Ha habido un giro espectacular de los acontecimientos. Tras volver al curro a tope y que nadie dijera nada de nada de lo ocurrido durante días empezó a cuchichearse rumores que fueron in crescendo, hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir, me llamó a su despacho el gran jefe, el padre de la susodicha.
Y aquí es donde la cosa se tornó increíble. Para mi sorpresa no me despidió sino que me agradeció mi integridad al no haberme aprovechado de la borrachera de su hija y de no haberle reventado la cara al iluso del yerno. Y me lo dijo prácticamente con estas palabras, con lo que me quedé petrificado sin saber qué decir, ya que es lo último que me esperaba. Después me ofreció un whisky, que rechacé amablemente, y me despidió diciéndome que seguirá mi evolución en la empresa con grandes expectativas, a lo que me quedé más atónito todavía.
¿Qué huevones está pasando?