectores que he conocido. Ha descubierto por qué esa prohibición, que no era otra que la lejanía de América y el peligro de que aquellos hombres siguieran el ejemplo de los personajes de las novelas de caballería: su liberalidad con el prójimo, que incluye también aspectos sensuales, la independencia, el autodominio, valentía, en definitiva su fuerza, su virtud, su poder.

No se prohibió el libro por cuestión jovenlandesal, sino por razón estrictamente política. La obsesión de la monarquía radicaba en el control de un territorio inmenso y alejado, de ahí que delegara en las órdenes religiosas y de ahí también el origen de la leyenda de color, precisamente por peleas entre dominicos (Las Casas) y franciscanos, denunciando los primeros los abusos y exagerándolos hasta la demencia. Un militar tenía un poder inmenso, ¿quién lo iba a parar? No convenía al Estado un espíritu demasiado individualista, liberal (gentil); todo lo contrario. Por eso no se prohibió en España pero sí en América.


Entre las muchas cosas que sorprenden de los conquistadores tenemos lo versátiles que eran: sabían trabajar la tierra, construir embarcaciones y casas; cualquiera de ellos se manejaba en varios oficios, y lo más llamativo: el porcentaje de soldados que siendo de clase baja sabían leer y escribir. Bernal Díaz del Castillo, que fue soldado de Cortés, confirma que eran muchos los que habían leído o escuchado atentamente la lectura en voz alta de esa novela, y para todos la figura del caballero significaba mucho más que una ficción, más bien un modelo ético de conducta, de vida; y tal era la influencia del libro que frecuentemente Bernal señala los parecidos que tienen las maravillas que van encontrando, sobre todo en Tenochtitlán, con lo leído en el Amadís.

Cervantes insistió una y otra vez (demasiadas como para no levantarnos sospecha) que su intención al escribir el Quijote no era otra que ridiculizar las novelas de caballería, seguramente que para encontrar el favor de un mecenas cercano al poder y por tanto pudiente, adinerado. Recordemos también que la interpretación que hacemos de don Quijote proviene de la época romántica, cuando al personaje se le miraba con ojos bien diferentes a los del siglo XVII.

Aunque el texto sea largo, con las excesivas digresiones tan habituales en Ramiro, se agradece leerlo, y mucho. Pongo unos fragmentos.

Ramiro Pinto:

“La mentalidad caballeresca fue y es una mentalidad rebelde que ejercieron místicos como santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz que fueron apresados cuando no acusados de herejía. Filósofos, escritores que han tratado de asomar esa otra vertiente que ha quedado apartada. Es en este gozne histórico y psicológico en el que Nietzsche sitúa su obra “Origen de la tragedia”, entre el aspecto dionisiaco y el apolíneo. La lucha entre lo singular, el yo, o ser parte de la masa, entre el placer o el sacrificio en favor de una entelequia. Algo que Marcuse plantea en su obra “Eros y civilización”. Representa el pulso entre la represión de la naturaleza humana y las normas sociales, llevadas poco a poco a un extremo despersonalizador. Una represión que nos lleva a ser lo que no somos realmente, que convierte la organización social en tiranía, en la que desembocan todos los movimientos sociales, ideológicos y demás. Lo apolíneo sepulta lo genuino del ser humano, su cara dionisiaca. Algo que no surge porque sí, sino que se trata de una construcción social, a la que ha contribuido de una manera esencial la literatura. Por eso el filósofo de Zaratustra clama: “atreveos a ser seres trágicos y mereceréis la libertad”. Su propia derrota le llevó a la locura. Es por esto que debe ser una labor colectiva y llegar al origen, a las causas y atrevernos a mirar qué son, más allá de mitos, ciencias y prejuicios. Llagar al fondo de la obra sobre don Quijote es una oportunidad, pero hay que despejar la retórica al respecto de sus interpretaciones”.


“Permitidme que me refiera a cómo trata el libro “Don Quijote de la Mancha” a las obras de caballería, pero especialmente a la de Amadís, para que veamos cómo se las desprecia y se las anatematizó. El canónigo de la novela del Quijote despotrica sobre las mentiras de esos libros de caballería, a los que califica de inmorales. Cuando don Quijote habla con él observa, sin embargo, que leer historias de caballeros andantes causa gusto y maravilla: “Mejora la condición de las personas a las que hace más liberal, guerrero, atrevido y sufridor”. Cualidades, que veremos, van a exponer los conquistadores, y quizá sean tales cualidades las que no gusten cuando no las controla el Estado, sea eclesiástico o político”.


“También Juan de Valdés no tolera el papel que la novela Amadís da a la sensibilidad mundana. Pero otros devotos de la iglesia católica condenaron la lectura de este tipo de libros: Luis Vives, fray Antonio de Guevara, Pedro Mexía, Diego Gracián, Melchor Cano, fray Luis de Granada y otros. Juan de Valdés escribió refiriéndose a la obra de Garci Rodríguez de Montalvo: “libro mentirosísimo, que dice mentiras desvergonzadas y tiene estilo desbaratado, que no hay buen estómago que pueda leerlo”. Otros jovenlandesalistas de la época le acusan a dicho libro de ser “dulces ponzoñas” y “sermonario del diablo”. Fue calificado como nocivo para jóvenes y doncellas y “provocativos de la sensualidad”.

“Observamos una serie de datos curiosos, que nos hacen ver que no fue una ocurrencia lo que llevó a hacer la obra sobre don Quijote, sino que tuvo toda una intencionalidad, con el fin de combatir las novelas de caballería y burlarse de quienes las leyeron y se vieron imbuidos por en su mentalidad por ellas. Cervantes trabajó como camarero del cardenal Julio Acqueviva. Fue protegido por el arzobispo de Toledo. Antes de que fuera un personaje conocido hablan de él los alféreces Mateo de Santillana y Gabriel de Castañedo, comentando que Miguel de Cervantes, con fiebre quiso participar en la batalla contra los turcos: “quería morir peleando por Dios y por su rey”. Le definen como un soldado aventajado. Al volver de aquella contienda fue cuando unos piratas lo hacen prisionero quedando cautivo en Argel durante cinco años, hasta que entre familiares y amigos consiguen pagar su liberación in extremis, cuando iba a ser embarcado hacia Constantinopla, de donde ya los cristianos no volvían”.

“La obra “Don Quijote de la Mancha” se impone como modelo literario, cuya función indica el autor: “no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna” ¿Por qué? Pero hay algo que no dice, que también aparece paulatinamente en esta novela: su desdén hacia los soldados conquistadores del Nuevo Mundo. Sucede desde entonces una castración de la literatura que llega a nuestros días en forma de harrys potters en sus diferentes formas y versiones y que tanto eco tienen en el público lector. La literatura ha seguido un camino en el cual ha dejado de contar cosas y de proponer nuevos paisajes para profundizar en el ser humano a través de la palabra. Hoy funciona la literatura que tras*ita en el mundo del espectáculo mediático en busca de éxito, fama y ventas. Pero la otra literatura, la fabuladora, la que brota del verbo y el ser, sobrevive en la soledad de pequeños grupos y tertulias, sin que tenga ni una proyección ni una función social. Ese proceso que se inició hace cuatro siglos pervive en nuestra modernidad. Con la pérdida de las novelas de caballería escribir y leer dejan de ser un fin, para convertirse en un medio, cuya finalidad es el triunfo sobre otras novelas, vender más, entretener, aprender. Aparece el fenómeno de hacer obras literarias y desaparece la capacidad de escribir y leer como un juego con las palabras, con las que inventar paisajes humanos. Se pierde jugar con la realidad. Hoy es muy difícil que se entienda escribir, incluso leer, sin que sea para algo”

Amadís de Gaula, don Quijote y los conquistadores | Ramiro Pinto
 
Última edición:
Alonso Quijano y Sancho, cada cual en su mejor versión, me caen de p. progenitora. Si algo encontré de valor en la lectura del Quijote (tardía, pues todo hay que decirlo), es que es posible conciliar dos mundos en apariencia contrapuestos y en no pocas ocasiones, beligerantes. De algún modo, como tantos han dicho ya, define lo mejor del alma española, que encuentra en esos raros momentos de gracia en que sus dos pulsiones más apasionadas se entienden y dan lugar a "algo" diferente... Quizás, después de todo, ese "algo" es el elemento que nos falta casi todo el tiempo y cuya ausencia podría dar sentido a eso de las "dos Españas".

Yo no veo tanto una mofa a los libros de caballería sino a la exacerbación que con el tiempo emplearon aquellos escritores tratando de hacer algo nunca visto por muy osado y fantasioso... Podrían ser como Estefanía y sus novelas del Oeste, que tratando de dar un sesgo personal a sus obras (consiguiéndolo), no reparó en exageraciones, eso sí, teñidas de mucho humor.

Por eso, desde mi humilde opinión, no alcanzo a comprender esas declaraciones por las cuales los libros de caballería estaban siendo ridiculizados por Cervantes. Antes creo que se trataría de de hacer ver que lo épico en lo que resulta naturalmente imperecedero, no puede ser usado con igual intensidad en lo que solo es pasajero o relativo a las cosas "normales"; a las faenas que por muy vestidas de aventura que parezcan, no son sino situaciones vulgares con pretensiones.

El aire solemne de una pena, queda ridículo si pretende ser más solemne que la misma pena, como queda ridículo que una situación chistosa acabe tratándose como si pesara sobre ella un dramatismo que los "ignorantes" lectores no fueran capaces de apreciar.

El valor de la búsqueda del Santo Grial está precisamente en la inmaterialidad de lo buscado, y si me apuran, en la imposibilidad de demostrar su existencia. Eso es lo verdaderamente épico para mi. Cuando se tiene noticia de que tal cosa existe en algún lugar recóndito, su búsqueda cambia en el aventurero y el aventurero deja de serlo en la medida de lo que considero la verdadera Aventura de Vivir.

Ese aspecto queda -a mi juicio- libre de mofa o ataque. Es contra la mundanización de los anhelos envueltos aún en aquellos paños gloriosos, que critica por locos y por mentirosos.

Lo que es Grande de Verdad, brilla con luz propia y es nuestro deseo de aprehender los escasos momentos de misterio con que agotamos la vida, lo que nos convence y engaña de seguir prolongando aquel brillo con un tanto así de locura quijotesca o de vana ilusión de Sancho.

Hay un punto en que todo es verdad, pero tan breve, que nuestra ansiedad obra el milagro de prolongarlo artificialmente en las letras y en la memoria hasta que de tanto manosearlo, nos preguntamos si alguna vez "aquello" llegó a ser cierto.
 
BGA

Un gusto leerte, como siempre.

Lo más admirable del Quijote aparece cuando te das cuenta de que Cervantes lo escribió sin querer. No puso otra cosa más que su pulso literario, su genio, y además sin darle importancia, dado que él se consideraba mal escritor, mal poeta. Ese desenfado se refleja en que ni siquiera repasaba lo que escribía, de ahí que se le pierda el burro a Sancho y luego aparezca como si tal cosa, o se le vaya el santo al cielo con cuentos de pastores que, nunca mejor dicho, no vienen a cuento; o que se refiera a la mujer de Sancho con tres nombres diferentes.

Se nota, eso sí, que el personaje le va ganando la batalla, probablemente porque él también se sentía reflejado en aquel aldeano con la cabeza llena de grillos. Su vida lo prueba. Unamuno lo vio muy bien cuando decía que Cervantes no está a la altura de Don Quijote, sin embargo (Unamuno no lo dice porque se da por entendido) hace falta mucho talento para construir un personaje por encima del autor. Eso sólo puede ocurrir de forma involuntaria, sin querer, y es el caso de Cervantes. Su intención era otra: escribir un libro de divertimento con afán de caricaturizar un modelo de hombre que el poder quería destruir. En ese afán el autor se deja llevar, y ahí está lo mejor de su obra, que el personaje brilla a pesar del maltrato y la ridiculización constante al que lo somete. Como decía Manuel Azaña, menos mal que Don Quijote cayó en esas manos, de haber caído bajo la pluma de Quevedo lo habría descuartizado, a él y a los demás personajes, porque ésa es otra: los personajes que aparecen lo hacen con sus miserias, compasión, brutalidad, caridad, gentileza. Sólo imaginar a mi paisana la Maritornes en manos de Quevedo y ríete de la progenitora del buscón Pablos; o los mesoneros, los galeotes, alguaciles y demás. No podría hablar de ellos como son sino como los ve, así que todo habría acabado en un rosario de neologismos quevedianos a cual más destructivo.

Lo que escribe Ramiro Pinto me parece un verdadero hallazgo, de una importancia enorme, que además confirma una vez más que Cervantes no sólo tenía el talento del que creía carecer sino además genio, verdadero genio.

No leí el Amadís, y debería hacerlo. Ramiro Pinto se sorprendió de lo que encontró. Ha escrito mucho sobre él:

ramiro pinto "amadís" - Buscar con Google

Incluso él, que es muy progre, se sorprendió de La conquista de la Nueva España, de Bernal (ése sí lo leí), y cambió el punto de vista con respecto a todo lo que tiene que ver con la conquista de América. Me hizo gracia

ramiro pinto "Bernal Díaz del Castillo" - Buscar con Google
 
Última edición:
Lo que más me llama la atención del Quijote es la autocensura que se impuso Cervantes a la hora de hablar de los desmanes de la Iglesia, aunque no le quedaba otra si no quería ver su obra más universal en el famoso Índice. Pero se nota que ganas no le faltaban.
 
¿Quién ha leído libros de caballerías para emitir opiniones al respecto?

Yo, desde luego, apenas. Aguanté diez capítulos del Amadís y me pareció una obra simplicísima y aburridísima, muy a pesar de que el cura y el barbero lo salvaran de la quema. No me quiero ni imaginar cómo serán los esplandianes o los lisuartes. A mí, particularmente, no me extraña en absoluto que las mentes cultivadas de su tiempo los criticaran. De hecho, hay otra rama de la épica, los poemas épicos, que no sufrieron ese escarnio: muy al contrario, los cultivaron los grandes poetas cultos de su tiempo. Pero, claro, tampoco habrá prácticamente nadie en el foro que los haya leído para opinar.

No estoy de acuerdo con el artículo: más refleja los valores épicos de la conquista de América la Araucana que una tonelada de libros de caballerías; y la Araucana fue (justamente) una de las obras más admiradas de su tiempo.
 
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Esta desconocida novela de Blasco Ibañez me recordó mucho al Amadís de Gaula.
 
¿Quién ha leído libros de caballerías para emitir opiniones al respecto?

Yo, desde luego, apenas. Aguanté diez capítulos del Amadís y me pareció una obra simplicísima y aburridísima, muy a pesar de que el cura y el barbero lo salvaran de la quema. No me quiero ni imaginar cómo serán los esplandianes o los lisuartes. A mí, particularmente, no me extraña en absoluto que las mentes cultivadas de su tiempo los criticaran. De hecho, hay otra rama de la épica, los poemas épicos, que no sufrieron ese escarnio: muy al contrario, los cultivaron los grandes poetas cultos de su tiempo. Pero, claro, tampoco habrá prácticamente nadie en el foro que los haya leído para opinar.

No estoy de acuerdo con el artículo: más refleja los valores épicos de la conquista de América la Araucana que una tonelada de libros de caballerías; y la Araucana fue (justamente) una de las obras más admiradas de su tiempo.

No estamos en el siglo XVII; sería ridículo escribir hoy una novela de caballería y con el lenguaje de entonces.

La ficción, el mito, ha jugado siempre un papel fundamental en las diferentes civilizaciones. ¿Qué es la Ilíada? ¿Aceptaríamos hoy que alguien escribiese algo similar? No, porque siempre sería una mala copia, un esperpento, lo mismo que si sales a la calle vestido de gladiador (aunque no de gladiadora en una carroza del Día del Orgullo lgtb).

---------- Post added 05-jul-2017 at 11:48 ----------

Lo que más me llama la atención del Quijote es la autocensura que se impuso Cervantes a la hora de hablar de los desmanes de la Iglesia, aunque no le quedaba otra si no quería ver su obra más universal en el famoso Índice. Pero se nota que ganas no le faltaban.

Cuéntanos más.
 
No estamos en el siglo XVII; sería ridículo escribir hoy una novela de caballería y con el lenguaje de entonces.

La ficción, el mito, ha jugado siempre un papel fundamental en las diferentes civilizaciones. ¿Qué es la Ilíada? ¿Aceptaríamos hoy que alguien escribiese algo similar? No, porque siempre sería una mala copia, un esperpento, lo mismo que si sales a la calle vestido de gladiador (aunque no de gladiadora en una carroza del Día del Orgullo lgtb).

Y esto, ¿qué tiene que ver con lo que yo he dicho?
 
Y esto, ¿qué tiene que ver con lo que yo he dicho?

Te devuelvo la pregunta: ¿qué tiene que ver la prohibición de editar o llevar el Amadís a Hispanoamérica con que a ti te gusten o te dejen de gustar las novelas de caballería?
 
Volver a escribir la Iliada, tal cual, no tenga mucho sentido o aceptación pero el monomito sí que sigue existiendo y se podría contar la misma historia pero adaptada a nuestros días.
 
Volver a escribir la Iliada, tal cual, no tenga mucho sentido o aceptación pero el monomito sí que sigue existiendo y se podría contar la misma historia pero adaptada a nuestros días.

Pero entonces hablamos de arquetipos (guerrero, audaz, honorable), no de obras ni estilos.
 
Te devuelvo la pregunta: ¿qué tiene que ver la prohibición de editar o llevar el Amadís a Hispanoamérica con que a ti te gusten o te dejen de gustar las novelas de caballería?

El caso no está en lo que a mí me guste o me deje de gustar, El caso está en discutir si el veto se debía a los ideales que representaban sus personajes o si se debía a otra cosa, por ejemplo, a que fueran una literatura deplorable. Y resulta que la poesía épica como el Orlando Furioso o la hermosura de Angélica, aunque compartía personajes de la misma ralea, no sufrieron tal veto. Es más, eran alabados por todos los escritores cultos de la época, incluido Cervantes, por supuesto.

Así que yo me inclino a pensar que la censura de los libros de caballerías nada tiene que ver con lo que se afirma ahí y lo sostengo en mis modestísimas lecturas del insoportable Amadís (aunque Cervantes no lo pusiera mal del todo) y en mis abundantes lecturas de la poesía épica. ¿Tú has leído algo para confirmar o desmentir la tesis con la que abres el hilo?
 
El caso no está en lo que a mí me guste o me deje de gustar, El caso está en discutir si el veto se debía a los ideales que representaban sus personajes o si se debía a otra cosa, por ejemplo, a que fueran una literatura deplorable. Y resulta que la poesía épica como el Orlando Furioso o la hermosura de Angélica, aunque compartía personajes de la misma ralea, no sufrieron tal veto. Es más, eran alabados por todos los escritores cultos de la época, incluido Cervantes, por supuesto.

Así que yo me inclino a pensar que la censura de los libros de caballerías nada tiene que ver con lo que se afirma ahí y lo sostengo en mis modestísimas lecturas del insoportable Amadís (aunque Cervantes no lo pusiera mal del todo) y en mis abundantes lecturas de la poesía épica. ¿Tú has leído algo para confirmar o desmentir la tesis con la que abres el hilo?

Ya te he dicho que no he leído el Amadís. No intentes examinarme, no peques de pedante. Lo absurdo es pensar que ese libro fue prohibido en América por estética literaria. Nunca hubo una censura de ese tipo en ninguna parte del mundo.
 
Ya te he dicho que no he leído el Amadís. No intentes examinarme, no peques de pedante. Lo absurdo es pensar que ese libro fue prohibido en América por estética literaria. Nunca hubo una censura de ese tipo en ninguna parte del mundo.

Lo absurdo, a mi juicio, es pensar que se censuraban por los ideales que se representaban cuando hubo otro género literario que representaba los mismos ideales y no se censuró. Si se consideraron dañinos fue por otra causa.

Y lo también absurdo es tildar de pedante a alguien que dice haber leído medianamente los libros relevantes para la discusión del hilo. Si no hubiera leído sobre el asunto, no habría participado en el hilo y, mucho menos, lo habría abierto.
 
No creo que haya que buscarle tres pies al gato. Supongo que si los libros de caballerías estaban mal vistos por el poder (sobre todo por el eclesiástico) era por su carácter excesivamente fantasioso y descabellado y no por exaltar las virtudes caballerescas.

Cervantes/el cura también salva al Tirante, del que dice que es el mejor libro que nunca se ha escrito, si no recuerdo mal.

---------- Post added 05-jul-2017 at 19:08 ----------

Dice Pinto: "Es en este gozne histórico y psicológico en el que Nietzsche sitúa su obra “Origen de la tragedia”, entre el aspecto dionisiaco y el apolíneo. La lucha entre lo singular, el yo, o ser parte de la masa, entre el placer o el sacrificio en favor de una entelequia. Algo que Marcuse plantea en su obra “Eros y civilización”. Representa el pulso entre la represión de la naturaleza humana y las normas sociales, llevadas poco a poco a un extremo despersonalizador. Una represión que nos lleva a ser lo que no somos realmente, que convierte la organización social en tiranía, en la que desembocan todos los movimientos sociales, ideológicos y demás. Lo apolíneo sepulta lo genuino del ser humano, su cara dionisiaca."

¿Lo caballeresco es lo dionisíaco y natural y lo plebeyo o gregario es lo apolíneo y lo social o artificial? Me parece completamente equivocado.
 
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