Macpherson
Madmaxista
Bah, una guerra para reducir la población entre India y China de unos cientos de millones de seres humanos muertos. Después todo seguirá igual, pero con más espacio.
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Si Grecia les da miedo, prepárense con China
S. McCoy
06.02.2015
Bajan revueltas las aguas por China.
Ayer, su banco central acordó rebajar en 50 puntos básicos el coeficiente de reserva (RRR) exigido a su banca, una medida equivalente a una inyección de liquidez de 100.000 millones de dólares que persigue, formalmente, revitalizar el crédito tanto a pequeñas y medianas compañías como en zonas rurales (donde la financiación cuenta con una bonificación adicional de otro 3,5%). Sería el primer recorte desde 2008, cuando el cénit de la crisis financiera subprime.
(vía Bloomberg)
La realidad es que las autoridades locales tienen miedo.
A la desaceleración económica se une un encarecimiento de su moneda, que perjudica a su actividad exterior, un problema del que ya escribimos en esta misma columna la semana pasada (Valor Añadido, "Por qué la debacle del euro puede dinamitar China", 28-01-2015). De hecho, los especialistas en el país consideran que estamos ante la primera de una serie de medidas encaminadas a sostener el crecimiento económico (el 7,4% de 2014 es la menor tasa desde 1990) y, de esa manera, mantener la cohesión social. Iniciativas que pueden afectar a los instrumentos monetarios y al tipo de cambio.
El problema es que todo el esquema de actividad chino se construye sobre la misma variable: el endeudamiento, ya sea público o privado. Y la ley de las grandes cifras empieza a ser muy, pero que muy, alarmante. Más que por el volumen, por su rápido crecimiento, equivalente a un tercio de lo que ha aumentado a nivel mundial desde 2007...
(vía WSJ)
... y, sobre todo, por su ineficacia. El siguiente cuadro es, de hecho, muy revelador ya que pone de manifiesto cómo el sector público chino necesita cada vez más unidades de deuda para conseguir una unidad de crecimiento de su riqueza. Como explicamos en su día, una productividad marginal de la deuda tan negativa como esta tiende a ser receta para el desastre (Valor Añadido, "Una simple ecuación económica está destrozando España", 08-07-2014).
(vía WSJ)
Y, por si fuera poco, la mitad de toda la financiación existente en el sistema está vinculada al inmobiliario. Aun siendo verdad que no hay un problema con el apalancamiento de los ciudadanos a pie de calle, la concentración en ladrillo del resto de los demandantes de fondos y, especialmente, el porcentaje correspondiente a empresas no financieras, pone los pelos de punta. Éramos pocos...
(vía McKinsey)
Al final Grecia no deja de ser un problema menor en términos de PIB mundial, por más que su evolución tenga severas implicaciones en los mercados de capitales y la economía (por ese orden, ya saben) de la Eurozona. Sin embargo, China son palabras mayores. Llegará un momento en el que la manipulación estadística y el trilerismo que facilita el contubernio local entre el Gobierno, las empresas públicas y la banca estatal para el reciclado de fondos sea incapaz de ocultar la llegada de una crisis para la que la segunda potencia mundial está comprando todas las papeletas. Puede que no sea un estallido a la occidental, sobre todo teniendo en cuenta sus abundantes reservas, capaces de hacer frente a cualquier imprevisto. Pero aun así. Bastará que estornude un pelín para que el mundo se constipe.
Su miedo se contagiará rápidamente entonces al conjunto del planeta.
De momento, como se puede ver a continuación, la entrada de capitales en China ha cambiado peligrosamente de signo. ¿Señal de lo que está por venir?
(vía Bloomberg)
Buen fin de semana a todos.
China’s dismal air pollution stats are an improvement on 2013
By Michele Penna Feb 06, 2015 11:37AM UTC
Miners shovel coal at a mine in China's Hebei province. Pic: AP.
The latest news concerning Chinese cities’ air quality is as grim as Beijing’s sky on a smoggy day. According to data disclosed by the environment ministry on Monday, in 2014 almost 90 percent of major Chinese cities failed to meet air quality standards. Sixty-six of the 74 urban centers monitored by the government did not live up to national standards, leaving only Fuzhou, Haikou, Huizhou, Kunming, Lhasa, Shenzhen, Zhoushan and Zhuhai with acceptable air quality.
The news is somehow positive, as it shows some improvement if compared to 2013 – the year in which the monitoring program began – when only three cities were up to standard. Yet, this state of affairs is of little consolation to citizens constantly besieged by noxious fumes, and a powerful reaffirmation of what Wang Anshun, Beijing’s mayor, said a week ago. In a report published by the China Youth Daily, Mr. Wang contended that “to establish a first-tier, international, livable and harmonious city, it is very important to establish a system of standards, and Beijing is currently doing this.” He added, however, that “at the present time, Beijing is not a livable city.”
The Chinese capital, according to the recent report by the environment ministry, is actually one of the worst polluted in the country: “the metropolitan area centered on Beijing and Tianjin was the most seriously polluted, with eight of the 13 cities in the area antiestéticaturing on a list of the 10 smoggiest cities,” reads the report.
What is worse is that there is increasing proof that poor air quality is taking a toll the people’s health: according to a joint research by Peking University and Greenpeace, in 2013, 257,000 people living in China’s 31 capital cities died prematurely, with the highest numbers in Chongqing (29,805), Shanghai (19,476) and Beijing (16,745). The research concludes that “air pollution is a grave environmental issue currently faced by China and has seriously affected people’s health nationwide.”
The pollution that is vexing Chinese cities is the byproduct of the country’s very success: decades of skyrocketing growth pushed by rapid industrialization have tras*formed China from a tiny economy into a global powerhouse, but they have also strained the country’s natural resources.
Despite some of the inevitable effects of modernity, much could be done to preserve the environment – and, by extension, public health. Last year the government took action, overhauling outdated environmental laws and promising a ‘war on pollution’. As reported by Xinhua, “the new law stipulates that enterprises will be named and shamed for breaking environmental protection laws.” An important principle of the new legislation is also “handing out heavier punishment for environmental wrongdoing.”
It is obviously too soon to judge these recent rules, but so far – in spite of the public’s growing attention – progress has come at snail’s pace, as the study published by Peking University and Greenpeace makes clear: the authors write that “although a series of relevant policies have been launched in the past two years there still is a huge gap between the effect of the PM 2.5 control and the public’s expectations. Efforts on various fronts need to be made.”
The war on pollution, in other words, promises to be a long one. Not a blitzkrieg, as German strategist called their tactic in World War One (WTF?! :: :: :, but an exhausting conflict in the trenches. Which, sadly, is likely to claim many more victims.