catleya
Madmaxista
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Una propuesta para humillar a España: La involución de Hispanoamérica, mitos y verdades de la América española
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EL JUEVES 18 DE JULIO DE 2019 15:18
Ya con Elvira Roca Barea (Imperiofobia y leyenda de color, Siruela 2017) nuestra mirada sobre lo que fue el imperio español está cambiando a gran velocidad. Ahora, cuando escuches a Carlos González, tu visión de la historia de la América española dará un giro de 180 grados de manera irreversible: Hispanoamérica era un paraíso y los hijos de la Gran Bretaña planearon su destrucción de manera científica y sistemática.
El punto de partida de esta investigación: "Una propuesta para humillar a España", publicado en 1711 en Gran Bretaña a precio de un sólo chelín. Una información indispensable para entender el presente y preparar el futuro.
Fue escrito por un alto cargo británico que viajó a diferentes lugares del continente americano y poseía información privilegiada, se dice que pudo ser John Pullen, gobernador de las islas Bermudas por aquel entonces. Dentro del mismo se comentan las maravillas de la región del Rio de la Plata y del Reino del Perú, así como "la felicidad de sus habitantes que nadaban en rica abundancia". Pero los ingleses encontraron la forma de humillar a España, y de hacer pobres unas tierras que, durante los virreinatos, eran ricas.
"La fertilidad de este feliz país, sigue diciendo el autor del librito, excede de la creíble. Sus ricas llanuras, que son las mayores del mundo, de cincuenta y algunas de 60 leguas de circunferencia, están tan cubiertas de ganado que no pueden creerlo sino aquellos que lo pueden ver" (...) "Las perdices son a penique la pieza y que la carne de vaca, ternera, cordero, liebre, conejo, pollos, aves salvajes, etc., etc., valen proporcionalmente y en cuanto a la saludable del clima que corona todas las bendiciones, no es excedido por nada en la superficie del globo y por esta razón fue llamada Buenos Aires."
Esta prosperidad y riqueza provenía de las minas del Bajo Perú (hoy Bolivia), pero no solo de ellas pues la unión de la América Española funcionaba como un sistema en el que cada parte del mismo tiene su vital importancia. Por ejemplo, los trabajadores de las minas, que pese a lo que se cree no estaban en régimen de esclavitud pues, hace más de tres siglos, descansaban en domingo y les eran pagadas todas los jornadas cuya duración no podía exceder de las ocho horas diarias, lo que no sucedía en Europa, con jornadas de 14 horas, necesitaban la carne de vacuno de las tierras gobernadas por Buenos Aires, pero aun era más importante la yerba del Paraguay; el licor con la infusión de esa hierba en agua caliente endulzada con azúcar era aquella bebida casi milagrosa que daba las fuerzas necesarias para el trabajo en las minas de Chile y Perú sin lo que no hubiera sido posible la extracción de metales. Hoy estos países citados son repúblicas que se dan la espalda.
Igualmente, en caso de oleada turística, los virreyes tomaban cartas en el asunto estableciendo ejércitos desde cualquier punto por muy alejado que sea para enviarlos en ayuda. El autor se lamenta de la siguiente forma de que esto no ocurriera en las colonias británicas de Norteamérica, el embrión de los que ahora es Estados Unidos; "Me irrita y me preocupa el observar que en nuestras colonias contiguas al continente, esta falta de previsión; porque estoy seguro que si una fuera atacada por el enemigo, el gobernador de la siguiente, a pesar de estar bien dispuesto, encontraría como la cosa más difícil imaginable, el juntar 500 hombres para marchar a la ayuda de sus vecinos, a pesar de que estuvieran seguros de ser ellos los próximos."
La ruta comercial hasta Chile y Perú, que es en lo que se hace especial énfasis en esta propuesta para humillar a España, se iniciaba por mar desde Cádiz (España) hasta Porto Vello (Panamá), allá desembarcaban las mercancías y tras atravesar el istmo en carros tirados por animales de carga volvían a embarcarlas ya en el océano Pacífico y con el viento normalmente en contra hasta el Callao (Perú), desde ahí una parte se iba en dirección Manila (Filipinas) y otra al puerto de Arica (Chile), una vez ahí se volvía a desembarcar la mercancía que se trasladaba unas 150 millas hasta Potosí (Bolivia). Y el camino inverso hasta Cádiz se realizaba siguiendo el mismo itinerario desde la Villa Imperial de Potosí, consideraba la ciudad más española de Sudamérica con mayor importancia aún que el Paris, el Berlín o el Londres de aquella época.
Una vez explicada la ruta comercial escogida por los españoles, en el manuscrito se recalca los motivos por los que no navegaban por el rio de la Plata y después tomaban un llano y placentero camino de sesenta días que había hasta Potosí, ya que era mucho más rápido y menos costoso por esa otra ruta. Esta elección era debida a que si se abandonaba la ruta habitual la economía de todas las poblaciones intermedias desde Panamá al Bajo Perú decaería de forma considerable afectando también a la importante industria textil de Quito (Ecuador), se abandonarían pueblos y ciudades quedando el territorio debilitado para posibles invasiones de potencias enemigas de España.
Por tanto, la ruta del río de la Plata sólo la consideraron como un plan B para burlar a los enemigos en el caso de que se tomara los puertos de Porto Vello o Cartagena de Indias (Colombia) bloqueando así la ruta comercial. Así pues, y aunque el documento esté lleno de las típicas descalificaciones a los españoles como avaros, necios y perezosos, al llegar a este punto el autor no puede evitar hacer un breve elogio; "Debe admitirse que los españoles han procedido, en el asunto en debate, con buen juicio".
De modo que, analizando el autor esta situación, la propuesta para humillar a España era apoderarse de la ruta rioplatense invadiendo Buenos Aires y apoderándose de las plantaciones de hierba del Paraguay, de ese modo la maquinaria económica de las Indias Occidentales Españolas quedaba paralizada y los españoles estarían obligados a comerciar con ellos, decidiendo los ingleses el precio en oro y plata que quisieran para proveerles de su ansiada yerba.
Algo importantísimo de este documento es que, aunque escrito en 1711, deja claro que no hay fecha exacta para la consecución del objetivo, luego no importaba cuando se lograra, lo relevante era lanzar la propuesta a la sociedad para que quedara bien impregnada en el imaginario colectivo inglés, a ello se debe el bajo precio del librito a tan sólo un chelín para darle la mayor difusión posible. Entonces así se confiaba en que algún día se llegara a hacer real una propuesta similar aunque pasaran décadas tras la publicación de este título.
Lo cierto es que a raíz de ahí es cuando empieza el interés geopolítico, estratégico y comercial por la zona, con dos intentos de oleada turística de Buenos Aires al final del Virreinato, la firma de tratados de exclusividad británica para navegación por el interior del país durante Las Provincias del Rio de la Plata, avasallamientos políticos y económicos unidos al acto de ocupación ilícita de las islas Malvinas durante la Confederación Argentina... y así podríamos estar nombrando hechos hasta nuestros días.
El cónsul inglés en el Plata, Woodbine Parish, describía en 1837 a un recio gaucho de las pampas de esta forma: "Tómense todas la piezas de su ropa, examínese todo lo que lo rodea y exceptuando lo que sea de cuero, ¿qué cosa habrá que no sea inglesa? Si su mujer tiene una pollera, hay diez posibilidades contra una que sea manufactura de Manchester. La caldera u olla en que cocina, la taza de loza ordinaria en la que come, su cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre, todos son efectos llevados de Inglaterra" (Woodbine Parish, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata, Buenos Aires, 1958). Argentina recibía de Inglaterra hasta las piedras de las veredas...
Con razón el guipuzcoano Blas de Lezo, otro héroe olvidado por España, que le daba mil y una vueltas al almirante Nelson, decía por aquellas fechas: "Todo buen español debería miccionar siempre mirando a Inglaterra". Y en Hispanoamérica muchos siguen creyendo que toda la culpa fue de España... Y en España también hay quien lo cree... Así nos va... ¿Aprenderemos algún día?
Para quien quiera acceder al libro original, una propuesta para humillar a España, en inglés:
http://books.google.es/books?id=jutbAAAAQAAJ&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
Fuente de la información: Somos hijos de España - Hispanofilia
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EL JUEVES 18 DE JULIO DE 2019 15:18
Ya con Elvira Roca Barea (Imperiofobia y leyenda de color, Siruela 2017) nuestra mirada sobre lo que fue el imperio español está cambiando a gran velocidad. Ahora, cuando escuches a Carlos González, tu visión de la historia de la América española dará un giro de 180 grados de manera irreversible: Hispanoamérica era un paraíso y los hijos de la Gran Bretaña planearon su destrucción de manera científica y sistemática.
El punto de partida de esta investigación: "Una propuesta para humillar a España", publicado en 1711 en Gran Bretaña a precio de un sólo chelín. Una información indispensable para entender el presente y preparar el futuro.
Fue escrito por un alto cargo británico que viajó a diferentes lugares del continente americano y poseía información privilegiada, se dice que pudo ser John Pullen, gobernador de las islas Bermudas por aquel entonces. Dentro del mismo se comentan las maravillas de la región del Rio de la Plata y del Reino del Perú, así como "la felicidad de sus habitantes que nadaban en rica abundancia". Pero los ingleses encontraron la forma de humillar a España, y de hacer pobres unas tierras que, durante los virreinatos, eran ricas.
"La fertilidad de este feliz país, sigue diciendo el autor del librito, excede de la creíble. Sus ricas llanuras, que son las mayores del mundo, de cincuenta y algunas de 60 leguas de circunferencia, están tan cubiertas de ganado que no pueden creerlo sino aquellos que lo pueden ver" (...) "Las perdices son a penique la pieza y que la carne de vaca, ternera, cordero, liebre, conejo, pollos, aves salvajes, etc., etc., valen proporcionalmente y en cuanto a la saludable del clima que corona todas las bendiciones, no es excedido por nada en la superficie del globo y por esta razón fue llamada Buenos Aires."
Esta prosperidad y riqueza provenía de las minas del Bajo Perú (hoy Bolivia), pero no solo de ellas pues la unión de la América Española funcionaba como un sistema en el que cada parte del mismo tiene su vital importancia. Por ejemplo, los trabajadores de las minas, que pese a lo que se cree no estaban en régimen de esclavitud pues, hace más de tres siglos, descansaban en domingo y les eran pagadas todas los jornadas cuya duración no podía exceder de las ocho horas diarias, lo que no sucedía en Europa, con jornadas de 14 horas, necesitaban la carne de vacuno de las tierras gobernadas por Buenos Aires, pero aun era más importante la yerba del Paraguay; el licor con la infusión de esa hierba en agua caliente endulzada con azúcar era aquella bebida casi milagrosa que daba las fuerzas necesarias para el trabajo en las minas de Chile y Perú sin lo que no hubiera sido posible la extracción de metales. Hoy estos países citados son repúblicas que se dan la espalda.
Igualmente, en caso de oleada turística, los virreyes tomaban cartas en el asunto estableciendo ejércitos desde cualquier punto por muy alejado que sea para enviarlos en ayuda. El autor se lamenta de la siguiente forma de que esto no ocurriera en las colonias británicas de Norteamérica, el embrión de los que ahora es Estados Unidos; "Me irrita y me preocupa el observar que en nuestras colonias contiguas al continente, esta falta de previsión; porque estoy seguro que si una fuera atacada por el enemigo, el gobernador de la siguiente, a pesar de estar bien dispuesto, encontraría como la cosa más difícil imaginable, el juntar 500 hombres para marchar a la ayuda de sus vecinos, a pesar de que estuvieran seguros de ser ellos los próximos."
La ruta comercial hasta Chile y Perú, que es en lo que se hace especial énfasis en esta propuesta para humillar a España, se iniciaba por mar desde Cádiz (España) hasta Porto Vello (Panamá), allá desembarcaban las mercancías y tras atravesar el istmo en carros tirados por animales de carga volvían a embarcarlas ya en el océano Pacífico y con el viento normalmente en contra hasta el Callao (Perú), desde ahí una parte se iba en dirección Manila (Filipinas) y otra al puerto de Arica (Chile), una vez ahí se volvía a desembarcar la mercancía que se trasladaba unas 150 millas hasta Potosí (Bolivia). Y el camino inverso hasta Cádiz se realizaba siguiendo el mismo itinerario desde la Villa Imperial de Potosí, consideraba la ciudad más española de Sudamérica con mayor importancia aún que el Paris, el Berlín o el Londres de aquella época.
Una vez explicada la ruta comercial escogida por los españoles, en el manuscrito se recalca los motivos por los que no navegaban por el rio de la Plata y después tomaban un llano y placentero camino de sesenta días que había hasta Potosí, ya que era mucho más rápido y menos costoso por esa otra ruta. Esta elección era debida a que si se abandonaba la ruta habitual la economía de todas las poblaciones intermedias desde Panamá al Bajo Perú decaería de forma considerable afectando también a la importante industria textil de Quito (Ecuador), se abandonarían pueblos y ciudades quedando el territorio debilitado para posibles invasiones de potencias enemigas de España.
Por tanto, la ruta del río de la Plata sólo la consideraron como un plan B para burlar a los enemigos en el caso de que se tomara los puertos de Porto Vello o Cartagena de Indias (Colombia) bloqueando así la ruta comercial. Así pues, y aunque el documento esté lleno de las típicas descalificaciones a los españoles como avaros, necios y perezosos, al llegar a este punto el autor no puede evitar hacer un breve elogio; "Debe admitirse que los españoles han procedido, en el asunto en debate, con buen juicio".
De modo que, analizando el autor esta situación, la propuesta para humillar a España era apoderarse de la ruta rioplatense invadiendo Buenos Aires y apoderándose de las plantaciones de hierba del Paraguay, de ese modo la maquinaria económica de las Indias Occidentales Españolas quedaba paralizada y los españoles estarían obligados a comerciar con ellos, decidiendo los ingleses el precio en oro y plata que quisieran para proveerles de su ansiada yerba.
Algo importantísimo de este documento es que, aunque escrito en 1711, deja claro que no hay fecha exacta para la consecución del objetivo, luego no importaba cuando se lograra, lo relevante era lanzar la propuesta a la sociedad para que quedara bien impregnada en el imaginario colectivo inglés, a ello se debe el bajo precio del librito a tan sólo un chelín para darle la mayor difusión posible. Entonces así se confiaba en que algún día se llegara a hacer real una propuesta similar aunque pasaran décadas tras la publicación de este título.
Lo cierto es que a raíz de ahí es cuando empieza el interés geopolítico, estratégico y comercial por la zona, con dos intentos de oleada turística de Buenos Aires al final del Virreinato, la firma de tratados de exclusividad británica para navegación por el interior del país durante Las Provincias del Rio de la Plata, avasallamientos políticos y económicos unidos al acto de ocupación ilícita de las islas Malvinas durante la Confederación Argentina... y así podríamos estar nombrando hechos hasta nuestros días.
El cónsul inglés en el Plata, Woodbine Parish, describía en 1837 a un recio gaucho de las pampas de esta forma: "Tómense todas la piezas de su ropa, examínese todo lo que lo rodea y exceptuando lo que sea de cuero, ¿qué cosa habrá que no sea inglesa? Si su mujer tiene una pollera, hay diez posibilidades contra una que sea manufactura de Manchester. La caldera u olla en que cocina, la taza de loza ordinaria en la que come, su cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre, todos son efectos llevados de Inglaterra" (Woodbine Parish, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata, Buenos Aires, 1958). Argentina recibía de Inglaterra hasta las piedras de las veredas...
Con razón el guipuzcoano Blas de Lezo, otro héroe olvidado por España, que le daba mil y una vueltas al almirante Nelson, decía por aquellas fechas: "Todo buen español debería miccionar siempre mirando a Inglaterra". Y en Hispanoamérica muchos siguen creyendo que toda la culpa fue de España... Y en España también hay quien lo cree... Así nos va... ¿Aprenderemos algún día?
Para quien quiera acceder al libro original, una propuesta para humillar a España, en inglés:
http://books.google.es/books?id=jutbAAAAQAAJ&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
Fuente de la información: Somos hijos de España - Hispanofilia