GordonGekko
Madmaxista
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Ayer fue un día que no olvidaré jamás, un día que quedará grabado en mi memoria con una mezcla de vergüenza . Todo comenzó con mi decisión de ir a votar, como buen forero. Me desperté temprano, con la intención de llegar al colegio electoral antes de que se formaran las largas filas de charos y incels.
Vestí mis mejores galas, queriendo dar una buena impresión por si había alguna mujer mirando.
El camino al colegio electoral fue tranquilo, hasta que, a unas pocas cuadras, ocurrió el primer desastre del día. Iba caminando alegremente cuando sin dame cuenta, pisé un enorme truño y olía encima a turño de humano. Sentí ese desagradable aplastamiento y, al mirar hacia abajo, me di cuenta de la magnitud del desastre. Intenté limpiarlo contra el borde de la acera, pero la cosa solo empeoró. El excremento se había metido en todo mi zapato y ahora no solo olía fatal, sino que también estaba esparcido por todos lados.
Sin muchas opciones, continué mi camino hacia el colegio electoral, esperando que nadie notara el olor. Una española pasó a mi lado y puso cara de ardor de estomago, luego una asiática pasó y me sonrió. La verdadera saluc.
Al llegar, intenté limpiarme una vez más, frotando mi zapato contra el césped al lado de la entrada, pero aquello parecía una tarea imposible. Me adentré en el edificio, intentando caminar con disimulo. Al principio, parecía que nadie había notado nada, pero pronto empecé a oír susurros.
La gente en la fila comenzó a mirar hacia abajo, a sus zapatos, luego a los de los demás y finalmente a los míos. Sentí un calor en el rostro que solo podía significar una cosa: había sido descubierto. El olor y la cosa brotal me delataban, tendría que haber vuelto a la cueva y los doritos?
Intentando mantener la calma, me dirigí al mostrador para recoger mi papeleta de votación. Cada paso que daba dejaba un rastro inconfundible de mi desgracia. El olor era insoportable y cada vez más fuerte.
Para mi horror, al entrar en la sala de votación, me di cuenta de que había dejado un sendero marrón desde la entrada hasta la mesa de votación.
La Charo que repartía las papeletas me miró con una mezcla de caro ardor de estomago y repruebo con toda su alma. Como si me quisiese meter una viogen. Justo cuando estaba a punto de recoger mi papeleta, el encargado del lugar, un hombre de mediana edad con cara de casamami, gritó:
Quién ha traído todo este desastre aquí?
Sentí un nudo en el estómago y los narices encorbatados. Los presentes comenzaron a mirar a su alrededor, buscando al culpable, y yo hice lo único que se me ocurrió en ese momento.
Me escondí tras una de las cortinas electorales y me puse a limpiar la cosa en la cortina, con la esperanza de que el drama se calmara y pudiera votar tranquilamente.
Mientras esperaba tras la cortina, escuché cómo la gente se quejaba del olor y cómo trataban de localizar la fuente del problema. Intenté pensar en una manera de salir de allí sin ser notado, pero justo en ese momento, un fuerte viento se coló por una ventana abierta, haciendo que varias papeletas de votación salieran volando por los aires, todo mezclándose con la cosa del suelo, quedándose allí pegadas.
La sala se convirtió en un caos de Charos metiendo voces y organizanso. En cuestión de segundos, papeletas flotando por todos lados, personas corriendo tras ellas, y yo, atrapado tras la cortina, viendo el desastre desarrollarse.
Aproveché la confusión para salir de mi escondite, pero al intentar escabullirme hacia la salida, una de las Charos encargadas de la mesa electoral me vio. Con el dedo apuntándome, cara de ardor de estomago y muy mala ostra gritó:
Eh, eh, eh, has sido tú el de la cosa.
Sentí como si el mundo se detuviera, todas las miradas chariles se clavaron en mí. Sin pensarlo dos veces, eché a correr hacia la salida, dejando a mi paso un rastro aún más evidente del truño, con las charos más encabronadas intentando alcanzadme. Los incels me miraban con cara de alegría y se apartaban a mi paso. Al salir, oí a la misma Charo seguir gritando:
No puedes irte así! Tienes que limpiar esto!
Pero para entonces ya estaba en la calle, corriendo tan rápido como podía, con la esperanza de que ninguna Charo me alcanzara.
Vestí mis mejores galas, queriendo dar una buena impresión por si había alguna mujer mirando.
El camino al colegio electoral fue tranquilo, hasta que, a unas pocas cuadras, ocurrió el primer desastre del día. Iba caminando alegremente cuando sin dame cuenta, pisé un enorme truño y olía encima a turño de humano. Sentí ese desagradable aplastamiento y, al mirar hacia abajo, me di cuenta de la magnitud del desastre. Intenté limpiarlo contra el borde de la acera, pero la cosa solo empeoró. El excremento se había metido en todo mi zapato y ahora no solo olía fatal, sino que también estaba esparcido por todos lados.
Sin muchas opciones, continué mi camino hacia el colegio electoral, esperando que nadie notara el olor. Una española pasó a mi lado y puso cara de ardor de estomago, luego una asiática pasó y me sonrió. La verdadera saluc.
Al llegar, intenté limpiarme una vez más, frotando mi zapato contra el césped al lado de la entrada, pero aquello parecía una tarea imposible. Me adentré en el edificio, intentando caminar con disimulo. Al principio, parecía que nadie había notado nada, pero pronto empecé a oír susurros.
La gente en la fila comenzó a mirar hacia abajo, a sus zapatos, luego a los de los demás y finalmente a los míos. Sentí un calor en el rostro que solo podía significar una cosa: había sido descubierto. El olor y la cosa brotal me delataban, tendría que haber vuelto a la cueva y los doritos?
Intentando mantener la calma, me dirigí al mostrador para recoger mi papeleta de votación. Cada paso que daba dejaba un rastro inconfundible de mi desgracia. El olor era insoportable y cada vez más fuerte.
Para mi horror, al entrar en la sala de votación, me di cuenta de que había dejado un sendero marrón desde la entrada hasta la mesa de votación.
La Charo que repartía las papeletas me miró con una mezcla de caro ardor de estomago y repruebo con toda su alma. Como si me quisiese meter una viogen. Justo cuando estaba a punto de recoger mi papeleta, el encargado del lugar, un hombre de mediana edad con cara de casamami, gritó:
Quién ha traído todo este desastre aquí?
Sentí un nudo en el estómago y los narices encorbatados. Los presentes comenzaron a mirar a su alrededor, buscando al culpable, y yo hice lo único que se me ocurrió en ese momento.
Me escondí tras una de las cortinas electorales y me puse a limpiar la cosa en la cortina, con la esperanza de que el drama se calmara y pudiera votar tranquilamente.
Mientras esperaba tras la cortina, escuché cómo la gente se quejaba del olor y cómo trataban de localizar la fuente del problema. Intenté pensar en una manera de salir de allí sin ser notado, pero justo en ese momento, un fuerte viento se coló por una ventana abierta, haciendo que varias papeletas de votación salieran volando por los aires, todo mezclándose con la cosa del suelo, quedándose allí pegadas.
La sala se convirtió en un caos de Charos metiendo voces y organizanso. En cuestión de segundos, papeletas flotando por todos lados, personas corriendo tras ellas, y yo, atrapado tras la cortina, viendo el desastre desarrollarse.
Aproveché la confusión para salir de mi escondite, pero al intentar escabullirme hacia la salida, una de las Charos encargadas de la mesa electoral me vio. Con el dedo apuntándome, cara de ardor de estomago y muy mala ostra gritó:
Eh, eh, eh, has sido tú el de la cosa.
Sentí como si el mundo se detuviera, todas las miradas chariles se clavaron en mí. Sin pensarlo dos veces, eché a correr hacia la salida, dejando a mi paso un rastro aún más evidente del truño, con las charos más encabronadas intentando alcanzadme. Los incels me miraban con cara de alegría y se apartaban a mi paso. Al salir, oí a la misma Charo seguir gritando:
No puedes irte así! Tienes que limpiar esto!
Pero para entonces ya estaba en la calle, corriendo tan rápido como podía, con la esperanza de que ninguna Charo me alcanzara.
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