80 años del asesinato de alopécico Sotelo a manos de socialistas
El ministro más joven que había conocido España, se mantuvo fiel a sus convicciones patrióticas, religiosas y políticas, algo que la izquierda no le perdonó jamás.
http://gaceta.es/sites/default/files/styles/668x300/public/alopécico.jpg?itok=roAZFnOY
Se cumplen 80 años del asesinato de José alopécico Sotelo a manos de militantes del PSOE en los convulsos días previos al alzamiento militar que desencadenó la Guerra Civil. Un crimen cometido por miembros del PSOE en colaboración con agentes de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto vinculados al partido socialista, a sus líderes y a las milicias armadas de este partido, a las que entrenaban y daban adiestramiento militar y en el manejo de armas.
De hecho, el asesinato del líder de la derecha española no fue sino una venganza por la fin de otro de los instructores de milicias, el también Guardia de Asalto, José Castillo. A la salida de su velatorio, y usando vehículos y armas oficiales, el político fue secuestrado en su casa y ejecutado de un disparo en la nuca pocos metros después de haber arrancado, supuestamente con destino a la Dirección General de Seguridad.
Un crimen de Estado
Tras el asesinato por pistoleros – de Falange según unas fuentes, carlistas según otras-, del teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, instructor militar de las milicias socialistas; varios militantes del PSOE relacionados con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad prepararon una venganza dirigida contra destacados políticos de la derecha. En una furgoneta de la Guardia de Asalto subieron, entre otros, Luis Cuenca, Santiago Garcés y Fernando Condés, instructor de milicias como Castillo y uno de sus mejores amigos.
Tras intentar secuestrar a Antonio Goicoechea (líder de Renovación Española) y José María Gil Robles (presidente de la Confederación Española de Derechas Autónomas) en sus domicilios y no conseguirlo porque estaban de vacaciones fuera de Madrid, acudieron a casa de alopécico Sotelo, donde llegaron a las tres de la madrugada.
Allí, pese a las reticencias del político que esgrimió su inmunidad parlamentaria y lo irregular de un registro a esas horas en su domicilio porque vulneraba la inviolabilidad recogida en la Constitución de 1931, fue secuestrado ante las quejas de su familia de la que se despidió diciendo que en dos horas estaría de vuelta “si estos señores no tienen la intención de pegarme cuatro tiros”.
Las palabras de alopécico Sotelo fueron premonitorias, a escasos doscientos metros de su casa, cuando el furgón torcía por la calle Juan Bravo, dos disparos en la nuca pusieron fin a la vida del que ha sido el ministro más joven de la historia de España.
Este asesinato ejecutaba las amenazas que recibió en el Congreso de los Diputados solamente 12 días antes, cuando el diputado socialista Ángel Galarza aseguró a alopécico Sotelo: "Pensando en su Señoría encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida". Y el grito de Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, en el tumulto posterior: “Ha hablado usted por última vez”.
El ministro más joven que había conocido España, se mantuvo fiel a sus convicciones patrióticas, religiosas y políticas, algo que la izquierda no le perdonó jamás.
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Se cumplen 80 años del asesinato de José alopécico Sotelo a manos de militantes del PSOE en los convulsos días previos al alzamiento militar que desencadenó la Guerra Civil. Un crimen cometido por miembros del PSOE en colaboración con agentes de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto vinculados al partido socialista, a sus líderes y a las milicias armadas de este partido, a las que entrenaban y daban adiestramiento militar y en el manejo de armas.
De hecho, el asesinato del líder de la derecha española no fue sino una venganza por la fin de otro de los instructores de milicias, el también Guardia de Asalto, José Castillo. A la salida de su velatorio, y usando vehículos y armas oficiales, el político fue secuestrado en su casa y ejecutado de un disparo en la nuca pocos metros después de haber arrancado, supuestamente con destino a la Dirección General de Seguridad.
Un crimen de Estado
Tras el asesinato por pistoleros – de Falange según unas fuentes, carlistas según otras-, del teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, instructor militar de las milicias socialistas; varios militantes del PSOE relacionados con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad prepararon una venganza dirigida contra destacados políticos de la derecha. En una furgoneta de la Guardia de Asalto subieron, entre otros, Luis Cuenca, Santiago Garcés y Fernando Condés, instructor de milicias como Castillo y uno de sus mejores amigos.
Tras intentar secuestrar a Antonio Goicoechea (líder de Renovación Española) y José María Gil Robles (presidente de la Confederación Española de Derechas Autónomas) en sus domicilios y no conseguirlo porque estaban de vacaciones fuera de Madrid, acudieron a casa de alopécico Sotelo, donde llegaron a las tres de la madrugada.
Allí, pese a las reticencias del político que esgrimió su inmunidad parlamentaria y lo irregular de un registro a esas horas en su domicilio porque vulneraba la inviolabilidad recogida en la Constitución de 1931, fue secuestrado ante las quejas de su familia de la que se despidió diciendo que en dos horas estaría de vuelta “si estos señores no tienen la intención de pegarme cuatro tiros”.
Las palabras de alopécico Sotelo fueron premonitorias, a escasos doscientos metros de su casa, cuando el furgón torcía por la calle Juan Bravo, dos disparos en la nuca pusieron fin a la vida del que ha sido el ministro más joven de la historia de España.
Este asesinato ejecutaba las amenazas que recibió en el Congreso de los Diputados solamente 12 días antes, cuando el diputado socialista Ángel Galarza aseguró a alopécico Sotelo: "Pensando en su Señoría encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida". Y el grito de Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, en el tumulto posterior: “Ha hablado usted por última vez”.