Estamos entre una pinza formada por laicistas que no quieren que el humanismo católico salga de las iglesias y por los supercelosos que exigen de la Iglesia contenidos explícitamente religiosos. En ambos casos el resultado sería autoimponerse el ostracismo para luego tener razón cuando afirman ambos que la Iglesia ha perdido toda autoridad, unos regodeándose por ello y los otros lamentándolo como si el humanismo católico resultara una concesión a la masonería... A los primeros les importa un higa su fundamento bíblico porque solo la quieren silenciada y a los otros solo les importa la apariencia sin que les importe su fundamento bíblico.