El peligro del "transhumanismo" y la "cibernética". Nuestra extinción ya tiene fecha.

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La cibernética o ciencia general de los sistemas, nació durante la II Guerra Mundial, cuando hubo la necesidad de enfrentarse a problemas técnicos importantes. El término se debió a un siniestro físico y matemático nacido en Columbia (Missouri) llamado Norbert Wiener (1894-1964), originario de una familia judía de Odessa (Rusia), que gustaba recordar que sus antepasados lejanos habían conocido al autor mítico del Golem, el rabino Löw de Praga. Precursor de la «psicología cognitiva», Wiener ejerció como profesor de matemáticas en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), considerado como una de las mejores escuelas de ingenieros del mundo, y cuyo actual presidente es el judío Rafael Reif Groisman, miembro de la junta del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR). Durante el conflicto bélico europeo, Wiener trabajó para las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos «ofreciendo sus conocimientos como contribución a la lucha contra el fascismo».

De diversos trabajos realizados por Wiener, Rosenblueth, Rachewsky y McCulloch, se dedujo la profunda analogía entre el comportamiento de las máquinas y el de los organismos biológicos. Según sus revolucionarias concepciones «el hombre no es más que un sistema que procesa información» y el cerebro tan solo «una máquina que consta de interruptores y circuitos de control, bucles de retroalimentación y nodos de comunicación».

Las deshumanizadas teorías de Wiener fueron plasmadas en diferentes ensayos como Cibernética. El control y comunicación en animales y máquinas, que se convertiría en la carta magna de la fundación de dicha ciencia. La obra, pionera en la materia y editada en París en 1948, tuvo un éxito enorme, siendo aclamada como uno de los «libros fundamentales […] comparable en su importancia a […] Galileo, Malthus, Rousseau o Mill. Y considerado por veintisiete historiadores, economistas, educadores y filósofos como uno de los libros publicados durante “las cuatro últimas décadas” que quizá tenga un impacto sustancial en el pensamiento y la acción públicos de los años venideros» (Cit. D. Estulin, El Instituto Tavistock, pp. 231-2). Posteriormente fue sustituido por otros libros más actualizados que sirvieron para llevar al gran público la idea de una «ciencia de los organismos», tales como Cibernética y Sociedad (1950), Dios y Golem S.A. (1964), etc.

Sus investigaciones fueron financiadas como de costumbre por fundaciones muy vinculadas a la CIA como la Rockefeller, Ford, Russell, Macy, etc., y secundadas por un devoto grupo de científicos de las más diversas disciplinas (ingenieros, biólogos, psicólogos, neurólogos, etc.), todos ellos de su misma antropología racial y en muchos casos estrechamente relacionados con el programa MK-Ultra, como Kurt Lewin, Arturo Rosenblueth (pionero de la cibernética y candidato al Premio Nobel), Harold Abramson, George Dantzig, Leonid Kantorovich, Yoshua Bengio, Nathan Klein, John McCarthy (hijo de una judía lituana miembro del Partido Comunista), Claude Shannon (oficialmente no judío, aunque su esposa, Norma Levor, era israelita), David Levy (autor de Amor y sesso con robots), ****a Pearl, "padre" de la Inteligencia Artificial, etc.

Aunque muy especialmente sobresale por encima de todos John von Neumann (1903-1957), conracial de los anteriores, quien desempeñó un papel decisivo en las más elevadas instancias de la investigación científica aplicada a todos los campos. Sus contribuciones como matemático determinaron, al igual que las de Einstein, gran parte del movimiento ideológico contemporáneo, tras establecer una de las ecuaciones fundamentales de la física teórica, origen de las relaciones entre cibernética y ordenadores.

Fue en un célebre trabajo presentado durante un coloquio en septiembre de 1948, cuando Neumann puso de relieve el paralelismo riguroso que existía entre el ordenador y el cerebro. En él demostró la posibilidad de considerar el ordenador como un modelo de cerebro y, eventualmente, ciertas funciones del cerebro como modelos de las funciones que había de realizar el ordenador, principio de la biónica. La notoriedad alcanzada por Neumann en su época, tras convertirse en uno de los mayores tesoros intelectuales de los EE.UU., hizo que fuese escoltado permanentemente por oficiales de los servicios secretos en sus asistencias y desplazamientos a las múltiples conferencias celebradas en el extranjero.

Otro caso ejemplarizante es el del psiquiatra Nathan Klein, cuya familia procedía de Polonia, pues fue quien acuñó por primera vez en un artículo escrito en 1960 el término «cyborg». En el mismo se proponía la creación de robots pensantes, medio humanos medio máquinas, a los que se acabaría dotando con la capacidad de aprender y reproducirse, de manera idéntica al «cyborg» interpretado por Arnlod Schwarzenegger en el film «Terminator» (cuya 4ª parte, «Terminator Salvation», lleva guión del judío Anthony E. Zuiker), donde la máquina, el desalmado «golem» artificial, se rebela contra su creador en un intento por exterminar a la especia humana.

Esta película refleja con meridiana exactitud la perversa peculiaridad de la psicología judía. La actividad envenenadora y parasitaria del judaísmo, su falta de nacionalidad y desarraigo, ha sido la característica esencial que le ha llevado a desvalorizar por completo el principio aristocrático de la naturaleza negando al ser humano el valor del pueblo y de la raza, que sostienen y condicionan toda personalidad individual. Y solo al judaísmo y a ningún otro pueblo de la tierra le está adherida esta tendencia destructora como una maldición de necesidad natural, biológica, a la cual no puede sustraerse, puesto que su código de conducta responde exclusivamente a su naturaleza interna, orgánica, diferente a la del pueblo huésped que parasita. De ahí a la subversión marxista con su nuevo modelo de sociedad alineada, utópica, racionalista y de terror institucionalizado, encarnada en el «homo soviéticus», solo hay un paso.

Y es que la doctrina marxista está destinada a suministrar el fundamento y la justificación científicos de las aspiraciones materialistas del judaísmo. Por lo que no puede resultar extraño la talmúdica y diabólica animadversión que el judío y sus sistemas de control (capitalismo-comunismo) eternizados como una especie de maldición divina, han profesado siempre a la sociedad tradicional europea arraigada en la sangre y en el suelo y a todos los valores e ideales que están ligados a estos, también el arte, la ciencia y la cultura, que han garantizado al hombre blanco su verdadera libertad y su adecuada interrelación con el cosmos y la naturaleza, a la que el judío odia, de ahí su preferencia a cualquier clase de ambiente artificial, por sórdido que sea.

El tenebroso y desalmado modelo de esclavitud social y control mental enmascarado bajo la parodia igualitario-democrática propuesto por este grupo de «expertos» se basa en la «afirmación de que el cerebro humano no era más que una compleja máquina de entrada y salida de datos y que el comportamiento humano, en efecto, podía programarse, tanto para los individuos como para la sociedad» (Estulin, op. cit., p. 230).

Precisamente entre los primeros que hicieron sus aportaciones a la Inteligencia Artificial se encuentra otro famoso científico informático de raza judía llamado Joseph Weizenbaum, autor de la obra La frontera entre el ordenador y la mente (v. al respecto: «Joseph Weizenbaum, pionero de la informática», “EL PAIS”, 09-04-2008).

Su meca actual es Silicon Valley. Es ahí donde todos estos apóstoles del llamado transhumanismo (informáticos, genetistas, ingenieros en robótica e inteligencia artificial, etc), pretenden que la especie humana evolucione echando mano de las tecnologías emergentes. Se asegura que Google, propiedad de Larry Page y Sergéi Brin, dos jóvenes multimillonarios judíos considerados los grandes «popes» de Silicon, es quien marca la pauta en esta siniestra utopía en la que están invirtiendo millones. Y para ello han fichado al «profeta» del transhumanismo —término acuñado en 1957 por el biólogo Julian Huxley, francmasón y primer director de la Unesco―, el informático Ray Kurzweil, casualmente judío también, jefe de ingeniería de Google, autor del libro El secreto del pensamiento humano y asesor de Calico, el proyecto más «ambicioso y secreto» del gigante de Internet, cuyo objetivo es resolver la fin como si fuera un problema de ingeniería.

Su método consiste en «combinar toda la información médica, biológica y genética disponible en una inteligencia artificial dotada de herramientas para el autoaprendizaje que generen nueva información, cada vez más refinada y potente» (“XL Semanal”, 09/08/2015, núm. 1450, p. 17). Para ello pronostican dos fechas clave. La primera es 2029, donde los ordenadores adquirirán conciencia de sí mismos. Para entendernos, la inteligencia artificial tendrá «alma». La segunda es 2045: a partir de entonces las máquinas serán más inteligentes que la especie humana. Se producirá entonces el triunfo del Robo sapiens, que según Kurzweil, al que han otorgado dieciocho doctorados y ha fundado una docena de exitosas compañías, supondrá un salto evolutivo y convertirá al ser humano actual en obsoleto. Máquinas y hombres estarán por entonces tan simbiotizados que acabarán siendo indistinguibles. Esta revolución puesta en marcha por Silicon Valley con un fervor casi mesiánico, la sintetiza el historiador israelí Yuval Noah Harari con la siguiente cita: «Ray Kurzweil está creando la nueva religión. La religión que conquistará el mundo».

Cuando se compara este cuadro de ideas con el reflejado por las películas de ciencia ficción judías, se advierte enseguida en ambas una notable y preocupante similitud. El cibermundo virtual controlado por el «Gran Hermano» que nos muestra la conocida trilogía «Matrix Reloaded» producida por el judaico trust Warner Brother resulta verdaderamente estremecedor.

Tampoco puede sorprender, para finalizar, que el director de dicha saga cinematográfica sea de nuevo otro miembro del «pueblo elegido», Joel Silver, lo mismo que J. J. Abrams, descrito como «el niño mimado de Hollywood», director de la película «Star Trek» y de la séptima parte de «La Guerra de las Galaxias», básicamente una parodia de la II Guerra Mundial ―donde los buenos aparecen como los malos, y los malos como los buenos—, en la que los humanos conviven alegremente con todo tipo de seres grotescos y mutantes.
¿Qué fecha y por qué? Resumen.
 
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