steppenwulf
Madmaxista
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La historia es semiótica por naturaleza. Presupone la semiotización de la realidad
¿Qué es entonces la historia?
La noción de historia, como el concepto de semiótica, tiene al menos dos significados. Corresponde a la totalidad de las cosas sucedidas (res gestae) o a la narración sobre el pasado (historia rerum gestarum), en cierto sentido un texto narrativo.
"Para que el pasado se volviera el objeto del estudio histórico tuvo que entenderse como pasado, es decir, como alienado del presente, y tuvo que atribuirse a un nivel de tiempo distinto (a una realidad diferente). El proceso de alienación del presente presupone así una semiotización del pasado, lo que implica que el pasado "se organiza como texto que se lee desde una perspectiva del presente".
De hecho, observa Peter Grzybek, parece que cada vez hay mayor acuerdo respecto a los fundamentos semioticos de la historia en las discusiones historiológicas actuales. El mayor cambio consiste en que quien tenga que ver con la historia no se enfrenta con hechos sino más bien con artefactos o, con mayor precisión, con mentefactos.
Para Partner la historia es "significado impuesto al tiempo por medio del lenguaje". En última instancia, el lenguaje y los textos de base lingüística terminarían siendo la clave para entender la historia, una noción que está muy cerca de la posición más radical que dice que lo histórico no puede ser no lingüístico o prelingüístico.
Hay otras actitudes más reservadas y cautas, quienes nos previenen sobre la necesidad de definir más de cerca cuáles textos se pueden interpretar para representar la historia. De acuerdo con estos autores "la historia no se puede explicar nada más como texto" puesto que existen factores extratextuales (las condiciones sociales e históricas dentro de las cuales se producen los textos semióticos) que subyacen a la narrativa y determinan el punto de vista del "narrador".
Empero, los partidarios de la semiótica cultural, como Boris Uspenskij, no siguen esta forma de pensamiento; para Uspenskij la historia es semiótica por naturaleza, en la medida en que presupone una particular semiotización de la realidad —esto es, la tras*formación de no-signos en signos, de no-historia en historia. En cuanto al estatus semiótico de la historia, esto implica la convicción de que en tal caso los supuestos factores "extratextuales" son históricamente relevantes, lo cual dará por resultado textos que, a su vez, puedan someterse a análisis semiótico.
Parece razonable subrayar que "es a través del lenguaje, no como un medio de comunicación, sino como una forma de modelar el mundo, que se tras*mite la historia así definida". Una precondición para una semiótica de la historia exitosa es, entonces, la reconstrucción de un modelo del mundo históricamente remoto, al cual tengamos acceso solamente a través de textos.
En términos muy generales el propio "mundo", cuyo modelo podrá ser descrito, es la interrelación entre seres humanos y su entorno. Puesto que el "mundo" ya es el resultado de un procesamiento de información, un "modelo del mundo" no puede ser el resultado del procesamiento de hechos primarios en el nivel de receptores orgánicos (percepción); más bien es el resultado de un proceso secundario, basado en sistemas sígnicos.
El "mundo" es, en otras palabras, un mundo procesado psicológicamente, el Mundo Dos en términos de Popper. Este modelo del mundo se puede expresar en varias formas de comportamiento humano o, más bien, como resultado de este comportamiento —esto es, en textos. Los textos, en este sentido, no son sólo textos verbales, en un sentido amplio (semiótico) de este término también; monumentos de cultura material, pinturas de cuevas, ceremonias funerarias, etcétera —todos estos fenómenos culturales se llaman "textos". Y todos estos textos no existen independientemente el uno del otro sino que están coordinados mutuamente y forman un sistema homogéneo que, al mismo tiempo, sirve de programa tanto para el comportamiento individual como para el colectivo.
¿Qué es entonces la historia?
La noción de historia, como el concepto de semiótica, tiene al menos dos significados. Corresponde a la totalidad de las cosas sucedidas (res gestae) o a la narración sobre el pasado (historia rerum gestarum), en cierto sentido un texto narrativo.
"Para que el pasado se volviera el objeto del estudio histórico tuvo que entenderse como pasado, es decir, como alienado del presente, y tuvo que atribuirse a un nivel de tiempo distinto (a una realidad diferente). El proceso de alienación del presente presupone así una semiotización del pasado, lo que implica que el pasado "se organiza como texto que se lee desde una perspectiva del presente".
De hecho, observa Peter Grzybek, parece que cada vez hay mayor acuerdo respecto a los fundamentos semioticos de la historia en las discusiones historiológicas actuales. El mayor cambio consiste en que quien tenga que ver con la historia no se enfrenta con hechos sino más bien con artefactos o, con mayor precisión, con mentefactos.
Para Partner la historia es "significado impuesto al tiempo por medio del lenguaje". En última instancia, el lenguaje y los textos de base lingüística terminarían siendo la clave para entender la historia, una noción que está muy cerca de la posición más radical que dice que lo histórico no puede ser no lingüístico o prelingüístico.
Hay otras actitudes más reservadas y cautas, quienes nos previenen sobre la necesidad de definir más de cerca cuáles textos se pueden interpretar para representar la historia. De acuerdo con estos autores "la historia no se puede explicar nada más como texto" puesto que existen factores extratextuales (las condiciones sociales e históricas dentro de las cuales se producen los textos semióticos) que subyacen a la narrativa y determinan el punto de vista del "narrador".
Empero, los partidarios de la semiótica cultural, como Boris Uspenskij, no siguen esta forma de pensamiento; para Uspenskij la historia es semiótica por naturaleza, en la medida en que presupone una particular semiotización de la realidad —esto es, la tras*formación de no-signos en signos, de no-historia en historia. En cuanto al estatus semiótico de la historia, esto implica la convicción de que en tal caso los supuestos factores "extratextuales" son históricamente relevantes, lo cual dará por resultado textos que, a su vez, puedan someterse a análisis semiótico.
Parece razonable subrayar que "es a través del lenguaje, no como un medio de comunicación, sino como una forma de modelar el mundo, que se tras*mite la historia así definida". Una precondición para una semiótica de la historia exitosa es, entonces, la reconstrucción de un modelo del mundo históricamente remoto, al cual tengamos acceso solamente a través de textos.
En términos muy generales el propio "mundo", cuyo modelo podrá ser descrito, es la interrelación entre seres humanos y su entorno. Puesto que el "mundo" ya es el resultado de un procesamiento de información, un "modelo del mundo" no puede ser el resultado del procesamiento de hechos primarios en el nivel de receptores orgánicos (percepción); más bien es el resultado de un proceso secundario, basado en sistemas sígnicos.
El "mundo" es, en otras palabras, un mundo procesado psicológicamente, el Mundo Dos en términos de Popper. Este modelo del mundo se puede expresar en varias formas de comportamiento humano o, más bien, como resultado de este comportamiento —esto es, en textos. Los textos, en este sentido, no son sólo textos verbales, en un sentido amplio (semiótico) de este término también; monumentos de cultura material, pinturas de cuevas, ceremonias funerarias, etcétera —todos estos fenómenos culturales se llaman "textos". Y todos estos textos no existen independientemente el uno del otro sino que están coordinados mutuamente y forman un sistema homogéneo que, al mismo tiempo, sirve de programa tanto para el comportamiento individual como para el colectivo.