ATARAXIO
Madmaxista
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Séneca en su libro sobre la brevedad de la vida, dedica mucho tiempo al tema del arreglo del pelo y de la barba, difícil de entender para nosotros que es un simple y rápido acto de higiene mañanera, pero para ellos era un acto social.
Se burla de los hombres que le dan demasiada importancia a la visita al peluquero :
¿Por qué llamas descansados a aquéllos que pasan muchas horas con el barbero, mientras les corta el pelo que creció la noche pasada, y mientras se hace la consulta sobre cualquiera cabello, y mientras las esparcidas guedejas se vuelven a componer, o se compele a los desviados pelos que de una y otra parte se junten para formar copete? Por cualquier descuido del barbero se enojan como si fueran varones; enfurécense si se les cortó un átomo de sus crines, o si quedó algún cabello fuera de orden, y si no entraron todos en los rizos. ¿Cuál de éstos no quiere más que se descomponga la paz de la república que la compostura de su cabello? ¿Cuál no anda más solícito en el adorno de su cabeza que en la salud del Imperio, preciándose más de lindo que de honesto? ¿A éstos llamas tú desocupados, estando tan ocupados entre el peine y el espejo?
Ningún romano se afeitaba solo, ya que el tosco material y la poca experiencia condenaba a todos a ponerse en manos del "experto" tonsor. No se tiene conocimiento de que se utilizara ninguna loción o jabón, solo agua, por lo que se hacía imprescindible que el tonsor estuviera dotado de una destreza poco común.
Según cuenta Plinio el Viejo, el primer romano importante que apareció afeitado fue el general y cónsul Escipión el Africano, siglo III AC. A partir de dicha fecha, ése será el estilo de los hombres en Roma, hasta casi la caída del Imperio, donde vuelven a usarse las barbas y los cabellos largos.
La gran influencia griega trajo la costumbre de los barberos y las barberías, que en Roma se convirtieron en centros de reunión de los hombres, donde, según se ha constatado en excavaciones arqueológicas, se sentaban en largos bancos de madera y pasaban el tiempo jugando a los dados
domus-romana.blogspot.com
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gladiatrixenlaarena.blogspot.com
Se burla de los hombres que le dan demasiada importancia a la visita al peluquero :
¿Por qué llamas descansados a aquéllos que pasan muchas horas con el barbero, mientras les corta el pelo que creció la noche pasada, y mientras se hace la consulta sobre cualquiera cabello, y mientras las esparcidas guedejas se vuelven a componer, o se compele a los desviados pelos que de una y otra parte se junten para formar copete? Por cualquier descuido del barbero se enojan como si fueran varones; enfurécense si se les cortó un átomo de sus crines, o si quedó algún cabello fuera de orden, y si no entraron todos en los rizos. ¿Cuál de éstos no quiere más que se descomponga la paz de la república que la compostura de su cabello? ¿Cuál no anda más solícito en el adorno de su cabeza que en la salud del Imperio, preciándose más de lindo que de honesto? ¿A éstos llamas tú desocupados, estando tan ocupados entre el peine y el espejo?
Ningún romano se afeitaba solo, ya que el tosco material y la poca experiencia condenaba a todos a ponerse en manos del "experto" tonsor. No se tiene conocimiento de que se utilizara ninguna loción o jabón, solo agua, por lo que se hacía imprescindible que el tonsor estuviera dotado de una destreza poco común.
Según cuenta Plinio el Viejo, el primer romano importante que apareció afeitado fue el general y cónsul Escipión el Africano, siglo III AC. A partir de dicha fecha, ése será el estilo de los hombres en Roma, hasta casi la caída del Imperio, donde vuelven a usarse las barbas y los cabellos largos.
La gran influencia griega trajo la costumbre de los barberos y las barberías, que en Roma se convirtieron en centros de reunión de los hombres, donde, según se ha constatado en excavaciones arqueológicas, se sentaban en largos bancos de madera y pasaban el tiempo jugando a los dados
Tonsores, cortar el pelo y la barba en la antigua Roma
Corte de pelo y barba en la antigua Roma
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Los afeitados en la antigua Roma
los romanos acudían a la barbería para afeitarse, a pesar de que algunos sectores de la sociedad lo consideraban práctica propia de griegos y hombres afeminados.
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