Conspiración contra SUDÁFRICA.

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The White Revolution is the only solution.
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La participación de los judíos en todo tipo de movimientos o grupos terroristas subversivos y antiestatales (principalmente de carácter anarquista y comunista), es hoy en día un hecho completamente incuestionable e incontrovertible y está ampliamente documentado. «¿Por qué razón —se preguntaba la escritora israelí Marye Syrkin― son los judíos, proporcionalmente, tan numerosos en los movimientos revolucionarios? ¿Cómo explicar la preponderancia de hijos de familias judías de clases medias ricas y elevadas en las filas del SDS y otros grupos extremistas en los Estados Unidos?»[1].

Estas redes y organizaciones criminales han estado controladas siempre, de manera secreta, encubierta y clandestina, por el poder oculto judío y sus sociedades secretas, la masonería especialmente. Una subordinación que incluye también al «yihadismo» (Al Qaeda, Isis, Daesh, etc), el terrorismo árabe «antisionista» y el «antisemitismo táctico» o de falsa bandera. Esto último lo reconoció abiertamente el rabino antisionista Moshe Hirsch, descrito como el «ministro judío» de Yasser Arafat y primo del periodista Abraham Rabinovich, cuando en cierta ocasión declaró «que Israel organiza atentados contra los judíos en todo el mundo para favorecer la inmi gración hacia el Estado sionista»[2].

Durante la Guerra Fría esta labor de tutelaje y asesoramiento se canalizó directamente a través de los más relevantes servicios de espionaje e inteligencia (CIA, MI6, KGB, Mossad, Stasi, etc.), dependientes y meros subsidiarios del supergobierno mundial. Hoy en día se sabe, por ejemplo, que el «embrión» de la banda terrorista ETA se gestó «bajo el mayor de los secretos» a mediados de 1945 en un señorial castillo de los Rothschild bautizado como Cernay-la-Ville («El Valle Secreto»), a unos treinta kilómetros de la capital francesa, conocido como la Brigada Rothschild, supervisado por militares norteamericanos. No deja de ser sugestivo que ya en el profético libro de Los Protocolos de Sión se indique en una línea muy reveladora que «De nosotros procede el terrorismo global».

Pero vayamos directamente a África del sur. Allí se destacó particularmente en su lucha contra los intereses de la raza blanca el legendario activista judío antiapartheid, Joe Slovo (nacido Yossel Mashel), uno de esos amorosos redentores de los neցros. En 1961, este individuo (en la foto), junto con sus hermanos de raza Lionel Berstein, Ruth First, Harold Wolpe, James (“Jimmy”) Kantor (cuñado del anterior), Bob Hepple, Hilliard Festenstein, Denis Goldberg, Raymond Eisenstein y el periodista Hugh Lewin, solo por citar unos pocos, crearon el grupo terrorista Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación), también conocido como MK, el «brazo armado» del izquierdista Congreso Nacional Africano (ANC), miembro de la Internacional Socialista.

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El ANC, que dirigía Nelson Mandela y Oliver Tambo, estaba dominado por miembros del Partido Comunista de Sudáfrica (que se había unido a la Komintern en 1921). Su comandante militar era el citado Joe Slovo, un judío de origen lituano que era general del KGB y que contaba con una docena de pasaportes. Slovo había llegado a Sudáfrica a mediados de la década de 1930 y con el paso de los años se consagró como uno de los agentes más eficaces dedicados por completo a promover la agenda exterior desestabilizadora de la Unión Soviética, primero en Sudáfrica y luego en el extranjero. Su diabólica e incansable labor consistió en consolidar y dirigir los movimientos de «liberación» neցros, lo que traducido al leguaje vulgar significa fomentar la «guerra racial» contra los blancos, como ya lo había expuesto detalladamente en 1912 el escritor judío Israel Cohen, miembro del PC británico en un libro titulado Un programa racial para el siglo XX. Una receta que se ha venido aplicando por los cuatro rincones del planeta.

En su guerra secreta contra el colonialismo y el apartheid, Joe y su círculo dirigieron gran parte de la lucha armada llevada a cabo por el MK. Durante tres décadas, desde 1961 hasta 1991, la Unión Soviética suministró al MK armas, municiones y equipos, facilitándoles entrenamiento militar a sus cuadros y líderes, muchos de los cuales se trasladaron a la URSS para ampliar sus conocimientos. También la asistencia financiera soviética fue crucial y decisiva para el mantenimiento del ANC en el exilio. Según la prensa norteamericana, el partido liderado por Nelson Mandela recibía anualmente 80 millones de dólares de Moscú[3].

El centro de operaciones del MK estaba ubicado en la granja de Liliesleaf, en Rivonia, a menos de 20 kilómetros al sur de Johannesburgo, propiedad de otro israelita, Arthur Goldreich, que era utilizada como tapadera. Su experiencia militar adquirida en su juventud en Israel, donde fue miembro de las fuerzas militares de élite en la guerra de la independencia de 1947, fue clave para las futuras acciones criminales llevadas a cabo por esta organización, responsable de 156 atentados terroristas y más de 200 muertos. «Durante esa época, Goldreich viajó a China, la Unión Soviética y la Alemania del Este en busca de ayuda militar e información para construir armas. Como ideólogo, trazó un plan para derrocar al gobierno, así como las directrices de una guerra de guerrillas»[4]. Considerado por el gobierno sudafricano como el «pez más grande de la red», Goldreich logró huir del país en 1963 disfrazado de sacerdote junto con su correligionario Harold Holpe (padre de Nicholas Wolpe, administrador del nuevo Lilliesleaf Trust) gracias al apoyo logístico de otro de sus hermanos de raza llamado Barney Simón, trasladándose a Israel. En 1994, finalizado el régimen segregacionista, regresó de nuevo a Sudáfrica.

Por su parte, la escritora judía Nadine Gordimer, Premio Nobel de Literatura en 1991, ayudó a editar el discurso de Mandela en su defensa en el juicio de Rivonia de 1963 donde se le condenó a cadena perpetua. Sus obras son consideradas un «imprescindible y contundente alegato» contra el segregacionismo. Aunque fueron también en su mayoría hebreos los abogados que formaron parte de la defensa de los encausados en dicho proceso: Abram Fischer, Norman Rosenberg, Harry Schwartz, Nat Levy, Joel Joffe, Harold Hanson, Albie Sachs, George Lowen (Loewenthal), Arthur Chaskalson, nombrado en 1994 presidente del Tribunal Constitucional de Sudáfrica, etc. El abogado defensor de Mandela, Israel (“Issy”) Maisels, era igualmente israelita, lo mismo que el fiscal jefe, Percy Yutar, cuya labor fue crucial para salvar a Mandela de la pena de fin.

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El diabólico Joe Slovo (primero por la izquierda) vistiendo uniforme sudafricano durante la segunda guerra mundial. En los años 50 fue, junto con sus hermanos de raza Jack Isacowitz y Harry H. Schwartz, uno de los dirigentes radicales de la Torch Commando, una importante organización británica anti-apartheid donde se mezclaban demócratas, liberales y comunistas.

Los medios de comunicación mundiales, esa poderosa máquina de desinformación controlada por el judaísmo tan enemiga siempre de la causa aria, han convertido a Nelson Mandela en un abanderado apóstol de la paz, olvidando convenientemente que el líder neցro lideró un grupo terrorista y fue un estalinista convencido que siempre detestó a los blancos cuando estos han tratado de defender su cultura y su raza. «Estaba furioso con el hombre blanco […], me habría hecho tremendamente feliz que hubiese subido a sus barcos y abandonado el continente», reconoce Mandela en su Autobiografía (Aguilar, 2010, 2ª ed., p. 123).

Mandela había sido en su juventud introducido en el marxismo por un joven judío de 18 años llamado Nathan Bregman, miembro del Partido Comunista de Sudáfrica, «mi primer amigo blanco […] siempre dispuesto a ayudarme», asegura de nuevo el líder neցro (p. 84), cuando ambos trabajaban en el bufete Witkin, Sidelsky y Eidelman, una de las mayores firmas de abogados del país cuyos «socios eran todos judíos». Este despacho «trabajaba tanto para los neցros como para los blancos» y «estaba comprometido con la educación del sur muy sur» a la que donaba dinero, ya que los judíos, por «mi experiencia ―concluye Mandela―, suelen tener una mentalidad más abierta que la mayor parte de los blancos en cuestiones relacionadas con la raza y la política» (p. 81).

Efectivamente, las más destacadas plañideras y apóstoles «blancos» antiapartheid en el terreno parlamentario, jaleados por toda la prensa sionista a escala planetaria, fueron en su mayoría individuos de raza judía: Helen Zille, Kane-Berman, Ronnie Kasrils, Tony León, Helen Suzman (Gavronsky), etc., pero sobre todo la poderosa familia Oppenheimer, considerados los «reyes» del oro y de los diamantes, a la cabeza del colosal imperio Anglo-American Corporation & DeBeers, con el que han venido sosteniendo en esa zona del mundo, lo mismo que ha hecho su correligionario George Soros, todas las causas de «integración» racial y pro «derechos» de los neցros, siendo también importantes benefactores del Estado de Israel.

Pero el régimen de Pretoria, completamente infiltrado por organismos y redes financieras internacionales dependientes del CFR, era minado desde el otro lado del Atlántico por quienes eran considerados sus aliados, interesados también en desmantelar el gobierno «blanco» sudafricano y conducirlo a un gobierno de tras*ición democrática que forzase un cambio político de reformas en la sociedad y economías del país[5]. En mayo de 1977, el vicepresidente norteamericano Walter Mondale (CFR) había declarado que el presidente Jimmy Carter (CFR) daría alta prioridad a «aplastar» el Apartheid de Sudáfrica, mientras paralelamente buscaba la normalización de relaciones con la China roja y la Unión Soviética, países ambos campeones de los «derechos humanos».

Así, en 1962, el judío Allard Lowenstein, un destacado liberal estadounidense y activista de los derechos civiles que había servido como presidente de la izquierdista Asociación Nacional de Estudiantes, fue reclutado por la CIA como «experto» en el sur de Africa, donde a lo largo de los años adquirió gran experiencia en los movimientos revolucionarios y grupos de oposición al régimen del apartheid con los que entró en contacto, incluido el ANC de Nelson Mandela. Desde su ventajosa posición en la comunidad de inteligencia defendió una alternativa «anticomunista» en la izquierda con la finalidad de desmantelar la estructura del apartheid sin necesidad de recurrir a la revolución marxista.

Con este objetivo se intentó cortejar al ANC, Inkatha y otras organizaciones similares. Muchos de los desplazamientos y actividades de Lowenstein fueron sufragados con dinero de la Anglo-American Corporation & DeBeers del poderoso y astuto magnate hebreo y conocidísimo francmasón Harry Frederick Oppenheimer Pollock (1908-2000), uno de los hombres más poderosos del planeta y socio de los Rothschild, quien, «más que nadie, ha logrado preservar y fortalecer los lazos económicos que unen a Johannesburgo con los centros financieros occidentales»[6].

A través de su hijo Nicholas, y su nieto Jonathan, esta dinastía ha seguido controlando el 80% del comercio mundial de diamantes, oro y carbón, en cuyas minas trabajaron miles de neցros en condiciones infrahumanas y salarios de miseria. Sin embargo, un importante diario neoyorquino de propiedad judía lo describió como un «defensor del poder neցro» y un «oponente constante de la discriminación racial»[7], no dudando en destinar fondos económicos al partido de Mandela. La prepotente influencia de Harry Oppenheimer, descrito como uno de los hombres más poderosos del planeta, logró que la edición o importación de la obra Los Protocolos de los Sabios de Sión fuesen prohibidas por ley en la República de Sudáfrica, que ha contado con alcaldes judíos en casi todas sus principales ciudades.

Paralelamente ayudó a establecer la Fundación Sudáfrica (uno de cuyos presidentes fue el banquero hebreo Edward E. Hersov), una organización satélite del CFR que pretendía mejorar la imagen de Sudáfrica en el exterior, poco antes de los trágicos acontecimientos de Sharpeville de 1961, y luego, después del levantamiento de Soweto de 1976, la Fundación Urban, que proporcionó millones de dólares en planes de asistencia social y vivienda para los neցros.

La Fundación Sudáfrica recomendó al gobierno de Pretoria el hecho de que considerase diseñar «un futuro seguro y feliz para todos, tanto blancos como neցros». Cuatro semanas antes de que las primeras balas volaran sobre Soweto, Oppenheimer pronunció un discurso en la capital británica. «El tiempo se acaba», dijo a los miembros de la Bolsa de Londres. «Aquellos que creemos que la empresa privada es el mejor sistema para abrir nuevas oportunidades y elevar el nivel de vida, tenemos que mostrar muy claramente que este sistema no lleve la etiqueta “solo para blancos”»[8]. El día de su fin, Mandela expresó públicamente sus condolencias: «Su apoyo a las causas democráticas y filantrópicas fueron, según mi experiencia, siempre altruistas y desinteresadas».

El dinero de la CIA también fluía de forma encubierta a otras organizaciones «anticomunistas» negras como el Congreso Panafricanista, cuyo «brazo armado», el Ejército de Liberación Popular de Azania, realizaba regularmente matanzas y atrocidades contra los blancos. El Programa de Intercambio de Liderazgo entre los Estados Unidos y Sudáfrica (USSALEP), fue otra organización antiblanca que recibió fondos directa e indirectamente de la CIA, la Fundación Ford y el gobierno de los Estados Unidos.

Esta «corporación privada», asociada al Instituto Afroamericano, había sido fundada en 1957 con la finalidad de proporcionar becas, viajes y estudios a muchos líderes jovenlandeses neցros de diversos orígenes tribales para pasar una temporada de «intercambio» con otros líderes neցros de los EE.UU. y Europa. Estos intercambios darían un gran impulso a la lucha antiapartheid facilitando que muchos neցros sudafricanos se incorporasen y se involucrasen en la lucha.

Se sabe que el presidente sudafricano H. F. Verwoerd, quien en 1965 sería víctima de un atentado que le costará la vida, desconfió siempre de esta organización, controlada por un «comité de gestión internacional» compuesto inicialmente por quince estadounidenses (entre ellos cuatro neցros, y el importante judío Harold K. Hochschild, otro «filántropo» presidente de la American Metal Company) y quince sudafricanos, casi todos ellos importantes empresarios y hombres de negocios, como Harry Oppenheimer, sus conraciales Harry Goldberg y Tew Schuman, y representantes del izquierdista Instituto de Relaciones Raciales, fundado en 1929 gracias al mecenazgo del la Corporación Carnegie y el Rhodes Truts[9].

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[1] Marye Syrkin, Los judíos y los movimientos revolucionarios, Secretariado Mundial del Movimiento Sionista Obrero, Tel Aviv, 1973, pp. 2-3. La autora es una de las principales dirigentes del sionismo socialista e hija del fundador de esta corriente, Najman Syrkin.
[2] “EL PAIS”, 06-05-2010.
[3] “The New York Times”, 11 de octubre de 1987.
[4] “EL PAIS”, 06-06-2011.
[5] Otra fuerza que contribuyó eficazmente al desprestigio del régimen del Apartheid, fue la prensa demoliberal. Los principales diarios de habla inglesa que se convirtieron en símbolo de la lucha antiapartheid eran propiedad judía: el consorcio periodístico Argus Group Newspaper, el más importante de Sudáfrica, estaba controlado por Harry Oppenheimer. Su principal diario, “The Star”, tenía como director al judío Richard Stein. El poderoso “Sunday Times”, tuvo durante décadas como responsables a Joseph Levy, Joel Mervis y Charles Bloomberg. El editor del liberal “Rand Daily Mail”, era otro circunciso llamado Benjamin Pogrund, posteriormente jefe de redacción extranjera del diario inglés “The Independent”.
[6] “The New York Times”, 8 de mayo de 1983.
[7] “The New York Times”, Ibídem.
[8] “The New York Times”, 21 de noviembre de 1976.
[9] Dos mujeres judías han figurado al frente de dicho Instituto durante los periodos 1954-1956 y 1991-1993: Ellen Hellmann (nacida Kaumheimer), miembro fundadora del Partido pregresista Liberal, quien ocupó cargos en el Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales; y Hellen Suzman, nominada dos veces para el Nobel de la Paz.
 
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El USSALEP fue responsable en 1992 del Proyecto de tras*ición a la Democracia, cuyo director fue otro israelita llamado Stanley Kahn, profesor de sociología de la universidad de Ciudad del Cabo, el cual pretendía crear un espacio de encuentro y diálogo entre los principales rivales políticos de Sudáfrica, especialmente entre el Congreso Nacional Africano, el Partido por la Libertad Inkatha y los liberales blancos del gobierno de Pretoria, desmantelado definitivamente en 1994 por el masón F. W. De Klerk (es decir, por un traidor blanco), miembro del Comité Internacional del Centro Peres para la Paz[1], doctor honoris causa de la Universidad de Haifa (Israel) y Premio Nobel de la Paz, decretando a continuación una amnistía a los miembros del MK y apoyando las negociaciones para tras*formar a su país en una democracia multirracial.

El portavoz y presidente del comité ejecutivo nacional del ANC eran entonces los judíos Andrew Feinstein y Trevor A. Manuel, nombrado inmediatamente por Mandela ministro de Industria, y dos años más tarde, ministro de Finanzas, dando comienzo a un proceso de privatización y globalización que Oppenheimer y sus hermanos de raza buscaban con denuedo.

No obstante, conviene señalar que la República de Sudáfrica, la cual, hasta el 15 de marzo de 1961 y con el nombre de Unión Sudafricana, había formado parte de la Commonwealth Británica, sustentada por la Gran Logia Unida del Reino Unido[2], era un estado capitalista y liberal, donde, se encontraba establecida una muy influyente comunidad judía, que a finales de los años cuarenta ya estaba compuesta por alrededor de unos cien mil miembros y que mantuvo a lo largo del tiempo una «actitud complaciente» con los gobiernos de turno[3],

Además, todos sus jefes de estado desde el comienzo del Apartheid en 1948 hasta su desaparición en 1994, pertenecieron a una sociedad secreta denominada Afrikaner Broederbond, «fundada en 1918 siguiendo las líneas de la masonería para promover los intereses políticos y económicos de los afrikaners y resistir el dominio británico»[4]. «Al igual que los masones en otras partes del mundo —declaraba otra fuente—, se estima que los veinte mil miembros de la hermandad han jurado guardar secreto e identificarse entre sí a través de un sistema de signos secretos. […] La organización también afirma que estuvo detrás de la decisión que tomó De Klerk de liberar en 1990 al líder del Congreso Nacional Africano, Nelson Mandela, de la prisión y abrir un clima de negociaciones sobre la democracia. […] Hubo una decisión consciente de los dirigentes de Sudáfrica de poner fin al monopolio blanco del poder, dijo el presidente de Broederbond, Jan Pieter de Lange. “Promocionamos la idea a través de documentos internos. En 1986, causamos revuelo cuando dijimos que los afrikaners tendrían que aceptar un presidente neցro”»[5].

Entre los defensores de dichas reformas se encontraban también una serie de empresarios de éxito afrikáner, «un grupo que ha crecido enormemente en poder e influencia en los últimos años», declaraba el “The New York Times” en noviembre de 1976. Uno de ellos fue Jan S. Marais, presidente del Trust Bank of Africa, uno de los principales bancos del país, y de la Fundación Sudáfrica.

A pesar de sus serios enfrentamientos debido a la «anomalía» de la segregación racial con los organismos y foros internacionales de predominio masónico, con la ONU a la cabeza, el país mantuvo siempre una fluida y estrecha relación con el Estado de Israel y el Mossad, las cuales no sirvieron de óbice para las constantes jugarretas y traiciones que estos le ocasionarían ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Este vínculo formal entre ambos países se remonta a 1948, cuando Sudáfrica fue uno de los primeros países en reconocer la independencia del Estado de Israel. Según reveló la periodista judía estadounidense Sasha Polakow Suransky, editora de la revista “Foreign Affairs”, en su documentado libro The Unspoken Alliance: Israel’s secret relationship with Apartheid South Africa (2010), las exportaciones militares anuales de Israel a Sudáfrica entre los años 1973 y 1993 estaban valoradas en 600 millones de dólares, lo que convirtió a Sudáfrica en el segundo o tercer socio comercial más grande de Israel, después de los Estados Unidos y la Gran Bretaña. Negociaciones comerciales que tuvieron como intermediario en muchas ocasiones a la respetada comunidad judía sudafricana, una de las mayores contribuyentes financieras per cápita del país, la cual, alentada por su gobierno, invirtió dinero y apoyo en el Estado de Israel. «Las relaciones entre Israel y Sudáfrica nunca han sido mejores», declaró John Vorster en 1976. En un banquete oficial celebrado para Vorster, el primer ministro israelí, Yitzhak Rabín, brindó por los «ideales compartidos por Israel y Sudáfrica».

La doctrina segregacionista del Apartheid con su absurdo lema «separados pero iguales», había sido propuesta a finales de los años 40 por un pastor de la Iglesia Reformista llamado Daniel F. Malan (1874-1959), jefe del Partido Nacional de la Unión Sudafricana, una formación que contó con el apoyo entusiasta de numerosos judíos, según reconoce la Jewish Telegraphic Agency (24-11-1961). Apoyo que ha visto recientemente la luz gracias al investigador Hennie van Vuuren, en un documentado y apasionante trabajo elaborado tras una década de minuciosa investigación titulado Apartheid, guns and money (2018), donde pone claramente en evidencia la financiación secreta y encubierta del PN desde los años 70 por parte de importantes empresarios e industriales judíos liberales de habla inglesa.

Malan puso en práctica el Apartheid nada más dar comienzo su gestión como primer ministro en 1948. Viejo amigo del movimiento sionista, en junio de 1953, solo unos meses antes de abandonar el poder, mantendría una entrevista en Tel Aviv con David Ben-Gurion, durante una visita privada. La política segregacionista sería intensificada tras la fin de Malan por su sucesor Hendrik F. Verwoerd (1901-1966), descrito como el «arquitecto» del Apartheid, quien justificó su política poniendo a Israel como ejemplo.

No obstante, Verwoerd tuvo la osadía de intentar limitar los monopolios económicos propiedad del magnate hebreo Harry Oppenheimer sobre la industria, las universidades y los medios de comunicación sudafricanos, que eran totalmente desproporcionados, así como separar en 1961 a su país, que apenas tenía contraída deuda con la finanza internacional, de la Commonwealth Británica. Esta decisión tendría consecuencias fatales para su vida, pues, en 1966, fue apuñalado mortalmente por un «enfermo mental» llamado Dimitri Tsafendas, de origen mestizo y miembro del Partido Comunista, al que pertenecía igualmente el psiquiatra judío Solomon (“Solly”) Jacobson, muy activo políticamente y con contactos de alto nivel, quien había sido médico de Tsafendas en Brighton, Inglaterra, justo antes de que su paciente partiese para Sudáfrica.

Pero “Solly” había sido casualmente también médico de David Pratt, un individuo bajo tratamiento psicoterapéutico y antidepresivo, responsable de atentar sin éxito contra la vida del Dr. Verwoerd en 1960. Jacobson sabía muy bien de lo que hablaba cuando en cierta ocasión declaró: «Si Verwoerd sigue así, va a recibir una bala».

Para más señas, once días antes del mortal magnicidio, la revista norteamericana “Time” (26-08-1966), portavoz oficioso del establishment ****omasónico, había publicado en su portada un retrato del Dr. Verwoerd poco agraciado, cuyo reportaje interior de seis páginas completas estaban dedicadas a descalificar al gobierno sudafricano. El artículo ―que por lo visto leyó Tsafendas― contiene párrafos que comienzan con subtítulos desconcertantes e incitantes como «Símbolo de opresión», «La locura crea locura», «Asesinato en el corazón», etc.

Por cierto, los defensores ante los tribunales del perturbado magnicida Tsafendas, serían cuatro psiquiatras de origen judío llamados Isaac Sakinofsky, Ralph Kossew, Abraham Zabow y Harold H. Cooper, cuyos testimonios fueron clave para salvar a Tsafendas de la pena capital, al presentar a éste como un «esquizofrénico crónico» con «una predisposición natural hacia el crimen».

Hoy en día se sabe que el complot criminal fue planeado internacionalmente por la CIA y sus redes operativas con Oppenheimer, considerado el «campeón» del antiapartheid, vínculos que se establecían a través de uno de sus socios comerciales, Leon Tempelsman, un magnate judío ortodoxo de origen belga, miembro del CFR y presidente del Instituto Afroamericano de Nueva York, donde forjó lazos con líderes neցros revolucionarios jovenlandeses como el dictador del Zaire, Mobutu Seko, y el líder de la ANC, Oliver Tambo, quien en enero de 1987 se reunió en Washington con el judío George Schultz, Secretario de Estado de los Estados Unidos y miembro del CFR.

Esa noche, Tambo declaró al conocido reportero Ted Koppel (también hebreo y del CFR), en el programa «Nightline» de la cadena ABC, que tanto él como Schultz «compartían un objetivo común» para Sudáfrica. Con la finalidad de influir en los niveles más altos de la política sudafricana, Oppenheimer ayudó a impulsar en 1960 la Fundación Sudáfrica, cuya tarea inmediata fue crear una coalición de elementos moderados en el Gobierno y la Oposición con la finalidad de vencer a Verwoerd en las urnas. Al no conseguir este objetivo Oppenheimer se involucró de manera activa aún más en actividades encubiertas y desestabilizadoras.

El asesinato de Verwoerd fue un golpe de estado que reemplazó a un líder legítimo y visionario por otros que fueron más receptivos a los intereses corporativos de la banca internacional judía, como fue el caso de su sucesor, John Vorster, quien en abril de 1976 visitaba oficialmente Israel, depositando a su llegada una corona de flores en el monumento a las víctimas del Holocausto en el museo Yad Vashem de Jerusalem. En su país, la prensa calificó el viaje como uno de los mayores éxitos diplomáticos de Vorster en sus diez años de gobierno. Se asegura que Vorster, miembro de la Fundación Sudáfrica así como del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales (franquicia del CFR), era masón desde 1936 y fue reclutado por la CIA en 1961, participando en los preparativos de la fin de su antecesor en el gobierno.

En los años setenta dos de los jefes de la masonería eran los hebreos Morris Levin y Dave Levitan, «gran amigo» de la esposa del primer ministro Vorster, una década marcada por la incorporación de hombres de tonalidad y fiel a la religión del amores como miembros de pleno derecho a la decana masonería sudafricana, en la que lograron alcanzar cargos de importancia. La primera logia se había formado en Ciudad del Cabo en 1772.

El corolario final al «entreguismo» sionista se produciría en julio de 1978 cuando una joven judía de 18 años llamada Margaret Gardiner era elegida Miss Sudáfrica, convirtiéndose en Miss Universo ese mismo año.

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[1] También pertenecían a dicho Comité, Desmond M. Tutu y la laureada escritora hebrea Nadine Gordimer. Su traductora al español es la también judía Alicia Bleiberg, albacea de Carmen Díez de Rivera, la «musa» de la tras*ición española.
[2] Solo su nociva dependencia a la british masonry puede explicar un despropósito tan enorme y un hecho tan sorprendente como la declaración de guerra que la Unión Sudafricana formularía el 6 de septiembre de 1939 a los países del Eje liderados por la Alemania hitleriana así como el reconocimiento del Estado de Israel en 1948.
[3] «Israel-South African Relations» (http://www.archives.gov.il).
[4] Sapa-AFP, 3 de agosto de 2007. Uno de los presidentes de Broederbond entre los años 1959 y 1976, fue el Dr. Piet J. Meyer, un influyente personaje que dirigió la South African Broadcasting Corporation durante los años sesenta. Aunque oficialmente no consta como judío, el nombre de sus progenitores llama cuanto menos la atención, pues era hijo de Izak A. Meyer y Judith Jacoba. Su esposa para más señas se llamaba Isabella Jacobs.
[5] “Chicago Tribune”, 13 de junio de 1993.
 
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Es obvio que la Sudáfrica del Apartheid estaba entre bastidores controlada por las mismas redes de poder que gobiernan el planeta. Al fin y al cabo fue un producto del colonialismo británico y holandés, dos naciones profundamente judaizadas.

Nuestros aliados hay que buscarlos dentro del mundo blanco. Para el judío, los neցros, los chinos, los árabes y demás solo son su infantería y el ariete que han estado utilizando para minar y socavar la cohesión étnica y social de nuestra civilización, hoy en fase terminal.
No hay mas solución que la revolución blanca.
 
La única "anomalía" que molestaba al poder judío mundial (que no es "anglo", pues está diseminado por todo el planeta), era el tema de la segregación, con su ridículo lema "separados pero iguales", similar al instalado en algunos estados usanos hasta los años sesenta. Ya lo he explicado en el texto. El gobierno de Pretoria pagaba la educación de los neցros.

Por lo demás, Sudáfrica era un país completamente capitalista e intervenido fundamentalmente por las redes económicas internacionales con sus grandes centros financieros en Ciudad del Cabo, Pretoria y Johannesburgo, principalmente, al margen de los incentivos gubernamentales que favorecían a las compañías que se percibían como cruciales para aliviar los efectos negativos de las sanciones.

Fue un gran aliado de Israel, un país que fue un referente y modelo para los líderes sudafricanos, los cuales militaron todos en una organización secreta de inspiración y directrices masónicas llamada Afrikaner Broederbond. A ella perteneció también Verwoed, cuyo periódico al que aludes no era "pronazi", si no que había mantenido simplemente una posición y postura neutral durante la segunda guerra mundial.

Desde 1945 no hubo ninguna nación blanca completamente libre y soberana y que no haya estado sometida a las directrices del judío internacional. Una dependencia parasitaria que nos ha ido llevando a la situación en la que nos encontramos en la actualidad.

La Sudáfrica del Apartheid no tiene básicamente nada que ver con el nacionalsocialismo ni con la Alemania de los años treinta. El artículo está elaborado precisamente para desmiticar esa relación.
 
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Un interesante libro del periodista Alfonso Rojo publicado en 1993. Aunque el libro para nada tiene que ver con nuestros planteamientos políticos e ideológicos, proporciona abundante y minuciosa información de los acontecimientos que se fueron desarrollando durante aquel periodo.

Dejo el enlace de uno de sus capítulos.


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Sudafrica prosperó con los boers holandeses, basicamente un cuerpo, habitualmente calvinista y protestante de Holandeses, Suizos, Alemanes también incluso Hugonotes Franceses. No robaron tierra alguna porque Sudáfrica estaba prácticamente despoblada (muy baja densidad de población, no de color bantú sino bosquimana). Ese es el esquema grosso modo.

La desgracia para éste Estado próspero (por los granjeros holandeses), es que es un país enórmemente rico (minerales), entonces vemos en la historia los dos contendientes (blancos los dos) que han operado en Sudáfrica, el Globalísmo (encarnado en el Imperio Británico), -que sólo le interesa extraer riquezas y el control comercial y financiero-, y el Nacionalismo Blanco encarnado sobre todo por los Boers (que estaba más orientado a sentar las bases fundacionales de un estado no sólo próspero, sino cristiano, occidental y blanco). Los Boers sudafricanos no son (después de varias generaciones), "blancos colonianístas", sino jovenlandeses BLANCOS con toda la legitimidad y todos los derechos.

Ahí tenemos el choque de esas dos visiones y la vergonzosa guerra de los Boers de finales del S.XIX con la primera experiencia mundial de campos de concentración contra los boers sudafricanos (por el hijomio del General Lord Kirchner, y el otro hijomio que también estúvo por ahí Churchill).

Resumiendo a los nacionalistas, a los auténticos fundadores del pais, no les quedó mas remedio que quedar subyugados al Imperio Británico (aún a pesar del llamado Great Trekk), esto es, la idea de abandonar la zona de Buena Esperanza y fundar más granjas en el interior.


Una guerra de blancos contra blancos (Las dos guerras Boers). La desgracia fue descubrir también en esos territorios grandes minerales y yacimientos muy ricos de todo tipo (sobre todo diamantes).


Por lo que ANGLOSION no paró hasta tener controlados todos esos territorios (nacimiento de la Unión Sudafricana), es decir un territorio colonia británica.

Como sólo votaban los blancos y la gran mayoria de clase popular trabajadora (incluidos granjeros) y políticos eran de corte boer, el dominio municipal y de política básica (interior) siempre ha estado dominada históricamente por los "holandeses" (o sea los sudafricanos auténticos, que no se consideran "europeos" sino genuína, legal y legítimamente jovenlandeses BLANCOS). Que no así la ALTA Política y Exterior.

Hasta tal punto llegó el choque de intereses que Sudafrica se salió en los años 60 de la Commonwealth (casi una provocación e insulto).

La cuestión es que a medida que el pais se modernizaba en industria e infraestructuras era imposible hacerlo sin mano de obra de color (y no sólo los legítimos bosquimanos sino bantúes hombretones del subsáhara venidos del norte), con lo cual el conflicto racial y su vector manipulador propagandísta ("comunísta"), estaba servido (Mandela nunca fue comunísta, simplemente usó esa estrategia).

¿Que se podía hacer?

Lo que plantearon muchos líderes boers, crecer más lento, de manera ordenada, y sincronizado al crecimiento de los dueños del país (Afrikaners Blancos), lastimósamente por la avaricia de la oligarquía britanica globalísta o por la ceguera o cobardía de algunos vectores burgueses boers, no se adoptó esa solución. El crecimiento brutal y la riqueza de los sudafricanos ha sido su tumba (ya me gustaría a mi haber nacido en los 50s en Sudáfrica). Y por cierto a bosquimanos y demás nunca se les ha tratado mal, sino con auténtico respeto, pero el pais ERA DE LOS AFRIKANEERS, y lo gestionan como ellos quieren su propia soberania (lo mísmo que muchas "democracias" europeas han sido consideradas democracias con voto sufragio restringido -mujeres o rentas bajas que no podían votar-, hasta hace bien poco.

A medida que el país crecía, la población blanca se reducía (comparativamente, en porcentaje), ya en los 70s estallan disturbios "raciales" con "comunistas". El tema es que a ANGLOSION le interesa la visión puramente usurera explotadora, y bajo premisas británicas (que no siempre holandesas-sudafricanas), facilitó la continua expansión económica de un país enórmemente rico, a costa de alimentar el monstruo de la población de color, pasándose por el forro la soberanía legítima del "Afrikaneer Blanco". Por ello la gente de base Afrikaneer auténtica siempre ha estado en contra de los Lores de los huevones y de su fruta Graciosa Majestad.

Y así se llegó a los 70s-80s donde ese poder GLOBALÍSTA ya había condenado a los blanquitos de sudáfrica. Lo de los "comunistas neցros" es una pantalla, y Nelson Mandela un vendido, que facilito el trasvase del poder político total a los "Globalistas" británicos, que siguen manejando el país (el mito de que ahora mandan los neցros es una historia para la borregada).

Las riquezas de sudáfrica las sigue manejando los centros financieros, es cierto que los neցros ahora votan y tienen mejores condiciones de vida, a cambio de jorobarles la vida a los auténticos dueños del pais y sus fundadores, que han sido los auténticos perdedores.

Por cierto lo de la simbología nancy del triskel ése, es otro operativo de inteligencia británica que ya decidió en los 70s que había que amarse a los blancos para asegurar las enormes riquezas del país. Hay que ser cáfre para no darse cuenta de esa jugada (pretender "caer simpático" a Occidente usando símbolos nazis), y el lider suyo Eugene Terreblanche otro listo vendido que ha traicionado y se ha reido de la buena gente Afrikaneer.
Lo mísmo que el masonazo Mandela se rió de su contraparte popular de color.

Y esa es la historia de Zuid-Afrikaa. La tragedia para los granjeros blancos ha sido las enórmes riquezas minerales de sudáfrica.



Nada de "racísmo", BLANCOS (Globalistas) contra BLANCOS (Nacionalístas). Ya sabemos quién perdió.

iu



iu








 
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La desgracia para éste Estado próspero (por los granjeros holandeses), es que es un país enórmemente rico (minerales), entonces vemos en la historia los dos contendientes (blancos los dos) que han operado en Sudáfrica, el Globalísmo (encarnado en el Imperio Británico), -que sólo le interesa extraer riquezas y el control comercial y financiero-, y el Nacionalismo Blanco encarnado sobre todo por los Boers (que estaba más orientado a sentar las bases fundacionales de un estado no sólo próspero, sino cristiano, occidental y blanco). Los Boers sudafricanos no son (después de varias generaciones), "blancos colonianístas", sino jovenlandeses BLANCOS con toda la legitimidad y todos los derechos.






iu


De su etapa profesional desarrolló un ideario político nacionalista afrikáner, centrado en la defensa del pueblo afrikáner, en la independencia de Sudáfrica del Imperio Británico y en la religión calvinista.





SouthAfrica withdraws from the Commonwealth. On 5 October 1960 a referendum of White voters was held to decide whether SouthAfrica should become a republic. The result showed that 52% were in favour of a republic




Y por cierto a bosquimanos y demás nunca se les ha tratado mal, sino con auténtico respeto, pero el pais ERA DE LOS AFRIKANEERS, y lo gestionan como ellos quieren su propia soberania

Sólo los bosquimanos tienen derecho a hablar de echar a los boer, y me consta que la mayoría están demasiado ocupados cazando y viviendo sin molestar a nadie, y que la mayor parte odian a fin a la casta del gobierno ANC. Además, los bóer nunca les trataron mal, incluso muchos bóer tienen sangre bosquimana y antepasados bosquimanos.

África estaba completamente deshabitada excepto por los bosquimanos, los únicos con derecho a reclamar nada. Creo que con esto queda cerrada la discusión.



A donde deberían ir es a la Provincia Septentrional del Cabo (ahí está Orania), es una región semidesértica pero bueno, si Israel ha podido cultivar en el desierto los boers también pueden, además podrían aprovechar el río Orange (Orania lo hace).
2000px-South_Africa_2011_population_density_map.svg.png



 
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