El otro día Mariano Rajoy aprovechó la presencia de François Hollande y una pregunta oportuna de un periodista para leer una respuesta más que preparada sobre Escocia y Cataluña y la posible independencia de ambas naciones. Nada nuevo. Dijo lo que dice siempre. Que el mundo se acabará y nosotros seremos unos desgraciados para siempre. La única novedad es que lo dijo ante Hollande y que logró hacer cabrear también los escoceses y los británicos, que es evidente que no comparten de ninguna manera las bravuconadas del presidente español.
Y a continuación habló François Hollande, presidente de la República Francesa. Y, como ya se veía venir, le hicieron una pregunta directa sobre Cataluña. Y respondió para decir que no diría nada. Ni más ni menos. Dijo que esto era un asunto interno español y que él no diría nada.
Y ahora interpretamos esto. Hollande dijo que Cataluña era un asunto interno español. Lo es? Por ahora, sí. Y tanto, que lo es. De momento y mientras no se proclame la independencia lo es. Por tanto, en esta parte del discurso, Hollande más que hacer una interpretación hacía una descripción. Que oportunamente le permitía no hablar. Ser prudente.
Continuamos la interpretación: así, ¿el presidente francés no habría podido apoyar, aunque fuera discretamente, a la declaración tan solemne que acababa de hacer Rajoy a su lado? Pues supongo que Rajoy hubiese sido muy feliz, si hubiera oído de boca del presidente de la República Francesa alguna frase como que Francia compartía la idea de que después de la independencia Cataluña o Escocia quedarían fuera de la UE. Pero el hecho es que Hollande no lo dijo y lo remató con una frase seca: 'No me haréis decir nada.' Simplemente.
Es una anécdota, si quieren presentar así. Pero la diplomacia trabaja con las anécdotas y eso no hay que olvidarlo ni menospreciar lo. Especialmente si la secuencia comienza a ser clara e inquietante para Rajoy: no hay manera de que Francia diga lo que Rajoy quisiera que dijera. No se ponen a nuestro favor, que en este momento sería menso si lo hicieran. Pero evitan que apoyar a Rajoy, con un silencio tan elocuente como esperanzador para nosotros.
El silenci d'Hollande - Editorial - VilaWeb