MK-ULTRA Proyect & Mind Control. Las cobayas alemanas del Dr. Gottlieb.

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Como es bien sabido y está ampliamente documentado, el célebre programa MK-ULTRA había sido puesto en marcha en noviembre de 1953 de manera clandestina por el Gobierno norteamericano para promocionar especialmente la investigación de sustancias psicoactivas —especialmente el LSD— «bajo condiciones operativas». Oficialmente, lo que se pretendía era contrarrestar el posible lavado de cerebro soviético mediante el desarrollo de sus propias técnicas de manipulación y programación: técnicas que en muchas ocasiones involucraron drojas alucinógenas empleando como conejillos de indias a miles de ciudadanos estadounidenses.

De hecho, el lavado de cerebro o «condicionamiento de la mente» del hombre fue iniciado en Rusia o, para expresarnos con absoluta propiedad, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), por el profesor judío Lev G. Levin (1866-1938), jefe de los servicios médicos de la Clínica del Kremlin e íntimo de otro no menos siniestro israelita, Guénrij G. Yagoda (a) Yehuda o Yeguda (1891-1938), jefe de la terrorífica NKVD que tenía como segundo a su conracial Yákov Agránov (1893-1938), otro destacado y sanguinario miembro de la Checa. A través de una amplia red de centros y sanatorios psiquiátricos (o «psikhushkas») encargados de la represión política, la Unión Soviética recluyó a cientos miles de disidentes de la época que no creían en las falacias socialistas-igualitarias impuestas por el Gulag soviético administrado por los hebreos.

Vladimir Bukovsky, conocido disidente ruso y antiguo miembro de las Juventudes Comunistas de la URSS, redactó en 1970 un sensacional informe sobre la frecuente utilización de la psiquiatría para fines de represión policial en su país. Este documento fue publicado por primera vez en castellano con el título "Una nueva enfermedad mental en la URSS: la oposición" (Lasser-Press, México, 1972).
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Por su parte, Alexander Solzhenitsyn, en su celebérrima obra "Archipiélago Gulag", da también abundantísimos e impresionantes ejemplos del sistema represivo-psiquiátrico que imperaba en la URSS, y menciona al Dr. Levin como «padre» del invento. Los «tratamientos» eran terribles: electrochoque, radiación, celdas de aislamiento, trabajos forzados, drojas, torturas y palizas. En la democrática, igualitaria y antifascista Norteamérica el sistema es idéntico. Véase sólo el caso más conocido en la actualidad: Guantánamo, y su homóloga en Irak: Abu Ghraib.

Levin fue al mismo tiempo responsable directo de numerosas muertes, cuyos diagnósticos, sospechosamente, nunca coincidían con los informes de las autopsias. Recordemos que la «Clínica» del Kremlin, que tenía asignado un equipo de doctores, tenía como clientela exclusiva a los altos jerarcas del Partido y a todos los miembros del Comité Central. El médico personal de Stalin era el doctor Leonid Kuperin, jefe de la «Clínica». Y Kuperin, posteriormente ejecutado, es judío como lo fueron la mayoría de los médicos implicados en el asesinato de Joseph Stalin en 1953, entre ellos uno de los propios hijos del dr. Levin.

No debemos olvidarnos que fue Kuperin quien personalmente efectuó la autopsia del cadáver de Stalin, siendo su testimonio el decisivo para «probar» que su defunción fue debida a una «fin natural». Otro israelita, Yuri Levitan (1914-1983), el locutor de Radio Moscú más famoso e influyente de la URSS, fue el encargado de leer al día siguiente ante la nación el parte de los hechos.

Aunque quien más notoriedad adquiriría sería el bioquímico soviético Grigori Moissevitch Mairanovski (1899-1964), naturalmente judío también, conocido como el Doctor Veneno. Durante el régimen de Stalin realizó experimentos en presos políticos y prisioneros alemanes capturados durante la II Guerra Mundial con derivados del gas mostaza, digoxina, talio, ricina, colchicina, etc, que administraba de distintas formas, a través de la piel, en los alimentos, inyecciones, en el agua de beber, etc. Su objetivo era encontrar un veneno incoloro que matara al instante y no apareciera en ninguna prueba toxicológica realizada en la sangre del cadáver. A los «voluntarios» que seguían vivos a los quince días después de haberles suministrado el producto tóxico, los mandaba ejecutar (“Muy Interesante”, núm. 400, septiembre 2014, pág. 98).

Con la finalidad de contrarrestar las técnicas de manipulación soviéticas, el gobierno norteamericano canalizó sumas importantes de dinero hacia el mundo académico a través de una serie de fundaciones privadas y organizaciones pantalla. Un informe de la Comisión Rockefeller elaborado a raíz de ciertos documentos publicados por el “New York Times” en diciembre de 1974 acerca de dichas actividades ilegales, lo deja bien claro solo unos meses después, concretamente en verano de 1975: «El programa de investigación con drojas era solo una parte de otro programa mucho más ambicioso y de largo alcance que la CIA había puesto en marcha en aras del control humano a partir de los descubrimientos de las ciencias de la conducta».

En sus años de existencia el proyecto MK-Ultra había trabajado en colaboración con al menos 80 instituciones nacionales, entre las que se contaban 44 universidades y escuelas superiores, 15 compañías privadas, 12 hospitales y clínicas, y tres instituciones penitenciarias. Para llevar adelante este programa la CIA se encargó de reclutar a decenas de científicos. Se saben los nombres de muchos de ellos. El sociólogo judío Jay Schulman de la Universidad de Rutgers, reconoce su participación en tales proyectos: «Lo cierto es que muchos científicos izquierdistas hicimos un trabajo muy bueno para ellos, un trabajo lamentablemente bueno».

Precisamente, no es ningún secreto que la mayoría de los nombres de todas las personas altamente vinculados en los puestos clave de los experimentos MK-Ultra y los que siguieron posteriormente bajo otras siglas, han pertenecido a cierta “minoría” étnica que no se puede nombrar, aunque esto último no lo mencionen en ninguna parte los sesudos escritores e historiadores «oficiosos» del Sistema. Esto no es un descuido menor.

Una lista que estaría encabezada por los siguientes nombres: L. Rubenstein, Harold Abramson, Heinz Layman, Herbert Kelman, Herman Kahn, Harold E. Himwich, L. Jolyon West, Jay Katz, Abraham Wikler, Leon Arensberg, Ike Feldman, Luther W. Greene, Harry "Jacob" Anslinger, Franz J. Kellmann, Nathan Kline, Lothar B. Kalinowsky, Joel Elkes, Lauretta Bender, James B. Cattell, Leo Goldberger, Andrew Feldmar, George H. White (a) Weiss, Albertine Calef (esposa del anterior, de padres judíos egipcios), Abraham Hoffer («pionero» de la terapia psicodélica), Edwin Goffman (tenido por uno de los mayores teóricos de la sociología), Walter Freeman (inventor de la «Lobotomía»), Paul H. Hoch, psiquiatra y consejero de la CIA, que llegó a ocupar el cargo de jefe del Departamento de Higiene Mental del Estado de Nueva York o Max Fink, el considerado «padrino» de la terapia de electroshock en los Estados Unidos. Según un documento de la CIA, Fink dijo a los funcionarios que «un individuo poco a poco se puede reducir mediante el uso de un tratamiento de electroshock a nivel vegetal».

Tampoco nos podemos olvidar del dr. Luther W. Greene (nacido Greenbaum), director científico del Cuerpo Químico del Ejército de los EE.UU., quien después de la II Guerra Mundial comenzó a experimentar con niños y adultos para los militares insertando a menudo simbología cabalista en sus programas de control mental. Greene fue conocido por ser el principal responsable de difundir tras la guerra europea toda la interminable serie de vilezas y patrañas que rodearon la figura del célebre doctor Josef Mengele. Un tema que ya he tratado más ampliamente en otro hilo.

Ahora bien, el responsable de liderar el equipo de investigación del LSD a cargo de la CIA, fue un siniestro científico llamado Sidney (“Sid”) Gottlieb (1918-1999), bautizado como «doctor fin», nacido en el Bronx en el seno de una familia judía ortodoxa de origen húngaro que se había naturalizado norteamericana, aunque él nunca abrazó la fe de sus progenitores, y experimentó con todo a lo largo de su vida, desde el socialismo al agnosticismo, pasando por el budismo zen.

El Dr. Gottlieb era un reconocido experto en venenos y a su alrededor formó un equipo de médicos, científicos y agentes secretos de ideas similares, generosamente pagados con dineros públicos. Durante veinte años fue el encargado de dirigir la División Química del TSS (Technical Services Staff) de la CIA, herencia directa del departamento de Investigaciones creado anteriormente por Stanley Lovell bajo la cobertura de la OSS. Gottlieb supervisó prácticamente todos los programas de control y modificación de la conducta desarrollados por el TSS entre los años 1951 y 1973. Según sus propias declaraciones efectuadas el 21 de septiembre de 1977, el proyecto tenía como propósito «investigar como podría ser posible controlar la mente humana y modificar el comportamiento de los individuos sin que éstos se dieran cuenta». Una tarea que por lo visto se convirtió en su gran obsesión. «Soñaba con convertir a un ser humano normal en un robot —señala el especialista relleniton Thomas, "Las torturas mentales de la CIA", pág. 16— cuyo sistema de valores se pudiera alterar para siempre, que fuera capaz de apiolar siguiendo órdenes y que, al mismo tiempo, estuviera programado para olvidar quién le había dado esas órdenes».

Curiosamente, sus primeros experimentos con cobayas humanas se desarrollaron en el viejo continente. En 1952, poco después de ser contratado por la CIA, viajó con su equipo a una Alemania ocupada y devastada todavía por las heridas de la derrota, con el objetivo de buscar en los campos de prisioneros de guerra «individuos de lealtad dudosa, sospechosos de ser agentes dobles o miembros de las Waffen SS». Decenas de estos individuos, catalogados como «prescindibles» y «aptos para nuestros experimentos», fueron trasladados a diversos pisos francos donde se les suministró dosis masivas de drojas. A otros se les aplicó una terapia electrocompulsiva con el mismo propósito. Como los experimentos no dieron los resultados deseados, mataron a todos los «prescindibles» y quemaron sus cadáveres (relleniton Thomas, op. cit., págs. 79-80).

Posteriormente Gottlieb realizó sus experimentos de común acuerdo con otro siniestro personaje y destacado científico de la época, Ewen Cameron (1901-1967), director del Allan Memorial Institute de Montreal (Canada), que dirigía con plena autoridad, una institución pionera en psiquiatría clínica, que abarcaba también investigación biológica y social, creada en 1943 gracias a las aportaciones económicas de la Fundación Rockefeller. Los dos principales colaboradores del Dr. Cameron, amigo de Allen Dulles, director de la CIA, eran los judíos Leonard Rubenstein y Karl Stern, mientras la principal fuente de ingresos destinada a costear sus investigaciones provenía de la Human Ecology Foundation, una tapadera de la CIA, cuya presidencia fue ocupada por el Dr. Harold Wolff, seguramente judío también.

Los vínculos de Dulles con Cameron se remontaban a los años de la II Guerra Mundial, cuando ambos trabajaron juntos para destruir el nacionalsocialismo. Tras la guerra, Cameron, enviado a Nuremberg para «valorar» el estado mental de los dirigentes alemanes, escribió un documento proponiendo que todo alemán «de más de doce años recibiera un tratamiento a base de electroshocks suficiente para eliminar de su mente cualquier vestigio de nazismo» (relleniton Thomas, op. cit., pág. 131).

En 1958 una unidad de tratamiento de LSD se estableció en las instalaciones de Potwick (Reino Unido) secretamente financiada, como se descubrió años más tarde, por la CIA, el MI6 y la Fundación Macy. Esta unidad, dedicada a suministrar LSD a los pacientes, estuvo dirigida por el Dr. judío Joel Elkes, científico de «renombre mundial» y anterior jefe de psiquiatría de la Universidad John Hopkins, en Baltimor (USA). No obstante, el hombre clave del programa MK-Ultra en el Reino Unido fue un controvertido psiquiatra llamado William Sargant, asesor de los servicios secretos británicos, MI5 y MI6, y auténtica autoridad en técnicas de lavado de cerebro. Amigo de Sidney Gottlieb y Ewen Cameron, es autor de "La conquista de la mente humana. Fisiología de las conversiones y del lavado del cerebro", publicado en 1957, uno de los primeros libros sobre dicha temática, en el que se ofrece una mirada académica sobre la fisiología del cerebro y los sistemas de creencias que modulan la "realidad" del individuo.

Las teorías de Sargant fueron citadas con aprobación por dos célebres masones y apóstoles del mundialismo como Bertrand Russell y Aldous Huxley. Dos de sus colaboradores en sus proyectos fueron una pareja de judíos alemanes exiliados de nazismo en el Reino Unido: Eva Frommer, miembro fundador del Royal College of Psychiatrits en 1972, y Rudolf Karl Freudenberg, quien, junto con su esposa la dr. Gerda Freudenberg. Este matrimonio está considerado como pionero por sus importantes contribuciones a la reforma de la psiquiatría británica.
 
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