Da Grappla Reloaded
Madmaxista
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Resulta curioso comprobar que tras la ley de Memoria Histórica la gente tenga cada vez menos claro de qué iba eso de lo que hoy se conmemora el aniversario. El Discurso Oficial es que había una República democrática y preocupada por el pueblo en la que gobernaban las izquierdas tras unas elecciones limpias y de repente sin venir a cuento unos cuantos militares malos malísimos apoyados por el Mal Absoluto en persona dan un golpe de Estado que fracasa, degenerando en una guerra civil en la que a pesar de ser más, más listos, mejores y estar en el Lado Correcto de la Historia, pierden los buenos.
Este discurso no hay por dónde cogerlo.
Estos son los datos. Estos son los hechos. Ésta es la historia.
Lo que mal empieza, mal acaba. Una bandera tan antiestética no podía crear un país hermoso
Ya tratamos de hablar de esa España en el artículo sobre José Antonio Primo de Rivera. Conviene detenernos en la naturaleza del régimen que detentaba el poder en España el 18 de julio de 1936. Se trataba de una República que surgió como burguesa pero que en ciertas cosas era bastante poco democrática, o por mejor decir, era muy poco de izquierdas. Esto es algo en lo que ya han incidido otros disidentes. Así, por ejemplo, jamás hubo un referendum para votar la Constitución y los partidos de izquierda se oponían al voto femenino calificándolo de "puñalada trapera para la República" (lo cierto es que el primero en proponer el sufragio femenino en España fue el carlista Vázquez de Mella, pero sobre el carlismo hablaremos más adelante).
De un Régimen precedido por un pronunciamiento en Jaca, salido de unas elecciones que perdieron los republicanos, y que desde el principio vio quemas de conventos centenarios (por mucho que "no valieran la vida de un solo republicano") o intentos de golpes de Estado, no podía esperarse que acabase bien.
La violencia fue una constante en la II República. A los españoles actuales que flipan con la Segunda Enmienda de los EEUU les debería resultar cuanto menos chocante que en España hubiese que cachear a los diputados en el Congreso. Los sindicatos eran verdaderas bandas de pistoleros (un modelo de pistola, la Star de 9mm, era conocida como la Sindicalista por algo). La Falange, harta de que les mataran a sus militantes, se metió también en el fregado.
Merece la pena detenernos en los movimientos "extremistas" en el momento de proclamarse el golpe. Comunistas y falangistas eran muy minoritarios, pero tenían acceso a resortes poderosos: los comunistas el apoyo de la URSS y su propia disciplina de partido; los falangistas de las simpatías de bastantes de los mejores militares de España. Pero en número palidecían frente a socialistas, anarquistas o carlistas. Estos últimos son los grandes olvidados en esta Historia, pero sin los cuales simplemente no habría habido Alzamiento. Luego veremos por qué.
Tras un golpe de Estado que fracasa por parte de las izquierdas en (donde la "legalidad republicana" la sostuvo un tal general Franco, curiosidades de la vida) y de un intento secesionista en Cataluña que quedó en espantoso ridículo (nada nuevo bajo el sol) en 1934, los escándalos de corrupción acaban con el gobierno de los radicales con la CEDA. Nuevas elecciones, en las que se presenta un Frente Popular de partidos de izquierda (idea que entonces promocionaban los comunistas para poder entrar en los Gobiernos, ya luego se las arreglarían para eliminar al resto de orates útiles). Pues bien, ni con el apoyo de los anarquistas ganan limpiamente. Hubo que recurrir al pucherazo descarado, falsificando actas y amenazando con 9 gramos de balium por vía intracraneal al que chistase, como han demostrado dos historiadores bastante valientes.
Como vemos, esto de los nacionalismos regionales es muy moderno
Aún así la derecha parecía ir aceptando el estado de cosas. La izquierda formó gobierno, Azaña presidente... pero las iglesias seguían ardiendo. Cosa de lo que se enorgullece la izquierda actual ("Arderéis como en el 36"... para acabar ganando como en el 39, supongo). Seguían asesinando a la gente por la calle de un modo que no volvería a verse en España hasta los años 80 en el País Vasco. El caso es que no se podía hablar de ello, la "ejemplar" Segunda República española tenía censura previa de prensa; es llamativa la enorme cantidad de caricaturas sobre la I República que duró menos de dos años en comparación con las de la II que duró cinco. Se imponía un relato. Sólo había una excepción: los discursos parlamentarios. Y el diputado José alopécico Sotelo lo aprovechó. Hablaba de lo que no se debía: la impunidad de las milicias del Frente Popular, la corrupción imperante... En un discurso en el que decía que si se seguía por ese camino los militares acabarían teniendo que elegir entre la sublevación o la anarquía, se le amenazó de fin. Dolores Ibárruri La Pasionaria dijo "Ese hombre ha hablado por última vez".
Así fue. La noche del 12 al 13 de julio de 1936 un grupo encabezado por Guardias de Asalto (guardaespaldas de políticos del PSOE como el mismo Indalecio Prieto que decía que el voto femenino era una puñalada trapera a la República, una alhaja) entran en casa de alopécico Sotelo, se pasan su inmunidad parlamentaria por el forro de los huevones y al poco tiempo lo asesinan.
Bien, llegamos al final de los prolegómenos. Este hecho significó que una serie de personas que estaban dubitativas o tibias se dieran cuenta de que era luchar o la fin segura. Y se unieron a una conspiración ya en marcha. El Frente Popular tuvo la brillante idea de esparcir lo más lejos que pudo a todos los militares que sospechaba de escasa lealtad a su Gobierno, para disminuir la probabilidad de éxito de un golpe de Estado en Madrid. Esto tuvo el efecto secundario de permitirles entablar relación con gente a priori lejana a asonadas militares pero que luego fue vital. El Director de la conspiración era el general Emilio Mola, destinado en Pamplona. Esto le permitió conectar con el Requeté, la milicia campesina carlista. Sí, los animales de cresta colorada que habitan en el monte y al grito de ¡rediós! atacan al hombre. Sí, aquellos a los que debemos la palabra "guiri". Esos.
El que debía tomar el poder sin embargo no era Mola, sino el carismático Sanjurjo que ya protagonizó una asonada en Sevilla en 1932 y estaba en el exilio en Portugal. Se unirían el grueso de las tropas africanistas, fogueadas en la Guerra de jovenlandia, con personajes como Millán Astray, el falangista Yagüe, Goded, Queipo de Llano... y Franco. El fichaje de última hora que acabaría por ser la estrella.
El 17 de julio Franco, exiliado en las Canarias (por la mentada brillante política republicana) ha enlazado con la tropa africanista y legionaria, que le admira. Ya se habían escuchado gritos de "¡CAFÉ!, ¡CAFÉ!" entre suboficiales y oficiales subalternos. Los jefes que no están en el ajo miran extrañados. Los que sí, saben que pueden contar con la Falange: CAFE es Camaradas, Arriba Falange Española. Se subleva la guarnición de Melilla.
La reacción del presidente del Consejo de Ministros, Casares Quiroga, es "Pues si los militares se han levantado, yo me voy a acostar". El Gobierno cuenta con el grueso del Ejército y generales como Miaja, la mayor parte de la aviación y casi toda la Armada. Confían en controlar la situación.
La verdad en la prensa, de vacaciones de verano
El 18 de julio se alzan guarniciones por toda la Península. En Sevilla se alza Queipo, lo que sorprende a muchos. Queipo de Llano, masón y republicano, ve una oportunidad de medrar. O quizá le llama su sentido del patriotismo. A medida que van triunfando y fracasando alzamientos en algunas ciudades, se ve que esta es la clave. El alzamiento fracasa en Madrid, Barcelona, Valencia, la Mancha y casi toda la franja cantábrica, triunfa en Navarra, Castilla la Vieja, Galicia, la Baja Andalucía y Zaragoza. En muchos barcos de la Armada la tripulación pasa por las armas a los oficiales. El Gobierno ha perdido el control.
Casares Quiroga que se acostó tan alegremente siendo presidente de un Gobierno, dimite. Durante unas horas lo sustituye Diego Martínez Barrio, sevillano, masón como él (la masonería jugó un papel importantísimo en todo esto: queda como ejercicio para los lectores averiguar cuáles de los nombres propios mencionados NO eran masones). Trata de negociar sin éxito con Mola para que deponga las armas. No lo consigue ("Es tarde, muy tarde") y lo sustituye José Giral. En una decisión sin precedentes, que sella el destino de la "legalidad republicana", se arma a las milicias de los sindicatos y partidos de izquierdas.
Ha comenzado, ya en serio, la Guerra Civil.