Honkytonk Man
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El primer libro electrónico se gestó en Ferrol, en la cabeza de una maestra adelantada más de medio siglo a su tiempo nacida hace hoy 121 años
Casi nadie sabe quién fue Ángela Ruiz Robles. Ferrolana, maestra y científica, se adelantó más de medio siglo a su tiempo y, en las peores condiciones posibles, en plena posguerra española, ideó el primer libro mecánico, precursor del actual e-book, mal atribuido -al menos de forma inexacta- a Michael Hart. Porque la primera enciclopedia electrónica la inventó doña Angelita. Lo acredita una patente de otorgada en 1949 y el prototipo que se construyó, siguiendo sus indicaciones, en el Parque de Artillería de Ferrol y que actualmente descansa en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, en A Coruña.
Ángela Ruiz Robles, nacida hace hoy 121 años en Villamanín, León, visualizó la era de las pizarras digitales con varias décadas de antelación. «El futuro habla, pero pocos entienden lo que dicen». La gallega lo comprendía a la perfección y también, que no debía perder el tiempo. Su mente privilegiada y su profunda vocación por la pedagogía y la educación le marcaron el camino. ¿Su objetivo? Aligerar los kilos con los que los alumnos cargaban sus espaldas resumiendo en un único libro todas las materias, hacer más atractivo y, al mismo tiempo más sencillo, el aprendizaje; en definitiva, convertir la enseñanza en algo interactivo y estimulante. Y en la primera mitad del siglo XX.
Lo que Ángela Ruiz Robles esquematizó en su cabeza como un «proceso mecánico, eléctrico y a presión de aire para la lectura de libros» tomó forma en los astilleros ferrolanos. Su idea se materializó así en un pesado artefacto con carretes, construido con materiales rústicos, de la época, que lamentablemente le cortaron las alas. Angelita tenía otra idea: que se fabricase con componentes ligeros, que resultase fácil de tras*portar en las mochilas. Pero nunca llegó a las aulas. Tampoco consiguió convertirse en libro electrónico, pero casi. Constaba de dos partes. La primera, de conocimientos básicos: lectura, escritura, numeración y cálculo. Haciendo presión en abecedarios y números se formaban sílabas, palabras y lecciones. La segunda, funcionaba con bobinas, cada una dedicada a una materia.
El dispositivo de Ángela Ruiz Robles estaba cubierto por una lámina tras*parente e irrompible, con cristal de aumento. E incorporaba, además, una luz, para que se pudiese leer en la oscuridad. Además, sumaba sonido con las explicaciones de cada tema. Todo en el tamaño de un libro, «de facilísimo manejo y peso insignificante», describía la propia autora.
«Fue no solo una avanzada a su tiempo, sino una revolucionaria, porque en su patente añadía la posibilidad de incorporar en el futuro innovaciones como pulsadores de voz y calculadoras e intuía ya la importancia de aprender idiomas como el inglés y el francés», explicó a La Voz el nieto de Ángela Ruiz Robles hace tres años cuando el ministerio de Economía rescató con documentos inéditos su figura y su revolucionario invento.
Tuvo, sin embargo, el ingenio de Ángela Ruiz Robles un apuesto pretendiente: Estados Unidos. Los norteamericanos le echaron el ojo al invento y desde Washington hubo quién rondó a la gallega para hacerse con su patente. No lo consiguieron. Doña Angelita, maestra en Mandiá, ni se planteó hacer las maletas y poner rumbo a América. Quería que el invento se quedase en Galicia, en Ferrol.
La Historia se empeña en que en estos casos sea al contrario, pero a Ángela Ruiz Robles el reconocimiento le llegó en vida, a tiempo para recibir diversas y prestigiosas distinciones como la Cruz de Alfonso X El Sabio a su Profesionalidad o la Medalla de Oro y un Diploma en la I Exposición Nacional de Inventores Españoles, celebrada allá por el año 1952. En 1998, el colegio público de Ferrol Ibañez Martín colocó una placa en su honor.
Ángela Ruiz Robles no consiguió, sin embargo, lo más importante, al margen de insignias y aplausos: que una empresa española fabricara su invento. Lo exhibió por las ferias de toda España, entonando sus bondades aquí y allá. Incluso intentó convencer al Ministerio de Educación, que le dio su aprobación para el uso eventual en las aulas. Pero nunca consiguió financiación. De cualquier forma, su trabajo no cayó en saco roto. Algunas de las ideas recogidas en su patente han servido de base para aplicaciones actuales.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/informacion/2016/03/28/angela-ruiz-robles-eslabon-perdido-historia-e-book/00031459116529878999259.htm
Impresionante historia.
Casi nadie sabe quién fue Ángela Ruiz Robles. Ferrolana, maestra y científica, se adelantó más de medio siglo a su tiempo y, en las peores condiciones posibles, en plena posguerra española, ideó el primer libro mecánico, precursor del actual e-book, mal atribuido -al menos de forma inexacta- a Michael Hart. Porque la primera enciclopedia electrónica la inventó doña Angelita. Lo acredita una patente de otorgada en 1949 y el prototipo que se construyó, siguiendo sus indicaciones, en el Parque de Artillería de Ferrol y que actualmente descansa en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, en A Coruña.
Ángela Ruiz Robles, nacida hace hoy 121 años en Villamanín, León, visualizó la era de las pizarras digitales con varias décadas de antelación. «El futuro habla, pero pocos entienden lo que dicen». La gallega lo comprendía a la perfección y también, que no debía perder el tiempo. Su mente privilegiada y su profunda vocación por la pedagogía y la educación le marcaron el camino. ¿Su objetivo? Aligerar los kilos con los que los alumnos cargaban sus espaldas resumiendo en un único libro todas las materias, hacer más atractivo y, al mismo tiempo más sencillo, el aprendizaje; en definitiva, convertir la enseñanza en algo interactivo y estimulante. Y en la primera mitad del siglo XX.
Lo que Ángela Ruiz Robles esquematizó en su cabeza como un «proceso mecánico, eléctrico y a presión de aire para la lectura de libros» tomó forma en los astilleros ferrolanos. Su idea se materializó así en un pesado artefacto con carretes, construido con materiales rústicos, de la época, que lamentablemente le cortaron las alas. Angelita tenía otra idea: que se fabricase con componentes ligeros, que resultase fácil de tras*portar en las mochilas. Pero nunca llegó a las aulas. Tampoco consiguió convertirse en libro electrónico, pero casi. Constaba de dos partes. La primera, de conocimientos básicos: lectura, escritura, numeración y cálculo. Haciendo presión en abecedarios y números se formaban sílabas, palabras y lecciones. La segunda, funcionaba con bobinas, cada una dedicada a una materia.
El dispositivo de Ángela Ruiz Robles estaba cubierto por una lámina tras*parente e irrompible, con cristal de aumento. E incorporaba, además, una luz, para que se pudiese leer en la oscuridad. Además, sumaba sonido con las explicaciones de cada tema. Todo en el tamaño de un libro, «de facilísimo manejo y peso insignificante», describía la propia autora.
«Fue no solo una avanzada a su tiempo, sino una revolucionaria, porque en su patente añadía la posibilidad de incorporar en el futuro innovaciones como pulsadores de voz y calculadoras e intuía ya la importancia de aprender idiomas como el inglés y el francés», explicó a La Voz el nieto de Ángela Ruiz Robles hace tres años cuando el ministerio de Economía rescató con documentos inéditos su figura y su revolucionario invento.
Tuvo, sin embargo, el ingenio de Ángela Ruiz Robles un apuesto pretendiente: Estados Unidos. Los norteamericanos le echaron el ojo al invento y desde Washington hubo quién rondó a la gallega para hacerse con su patente. No lo consiguieron. Doña Angelita, maestra en Mandiá, ni se planteó hacer las maletas y poner rumbo a América. Quería que el invento se quedase en Galicia, en Ferrol.
La Historia se empeña en que en estos casos sea al contrario, pero a Ángela Ruiz Robles el reconocimiento le llegó en vida, a tiempo para recibir diversas y prestigiosas distinciones como la Cruz de Alfonso X El Sabio a su Profesionalidad o la Medalla de Oro y un Diploma en la I Exposición Nacional de Inventores Españoles, celebrada allá por el año 1952. En 1998, el colegio público de Ferrol Ibañez Martín colocó una placa en su honor.
Ángela Ruiz Robles no consiguió, sin embargo, lo más importante, al margen de insignias y aplausos: que una empresa española fabricara su invento. Lo exhibió por las ferias de toda España, entonando sus bondades aquí y allá. Incluso intentó convencer al Ministerio de Educación, que le dio su aprobación para el uso eventual en las aulas. Pero nunca consiguió financiación. De cualquier forma, su trabajo no cayó en saco roto. Algunas de las ideas recogidas en su patente han servido de base para aplicaciones actuales.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/informacion/2016/03/28/angela-ruiz-robles-eslabon-perdido-historia-e-book/00031459116529878999259.htm
Impresionante historia.