Azogue
Madmaxista
He visto un hilo abierto en el general y otro en emprendedores, pero me gustaría comentar este tema en historia, que está más escondido y el debate es menos histérico.
Creo que puede ser interesante enfrentar las dos posturas sobre el tema Iruña-Veleia a ver qué dice cada parte y así que cada uno saque sus propias conclusiones.
Está claro que, por desgracia, no se puede desligar el tema político del histórico en estos asuntos, pero aunque es inevitable mencionar los intereses políticos mi intención va más por que echemos un vistazo a lo que hay y lo que se dice en los informes y si eso de ahí ya nos metemos en camisas de once varas.
Resumiendo, Iruña-Veleia es una ciudad romana casi intacta muy cerca de Vitoria excavada desde el S XIX. Por supuesto lo de los romanos no les ha gustado nunca a los truebascs, así que tener una ciudad romana relativamente grande y creo que la más extensa del norte de España les sabe a poco.
Restos romanos en iruña-Veleia (wikipedia)
Los truebascs lo que quieren (o más bien anhelan) es una Altamira propia con bisontes diferenciales. Un kilómetro cero que demuestre que ellos mismos, en sí mismos, habitan el mismo territorio, hablan la misma lengua, cortan los mismos árboles, arrancan los cuellos de los mismos pollos y levantan las mismas piedras desde la noche de los tiempos. Que son un pueblo mágico, especial, único, que desde el mismo momento en el que los personajes abrazaron el monolito lunar adquirió esa conciencia identitaria euskaldun que hay que conservar como un tesoro a toda costa.
Esta cantinela tiene varios problemas. Es evidente que es un discurso romántico e idealista pero los ponentes aceleraron hasta identificar figuras bíblicas con euskaldunes originarios (el patriarca Aitor, cuyos hijos ya definieron las siete provincias vascas, o Tubal, nieto de Noé). En realidad, la evidencia física parece inclinarse hacia que los orígenes del pueblo vasco son aquitanos, que llegaron desde Francia alrededor del S VI d. C. y que todo esto es un cuento chino de los rellenitos.
Es lo que se llama "vasconización tardía", teoría que viene a ser el malo encarnado para cualquier nacionalista que se precie.
Iruña-Veleia ya era un yacimiento importante, pero el redoble del tambor lo dieron unos arqueólogos y un supuesto físico nuclear regados con dinero público por una empresa semipública que supongo esperaría resultados acordes a los 300.000 euros anuales que enchufaban en el lugar.
Eliseo Gil fue el director del equipo (y de su propia empresa, que excavaba el yacimiento) que en 2005 dijo toparse con una serie de hallazgos revolucionarios del todo. Tanto que moverían el epicentro del cristianismo de Roma a Vitoria, demostrarían el uso del euskera en el S III d. C. (dándole la patada a la temida "vasconización tardía") y algunas otras cosas que iré comentando si hay interés por el tema.
Los hallazgos se centran alrededor de un número de óstraca con diferentes dibujitos e inscripciones más o menos lisérgicas y decididamente sorprendentes no sólo para los superexpertos académicos, sino para cualquiera que posea una cierta cultura general. Las óstraca son, así en corto, trozos de cerámica que se reciclan para hacer inscripciones o dibujos.
El número de piezas encontradas parece incierto, he visto que se citan desde unas setenta hasta ochocientas, pero su contenido es tan extraño y fuera de todo contexto histórico que levantaron una tremenda expectación. También parece extraño el hallazgo en cuanto las inscripciones se detectaron tras el lavado de las óstraca en el laboratorio. La verdad es que lo normal es que cuando se desentierran inscripciones y grafitos los mismos arqueólogos que están excavando se den cuenta en el momento en que los extraen. Y más si de verdad son, tirando por lo bajo, unas setenta piezas. Parece que no en esta ocasión.
Se supone que al encontrar esta clase de cosas tan aisladas y revolucionarias debería haber un estudio que los respaldase. Según tengo entendido aparece en el equipo de Eliseo Gil un tal Rubén Cerdán, físico nuclear licenciado por la universidad de Tel Aviv que dijo avalar la antigüedad de los hallazgos mediante unos informes de un laboratorio francés. De nuevo hay versiones contradictorias. Los más escépticos dudan que sea físico y dicen no tener referencia alguna de la homologación de su título en España ni de los informes franceses, o directamente afirman que es un charlatán. Lo que parece cierto es que el señor Cerdán ha dado clase en algún máster o curso de postgrado de la Universidad del País Vasco, así que o se la ha colado bien a la UPV o algo de cierto hay en su CV.
Aquí entramos en terreno político. Lo normal sería que cuando se hace un hallazgo así, algo que obliga a reescribir importantes partes de la historia, se obre con cautela y se pida a expertos en cada campo que estudien en profundidad cada uno de los hallazgos tras haberlos verificado. Por experiencia les digo que en cualquier disciplina académica se da un hecho muy curioso que es la especialización extrema, donde si es usted un arqueologo experto, por ejemplo, en inscripciones de tumbas etruscas del S IV a. C. no tenga ni autoridad, ni repajolera idea y además le importe un carajo una tumba etrusca del S. V a. C.
Pero ¿para qué hacer estas cosas tan complicadas, si los vascos pueden simplemente hacer el vasco? Los hallazgos se presentaron sin más a la opinión pública como la ansiada Altamira euskaldun. El equipo, los patrocinadores y el PNV brindaron literalmente con champagne y montaron un tapeo en el que alguna que otra figura muy respetada de la filología vasca movía los carrillos mientras aseguraba la autenticidad de las piezas. Se pintó el cuadro de un sujeto de origen egipcio que ejercía de tutor de unos niños a los que mandaba ejercicios de escritura (lo que serían las piezas) en latín, euskera, hebreo y hasta jeroglífico, y que además los introdujo en el cristianismo.
La noticia era subida de peso y llegó a internet. Cuando algunos arqueólogos que no eran parte de la excavación pusieron los ojos en las fotos (porque las piezas no se podían consultar directamente ni entonces ni cuando más tarde se desató la tormenta, con cierta polémica sobre esto último) las cejas se comenzaron a arquear y directamente se expusieron las dudas.
Cuando a los filólogos se les pasó un poco el ciego de champagne, parece que se molestaron también en mirar las fotos y se retractaron rápidamente. Las inscripciones pasaron a ser falsas, probablemente hechas en el laboratorio, lo cual no significa que los soportes en sí sean falsos ya que los protocolos de la excavación han sido muy correctos. A esto se agarran los partidarios de su autenticidad cual clavo ardiendo, interpretando algún informe de forma un tanto torticera.
Se nombró una comisión de investigación compuesta por un ejército de expertos que concluyó que las piezas son falsas. Acto seguido se procede a una querella pública contra el equipo excavador, que es la que se llevará a juicio en breve, apenas quince años después y probando la extrema agilidad de la justicia española. La querella va para Gil, su subdirectora de excavación y el físico nuclear, a los que el fiscal quiere meter una condena similar a haber apiolado a alguien.
Eliseo Gil, que era considerado un arqueólogo serio, ve su prestigio y su nombre hundido en las fosas abisales, pero se mantiene firme en la autenticidad de los hallazgos. Los sectores euskaldunes se alinean con él y construyen una teoría de la conspiración según la cual el Estado Español no puede admitir en ningún caso la veracidad del hallazgo, apuntan a que las piezas se falsificaron durante la custodia para el juicio (se guardaban en el arqueológico de Vitoria, al cual acusan de querer tapar el descubrimiento) y que no se han analizado convenientemente en laboratorios "imparciales" (o sea, no españoles).
Se monta una suerte de frente común en la web SOS Iruña-Veleia donde entre euskera y castellano se publican una serie de informes sobre los descubrimientos, con artículos un tanto generalistas por parte de algunos arqueólogos y académicos que parecen abiertos, al menos, a considerar un estudio más profundo de las piezas y señalan algunos ejemplos de otras excavaciones. La mayoría de la comunidad académica no pasa de mirar el contenido de las óstraca para calificarlas de falsas, descartando que se deba hacer nada más.
Vamos a ver algunos ejemplos, obviando todo lo del euskera, de momento.
Júpiter. La letra J directamente no existía y esa forma de escribirlo la inventó un francés en el S XIX
Sí y no, aunque se les puede dar la vuelta.
Nefertiti. Su recuerdo fue borrado conscientemente de la historia egipcia y sólo se redescubrió su existencia en el S. XIX. La tras*cripción del nombre es totalmente moderna, un sistema ideado de nuevo en el S XIX para poder pronunciar los nombres egipcios a la europea.
Caligrafía de imprenta y correctísimas mayúsculas al inicio de palabra o nombre propio, nunca vistos antes de la Edad Media, creo recordar.
Una sirena, de nombre Libia, con cola de pez. Las sirenas con cola de pez son medievales.
Unos pechotes noventeros.
El famoso Calvario. Es cierto que hay algún ejemplo de cruz de la época, pero sin Cristo en ella. La composición con tanta gente es medieval y el primer calvario conocido, en Roma, es bastante posterior. Pero bueno, esto aún refleja algo que sale en la Biblia.
Creo que puede ser interesante enfrentar las dos posturas sobre el tema Iruña-Veleia a ver qué dice cada parte y así que cada uno saque sus propias conclusiones.
Está claro que, por desgracia, no se puede desligar el tema político del histórico en estos asuntos, pero aunque es inevitable mencionar los intereses políticos mi intención va más por que echemos un vistazo a lo que hay y lo que se dice en los informes y si eso de ahí ya nos metemos en camisas de once varas.
Resumiendo, Iruña-Veleia es una ciudad romana casi intacta muy cerca de Vitoria excavada desde el S XIX. Por supuesto lo de los romanos no les ha gustado nunca a los truebascs, así que tener una ciudad romana relativamente grande y creo que la más extensa del norte de España les sabe a poco.
Restos romanos en iruña-Veleia (wikipedia)
Los truebascs lo que quieren (o más bien anhelan) es una Altamira propia con bisontes diferenciales. Un kilómetro cero que demuestre que ellos mismos, en sí mismos, habitan el mismo territorio, hablan la misma lengua, cortan los mismos árboles, arrancan los cuellos de los mismos pollos y levantan las mismas piedras desde la noche de los tiempos. Que son un pueblo mágico, especial, único, que desde el mismo momento en el que los personajes abrazaron el monolito lunar adquirió esa conciencia identitaria euskaldun que hay que conservar como un tesoro a toda costa.
Esta cantinela tiene varios problemas. Es evidente que es un discurso romántico e idealista pero los ponentes aceleraron hasta identificar figuras bíblicas con euskaldunes originarios (el patriarca Aitor, cuyos hijos ya definieron las siete provincias vascas, o Tubal, nieto de Noé). En realidad, la evidencia física parece inclinarse hacia que los orígenes del pueblo vasco son aquitanos, que llegaron desde Francia alrededor del S VI d. C. y que todo esto es un cuento chino de los rellenitos.
Es lo que se llama "vasconización tardía", teoría que viene a ser el malo encarnado para cualquier nacionalista que se precie.
Iruña-Veleia ya era un yacimiento importante, pero el redoble del tambor lo dieron unos arqueólogos y un supuesto físico nuclear regados con dinero público por una empresa semipública que supongo esperaría resultados acordes a los 300.000 euros anuales que enchufaban en el lugar.
Eliseo Gil fue el director del equipo (y de su propia empresa, que excavaba el yacimiento) que en 2005 dijo toparse con una serie de hallazgos revolucionarios del todo. Tanto que moverían el epicentro del cristianismo de Roma a Vitoria, demostrarían el uso del euskera en el S III d. C. (dándole la patada a la temida "vasconización tardía") y algunas otras cosas que iré comentando si hay interés por el tema.
Los hallazgos se centran alrededor de un número de óstraca con diferentes dibujitos e inscripciones más o menos lisérgicas y decididamente sorprendentes no sólo para los superexpertos académicos, sino para cualquiera que posea una cierta cultura general. Las óstraca son, así en corto, trozos de cerámica que se reciclan para hacer inscripciones o dibujos.
El número de piezas encontradas parece incierto, he visto que se citan desde unas setenta hasta ochocientas, pero su contenido es tan extraño y fuera de todo contexto histórico que levantaron una tremenda expectación. También parece extraño el hallazgo en cuanto las inscripciones se detectaron tras el lavado de las óstraca en el laboratorio. La verdad es que lo normal es que cuando se desentierran inscripciones y grafitos los mismos arqueólogos que están excavando se den cuenta en el momento en que los extraen. Y más si de verdad son, tirando por lo bajo, unas setenta piezas. Parece que no en esta ocasión.
Se supone que al encontrar esta clase de cosas tan aisladas y revolucionarias debería haber un estudio que los respaldase. Según tengo entendido aparece en el equipo de Eliseo Gil un tal Rubén Cerdán, físico nuclear licenciado por la universidad de Tel Aviv que dijo avalar la antigüedad de los hallazgos mediante unos informes de un laboratorio francés. De nuevo hay versiones contradictorias. Los más escépticos dudan que sea físico y dicen no tener referencia alguna de la homologación de su título en España ni de los informes franceses, o directamente afirman que es un charlatán. Lo que parece cierto es que el señor Cerdán ha dado clase en algún máster o curso de postgrado de la Universidad del País Vasco, así que o se la ha colado bien a la UPV o algo de cierto hay en su CV.
Aquí entramos en terreno político. Lo normal sería que cuando se hace un hallazgo así, algo que obliga a reescribir importantes partes de la historia, se obre con cautela y se pida a expertos en cada campo que estudien en profundidad cada uno de los hallazgos tras haberlos verificado. Por experiencia les digo que en cualquier disciplina académica se da un hecho muy curioso que es la especialización extrema, donde si es usted un arqueologo experto, por ejemplo, en inscripciones de tumbas etruscas del S IV a. C. no tenga ni autoridad, ni repajolera idea y además le importe un carajo una tumba etrusca del S. V a. C.
Pero ¿para qué hacer estas cosas tan complicadas, si los vascos pueden simplemente hacer el vasco? Los hallazgos se presentaron sin más a la opinión pública como la ansiada Altamira euskaldun. El equipo, los patrocinadores y el PNV brindaron literalmente con champagne y montaron un tapeo en el que alguna que otra figura muy respetada de la filología vasca movía los carrillos mientras aseguraba la autenticidad de las piezas. Se pintó el cuadro de un sujeto de origen egipcio que ejercía de tutor de unos niños a los que mandaba ejercicios de escritura (lo que serían las piezas) en latín, euskera, hebreo y hasta jeroglífico, y que además los introdujo en el cristianismo.
La noticia era subida de peso y llegó a internet. Cuando algunos arqueólogos que no eran parte de la excavación pusieron los ojos en las fotos (porque las piezas no se podían consultar directamente ni entonces ni cuando más tarde se desató la tormenta, con cierta polémica sobre esto último) las cejas se comenzaron a arquear y directamente se expusieron las dudas.
Cuando a los filólogos se les pasó un poco el ciego de champagne, parece que se molestaron también en mirar las fotos y se retractaron rápidamente. Las inscripciones pasaron a ser falsas, probablemente hechas en el laboratorio, lo cual no significa que los soportes en sí sean falsos ya que los protocolos de la excavación han sido muy correctos. A esto se agarran los partidarios de su autenticidad cual clavo ardiendo, interpretando algún informe de forma un tanto torticera.
Se nombró una comisión de investigación compuesta por un ejército de expertos que concluyó que las piezas son falsas. Acto seguido se procede a una querella pública contra el equipo excavador, que es la que se llevará a juicio en breve, apenas quince años después y probando la extrema agilidad de la justicia española. La querella va para Gil, su subdirectora de excavación y el físico nuclear, a los que el fiscal quiere meter una condena similar a haber apiolado a alguien.
Eliseo Gil, que era considerado un arqueólogo serio, ve su prestigio y su nombre hundido en las fosas abisales, pero se mantiene firme en la autenticidad de los hallazgos. Los sectores euskaldunes se alinean con él y construyen una teoría de la conspiración según la cual el Estado Español no puede admitir en ningún caso la veracidad del hallazgo, apuntan a que las piezas se falsificaron durante la custodia para el juicio (se guardaban en el arqueológico de Vitoria, al cual acusan de querer tapar el descubrimiento) y que no se han analizado convenientemente en laboratorios "imparciales" (o sea, no españoles).
Se monta una suerte de frente común en la web SOS Iruña-Veleia donde entre euskera y castellano se publican una serie de informes sobre los descubrimientos, con artículos un tanto generalistas por parte de algunos arqueólogos y académicos que parecen abiertos, al menos, a considerar un estudio más profundo de las piezas y señalan algunos ejemplos de otras excavaciones. La mayoría de la comunidad académica no pasa de mirar el contenido de las óstraca para calificarlas de falsas, descartando que se deba hacer nada más.
Vamos a ver algunos ejemplos, obviando todo lo del euskera, de momento.
Júpiter. La letra J directamente no existía y esa forma de escribirlo la inventó un francés en el S XIX
Sí y no, aunque se les puede dar la vuelta.
Nefertiti. Su recuerdo fue borrado conscientemente de la historia egipcia y sólo se redescubrió su existencia en el S. XIX. La tras*cripción del nombre es totalmente moderna, un sistema ideado de nuevo en el S XIX para poder pronunciar los nombres egipcios a la europea.
Caligrafía de imprenta y correctísimas mayúsculas al inicio de palabra o nombre propio, nunca vistos antes de la Edad Media, creo recordar.
Una sirena, de nombre Libia, con cola de pez. Las sirenas con cola de pez son medievales.
Unos pechotes noventeros.
El famoso Calvario. Es cierto que hay algún ejemplo de cruz de la época, pero sin Cristo en ella. La composición con tanta gente es medieval y el primer calvario conocido, en Roma, es bastante posterior. Pero bueno, esto aún refleja algo que sale en la Biblia.