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Será en Octubre
Los consejos para tener éxito de cuatro alumnas de 10: "Nuestros padres nunca nos han ayudado a hacer los deberes"
PREMIUM
Beatriz, Marta, Mar y Claudia dicen que "hay que devolver a la sociedad todo lo que te ha dado"
Marta Pulgarín, Mar Blanco, Beatriz Zamora y Claudia Reglero.ALBERTO DI LOLLI
Su consejo va dirigido a Mar Blanco, alumna de 17 años con una nota media de 10, y a Claudia Reglero, una adolescente de 16 años que igualmente colecciona los sobresalientes. A estas dos estudiantes de los colegios madrileños Senara y Los Tilos las acompaña también Marta Pulgarín, investigadora de 28 años de Azuaga (Badajoz), graduada en Bioquímica en la Universidad de Córdoba y máster en Biomedicina Molecular en la Autónoma de Madrid.
Marta, que está dándole los retoques finales a su tesis doctoral sobre regeneración cardiaca y arteriosclerosis en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, tiene otra sugerencia para las más jóvenes: «Lo más importante es que disfrutéis de vuestro trabajo. Si no hay motivación, no se puede llegar lejos. Yo siempre me he guiado por lo que más me interesaba».
Este diario ha reunido a estas cuatro chicas excelentes para que enumeren los ingredientes que les han ayudado a triunfar. En vísperas de la celebración el próximo jueves de El Tiempo de las Mujeres, un evento organizado por EL MUNDO y Yo Dona centrado en el liderazgo y en el talento, estas mentes brillantes coinciden en que al éxito se llega «con esfuerzo y trabajando mucho».
"EL MÓVIL, FUERA DE LA HABITACIÓN"
«Yo salgo a las 15.00 horas del colegio y me pongo a estudiar lo antes posible. Voy haciendo la tarea día a día para que no se me acumule y le dedico tres o cuatro horas al día. El móvil lo dejo fuera de la habitación porque así me concentro más y procuro estar muy atenta en clase», explica Mar, alumna de 2º de Bachillerato de la modalidad tecnológica que quiere hacer Telecomunicaciones o Ingeniería Biomédica. Esta aficionada al baloncesto se lo debe todo a sus progenitores: él, ingeniero de montes y ella, funcionaria de Hacienda. «Mis padres nunca me han ayudado a hacer los deberes», recalca.
Esta misma frase la repite Claudia, estudiante de 1º de Bachillerato que ha estado ya de Erasmus en Lituania y que aspira a conseguir una beca para poder matricularse en Derecho y Relaciones Internacionales en una universidad de EEUU: «Mi padre es taxista y mi progenitora trabaja en una agencia de viajes. Se han deslomado por mi hermano y por mí y nunca han estado encima. Siempre me han dicho: 'Son tus deberes'. Saco buenas notas pero me esfuerzo mucho para conseguirlo».
También los padres de Marta y Beatriz dieron autonomía a sus hijas en los estudios. «Jamás en mi vida nadie me ha ordenado: 'Siéntate a estudiar. Al revés, lo que me han dicho es: 'Ya va siendo hora de que te levantes'», cuenta la primera, una de las ganadoras este año del Premio Nacional Fin de Carrera que concede el Ministerio de Educación y miembro de la asociación La Facultad Invisible, que reúne a los que reciben este reconocimiento.
«Yo he sido profesora particular de niños y he visto padres que o bien estaban muy encima o bien tenían una actitud excesivamente compasiva que, al final, limitaba a sus hijos», añade Beatriz, que está convencida también de que, «conforme una estudia, va generando una deuda hacia su familia y también hacia la sociedad y, cuando llega el momento de ejercer como profesional, es el momento de devolver todo lo que se le ha dado».
«Yo también necesito saber que estoy contribuyendo de algún modo a la sociedad. Me gusta mucho la Medicina desde un punto de vista científico y, con hacer un trabajo que mejore la vida de los pacientes, me daría por satisfecha», recalca Marta en la misma línea.
"MANEJAR LA FRUSTRACIÓN"
Su recomendación a las bachilleres es que tengan confianza en sí mismas y conozcan sus fortalezas -«lo que os diferencia de los demás»-, al igual que sus limitaciones. Claudia y Mar, por su parte, son conscientes de que tienen que aprender a «manejar mejor la frustración» para «permitirse fallar más».
«Podemos ser muy autoexigentes con nosotras mismas», avisa Beatriz. «Las que somos tan perfeccionistas aspiramos a metas altas y muchas veces dudamos de nosotras mismas o caemos en el síndrome del impostor, que nos impide creer en nuestros logros», resume Marta. «Por eso debemos dejarnos aconsejar y fiarnos del criterio de la gente a la que le importamos».
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- OLGA R. SANMARTÍN
@olgarsanmartin
Madrid
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Beatriz, Marta, Mar y Claudia dicen que "hay que devolver a la sociedad todo lo que te ha dado"
Marta Pulgarín, Mar Blanco, Beatriz Zamora y Claudia Reglero.ALBERTO DI LOLLI
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Su consejo va dirigido a Mar Blanco, alumna de 17 años con una nota media de 10, y a Claudia Reglero, una adolescente de 16 años que igualmente colecciona los sobresalientes. A estas dos estudiantes de los colegios madrileños Senara y Los Tilos las acompaña también Marta Pulgarín, investigadora de 28 años de Azuaga (Badajoz), graduada en Bioquímica en la Universidad de Córdoba y máster en Biomedicina Molecular en la Autónoma de Madrid.
Marta, que está dándole los retoques finales a su tesis doctoral sobre regeneración cardiaca y arteriosclerosis en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, tiene otra sugerencia para las más jóvenes: «Lo más importante es que disfrutéis de vuestro trabajo. Si no hay motivación, no se puede llegar lejos. Yo siempre me he guiado por lo que más me interesaba».
Este diario ha reunido a estas cuatro chicas excelentes para que enumeren los ingredientes que les han ayudado a triunfar. En vísperas de la celebración el próximo jueves de El Tiempo de las Mujeres, un evento organizado por EL MUNDO y Yo Dona centrado en el liderazgo y en el talento, estas mentes brillantes coinciden en que al éxito se llega «con esfuerzo y trabajando mucho».
"EL MÓVIL, FUERA DE LA HABITACIÓN"
«Yo salgo a las 15.00 horas del colegio y me pongo a estudiar lo antes posible. Voy haciendo la tarea día a día para que no se me acumule y le dedico tres o cuatro horas al día. El móvil lo dejo fuera de la habitación porque así me concentro más y procuro estar muy atenta en clase», explica Mar, alumna de 2º de Bachillerato de la modalidad tecnológica que quiere hacer Telecomunicaciones o Ingeniería Biomédica. Esta aficionada al baloncesto se lo debe todo a sus progenitores: él, ingeniero de montes y ella, funcionaria de Hacienda. «Mis padres nunca me han ayudado a hacer los deberes», recalca.
Esta misma frase la repite Claudia, estudiante de 1º de Bachillerato que ha estado ya de Erasmus en Lituania y que aspira a conseguir una beca para poder matricularse en Derecho y Relaciones Internacionales en una universidad de EEUU: «Mi padre es taxista y mi progenitora trabaja en una agencia de viajes. Se han deslomado por mi hermano y por mí y nunca han estado encima. Siempre me han dicho: 'Son tus deberes'. Saco buenas notas pero me esfuerzo mucho para conseguirlo».
También los padres de Marta y Beatriz dieron autonomía a sus hijas en los estudios. «Jamás en mi vida nadie me ha ordenado: 'Siéntate a estudiar. Al revés, lo que me han dicho es: 'Ya va siendo hora de que te levantes'», cuenta la primera, una de las ganadoras este año del Premio Nacional Fin de Carrera que concede el Ministerio de Educación y miembro de la asociación La Facultad Invisible, que reúne a los que reciben este reconocimiento.
«Yo he sido profesora particular de niños y he visto padres que o bien estaban muy encima o bien tenían una actitud excesivamente compasiva que, al final, limitaba a sus hijos», añade Beatriz, que está convencida también de que, «conforme una estudia, va generando una deuda hacia su familia y también hacia la sociedad y, cuando llega el momento de ejercer como profesional, es el momento de devolver todo lo que se le ha dado».
«Yo también necesito saber que estoy contribuyendo de algún modo a la sociedad. Me gusta mucho la Medicina desde un punto de vista científico y, con hacer un trabajo que mejore la vida de los pacientes, me daría por satisfecha», recalca Marta en la misma línea.
"MANEJAR LA FRUSTRACIÓN"
Su recomendación a las bachilleres es que tengan confianza en sí mismas y conozcan sus fortalezas -«lo que os diferencia de los demás»-, al igual que sus limitaciones. Claudia y Mar, por su parte, son conscientes de que tienen que aprender a «manejar mejor la frustración» para «permitirse fallar más».
«Podemos ser muy autoexigentes con nosotras mismas», avisa Beatriz. «Las que somos tan perfeccionistas aspiramos a metas altas y muchas veces dudamos de nosotras mismas o caemos en el síndrome del impostor, que nos impide creer en nuestros logros», resume Marta. «Por eso debemos dejarnos aconsejar y fiarnos del criterio de la gente a la que le importamos».