Donde yo vivía, alguno nos echó la bronca por tocar los telefonillos para llamar a los amigos (pero bronca de las de verdad, no de las ecorresilientes de hoy). Había un inspector de policía jubilado, que daba miedo. Durante años pensé que era porque habían vivido auténticas penurias de jóvenes.
Que huevones. Hay mucha gente mayor que vivió la posguerra, que es un trozo de pan. Pero también hay mucho hijo fruta. A los langostas de después no les cuento, que de esos hay mucha sarama.