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Himbersor
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Era el 10 de febrero de 1896 y una muchedumbre recibía con un entusiasmo nunca visto en La Habana al general español Valeriano Weyler. No era para menos, los rebeldes cubanos habían avanzado sin freno hasta las mismas puertas de la capital. Su antecesor en el cargo, el también general Arsenio Martínez Campos, había presentado su dimisión al presidente Cánovas, incapaz de proteger la vida de sus súbditos españoles en la isla.
Los rebeldes le habían ganado la partida a Martínez Campos tras haber sido capaces de actuar sin ningún escrúpulo en lo que ellos calificaron como una guerra total, algo que incluía la quema de cuanta cosecha, tierra o vivienda hallaban en su paso, sin importar si pertenecían a cubanos o a españoles. Los animales eran robados y sacrificados, los hombres, reclutados o asesinados si oponían la más mínima resistencia, y sus mujeres y niños, abandonados a su suerte.
Desde el comienzo de las hostilidades, allá por el 24 de febrero de 1895, Martínez Campos se había negado a seguir el juego a los rebeldes bajo las órdenes de José Martí y Máximo Gómez, pero conocía muy bien la situación y sabía que para vencer había que tomar una serie de medidas extremas con la población local, pero su conciencia se lo impedía. Por eso telegrafió a Cánovas anunciando su dimisión y además recomendó a Valeriano Weyler para sustituirle. Weyler era ese tipo de hombre al que ningún político quiere a su lado en tiempos de paz, pero al que todos recurren en tiempos de guerra. Durante seis meses Cánovas meditó si aceptar o no la renuncia, pero al final lo llamó.
La carrera de este general, nacido en la isla de Mallorca el 17 de septiembre de 1838 estaba plagada de distinciones. Antiguo gobernador de Canarias y Filipinas, ya era teniente segundo cuando terminó su instrucción en la academia de Toledo y capitán al finalizar sus estudios en la Escuela de Estado Mayor, donde fue el primero de su promoción. Aún siendo de corta estatura, 1.52 metros, sus compañeros de clase le llamaban "Escipión", en honor a la legendaria potencia física que desplegó el romano en su victoria sobre Aníbal dentro de la Segunda Guerra Púnica.
En 1863 había ganado la lotería nacional y era un hombre rico. Podía haberse retirado plácidamente, pero acató su destino y acudió a la Republicana Dominicana para sofocar las revueltas que acababan de estallar. Cuando regresó a España en 1868 había logrado varias condecoraciones al valor militar, incluida la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta distinción otorgada por el Ejército. Un año más tarde fue enviado a Cuba como jefe del Estado Mayor bajo el mando del general Blas Villate. Acababa de estallar la guerra de los Diez Años.
Y sería precisamente en Cuba donde comenzó a granjearse su leyenda de color. En el campo de batalla, los rebeldes no se destacaban por ejercer la misericordia, sino todo lo contrario, y Weyler decidió combatir el fuego con fuego. Creó unos batallones compuestos de nativos cubanos, los Cazadores de Valmaseda. Estos hombres se convirtieron en una unidad contraguerrillera muy temida precisamente porque no se andaban con chiquitas.
Estos "gurkas" cubanos, conocidos como los "cazadores de Valmaseda", no tardarían en hacerse célebres tanto por su arrojo como por sus atrocidades: muchos eran neցros libertos o fugados, o sanguinarios soldados de fortuna. Con ellos, el joven brigadier se dispuso a responder con la misma moneda a los desmanes del Ejército Libertador.
Ignacio Agramonte —a pesar de la noble imagen con que lo pintan en las escuelas cubanas— se dedicaba a aterrorizar a los españoles haciendo decapitar a sus prisioneros y colgando las cabezas de los árboles. Weyler lanzó en su persecución a los cazadores de Valmaseda, que terminaron por cazarlo y dar buena cuenta de él en Jimaguayú, para luego quemar su cadáver. Al gobernador le pareció un exceso y pidió el relevo de Weyler.
Valeriano Weyler
Ignacio Agramonte —a pesar de la noble imagen con que lo pintan en las escuelas cubanas— se dedicaba a aterrorizar a los españoles haciendo decapitar a sus prisioneros y colgando las cabezas de los árboles. Weyler lanzó en su persecución a los cazadores de Valmaseda, que terminaron por cazarlo y dar buena cuenta de él en Jimaguayú, para luego quemar su cadáver. Al gobernador le pareció un exceso y pidió el relevo de Weyler.
Valeriano Weyler
Pero la decisión más polémica de todas, fue ordenar a los lugareños abandonar las zonas en conflicto, y de no hacerlo serían considerados rebeldes, quedando a merced de sus "cazadores". La misma táctica que un siglo después desplegarían los norteamericanos en Vietnam bajo el nombre de "zonas de fuego libre". La verdad es que la guerra de Vietnam tuvo muchos paralelismos con la cubana.
No sé si Weyler hubiera conseguido liquidar la insurrección en Cuba y, en todo caso, dudo mucho de que, en el proceso de hacerlo, hubiera podido evitar la intervención de Estados Unidos y la posterior derrota de España, pero la exitosa campaña que lanzó contra los rebeldes cubanos en el corto tiempo de su mandato en la Isla, es sin duda —y pasando por alto los fallos logísticos que desembocaron en una gran catástrofe humanitaria—, un modelo de la lucha contrainsurgente que se ha aplicado, con algunas variantes y diferentes resultados, en los más diversos escenarios a lo largo del último siglo.
Valeriano Weyler
Valeriano Weyler
Weyler puso en práctica sus tácticas de anti-insurgencia, que básicamente consistían en segmentar el país para poder "peinarlo" con más eficacia, y al mismo tiempo privar a los rebeldes de sus "suministradores de recursos" por naturaleza, los campesinos. Esto último se logró mediante una política de reconcentración forzosa de la población rural.
Weyler ordenó la acordada reconcentración al comprobar in situ que el éxito de los rebeldes dependían del apoyo que estaban recibiendo de los colaboracionistas que habitaban en pueblos próximos a sus posiciones, a lo que había que sumar la ayuda de "filibusteros" americanos que desembarcaban armas y pertrechos por la costa norte de la isla.
Desgraciadamente, la política de reconcentración tuvo trágicas consecuencias sobre la población debido al desabastecimiento provocado por la guerra (producción agraria por los suelos, sabotajes a los trenes de suministros, etc) y a lo fácilmente que se propagaron las pandemias al estar la población tan concentrada. La falta de medicinas y de unas condiciones mínimas de higiene diezmaron a la población, que cayó víctima de enfermades como la malaria, tifus o la fiebre amarilla.
Desgraciadamente, la política de reconcentración tuvo trágicas consecuencias sobre la población debido al desabastecimiento provocado por la guerra (producción agraria por los suelos, sabotajes a los trenes de suministros, etc) y a lo fácilmente que se propagaron las pandemias al estar la población tan concentrada. La falta de medicinas y de unas condiciones mínimas de higiene diezmaron a la población, que cayó víctima de enfermades como la malaria, tifus o la fiebre amarilla.
Entre 1896 y 1897 se lanzaría sobre él la primera campaña periodística de la historia, una maniobra orquestada por William Hearts y Joseph Pulitzer, inventores de la prensa amarilla y de la calumnia rentable, que reclamaban la intervención norteamericana en Cuba para "liberar al pueblo cubano de la tiranía y la crueldad de los españoles".
Y entonces en España la situación política cambia. Un anarquista italiano asesina a Cánovas y sube al poder el liberal Sagasta, contrario a la política dura de Weyler, a quien sustituye en 1897 por el General Ramón Blanco, que ofrece a los cubanos un nuevo proyecto de autonomía con gobierno y parlamento propio. En enero de 1.898 se pone en marcha este proyecto para pacificar la isla, pero la situación da un vuelco tras la explosión del acorazado estadounidense Maine y los EE.UU. entran en guerra con España en abril de 1898.
Weyler fue nombrado capitán general de Cuba el 10 de febrero de 1896 por Cánovas del Castillo, sustituyendo al general Arsenio Martínez Campos. Nada más llegar a La Habana, declaró: "Tengo la misión de concluir la guerra", y afirmó que pondría fin al conflicto en un plazo de dos años. No obstante, fue relevado por el presidente Sagasta en 1897, antes de expirar este plazo, cuando la rebelión estaba reducida a una pequeña zona de la parte oriental de la isla. Las presiones norteamericanas influyeron mucho en el relevo del general Weyler, pues ofrecieron a España no seguir apoyando a los rebeldes cubanos a cambio de que "el sangriento general", como le llamaban los yanquis, dejara el mando.
Historia militar de España: Valeriano Weyler.
Historia militar de España: Valeriano Weyler.
Weyler no fue en absoluto mas cruel que sus enemigos, y de hecho algunos de los generales británicos que por la misma época "se cubrieron de gloria" aplastando revueltas coloniales, hoy gozan de gran renombre. La clave de todo es que los norteamericanos necesitaban mercados donde colocar sus excedentes de producción e invertir su capital, por eso se implicaron en el conflicto con la intención de encontrar un casus belli para apropiarse de los últimos territorios españoles de ultramar.
Por cierto, Weyler no solo tenía en contra a la prensa norteamericana, sino también a los periódicos liberales españoles.
Reivindicando a un gran militar, el General Valeriano Weyler.
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