"Yo sólo leo escritoras", aquí ya no se publican hombres

Heteropatriarca

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Aquí ya no se publican hombres

Alberto Olmos

Siempre me ha gustado ser la voz de los humildes, de los perseguidos, de los silenciados y de los marginados. Es decir, de los hombres. Esto es obviamente una broma: los marginados me dan igual. Además, los hombres están estupendamente, Vinicius entretiene y los tractores duran décadas. Están estupendamente salvo que quieran publicar su primer o segundo libro. Ahí sí que están fastidiados.

Se hizo público la semana pasada el listado de finalistas del premio Ribera del Duero de Narrativa Breve, algo así como el premio Planeta del cuento. Es un premio que sigo desde su fundación, y que viene bien regado de dinero y de vino por los bodegueros de Castilla y León. El caso es que la participación del premio siempre ha rondado el millar de autores, lo cual quiere decir que todo el que escribe cuentos participa, y todo el que no escribe cuentos los escribe de pronto para participar. Fundado en 2009, en sus quince años de existencia ha cuajado un patrón curioso: siempre se presentan un 70% de hombres y un 30% de mujeres. Da igual cuántos ministerios de Igualdad se abran: esta proporción se mantiene inalterada.

Este año, en el certamen vitivinícola, han participado 1.109 personas; 830 hombres y 279 mujeres. Y los cinco finalistas del VIII premio Ribera del Duero de Narrativa Breve han sido cinco mujeres. Me comentaba alguien en X que la posibilidad de que esto suceda es de 1/1000. Pero ya les dije más arriba que las matemáticas se llevan regular con la literatura. Sumen a esto lo del premio Tusquets, seis veces ganado por una mujer; lo del premio Lumen de novela, al que sólo se pueden presentar mujeres (a su manera, se agradece, dado que no te hacen perder el tiempo); la editorial Tránsito, que sólo publica autoras; y el hecho, más espectacular, de que ya no se publican escritores jóvenes. Escritores varones, digo. En sellos más o menos musculados, sólo recuerdo el debut de Óscar García Sierra (1994) con Facendera (Anagrama, 2022). Poco, muy poco más.

Esta circunstancia, claro, arroja diversas catástrofes. La primera es la aniquilación de la vocación literaria masculina. Junto con el fracaso escolar de los chicos, y el suicidio de los hombres (y ser autónomo), esta aniquilación, falta de voz, falta de salida espiritual para los pocos muchachos que se sueñen escritores no le importa a nadie. Concurre aquí una ética futbolística muy precisa: es bueno pitar un penalti injusto en la segunda parte si pitaste un penalti injusto en la primera parte contra el otro equipo. Kant y yo lo vemos de otra manera: una injusticia no corregiría nunca otra injusticia. Lo desesperante, debe de ser no publicar siendo mujer: sólo es posible ese fracaso siendo terriblemente mala como escritora. Sin embargo, no se da aquí el caso de dos injusticias compensatorias, porque (como les he dicho mil veces) nunca se publicó en España a los hombres por ser hombres ni se dejó de publicar a las mujeres por ser mujeres. De hecho, siempre fue más fácil publicar siendo mujer, porque traías una historia distinta a la de, como poco, el 70% de los demás aspirantes. Ahora lo dramático, lo desesperante, debe de ser no publicar siendo mujer: sólo es posible ese fracaso siendo terriblemente mala como escritora.

Con todo, si los hombres jóvenes que quieren hoy publicar su primer libro (y también su segundo libro), se enfrentan a un sistema abiertamente refractario a sus obras, las mujeres que principian en esto de la literatura se enfrentan a su vez a algo nunca antes visto: fracasar de verdad. Fracasar de verdad va a ser así, amigas. Después de que la segunda novela de una autora en Tusquets, Anagrama o Alfaguara venda muy poco, el sello le rechazará la tercera. Entonces a lo mejor un sello de menos fuste financiero la reciba, pero no le publicará ninguna más. Luego esta autora escribirá dos, tres, hasta cuatro novelas nuevas, que nadie contratará. Y eso es fracasar definitivamente. Porque ahí no va a haber ya excusa heteropatriarcal, comodín del victimismo, ni gran reportaje en El País. Lo cierto es que todas las autoras que van publicando detrás de ti serán el motivo de que, llegado un momento, tus libros dejen de interesar. Como se publican literalmente decenas de autoras nuevas cada año (al punto de que me cuesta distinguir ya quién es el padre de quién, con tantos libros escritos sobre su padre que publican estas chicas), lo que viene es una exquisita masacre, en no más de cinco años.

Creo que esto antes pasaba menos, porque había tan pocas autoras (y solían ser mejores) que su longevidad editorial estaba prácticamente asegurada. Buena prueba de que estas tragedias no se las han explicado a las escritoras fue un artículo de (cómo no) El País cuyo titular rezaba: "Quién puede escribir por amor al arte: el silenciado coste de convertirse en autora", donde se nos hablaba de cómo las escritoras descubrían “las trampas y dificultades materiales de su oficio”. O sea, que de publicar libros no se puede vivir casi nunca. Es espectacular decir que convertirse en escritor tiene un "coste silenciado", pues debe de ser el coste silenciado más estrepitoso del mundo. "Las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!", leíamos ya en segundo de BUP en Luces de bohemia, de Valle-Inclán. A lo mejor es que estas autoras no hicieron el BUP.

Este panorama (de chicos que, si ya tenían difícil publicar, ahora lo tienen prácticamente imposible, y de autoras que van a pasar de la revolución feminista al exterminio editorial más despiadado) no afecta en rigor a la dinámica darwinista propia del mundo de las letras. Como fuera, al final quedan tres o cuatro autores por generación, y normalmente son buenos o la gente por lo menos los lee. Todo lo demás no es ni ideología ni literatura: es simplemente mercado. Como me han dicho ya numerosas amigas: "Yo sólo leo escritoras". Así que, hasta que os canséis, el mercado os dará escritoras.
 
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Me mandan recomendaciones literarias al correo.

Es rarísimo que me recomienden un libro escrito por un autor de sesso masculino.

Luego voy a las páginas de novedades y corroboro que la narrativa está dominada por charos de una manera abrumadora. Y si encuentro una novela que me pueda interesar de algún autor, la mayor parte de las veces está protagonizada por una mujer.

¿Este giro ha podido surgir de una manera espontánea o está dirigido?

Ver archivo adjunto 1789331
Nueva serie de estos autores: La inspectora Nora Kelly
Cuando mataron al personaje periodista que bebía whisky del caro, dejé de leerles.
Me caía mejor que Pendergast.
 
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