TYRELL
Madmaxista
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MONCHO ALPUENTE
Pimpinela Aguirre
MONCHO ALPUENTE 10/09/2008
Esperanza Aguirre no puede disimular por más tiempo la faz que oculta bajo su máscara acartonada de sonrisa sardónica, ella es la Pimpinela Escarlata de la nueva ola de la privatización que ha venido a salvar de la guillotina (léase bancarrota) a los empresarios del antiguo régimen cuyos negocios, lastrados por su insaciable codicia y su imperiosa avidez de grandes beneficios a corto plazo, se tambaleaban a causa de una crisis que ellos mismos habían provocado al primar la especulación sobre la producción y al accionariado sobre la clientela en imaginativas tramas, trampas, financieras. El papel de Esperanza lo interpretaba en el cine el recientemente fallecido Leslie Howard, muy creíble en su papel de remilgado petimetre que destinaba sus numerosos momentos de ocio a rescatar a sus colegas de la aristocracia del filo de la cuchilla. La novela que inspiraba la película estaba firmada por la Baronesa de Orczy, seudónimo (la cosa va de disfraces) de sir Percy Blakeney, prolífico autor de ***etines. En una escena cumbre de la película, Leslie, en su histriónica personificación de pisaverde bufonesco, recita unos versitos paródicos sobre su heroico sosias, mientras señala con el dedo a una ristra de cortesanos emperifollados que le ríen la gracia entre dientes: "¿Estará aquí, estará allá? ¿La Pimpinela dónde estará...?".
La Pimpinela madrileña, nuestra Pimpi, está en todas partes en su caracterización de presidenta de todos los madrileños, y adalid de sus libertades, la hemos visto tocar la batería entre jóvenes rockeros y mascar chicle para mantener impertérrito el rictus, impasible el ademán, mientras atravesaba las filas hostiles de damnificados de la sanidad o de la educación públicas, esos aterrorizantes monopolios que inhiben las libertades de los madrileños en materias educativas, sanitarias y asistenciales, impidiéndoles elegir entre una saludable variedad de siglas, entre un conglomerado de empresas dedicadas, en primer término a la obtención de beneficios, como es su obligación: sin beneficios no habría empresas y sin empresas no se cubrirían los servicios pactados por ellas con la Administración. El primer objetivo de una empresa es la supervivencia, aunque sea, como en este caso, a costa de la supervivencia de otros.
En su tercera ola privatizadora, Esperanza Aguirre, se reafirma como enemigo público (de lo público) número uno: la reciente eliminación de las plazas gratuitas de las guarderías públicas, o el desalojo de la FAPA Giner de los Ríos, federación mayoritaria que representa a 800 asociaciones de padres y madres de alumnos, son algunas de las medidas tomadas con agostidad, alevosía y desprecio hacia los más desfavorecidos. Si los socialistas consiguen desalojar a los populares de la Comunidad de Madrid se encontrarán seguramente con un vacío casi absoluto en cuanto a materias que administrar y su labor se limitará a la vigilancia y supervisión de las tratas, contratas y subcontratas efectuadas por sus predecesores. Como en los peores desalojos a la mexicana, los nuevos inquilinos del Gobierno regional no encontrarán ni los muebles, o mejor dicho los encontrarán pero privatizados y subcontratados a una empresa "externalizada" a la que habrán de pagar puntualmente el alquiler.
En una perversa variante del anarquismo, nuestra Pimpinela lucha contra el Estado que representa, no para devolver el poder al pueblo sino para ponerlo en manos de nuevos amos sin más ideología que la del lucro personal, individuos que no se achantan cuando se habla de jornadas laborales de 65 horas, defensores de dos libertades básicas a las que deben someterse las restantes, la libertad de mercado y el despido libre. Suena bien la propuesta del presidente Zapatero de no dar ni un euro para reflotar a las empresas que se enriquecieron con las vacas obesas del ladrillo y la hipoteca hasta dejarlas exhaustas y exangües y ahora solicitan más pienso del Estado para seguir ordeñándolas. Suena bien, pero me temo que ninguno de los empresarios presuntamente afectados se ha dado por aludido. Con clientes como la Comunidad de Madrid tienen el horizonte despejado para nuevos negocios. Nuestra Pimpinela, siempre solidaria con los suyos, atraerá empresas de fuera, a las que aplicará, "si lo solicitan", la normativa de implantación de su región de origen para ahorrar obstáculos burocráticos y permitirles acogerse a las normas que más les interesen. La nueva ponencia económica del PP regional donde se harán públicas éstas y otras recetas se celebrará durante su próximo congreso regional. Chollomadrid está en marcha.
Pimpinela Aguirre · ELPAÍS.com
Pimpinela Aguirre
MONCHO ALPUENTE 10/09/2008
Esperanza Aguirre no puede disimular por más tiempo la faz que oculta bajo su máscara acartonada de sonrisa sardónica, ella es la Pimpinela Escarlata de la nueva ola de la privatización que ha venido a salvar de la guillotina (léase bancarrota) a los empresarios del antiguo régimen cuyos negocios, lastrados por su insaciable codicia y su imperiosa avidez de grandes beneficios a corto plazo, se tambaleaban a causa de una crisis que ellos mismos habían provocado al primar la especulación sobre la producción y al accionariado sobre la clientela en imaginativas tramas, trampas, financieras. El papel de Esperanza lo interpretaba en el cine el recientemente fallecido Leslie Howard, muy creíble en su papel de remilgado petimetre que destinaba sus numerosos momentos de ocio a rescatar a sus colegas de la aristocracia del filo de la cuchilla. La novela que inspiraba la película estaba firmada por la Baronesa de Orczy, seudónimo (la cosa va de disfraces) de sir Percy Blakeney, prolífico autor de ***etines. En una escena cumbre de la película, Leslie, en su histriónica personificación de pisaverde bufonesco, recita unos versitos paródicos sobre su heroico sosias, mientras señala con el dedo a una ristra de cortesanos emperifollados que le ríen la gracia entre dientes: "¿Estará aquí, estará allá? ¿La Pimpinela dónde estará...?".
La Pimpinela madrileña, nuestra Pimpi, está en todas partes en su caracterización de presidenta de todos los madrileños, y adalid de sus libertades, la hemos visto tocar la batería entre jóvenes rockeros y mascar chicle para mantener impertérrito el rictus, impasible el ademán, mientras atravesaba las filas hostiles de damnificados de la sanidad o de la educación públicas, esos aterrorizantes monopolios que inhiben las libertades de los madrileños en materias educativas, sanitarias y asistenciales, impidiéndoles elegir entre una saludable variedad de siglas, entre un conglomerado de empresas dedicadas, en primer término a la obtención de beneficios, como es su obligación: sin beneficios no habría empresas y sin empresas no se cubrirían los servicios pactados por ellas con la Administración. El primer objetivo de una empresa es la supervivencia, aunque sea, como en este caso, a costa de la supervivencia de otros.
En su tercera ola privatizadora, Esperanza Aguirre, se reafirma como enemigo público (de lo público) número uno: la reciente eliminación de las plazas gratuitas de las guarderías públicas, o el desalojo de la FAPA Giner de los Ríos, federación mayoritaria que representa a 800 asociaciones de padres y madres de alumnos, son algunas de las medidas tomadas con agostidad, alevosía y desprecio hacia los más desfavorecidos. Si los socialistas consiguen desalojar a los populares de la Comunidad de Madrid se encontrarán seguramente con un vacío casi absoluto en cuanto a materias que administrar y su labor se limitará a la vigilancia y supervisión de las tratas, contratas y subcontratas efectuadas por sus predecesores. Como en los peores desalojos a la mexicana, los nuevos inquilinos del Gobierno regional no encontrarán ni los muebles, o mejor dicho los encontrarán pero privatizados y subcontratados a una empresa "externalizada" a la que habrán de pagar puntualmente el alquiler.
En una perversa variante del anarquismo, nuestra Pimpinela lucha contra el Estado que representa, no para devolver el poder al pueblo sino para ponerlo en manos de nuevos amos sin más ideología que la del lucro personal, individuos que no se achantan cuando se habla de jornadas laborales de 65 horas, defensores de dos libertades básicas a las que deben someterse las restantes, la libertad de mercado y el despido libre. Suena bien la propuesta del presidente Zapatero de no dar ni un euro para reflotar a las empresas que se enriquecieron con las vacas obesas del ladrillo y la hipoteca hasta dejarlas exhaustas y exangües y ahora solicitan más pienso del Estado para seguir ordeñándolas. Suena bien, pero me temo que ninguno de los empresarios presuntamente afectados se ha dado por aludido. Con clientes como la Comunidad de Madrid tienen el horizonte despejado para nuevos negocios. Nuestra Pimpinela, siempre solidaria con los suyos, atraerá empresas de fuera, a las que aplicará, "si lo solicitan", la normativa de implantación de su región de origen para ahorrar obstáculos burocráticos y permitirles acogerse a las normas que más les interesen. La nueva ponencia económica del PP regional donde se harán públicas éstas y otras recetas se celebrará durante su próximo congreso regional. Chollomadrid está en marcha.
Pimpinela Aguirre · ELPAÍS.com