30 de mayo, festividad de Santa Juana de Arco

Hombre, como para que no. El tío al que debemos poder beber vino o cerveza y comer jamón, como para no celebrarlo.

No me hago llamar católico. Fui educado en el catolicismo y estoy bautizado, lo cual supongo que me convierte en parte de la comunión católica, pero antes que con el canon mis obligaciones están con la verdad. Y lo cierto es que a la pobre doncella de Orleáns la han usado unos y otros para avanzar sus fines políticos, más que porque fuera realmente una gran católica (al menos san Fernando mataba infieles, pero los ingleses eran tan católicos como los franceses, y eso de apiolar católicos se lleva peor todavía con el dogma que el dudar de la salud mental de algún santo... declarado como loco por la autoridad eclesiástica de su tiempo).


No fuera declarada loca por la autoridad eclesiástica de su tiempo.

Los ingleses serían católicos, pero eran invasores y además extremadamente brutales pues practicaron una política de saqueo y destrucción sistemático allá por donde pasaban. Véase lo que hicieron en Irlanda y Escocia, a modo de ejemplo. Autoridades como San Agustín o Santo Tomás de Aquino reconocían como justa una guerra para echar a un invasor extranjero del suelo patrio aunque aquel profese la misma fe.

LA GUERRA | Ecce Christianus


Por eso escribe también San Agustín en el libro Quaest.:Suelen llamarse guerras justas las que vengan las injurias; por ejemplo, si ha habido lugar para castigar al pueblo o a la ciudad que descuida castigar el atropello cometido por los suyos o restituir lo que ha sido injustamente robado.

Se requiere, finalmente, que sea recta la intención de los contendientes; es decir, una intención encaminada a promover el bien o a evitar el mal. Por eso escribe igualmente San Agustín en el libro De verbis Dom.: Entre los verdaderos adoradores de Dios, las mismas guerras son pacíficas, pues se promueven no por codicia o crueldad, sino por deseo de paz, para frenar a los malos y favorecer a los buenos. Puede, sin embargo, acontecer que, siendo legítima la autoridad de quien declara la guerra y justa también la causa, resulte, no obstante, ilícita por la mala intención. San Agustín escribe en el libro Contra Faust.: En efecto, el deseo de dañar, la crueldad de vengarse, el ánimo inaplacado e implacable, la ferocidad en la lucha, la pasión de dominar y otras cosas semejantes, son, en justicia, vituperables en las guerras.



Según San Agustín en el libro II Contra Manich., quien empuña la espada sin autoridad superior o legítima que lo mande o lo conceda, lo hace para derramar sangre. Mas el que con la autoridad del príncipe, o del juez, si es persona privada, o por celo de justicia, como por autoridad de Dios, si es persona pública, hace uso de la espada, no la empuña él mismo, sino que se sirven de la que otro le ha confiado. Por eso no incurre en castigo. Tampoco quienes blanden la espada con pecado mueren siempre a espada. Mas siempre perecen por su espada propia, porque por el pecado que cometen empuñando la espada incurren en pena eterna si no se arrepienten.



Este tipo de mandamientos, como dice San Agustín en el libro De Serm. Dom. in Monte, han de ser observados siempre con el ánimo preparado, es decir, el hombre debe estar siempre dispuesto a no resistir, o a no defenderse si no hay necesidad. A veces, sin embargo, hay que obrar de manera distinta por el bien común o también por el de aquellos con quienes se combate. Por eso, en Epist. ad Marcellinum, escribe San Agustín: Hay que hacer muchas cosas incluso con quienes se resisten, a efectos de doblegarles con cierta benigna aspereza. Pues quien se ve despojado de su inicua licencia, sufre un útil descalabro, ya que nada hay tan infeliz como la felicidad del pecador, con la que se nutre la impunidad penal; y la mala voluntad, como enemigo interior, se hace fuerte.



También quienes hacen la guerra justa intentan la paz. Por eso no contrarían a la paz, sino a la mala, la cual no vino el Señor a traer a la tierra (Mt 10,34). De ahí que San Agustín escriba en Ad Bonifacium: No se busca la paz para mover la guerra, sino que se infiere la guerra para conseguir la paz. Sé, pues, pacífico combatiendo, para que con la victoria aportes la utilidad de la paz a quienes combates.
Los ejercicios militares no están del todo prohibidos, sino los desordenados y peligrosos, que dan lugar a muertes y pillajes. Entre los antiguos tales prácticas no implicaban esos peligros, y por eso se les llamaba simulacros de armas, o contiendas incruentas, como conocemos por San Jerónimo en una de sus cartas.

Santo Tom?s en espa?ol > Cuesti?n 40 - De la guerra

Por el contrario, dice San Agustín (serm. De puero centurionis, Epist. ad Marcel. y cap. Paratus, 23, q. 1): si la disciplina cristiana condenase absolutamente la guerra, el Evangelio daría a todos los militares desde luego este consejo de dejar las armas y apartarse por completo de la milicia; mas se les ha dicho: a ninguno inquietéis, y contentaos con vuestros estipendios; y, puesto que les dice que se contenten con sus estipendios, no les prohibió hacer la guerra.
Sed contra est quod Augustinus dicit, in sermone de puero centurionis, si Christiana disciplina omnino bella culparet, hoc potius consilium salutis petentibus in Evangelio daretur, ut abiicerent arma, seque militiae omnino subtraherent. Dictum est autem eis, neminem concutiatis; estote contenti stipendiis vestris. Quibus proprium stipendium sufficere praecepit, militare non prohibuit.
II-II q. 40 a. 1 co. (arriba)
Responderemos que, para que alguna guerra sea justa, se requieren tres cosas: 1º autoridad del príncipe, por cuyo mandato se ha de hacer la guerra; porque no pertenece a la persona privada promover la guerra, puesto que puede defender su derecho ante el juicio del superior; como tampoco la pertenece convocar a la multitud, lo cual es preciso que se haga en las guerras: mas, estando confiado a los príncipes el cuidado de la república, a ellos pertenece defender la república de la ciudad, o del reino o de la provincia a él sometida. Y, así como, la defienden lícitamente con la espada material contra los perturbadores interiores, cuando castigan a los malhechores, según aquello (Rm 13,4), no en vano trae espada, pues es ministro de Dios, vengador en ira contra el que hace lo malo; así también les pertenece defenderla contra los enemigos exteriores con la espada de la guerra. Por lo cual se dice también a los príncipes (Sal 81,4): sacad al pobre, y librad de la mano del pecado al necesitado; y San Agustín dice acerca de esto contra Fausto (lib. 32, c. 75): el orden natural acomodado a la paz de los mortales requiere que los príncipes tengan la autoridad y derecho de emprender la guerra. 2ª Se requiere causa justa, es decir, que los que son impugnados merezcan esta impugnación por alguna culpa; por lo cual dice San Agustín (Qq. sup. Jos. q. 16): suelen llamarse justas las guerras, que tienen por objeto vengar injurias, cuando se trata de castigar a una nación o ciudad, que o no ha querido castigar una acción mala cometida por los suyos, o devolver lo que ha quitado injustamente. 3ª Se requiere que sea recta la intención de los beligerantes, es decir, que se intente o promover el bien o evitar el mal; por lo que dice San Agustín (De Verb. Domini c. Apud, causa 23, q. 1): los verdaderos adoradores de Dios miran como conducentes a la paz (pacata) aun las guerras, que se emprenden, no por codicia o crueldad, sino por deseo de la paz, para reprimir a los malos y ensalzar a los buenos. Puede sin embargo suceder que, aunque la guerra haya sido declarada por legítima autoridad y justa causa, se torne ilícita por la mala intención; pues dice San Agustín (cont. Faust. l. 22, c. 74): el deseo de dañar, la crueldad de la venganza, el ánimo (impacatus) mal avenido con la paz e implacable, la ferocidad del ataque, la pasión de dominar, y otras semejantes (disposiciones) si es que median; estas son las que con razón se condenan en la guerra.

Al 3º que también los que hacen guerra justa, tienen por objeto la paz; y así no contrarían a la paz, sino a la paz, mala, que el Señor no vino a traer al mundo, como se dice (Mt 10); por lo que San Agustín dice a Bonifacio (Epist. 189 ó 205): no se busca la paz, para ejercitar la guerra; sino que se hace la guerra, para adquirir la paz. Sé pues pacífico guerreando, para que conduzcas venciendo a aquellos, a quienes combates, a la utilidad dé la paz.

Summa Theologiae
 
Última edición:
Aquí lo verdaderamente intrigante para mi es el comportamiento del delfín con ella, no acabo de entender como le concedió "mando militar" de buenas a primeras. ¿Que diantre vio en ella y que le dijo en privado en su primer encuentro en Chinon?.

Estamos de acuerdo en que parte de la aristocracia francesa le dio pábulo y le facilitó la audiencia con el delfín, además ya sabemos como era la gente de fanática en lo religioso y nada mejor que una santa del lado apropiado, Dios está con nosotros y tal. Pero de todas formas el episodio este de la audiencia en Chinon siempre me llamó la atención. ¿Era el delfín tan crédulo y fanático como la plebe de su tiempo o vio algo realmente extraño en la doncella?. ¿Fue todo producto únicamente de la necesidad de instrumentalizar políticamente la figura de una santurrona medio loca para motivar a la gente y darle un vuelco a la guerra?. O era verdad, Juana infundía valor realmente a sus soldados, la gente veía algo en ella, algo que les hacía apiolar y morir por ella y por lo que representaba...inquietante.:D
 
Aquí lo verdaderamente intrigante para mi es el comportamiento del delfín con ella, no acabo de entender como le concedió "mando militar" de buenas a primeras. ¿Que diantre vio en ella y que le dijo en privado en su primer encuentro en Chinon?.

Estamos de acuerdo en que parte de la aristocracia francesa le dio pábulo y le facilitó la audiencia con el delfín, además ya sabemos como era la gente de fanática en lo religioso y nada mejor que una santa del lado apropiado, Dios está con nosotros y tal. Pero de todas formas el episodio este de la audiencia en Chinon siempre me llamó la atención. ¿Era el delfín tan crédulo y fanático como la plebe de su tiempo o vio algo realmente extraño en la doncella?. ¿Fue todo producto únicamente de la necesidad de instrumentalizar políticamente la figura de una santurrona medio loca para motivar a la gente y darle un vuelco a la guerra?. O era verdad, Juana infundía valor realmente a sus soldados, la gente veía algo en ella, algo que les hacía apiolar y morir por ella y por lo que representaba...inquietante.:D

De buenas a primeras no. Fue sometida por espacio de tres semanas a un riguroso interrogatorio en la ciudad de Poitiers ante un tribunal presidido por el arzobispo de Reims, el cual, por cierto le tenía escasa simpatía.

Hay que ponerse en antecedentes, el Delfín era hijo de Carlos VI y de Isabel de Baviera. Su padre se volvió loco y quedó incapacitado para gobernar, su progenitora era una mujer poco apreciable a la que el pueblo odiaba y que no sentía ningún cariño por su propio hijo. La propia reina consintió que los enemigos del Delfín divulgaran en rumor de que éste no era hijo del rey, sino de su hermano el duque de Orléans, asesinado en París por partidarios del duque de Borgoña el 23 de noviembre de 1407. Después de catastrófica derrota de Azincourt, en 1415 y el asesinato del duque de Borgoña Juan Sin Miedo (1419), del cual se responsabilizó al Delfín. En 1420 Isabel de Baviera firmó con Enrique V de Inglaterra el Tratado de Troyes, por el cual desheredó a su hijo y nombró como sucesor al rey inglés.

Por lo tanto la legitimidad del Delfín estaba en entredicho y él mismo empezaba a dudar de su derecho al trono. Dudas que Juana la Doncella consiguió disipar.

Fue el Sieur Conde de Vendome quien la presentó en el apartamento del Rey. Cuando él la vio, el rey le preguntó su nombre. "Gentil Delfín", respondió ella, "Me llamo Juana la Doncella, y el Rey de los Cielos os envía la palabra por mí que vais a ser consagrado y coronado en Reims, y que váis a ser el lugarteniente del Rey del Cielo, que es rey de Francia ". Después de que el rey le había pedido una serie de preguntas, ella le dijo: "Por parte de mi Señor, os digo que sois el verdadero heredero de Francia e hijo del rey; (La duda había sido echado en el hecho de que aquí se ha dicho, ya que la progenitora de Carlos VII, reina Isabeau, había negado la legitimidad de su hijo.) y Él me envía a vos para llevaros a Reims a fin de que podáis recibir vuestra corona y vuestra consagración, si queréis ". Al cierre de esta entrevista, el rey dijo que Juana le había confiado secretos que no se conocían y no podían ser conocidos sino por Dios, que le dio una gran confianza en ella. Todo esto lo escuchó de Jeanne, pero sin haber sido testigo de ello. Ella me dijo que no estaba contenta con tantos exámenes; que le impidieron llevar a cabo el trabajo para el que fue enviada, y que era bastante tiempo para que ella actúe. Ella me dijo que había pedido a partir de los Mensajeros de su Señor, es decir, Dios, que se le apareció, lo que debía hacer; y que le habían dicho que tomara la bandera de su Señor. Fue por esto que ella tenía su bandera hecha, en la que estaba pintada la imagen de Nuestro Salvador sentado en el juicio sobre las nubes del cielo, con un ángel sosteniendo en su mano una flor de lis que Cristo bendecía. Yo estaba en Tours con ella cuando fue pintada esta bandera. (La cuenta de esta bandera aparece en la 13 ª Compte de Maître Hemon Raguier, Tesorero de la guerra:.. 25 liv recorrido se pagaron a "Hauves Poulnois, pintor, que vive en Tours, para la pintura y materiales adjudicadora por un gran nivel, y una pequeña para la limpieza ".)


Testimonio del hermano Jean Pasquarel, fraile agustino y antiguo capellán de la Doncella
 
¿Me puedes citar una sola nación de aquella época (cristiana o pagana) que no saquera y matará cuando guerreaba? Porque no creo que Gullermo el Conquistador se comportasemás gentilmente unos años antes. ¿Dónde estaba la Juana de Arco inglesa entonces? Cuando había guerra, había saqueos y matanzas y no veo que Dios eligiera en cada una de ellas una Juana de Arco para que echara al invasor.

Los ingleses ya tuvieron su ración de milagros en Aguincourt,que un grupo de pobres y enfermos derroten a lo mejor de la caballería francesa muy "normal no fue".

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No me queda muy claro cuál era exactamente su misión divina en la tierra. ¿Por qué luchaba contra los católicos ingleses? ¿Qué narices le importaba a Dios si el que subyugaba franceses era un rey absoluto francés o un rey absoluto inglés: la fe ni con uno ni con otro peligraba.

Porque Dios ya sabía que Inglaterra se convertiría en un país hereje. Francia a su vez se convertiría en un país de la religión del amor con el devenir del tiempo, pero al menos así se aseguró la catolicidad de Francia durante 500 años más. Por eso Dios estaba de parte de Jeanne D'Arc.
 
Esta es, para mí, la más bella película sobre el personaje. "La pasión de Juana de Arco" (1929), del maestro de maestros Dreyer. Inexplicablemente nadie se acordó de ella.

Carl Theodor Dreyer: The Passion of Joan of Arc (1928) - YouTube

Es una película muy famosa y celebrada en la comunidad cultureta, pero yo encuentro un pelín excesiva la valoración que se le da: la mirada perdida y las lágrimas de Renée Jeanne Falconetti son muy conmovedoras pero no encajan con la personalidad que se descubre en las actas del proceso. Uno se la imagina mirando a los ojos a sus jueces cuando respondía a sus preguntas, no hacia el techo de la sala. La película de Robert Bresson es mucho mejor a mi juicio. Cuestión de gustos.


Régine Pernoud fue una gran experta en el personaje y en la historia europea medieval:


ENTREVISTA A REGINE PERNOUD



LA ETERNIDAD MISMA ESTÁ EN LO TEMPORAL. ENTREVISTA A RÉGINE PERNOUD SOBRE JUANA DE ARCO

EN HUMANITAS 14

“Había un gran proyecto político que estaban llevando adelante intelectuales, profesores universitarios, algunos obispos y quienes tenían el poder. Y de improviso una muchacha, pastora de ovejas, se había puesto de por medio. Podía hacerlo fracasar. Además, decía que hablaba en nombre de Dios. Era intolerable. Eran ellos, los intelectuales y políticos, los defensores de la Iglesia. Eran ellos, los obispos y los clérigos, los únicos que tenían derecho a hablar en nombre de Dios y suscitar entusiasmo en el pueblo. Esta muchacha era una piedra donde podían tropezar. Había que eliminarla. Y eso sucedió. Para hacerlo, el poder se sirvió de hombres de religión y de un proceso eclesiástico. A Juana la traicionaron los suyos. En nombre de la Iglesia se mató a la que Péguy define como “la santa y mártir más grande, santa dos veces”, porque su martirio ocurrió “en el seno de la cristiandad”. Su juicio es un ejemplo de clericalismo que aún hoy, quinientos años después, hace hervir la sangre”.

Cuando se cumple un año de la fin de la célebre historiadora que afirma lo de arriba dicho, Régine Pernoud –quien fuera miembro del Consejo de HUMANITAS y generosa colaboradora de esta revista, hemos querido recordarla publicando esta entrevista que 30 Giorni le hiciera sobre Juana de Arco.

En estas páginas, Régine Pernoud relee la historia de la joven de Orleáns, su actualidad, su martirio provocado por el repruebo, no sólo de los ingleses, sino de un lobby universitario-político-eclesiástico.

- Señora Pernoud, ¿cuál era el proyecto en el que estaban aliados profesores, políticos y eclesiásticos, que desencadenó el repruebo contra Juana de Arco?

- Era un proyecto elaborado en la Universidad de París. El tratado de Troyes había concedido la doble corona de rey de Francia y de Inglaterra al descendiente de Enrique V de Lancaster y de Catalina de Francia. De hecho, se trata de convertir a Francia en una provincia de Inglaterra. Se vivía en un período de tras*ición, con un cuadro político muy confuso, y parecía que dicho proyecto no iba a encontrar opositores. Inglaterra ofrece dinero, beneficios y prebendas a todos los que puedan ser útiles para sus fines. Los intelectuales quedan seducidos, la Universidad de París está toda a favor del rey de Inglaterra. Y también muchos nobles, como los duques de Borgoña y de Normandía, y muchos obispos. Cuando, en octubre de 1428, los ingleses cercan la ciudad de Orleáns, es decir, el corazón de Francia, todos comprenden que la nación está perdida.

Pero de pronto sucede algo completamente imprevisto. En marzo de 1429 una joven campesina se presenta al rey. Dice que su nombre es Juana. No sabe ni leer ni escribir, pero dice que ha sido enviada por Dios para liberar a Francia. Le pide al rey un nuevo esfuerzo para la guerra. Es increíble, pero consigue convencerlo y pocas semanas después esta muchacha está al frente de las tropas y en sólo ocho días libera Orleáns. Después de esta empresa, convence al rey para que vaya a Reims a recibir la corona.

Es fácil imaginar el repruebo que Juana suscitó no sólo en los ingleses, sino también en todo ese lobby universitario-político-eclesiástico que con tanto esmero había preparado el proyecto, y que ahora ve que se le escapa de las manos. Y cuando, abandonada por un rey pusilánime, Juana cae por fin en su poder, vendida por dos mil piezas de oro, este lobby decide pedirle cuentas e instruye un proceso que la condena a fin.

- Lo más sorprendente es que se trata de un proceso eclesiástico dirigido por un obispo, y que Juana, tan obediente y fiel a la Iglesia, es condenada por herejía.

- Sí, los miembros del tribunal son conscientes de que se trata de un proceso eclesiástico. Lo preside el obispo de Beauvais, Pierre Cauchon. El mismo había preparado, elaborado y perfeccionado el proyecto que comentábamos antes.

El de Juana de Arco es un proceso de inquisición. Estos procesos habían comenzado en 1231 para oponerse al maniqueísmo, una herejía que había penetrado en profundidad en los puntos clave de la Iglesia medieval. Pero los tribunales eclesiásticos no siguieron siendo por mucho tiempo lugares de Iglesia. Felipe el Hermoso, por ejemplo, se sirve de ellos para sus fines, y usa a eclesiásticos que dependen completamente de él para condenar a los Templarios. El proceso contra los Templarios es un horror, lo mismo que el de Juana de Arco. La Iglesia se “prestaba” al poder político hasta tal punto que instituía a su placer tribunales. Porque ella misma se consideraba una potencia. Pero este clericalismo no pertenece sólo al siglo XIV. Hoy también existe esta tendencia: forma parte de la vida de la Iglesia. La diferencia es que ahora se presenta bajo formas diferentes. Creo que actualmente esto se ve más en Italia y Alemania que en Francia.

- ¿Podemos decir que Juana encontró a su verdadero enemigo dentro de la Iglesia?

- Sí. Su batalla más grande la combatió contra los hermanos que compartían su misma fe cristiana. Y no se puede imaginar suplicio peor. Sin embargo aunque sabe que está frente a un tribunal eclesiástico, en un momento determinado exclama: “Vosotros no sois la Iglesia”. Nadie había sido nunca tan audaz como ella en su adhesión a la Iglesia, pero en esta difícil situación logra distinguir qué es la Iglesia y qué son esos profesores parisinos movidos sólo por intereses políticos. Su lucidez es aún más admirable si pensamos en la capciosa astucia que usan para poder confundirla y condenar por herejía. Los jueces insisten en que les haga una distinción entre Iglesia militante e Iglesia triunfante. Pero ella no sabe el significado de esos términos. Y responde: “Puesto que toda la Iglesia es de Dios, la diferencia no debe ser muy importante”. Y tiene razón: Cristo y su Iglesia son todo uno. Establecer estas distinciones es algo que puede ser interesante para los teólogos, pero no aparece en el Evangelio.

- ¿Cómo se comportó el rey Carlos durante todo este período?

- El rey Carlos le debía todo, pero no se interesó nunca por ella durante su larga detención y el proceso. Juana tuvo que sentir que también él la abandonaba, el rey cristiano. Porque ésta era la conciencia que tenía de sí mismo Carlos VII: un rey que podía juzgar y entrar en las cosas de la Iglesia. Hay que rendir homenaje a quien, en los tiempos modernos, quiso la separación de la Iglesia y del Estado. Ha tenido efectos extremadamente benéficos, aunque tal vez no era fácil darse cuenta inmediatamente. Pero ahora resulta evidente. Y cuando se dan imposiciones, quizás a escondidas, entre poder político y eclesiástico, aún hoy suceden desastres.

- ¿Por qué un proceso eclesiástico contra Juana de Arco?

- Por necesidad política. Si se conseguía demostrar que Juana era una bruja, o una hereje, la consagración del rey Carlos celebrada en la Catedral de Reims perdía su sentido sagrado. Y al mismo tiempo se derrumbaba la consideración que los franceses tenían de su nuevo rey. Pero este proceso, en el que participaron seis profesores universitarios parisinos que desempeñarán un papel muy activo, prelados procedentes de Normandía e Inglaterra, canónigos de Rouen y abogados del tribunal eclesiástico, obtuvo en realidad un resultado diametralmente opuesto.

- ¿Cuál?

- El de entregarnos las actas de una especie de proceso de santidad. El obispo Cauchon tuvo que pensar que iba a ser fácil, para un tribunal formado por universitarios de alto nivel, expertos en teología, en derecho civil y en derecho canónico, hacer que una joven campesina se confundiera e hiciera afirmaciones heréticas o hacerla caer en contradicción consigo misma o con la Iglesia. En cambio, sucedió lo contrario. Y ahora las actas de aquel proceso son algo precioso.


De Juana de Arco no nos queda ni un retrato ni una tumba y, por temor a que fueran veneradas, después de la hoguera sus cenizas fueron arrojadas en el Sena. De ella nos quedan sólo sus palabras y declaraciones tomadas en el proceso. Parece una paradoja, pero el proceso que la condenó por herejía construye en realidad un monumento a su santidad y a su sólida fidelidad al Señor y a su Iglesia, que hombres de Iglesia tratan capciosamente de minar. Por las respuestas que el notario Guillaume Manchon registra día tras día sabemos que la vida de Juana fue una respuesta: una respuesta a la llamada de Dios. Un llamamiento tan concreto que nos deja atónitos: por medio de voces, que ella concretamente oía. Y, una vez que Juana comprende que las voces misteriosas que le hablan son un mensaje que viene de Dios, deja de tener dudas y tiene un único objetivo en la vida: adecuarse a lo que se le pide. A los doctos profesores de universidad, que entre otras cosas insisten en saber dónde tiene la “mandrágora”, una hierba que decían que daba poderes diabólicos, responde siempre de manera concreta. Lo mismo en relación con sus voces misteriosas. “La primera vez tuve mucho miedo”, dice. “Era casi mediodía, de verano, y estaba en el jardín de mi padre. Y no había ayunado el día anterior”. Cuando le preguntan qué le sucederá a su “partido”, responde: “Antes de siete años los ingleses perderán todo lo que tienen en Francia. Será una gran victoria que Dios enviará a los franceses”. Seis años y medio después, Carlos VII entrará victorioso en París.

Leyendo las actas del proceso nos damos cuenta de que frente a los argumentos de intelectuales seguros de sí mismos –y que se apoyan en poderes políticos que piensan que van “en el sentido de la Historia”- Juana representa la fe: la fe en su sencillez y también en su potencia. No es una casualidad que el cardenal Jean Daniélou la haya definido “la santa de lo temporal”.

- Dieciocho años después de la condena por herejía, se abrió un nuevo proceso. ¿Por qué?

- El rey Carlos VII entra en Rouen, en Normandía reconquistada. Es la ciudad donde fue quemada Juana. Ordena una investigación oficiosa para “saber la verdad de aquel proceso y el modo en que se llevó a cabo”. Los testigos aún vivían, entre ellos el notario que había redactado las actas del proceso. En los años siguientes se llevaron a cabo otras dos investigaciones, esta vez oficiales, que acabaron en un nuevo proceso de la Inquisición que se abrió en 1455 en Notre Dame de París: en la primera sesión los comisarios del rey escucharon las declaraciones de la progenitora de Juana, Isabelle Romée. Luego los testigos de su infancia y juventud. El proceso de rehabilitación anuló solemnemente el primero, cuyas injusticias fueron mostradas por entero, y alejó de Juana toda sospecha de herejía.

La lectura de las actas de este proceso de rehabilitación y las declaraciones de quienes la conocieron nos hacen pensar, sin llevar demasiado lejos la paradoja, que Juana habría sido igualmente santa aunque Dios no le hubiera pedido cosas tan excepcionales. Aún antes de ser “informada”, aún antes de sentir la llamada que venía “de la parte izquierda del jardín de su padre”. Porque la fe hace que sean preciosas incluso las ocupaciones más triviales y diarias. Y los viejos amigos de Domremy recuerdan de ella: “Era como los demás, hacía lo que las demás: se ocupaba de la casa, hilaba, llevaba el ganado a pastar”.

Pero lo que asombra leyendo estos testimonios es que también en sus conciudadanos hay la misma mirada justa, la misma piedad hacia lo real que hallamos en Juana: están igualmente penetrados por el anuncio cristiano, por el Evangelio que les proclama el cura. Poseen almas rectas. Han vivido los horrores de la guerra, de la oleada turística, pero la fe está presente y es concreta, a pesar de sus debilidades y pasiones. El hecho cristiano está aún presente concretamente en el pueblo, mientras el proceso de condena muestra que las elites, intelectuales y religiosas, ya estaban separándose de él, lo estaban convirtiendo en un hecho intelectual. También por esto Juana puede considerarse de verdad la santa de nuestro tiempo.

- Charles Péguy, en el Misterio de la caridad de Juana de Arco, parece contraponer Juana a Madame Gervaise: mientras esta última representa la enseñanza tradicional de la Iglesia, en virtud de la cual parece razonable y obligado creer, Juana representa al hombre moderno que no puede creer si no ve con los ojos y no toca con las manos el mismo acontecimiento de gracia. “Porque –escribe Péguy- la eternidad misma está en lo temporal”. ¿La Juana de Arco de Péguy es una figura literaria o coincide con el personaje que se desprende de los documentos históricos?

- Péguy comprendió completamente a Juana de Arco. Y posee una magnífica capacidad de penetración en su historia. Péguy, hablando de la descristianización moderna, cuyas consecuencias últimas estamos viviendo nosotros, escribe: “Todo es acristiano, perfectamente descristianizado, esto es lo que hay que ver. Esto es lo que los eclesiásticos no querrán ver”. También por esto Péguy intuyó el drama de Juana de Arco.

- “Nunca hasta ahora se había hablado tan cristianamente”, escribía Hans Urs von Balthasar de Péguy. Y, sin embargo, Jacques Maritain atacó duramente El misterio de la caridad de Juana de Arco. ¿Quién tenía razón?

- No sabía que Maritain hubiera atacado a Péguy. ¿Está usted seguro?

- He hallado la carta de Maritain en los archivos “Charles Péguy” de Orleáns. Lleva la fecha del 2 de febrero de 1910. Maritain escribe a Péguy: “Después de haber leído su obra, estoy desconsolado. Veo claramente que usted aún está lejos del verdadero cristianismo, con la ilusión de haberlo alcanzado. (...) La vocación de la Beata Juana queda completamente desfigurada. (...) La meditación de la pasión de Nuestro Señor está llena de inconvenientes e irreverencias. (...) ¡Ha osado usted hablar de la Santísima Virgen de manera baja! ¡Es insoportable! En esta obra, hecha con todo su celo y su devoción, se ha quedado deplorablemente fuera. (...) Esto me ha desconsolado”.

- Es absolutamente increíble. No conocía esta carta. Apenas puedo creerlo. Lo que dice Maritain es menso. Pero era un intelectual, y Péguy atacaba el partido de los intelectuales. Puede ser que esto lo irritara.

- Puede ser. De hecho, en otra carta conservada en los archivos y fechada el 1º de abril de 1910, Péguy explica a un suscriptor de su revista que lo que le turba a Maritain es que su Juana de Arco no es “una de esas estampitas devotas que los católicos están acostumbrados a encontrar en sus parroquias burguesas”.

- He conocido personas que frecuentaban el círculo católico que se reunía en casa de Jacques y Raisa Maritain para discutir de cristianismo. Por ejemplo, Stanislav Fumet, que era un gran amigo suyo. Pero yo no fui nunca, nunca me atrajo ese ambiente. Quizá por su aspecto de catolicismo intelectual. Y yo no me considero una intelectual.

La Juana de Arco de Péguy es un poco esto: la que se rebela contra el catolicismo de los intelectuales, que se rebela contra los que quieren enseñar a los sencillos el verdadero cristianismo con la ilusión de convertir en cultura la fe. Como si la fe de los fieles sencillos, como Juana de Arco, no fuera plenamente razonable. Y no fuera mucho más inteligente que los hombres, las cosas de la vida y los discursos de los intelectuales.

- ¿Por qué comenzó usted a interesarse por Juana de Arco?

- Por casualidad. Era la víspera de las Navidades de 1952. Me pidieron un artículo sobre el proceso de rehabilitación de Juana. Yo, como todos en aquella época, pensaba que era un personaje de esos que se citan sólo en los discursos oficiales. Y dije que no. Pero tanto insistieron que al final les dije que les echaría un vistazo a los textos existentes. Fui a la biblioteca y me subí a una escalera para hojear los volúmenes de Jules Quicherat, que había publicado todos los documentos sobre los procesos. Comienzo a leer y poco después, por lo menos así me parecía, oigo al bibliotecario que me dice: “Señorita Pernoud, si no quiere que la dejemos dentro debe bajar de esa escalera”. Habían pasado más de dos horas, y no me había bajado de la escalera, absorbida como estaba en la lectura del proceso de rehabilitación. Apasionante. Desde entonces me he ocupado siempre de Juana de Arco. En realidad, me parece que, en todos estos años, no me he bajado nunca de esa escalera, me he quedado ahondando en el sorprendente acontecimiento de un Dios que ha entrado tan profundamente en la historia del hombre que no ha tenido miramientos para meterse en guerras, batallas y procesos. Juana es una paradoja, porque demuestra que también en las peores ocupaciones, es decir, haciendo la guerra, se puede seguir a Cristo. Es en esa situación donde se afirma su santidad, demostrando que no existe ninguna situación, por muy paradójica que sea, en que la gracia de Cristo no pueda obrar visiblemente.
 
Es una película muy famosa y celebrada en la comunidad cultureta, pero yo encuentro un pelín excesiva la valoración que se le da: la mirada perdida y las lágrimas de Renée Jeanne Falconetti son muy conmovedoras pero no encajan con la personalidad que se descubre en las actas del proceso. Uno se la imagina mirando a los ojos a sus jueces cuando respondía a sus preguntas, no hacia el techo de la sala. La película de Robert Bresson es mucho mejor a mi juicio. Cuestión de gustos.

Es una película muda, quiero decir de una época cuya estética y simbología nada tiene que ver con los cánones actuales, y así hay que verla. Para nada voy a discutir que la de Bresson, otro grande entre los grandes, también es maravillosa.

Solo me refería a que nadie la había citado, y creo que es obligatorio hacerlo en un hilo como este.
 
Es una película muda, quiero decir de una época cuya estética y simbología nada tiene que ver con los cánones actuales, y así hay que verla. Para nada voy a discutir que la de Bresson, otro grande entre los grandes, también es maravillosa.

Solo me refería a que nadie la había citado, y creo que es obligatorio hacerlo en un hilo como este.

Yo no digo que sea una mala película ¡ojo!
Lo que sucede es que el haber leído el texto del proceso en el que está basada me hace verla de una forma distinta.

En fin, retomando el hilo, otro testimonio del proceso de rehabilitación:

Sire Aymond, señor de Macy, caballero, de alrededor de cincuenta y seis años ha sido admitido como testigo y fue interrogado por nosotros, antes mencionado arzobispo, en presencia del Hermano Thomas Vérel (bajo inquisidor dominico), el y el día antes mencionado año (1).

**Preguntado sobre los artículos I, II, III, IV, producido en este caso, dijo bajo juramento de la siguiente manera: Conocí a Jeanne, la vi por primera vez cuando estaba prisionera en el Castillo de Beaurevoir por cuenta del señor de Ligny. La vi varias veces en la guandoca, y muchas veces hablé con ella. Más de una vez, a modo de juego, traté de tocarle los pechos, poniéndole las manos en sus senos. Jeanne no podía sufrirlo y me empujó con todas sus fuerzas. Era una chica de conducta honesta tanto en sus palabras como en sus obras.
**Jeanne fue llevado a la fortaleza de Crotoy, donde estaba prisionero entonces un personaje muy notable, nombrado maestro de Nicolas Queuville, Rector de la Iglesia de Amiens, doctor en derecho. A menudo oficiaba en la guandoca, y no con menos frecuencia Jeanne asistió a la misa; después me enteré esta misma Nicolas maestros dicen que había oído Jeanne en confesión, ella era una buena cristiana y muy devota, habló muy bien de Jeanne.
**Entonces Jeanne fue llevada en el castillo de Rouen, y confinada en una prisión al lado del campo. Mientras estaba detenida en la misma guandoca, el señor conde de Ligny vino a Rouen; y el que se dirije a ustedes, iba en su comitiva. Un día, el conde de Ligny quiso ver a Jeanne: él vino a ella en compañía de los Lores Condes de Warwick y Stafford. El canciller de Inglaterra, entonces obispo de Thérouenne, su hermano, estaba presente: yo también. El conde de Ligny le dijo estas palabras: "Jeanne, he venido aquí para rescatarte, si prometes no volver a armarte en contra de nosotros. "Ella respondió:" En el nombre de Dios, os burláis de mí, porque yo sé muy bien que no tenéis ni la voluntad ni el poder de hacer tal cosa. "Repitió varias veces estas palabras, porque el señor conde persistió en sus palabras, y ella añadió:" Yo sé bien que los ingleses me van a apiolar, pues creen que después de mi fin ganarán el reino de Francia, pero aunque ellos envíen cien mil "goddams" (ingleses) más de lo que son ahora, nunca van a tener el reino. "Estas palabras indignaron al conde de Stafford, el cual echó mano a su daga para matarla: pero el conde de Warwick le contuvo.
**Algún tiempo después, mientras yo todavía estaba en Rouen, Jeanne fue llevada a la plaza en frente de Saint-Ouen. Hubo un sermón realizado por Nicolas Midi (3). Entre otras cosas, he escuchado: "Jeanne, sentimos una profunda piedad por ti; debes retractarte de lo que dijiste, o serás abandonada a la justicia secular. "Jeanne respondió que ella no había hecho nada malo; ella creía en los doce artículos de la fe y los Diez Mandamientos de Dios; Añadió que ella se encomendaba a la corte de Roma, y ​​ella quería creer todo lo que cree la Santa Iglesia . A pesar de todas estas palabras, la presionaron fuertemente para que se retractara. Ella respondió: "Estáis tratandome muy duramente para seducirme. "Para evitar el peligro, dijo que estaba feliz de hacer lo que ellos quisieran. Entonces el secretario del rey de Inglaterra, allí presente, su nombre era Laurent Calot, sacó de la manga una pequeña hoja escrita, y se la dio a Jeanne para que la firmara. Jeanne le respondió que no sabía leer ni firmar. A pesar de esta respuesta, el Secretario Laurent Calot le mostró el papel y la pluma para que firmara; y Jeanne, burlándose, dibujó un círculo. Laurent Calot luego tomó la mano de Jeanne con la pluma y la hizo escribir una señal de que no tengo ningún recuerdo.
**Creo que Jeanne está en el Paraíso.
 
El personaje de Juana de Arco es fascinante y por los testimonios recopilados en sus juicios de condenación y rehabilitación, no dudo que sería una jovencita con carisma y encanto.

Dicho esto, me temo que su historia es un montaje de la Corte francesa. Efectivamente "la pérdida de Francia" se atribuía al pecado de una mujer y por ello se creía que una mujer sería quien restituyera a Francia a su ser.

Antes de que apareciera Juana de Arco, corrían profecías que decían que de los bosques orientales de Francia vendría una virgo bellatrix que enviada por Dios lograría esa hazaña, expulsando a los invasores.

Y por supuesto, muchas doncellas se creyeron que eran ellas. Antes de que apareciera Juana de Arco, candidatas al puesto de liberadoras de Francia hubo un montón, cuyo nombre sólo rememoran los eruditos.

Efectivamente, se contrastó en Poitiers si su historia era verídica (y también si era virgen), dándola el visto bueno para ayudar al Delfín.

Pero este es uno de los mayores misterios que rodean el asunto. Cuando es apresada y juzgada por un tribunal títere de ingleses y borgoñones, Juana dice que su pureza ya ha sido examinada en Poitiers y que pidan los resultados del examen, los cuales no son utilizados en el proceso. El tribunal presidido por Cauchon pudo hacer caso omiso, por razones obvias, de esa petición. Dejando al margen que el nuevo rey de Francia se desentendió por completo de la Doncella que le había proporcionado el trono, sin importarle lo más mínimo lo que ingleses y borgoñones hicieran con ella (cosa rara, si su aparición hubiera sido tan milagrosa e insospechada como se pretendía que había sido).

Pero lo más sorprendente es lo que ocurre años más tarde, cuando el propio rey de Francia monta un proceso de rehabilitación que al final consigue dejar sin efecto la condena de la Doncella, no porque al rey le importara mucho la memoria de Juana, sino porque sus enemigos le acusaban de haber conseguido el trono gracias a la ayuda de una mujera que había sido condenada, como bruja, a morir en la hoguera por la Inquisición (esto último si que era un hecho indudable). Para este proceso de rehabilitación se recopilaron y aportaron todos los documentos escritos y orales que se pudieron reunir: parientes, vecinos, soldados que lucharon a su lado, gente que estuvo presente en su proceso de condenación..... pero sin embargo......¡¡¡en ningún momento se aporta ni se menciona nada del examen que la propia corte se encargó de que se le hiciera en Poitiers!!!! :8:

Saque cada uno sus conclusiones.
 
Refloto el hilo porque acabo de recordar el --llamémosle-- curioso compañero de armas que le buscó Dios a su elegida para que cumpliera su misión divina:

Gilles de Rais - Wikipedia, la enciclopedia libre

En fin...


Dios no tenía nada que ver con ese personaje, más bien Satanás. Era un aristócrata depravado que a partir de 1432 se recluyó en su castillo de Bretaña para entregarse al estudio del ocultismo.

Entre algunos masones y entre los ocultistas está muy extendida la opinión de que era inocente y que sus enemigos inventaron los terribles cargos por los que fue condenado para adueñarse de sus títulos y las riquezas que aún le quedaban.

---------- Post added 11-jun-2014 at 00:30 ----------

El personaje de Juana de Arco es fascinante y por los testimonios recopilados en sus juicios de condenación y rehabilitación, no dudo que sería una jovencita con carisma y encanto.

Dicho esto, me temo que su historia es un montaje de la Corte francesa. Efectivamente "la pérdida de Francia" se atribuía al pecado de una mujer y por ello se creía que una mujer sería quien restituyera a Francia a su ser.

Antes de que apareciera Juana de Arco, corrían profecías que decían que de los bosques orientales de Francia vendría una virgo bellatrix que enviada por Dios lograría esa hazaña, expulsando a los invasores.

Y por supuesto, muchas doncellas se creyeron que eran ellas. Antes de que apareciera Juana de Arco, candidatas al puesto de liberadoras de Francia hubo un montón, cuyo nombre sólo rememoran los eruditos.

Efectivamente, se contrastó en Poitiers si su historia era verídica (y también si era virgen), dándola el visto bueno para ayudar al Delfín.

Pero este es uno de los mayores misterios que rodean el asunto. Cuando es apresada y juzgada por un tribunal títere de ingleses y borgoñones, Juana dice que su pureza ya ha sido examinada en Poitiers y que pidan los resultados del examen, los cuales no son utilizados en el proceso. El tribunal presidido por Cauchon pudo hacer caso omiso, por razones obvias, de esa petición. Dejando al margen que el nuevo rey de Francia se desentendió por completo de la Doncella que le había proporcionado el trono, sin importarle lo más mínimo lo que ingleses y borgoñones hicieran con ella (cosa rara, si su aparición hubiera sido tan milagrosa e insospechada como se pretendía que había sido).

Pero lo más sorprendente es lo que ocurre años más tarde, cuando el propio rey de Francia monta un proceso de rehabilitación que al final consigue dejar sin efecto la condena de la Doncella, no porque al rey le importara mucho la memoria de Juana, sino porque sus enemigos le acusaban de haber conseguido el trono gracias a la ayuda de una mujer que había sido condenada, como bruja, a morir en la hoguera por la Inquisición (esto último si que era un hecho indudable). Para este proceso de rehabilitación se recopilaron y aportaron todos los documentos escritos y orales que se pudieron reunir: parientes, vecinos, soldados que lucharon a su lado, gente que estuvo presente en su proceso de condenación..... pero sin embargo......¡¡¡en ningún momento se aporta ni se menciona nada del examen que la propia corte se encargó de que se le hiciera en Poitiers!!!! :8:

Saque cada uno sus conclusiones.


El libro de Poitiers probablemente fue destruido por orden del arzobispo de Reims Renaud de Chartres, el cual había presidido el tribunal que examinó a Juana en 1429. Pese a haber pronunciado un veredicto favorable a la Doncella, más tarde se convirtió en uno de sus más peligrosos enemigos en la corte.
Cuando fue capturada ante los muros de Compiègne, Renaud de Chartres dirigió una carta a los habitantes de Reims en la que si no recuerdo mal decía que Juana había sido castigada por haberse ensoberbecido, porque ya no seguía el mandato divino y porque vestía de forma demasiado lujosa. El arzobispo de Reims de paso se sacó de la manga a un pastor de nombre Guillaume que haría olvidar a la Doncella. Por lo visto a este pobre muchacho le cogieron los ingleses en un periquete y no se molestaron en hacerle un juicio. Simplemente lo metieron atado dentro de un saco y lo tiraron al Sena.
 
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El libro de Poitiers probablemente fue destruido por orden del arzobispo de Reims Renaud de Chartres, el cual había presidido el tribunal que examinó a Juana en 1429. Pese a haber pronunciado un veredicto favorable a la Doncella, más tarde se convirtió en uno de sus más peligrosos enemigos en la corte.
Cuando fue capturada ante los muros de Compiègne, Renaud de Chartres dirigió una carta a los habitantes de Reims en la que si no recuerdo mal decía que Juana había sido castigada por haberse ensoberbecido, porque ya no seguía el mandato divino y porque vestía de forma demasiado lujosa. El arzobispo de Reims de paso se sacó de la manga a un pastor de nombre Guillaume que haría olvidar a la Doncella. Por lo visto a este pobre muchacho le cogieron los ingleses en un periquete y no se molestaron en hacerle un juicio. Simplemente lo metieron atado dentro de un saco y lo tiraron al Sena.

La teoría de que la documentación del examen de Poitiers fue destruida alegremente por orden del arzobispo es una hipótesis que intenta explicar por qué desapareció una documentación tan importante. Conociendo cómo funcionaban las cancillerías en la época, lo menos que se puede decir es que habría sido un acto bastante poco habitual, si solo estaba motivado por la animadversión de Renaud.

En realidad, no era sólo el arzobispo quien quería que Juana dejara de pelear contra los ingleses, acusándola de estar poseída por la soberbia y el orgullo. El propio Delfín, una vez coronado, y tras haber recuperado gran parte de las posesiones francesas al norte del Loira, se decantó por una política de apaciguamiento con ingleses y borgoñones, volviendo al establecimiento de vínculos familiares, al intercambio de prebendas, al rescate de rehenes, etc. Esta era una política completamente contraria a la guerra total, sin tregua y sin concesiones, que pretendía llevar a cabo Juana. En realidad, cuando es capturada, solo luchan a su lado unos pocos incondicionales. El rey la había negado ya su apoyo logístico todo lo que podía. Por supuesto, no podía negárselo del todo, ya que esto hubiera sido sospechoso, pero apenas apoyó en nada el intento de la Doncella de tomar París, que fue un fracaso. Básicamente, tras la coronación Juana se convirtió en un personaje molesto para las más altas instancias de la Corte francesa.

Pero claro, la pregunta es: ¿cómo es posible que la Corte francesa se permitiese "llevar la contraria" a un personaje que había aparecido tan milagrosamente y del que todos estaban convencidos de que era una enviada divina? ¿Si estaban tan impresionados con lo que ocurrió cuando apareció en Chinon y reconoció al rey, y con como cambiaron los vientos cuando llegó a Orleans, y cómo ganó las batallas de manera increíbles, etc., etc., etc., cómo se atrevieron a dejarla tirada en su guerra y luego, cuando fue capturada, por qué no movieron un dedo para salvarla, lo que pudieran haber hecho pagando el rescate que en un principio se pidió por ella?

Me temo que la respuesta está en lo que algunos escritores y cortesanos franceses coetáneos o ligeramente posteriores sabían (Langei, Justo Lipsio, Du Haillan...): todo fue un montaje de miembros de la corte francesa.

Por lo demás, desconocía lo del pastorcillo, aunque no me extraña. De hecho, la mitología en torno a Juana prosiguió tras su fin, con las más descabelladas teorías: que en realidad no había sido quemada, que había resucitado..... y también salieron nuevas doncellas. En fin, lo habitual.
 
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La teoría de que la documentación del examen de Poitiers fue destruida alegremente por orden del arzobispo es una hipótesis que intenta explicar por qué desapareció una documentación tan importante. Conociendo cómo funcionaban las cancillerías en la época, lo menos que se puede decir es que habría sido un acto bastante poco habitual, si solo estaba motivado por la animadversión de Renaud.

En realidad, no era sólo el arzobispo quien quería que Juana dejara de pelear contra los ingleses, acusándola de estar poseída por la soberbia y el orgullo. El propio Delfín, una vez coronado, y tras haber recuperado gran parte de las posesiones francesas al norte del Loira, se decantó por una política de apaciguamiento con ingleses y borgoñones, volviendo al establecimiento de vínculos familiares, al intercambio de prebendas, al rescate de rehenes, etc. Esta era una política completamente contraria a la guerra total, sin tregua y sin concesiones, que pretendía llevar a cabo Juana. En realidad, cuando es capturada, solo luchan a su lado unos pocos incondicionales. El rey la había negado ya su apoyo logístico todo lo que podía. Por supuesto, no podía negárselo del todo, ya que esto hubiera sido sospechoso, pero apenas apoyó en nada el intento de la Doncella de tomar París, que fue un fracaso. Básicamente, tras la coronación Juana se convirtió en un personaje molesto para las más altas instancias de la Corte francesa.

Pero claro, la pregunta es: ¿cómo es posible que la Corte francesa se permitiese "llevar la contraria" a un personaje que había aparecido tan milagrosamente y del que todos estaban convencidos de que era una enviada divina? ¿Si estaban tan impresionados con lo que ocurrió cuando apareció en Chinon y reconoció al rey, y con como cambiaron los vientos cuando llegó a Orleans, y cómo ganó las batallas de manera increíbles, etc., etc., etc., cómo se atrevieron a dejarla tirada en su guerra y luego, cuando fue capturada, por qué no movieron un dedo para salvarla, lo que pudieran haber hecho pagando el rescate que en un principio se pidió por ella?

Me temo que la respuesta está en lo que algunos escritores y cortesanos franceses coetáneos o ligeramente posteriores sabían (Langei, Justo Lipsio, Du Haillan...): todo fue un montaje de miembros de la corte francesa.

Por lo demás, desconocía lo del pastorcillo, aunque no me extraña. De hecho, la mitología en torno a Juana prosiguió tras su fin, con las más descabelladas teorías: que en realidad no había sido quemada, que había resucitado..... y también salieron nuevas doncellas. En fin, lo habitual.

No es cierto que Juana promoviera una guerra sin cuartel. Sabía que para expulsar definitivamente a los ingleses de Francia a la larga era precisa la reconciliación entre el rey y los borgoñones. Sólo que ella quería negociar desde una posición más ventajosa. Por eso envió varias cartas al duque de Borgoña rogándole que asistiera a la coronación del Delfín y por eso en el juicio reconoció que el asesinato del padre de éste Juan Sin Miedo a manos de los partidarios del Delfín fue una gran desgracia para Francia.

Grande y formidable Príncipe, duque de Borgoña, Juana la Doncella os solicita en el nombre del Rey del Cielo, mi legítimo y soberano Señor, que el rey de Francia y vos mismo debéis hacer una buena paz firme y duradera. Perdonaos mutuamente de buena gana, como los cristianos fieles deben hacer; y si os complacer hacer la guerra, y luego id en contra de los sarracenos. Príncipe de Borgoña, os ruego, imploro y solicito tan humildemente como me es posible que no hagáis más la guerra contra el santo reino de Francia, y ordenad a vuestra gente los que están en cualquier ciudades y fortalezas del reino santo que se retiren con prontitud y sin demora Y en cuanto a la noble rey de Francia, que está dispuesto a hacer la paz con vos, salvando su honor; si vos no estáis en contra.
Y yo os digo, en el nombre del Rey del Cielo, mi legítimo y soberano Señor, por vuestro bienestar y honor y [que afirmo] sobre vuestras vidas, que nunca vais a ganar una batalla contra los leales francéses, n7 y que todos los que han estado librando una guerra en el sagrado reino de Francia han estado luchando contra el Rey Jesús, Rey del Cielo y de todo el mundo, mi legítimo y soberano Señor.n8 Y os ruego y solicito de vos con las manos junta que no luchéis ninguna batalla ni hagáis la guerra en contra de nosotros - ni vos mismo, vuestras tropas ni vuestros vasallos; y sabed sin lugar a dudas que a pesar de cualquier número [frase duplicado] de soldados que traigáis en contra de nosotros nunca vais a ganar. Y habrá gran angustia del gran choque y de la sangre que se derrama de los que vienen en contra de nosotros.
Y ha pasado tres semanas desde que os había escrito y enviado cartas adecuadas a través de un heraldo [diciendo] que vos debiais estar en la unción del rey, n10 que el día de hoy, domingo, a los diecisiete días del mes actual de julio, se está llevando a cabo en la ciudad de Reims - a la que no he recibido ninguna respuesta. Tampoco he oído ninguna palabra de este heraldo desde entonces
Os encomiendo a Dios y permita que Él cuide de vos si le place, y ruego a Dios que Él establezca una buena paz.
Escrito en el lugar antes mencionado de Reims a los diecisiete días antes mencionada de July.n12

Joan of Arc, Letter to the Duke of Burgundy (July 17, 1429)

nquirida de si ella pensaba y firmemente creia que su rey tenia el derecho a apiolar o causar asesinato al Señor Duque de Borgoña, ella replico que era una gran pena para el reino de Francia , pero lo que fuera que hubiere habido entre esos dos principes, Dios la habia enviado a ella para ayudar al Rey de Francia.



El caso es que el rey Carlos VII terminó por admitir que el duque de Borgoña le había engañádo y que la tregua fue un error, pero para entonces Juana ya había caído prisionera.

La ciudad de Compiègne, que Carlos había pactado entregar al duque de Borgoña, no cayó.

En 1432 el rey se reconcilió con el antiguo Condestable de Francia, Arthur de Richemont, duque de Bretaña. Hecho que llevó a la salida del poder de La Tremouille, el anterior favorito y gran enemigo de Juana.

Así que, aún después de muerta los hechos le fueron dando la razón.

En cuanto a las historias de las diversas impostoras que se hicieron pasar por la Doncella si algo demuestran es que el pueblo no la había olvidado y que muchos se negaban a aceptar su fin. La aparición de impostores es un fenómeno recurrente en la historia en tiempos de crisis. Y la penosa historia del pastor Guillaume ejemplifica que los montajes no suelen funcionar.
 
No es cierto que Juana promoviera una guerra sin cuartel. Sabía que para expulsar definitivamente a los ingleses de Francia a la larga era precisa la reconciliación entre el rey y los borgoñones. Sólo que ella quería negociar desde una posición más ventajosa. Por eso envió varias cartas al duque de Borgoña rogándole que asistiera a la coronación del Delfín y por eso en el juicio reconoció que el asesinato del padre de éste Juan Sin Miedo a manos de los partidarios del Delfín fue una gran desgracia para Francia.

El caso es que el rey Carlos VII terminó por admitir que el duque de Borgoña le había engañádo y que la tregua fue un error, pero para entonces Juana ya había caído prisionera.

La ciudad de Compiègne, que Carlos había pactado entregar al duque de Borgoña, no cayó.

En 1432 el rey se reconcilió con el antiguo Condestable de Francia, Arthur de Richemont, duque de Bretaña. Hecho que llevó a la salida del poder de La Tremouille, el anterior favorito y gran enemigo de Juana.

Así que, aún después de muerta los hechos le fueron dando la razón.

En cuanto a las historias de las diversas impostoras que se hicieron pasar por la Doncella si algo demuestran es que el pueblo no la había olvidado y que muchos se negaban a aceptar su fin. La aparición de impostores es un fenómeno recurrente en la historia en tiempos de crisis. Y la penosa historia del pastor Guillaume ejemplifica que los montajes no suelen funcionar.

La muchacha era despierta y, rodeada de soldados competentes y experimentados como Gilles de Rais, La Hire, Dunois..., sirvió bien como catalizador de las tropas francesas. Que estratégicamente uno tenga razón no avala que haya sido enviado por Dios. o:) En cuanto a lo de la tregua sin cuartel, basta con leer las cartas a los ingleses. Lo de los borgoñones era otra cuestión, ya que no eran "invasores", sino franceses "desviados". Pero Juana en cierto sentido es una precursora de la guerra "moderna" que se avecina, diferente a la guerra de corte caballeresco. Paradójicamente, será víctima de lo que preconiza: su Rey no pagará por ella ningún rescate, aunque pudo hacerlo, y serán sus enemigos (los ingleses) quienes la compren a Juan de Luxemburgo. Que Carlos VII deje que sus enemigos hagan con ella lo que quieran, sin mover un dedo, demuestra claramente cómo de "divina" consideraba su aparición.

Los montajes suelen funcionar una vez. Conseguir que funcionen de seguido no sólo es más difícil sino que acaba quitando el halo de misterio al fenómeno. Que Dios enviara cada dos por tres una "salvadora de Francia" rozaría el ridículo. Algo así como si cada siete meses apareciera otro Jesucristo u otro Mahoma. Aparte, los salvadores, como bien sabemos, sólo medran en situaciones de crisis extrema, como la que atravesaba el Delfín en 1429. Por ello hay que diferenciar entre montajes cortesanos e "iluminados" procedentes de las capas sociales más crédulas y menos instruidas. Por supuesto, luego están también las creencias populares de la gente dando lugar a ideas mesiánicas, como el sebastianismo, la creencia en el retorno de Federico Barbarroja, etc. Pero esto es otra cuestión. Sencillamente, existían desde hacía décadas profecías y poemas populares que hablaban de que un día una muchacha vendría y salvaría a Francia (por ejemplos, las apócrifas Profecías de Merlín): hubo muchas "Doncellas" antes de Juana que no cuajaron, una que cuajó (Juana, probablemente con "ayuda" de la Corte francesa) y otras cuantas "Doncellas" después que tampoco tenían ya mucho que hacer.
 
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