Diario del Gourmet de Provincias y del Perro Gastrónomo: TRAMPAS PARA TURISTAS: ¿TENEMOS QUE RESIGNARNOS?
¿Habéis tenido que comer en un aeropuerto español últimamente? ¿Habéis ido a la cafetería de un AVE o de un tren de largo recorrido? ¿Habéis comprado un bocadillo y un refresco en el área de servicio de una autopista? ¿Habéis visto la oferta del servicio de habitaciones de algún hotel, sus desayunos o, incluso, los precios del servicio de Telepizza que ofrecen algunos?
¿Qué tienen en común todas esas cosas? Que en todas ellas estás, de una manera u otra, atrapado. No tienes demasiada capacidad de maniobra.
¿Qué más? Que aprovechando la coyuntura, el avieso empresario te pega una estocada, en todos los casos (con muy contadas excepciones) de las de dejarte temblando. Inversamente proporcional, como norma general, a la calidad de la oferta. Vamos, que como estás pillado, o pagas o no comes. Y pagas lo que ellos quieran por algo de la calidad que ellos quieran. La ley de la oferta y la demanda llevada al extremo: como no hay más oferta, se dispara la demanda. Así de simple.
8,50€ por un mal sandwich plastificado y un refresco en el aeropuerto de Sevilla. Señores de Abades (la concesionaria): tendría que caérseles la cara de vergüenza. No porque legalmente no puedan -al final y en según qué circunstancias todos acabamos picando al menos una vez- sino porque hay cosas que, aunque legales, son impresentables. No sólo por un supuesto sentido de la ética comercial -que también- sino porque son ustedes la primera impresión o la última que muchísimos visitantes se llevan. Si algún día se liberaliza la competencia en esos enclaves me imagino que se quejarán, además. Vayan haciendo caja mientras tanto (ya, ya. Ya sé que no les hace falta mi permiso, que ya es lo que están haciendo).
Luego hablamos de planes estratégicos para vender la marca España y para fomentar el turismo gastronómico. Vamos bien.
Subámonos a un tres de Alta Velocidad. Son caros, si, pero rápidos. Pero precisamente porque son caros uno esperaría que la cosa ya quedase amortizada ¿No?. Pues quien tenga dudas debería irse hasta la cafetería y pedirse un bote de refresco. La gracia rondará los 3€. Acompañémoslo de un sandwich, o tal vez de un café algo más tarde y habremos pagado más de 10€ por una comida pésima, en unas condiciones de comodidad bastante relativas y que no implica mucho más trabajo por parte del personal de la cafetería que ponerlo todo en un plato (con suerte) y darle a la tecla de la registradora. Claro que o te tiras del tren en marcha para buscar el bar del pueblo más próximo -y a 292 Km/h no es lo más apetecible, todo sea dicho- o pagas. Y acabas pagando, claro. ¿Dónde queda lo de vender España como destino turístico? ¿Es esa cosa poco buena de sandwich de plastiquillo algún tipo de aportación al asunto o es, simplemente, un vulgar atraco?
Dos veces al mes hago el trayecto Galicia-Andalucía en coche. Esto se traduce en que o bien me llevo la comida de casa -cosa que hago cada vez más porque, dinero del que disponga al margen, si algo me molesta es que se aprovechen de mi-, o bien salgo a buscar el pueblo más próximo o bien estoy atrapado. Y como la mayoría no se lleva la comida y no quiere salir a buscar a ciegas, la cosa se resume en que estamos atrapados. Y pagamos. ¿3€ por una bebida energética que en supermercado cuesta 0,81€? ¿Un 400% de incremento así, por la cara bonita? ¿5,75 por un mal bocadillo de cecina en la gasolinera de Mombuey? ¿5€ por un bocadillo de tortilla de patatas precocinada cortada literalmente con cortafiambres en el area de servicio de Pentes (Ourense)?
¿De verdad soy el único al que le parece que esos precios no son de recibo?
El otro día hice noche en un hotel en Alcalá de Henares. No tenía servicio de habitaciones, pero si una de esas cartas de Telepizza para que pidas y te traigan la pizza a la habitación. Precios más altos que en establecimiento y, además, una nota a pie de página bien explicita: no son aplicables las ofertas habituales de los pedidos directamente a local. ¿Por qué?. El Telepizza está, como descubrí más tarde, a unos 300 m. en la misma calle. ¿Hay alguna justificación para ese sobreprecio más allá de la simple encerrona?. Como el cliente está de paso, normalmente cansado, ocupado o más o menos desorientado en la ciudad, aprovechamos y sacamos un par de euros adicionales (o tres) por la venta de algo que ya de por si es caro en relación a su pésima calidad. Total, a este no hay que fidelizarlo y, qué caramba, es más que probable que acabe picando de todos modos. Aunque, seamos francos, tal vez una empresa que pone hamburguesas, salsa carbonara (lo que sea a lo que se refieran con ese nombre) o lasagna sobre sus bases de ¿pizza? debería hacernos pensar. Aunque igual es solo una opinión mía.
Gran estrategia, en cualquier caso ¿Eh?. Enhorabuena por un servicio honesto y de calidad, si señor.
Somos un país de memos porque lo permitimos. Porque seguimos pagando. Porque no exigimos al gobierno que tome medidas. Si, hablo de intervención estatal. Los casos que comento son, al menos de momento, concesiones en servicios públicos (salvo el caso del hotel). Muchísimos de sus usuarios son profesionales que recurren a ellos por necesidad laboral. Otros muchos lo hacen por circunstancias de la vida no siempre agradables (enfermedades o fallecimientos de familiares). Y otros muchos son turistas. Esos hacia los que miramos cuando esperamos a ver si alguna inyección de dinero de fuera nos ayuda a salir, aunque tan solo sea un poquito, de la crisis.
Mientras tanto, nuestros trenes siguen sin wifi, nuestros autobuses de largo recorrido siguen sin enchufes para nuestros dispositivos móviles y, además, el servicio que antes se incluía en esos precios ha desaparecido y se ha convertido en un simple autoservicio, también conocido como "hágalo usted mismo, que nosotros nos lo ahorramos". Pero, eso si, los precios son como los de esos países en los que los autobuses tienen enchufes y los trenes wifi.
Y todo esto viene de una visita el otro día al Parque Natural del Monasterio de Piedra, en Zaragoza, donde te cobran 13,50 por entrar. Tengo mis dudas de que eso case bien con el art. 30.4 de la Ley de Espacios Naturales. Pero ese es otro tema. No deja de ser otra bonita manera de hacer caja hasta extremos indecentes con el patrimonio de todos, pero es otro tema.
Pero nosotros somos una potencia turística. Aunque esa sea la imagen que estamos vendiendo. Y si, lo sé, si no llevase 5.000 Km. encima este mes, si mañana no tuviese que subirme a un AVE y si la semana próxima no me hiciera otros 950 Km. por autovía igual sería un poco más complaciente pero, qué le vamos a hacer, es lo que me ha tocado.
Hasta aquí la dosis de "haciendo amigos" de este trimestre.
¿Habéis tenido que comer en un aeropuerto español últimamente? ¿Habéis ido a la cafetería de un AVE o de un tren de largo recorrido? ¿Habéis comprado un bocadillo y un refresco en el área de servicio de una autopista? ¿Habéis visto la oferta del servicio de habitaciones de algún hotel, sus desayunos o, incluso, los precios del servicio de Telepizza que ofrecen algunos?
¿Qué tienen en común todas esas cosas? Que en todas ellas estás, de una manera u otra, atrapado. No tienes demasiada capacidad de maniobra.
¿Qué más? Que aprovechando la coyuntura, el avieso empresario te pega una estocada, en todos los casos (con muy contadas excepciones) de las de dejarte temblando. Inversamente proporcional, como norma general, a la calidad de la oferta. Vamos, que como estás pillado, o pagas o no comes. Y pagas lo que ellos quieran por algo de la calidad que ellos quieran. La ley de la oferta y la demanda llevada al extremo: como no hay más oferta, se dispara la demanda. Así de simple.
8,50€ por un mal sandwich plastificado y un refresco en el aeropuerto de Sevilla. Señores de Abades (la concesionaria): tendría que caérseles la cara de vergüenza. No porque legalmente no puedan -al final y en según qué circunstancias todos acabamos picando al menos una vez- sino porque hay cosas que, aunque legales, son impresentables. No sólo por un supuesto sentido de la ética comercial -que también- sino porque son ustedes la primera impresión o la última que muchísimos visitantes se llevan. Si algún día se liberaliza la competencia en esos enclaves me imagino que se quejarán, además. Vayan haciendo caja mientras tanto (ya, ya. Ya sé que no les hace falta mi permiso, que ya es lo que están haciendo).
Luego hablamos de planes estratégicos para vender la marca España y para fomentar el turismo gastronómico. Vamos bien.
Subámonos a un tres de Alta Velocidad. Son caros, si, pero rápidos. Pero precisamente porque son caros uno esperaría que la cosa ya quedase amortizada ¿No?. Pues quien tenga dudas debería irse hasta la cafetería y pedirse un bote de refresco. La gracia rondará los 3€. Acompañémoslo de un sandwich, o tal vez de un café algo más tarde y habremos pagado más de 10€ por una comida pésima, en unas condiciones de comodidad bastante relativas y que no implica mucho más trabajo por parte del personal de la cafetería que ponerlo todo en un plato (con suerte) y darle a la tecla de la registradora. Claro que o te tiras del tren en marcha para buscar el bar del pueblo más próximo -y a 292 Km/h no es lo más apetecible, todo sea dicho- o pagas. Y acabas pagando, claro. ¿Dónde queda lo de vender España como destino turístico? ¿Es esa cosa poco buena de sandwich de plastiquillo algún tipo de aportación al asunto o es, simplemente, un vulgar atraco?
Dos veces al mes hago el trayecto Galicia-Andalucía en coche. Esto se traduce en que o bien me llevo la comida de casa -cosa que hago cada vez más porque, dinero del que disponga al margen, si algo me molesta es que se aprovechen de mi-, o bien salgo a buscar el pueblo más próximo o bien estoy atrapado. Y como la mayoría no se lleva la comida y no quiere salir a buscar a ciegas, la cosa se resume en que estamos atrapados. Y pagamos. ¿3€ por una bebida energética que en supermercado cuesta 0,81€? ¿Un 400% de incremento así, por la cara bonita? ¿5,75 por un mal bocadillo de cecina en la gasolinera de Mombuey? ¿5€ por un bocadillo de tortilla de patatas precocinada cortada literalmente con cortafiambres en el area de servicio de Pentes (Ourense)?
¿De verdad soy el único al que le parece que esos precios no son de recibo?
El otro día hice noche en un hotel en Alcalá de Henares. No tenía servicio de habitaciones, pero si una de esas cartas de Telepizza para que pidas y te traigan la pizza a la habitación. Precios más altos que en establecimiento y, además, una nota a pie de página bien explicita: no son aplicables las ofertas habituales de los pedidos directamente a local. ¿Por qué?. El Telepizza está, como descubrí más tarde, a unos 300 m. en la misma calle. ¿Hay alguna justificación para ese sobreprecio más allá de la simple encerrona?. Como el cliente está de paso, normalmente cansado, ocupado o más o menos desorientado en la ciudad, aprovechamos y sacamos un par de euros adicionales (o tres) por la venta de algo que ya de por si es caro en relación a su pésima calidad. Total, a este no hay que fidelizarlo y, qué caramba, es más que probable que acabe picando de todos modos. Aunque, seamos francos, tal vez una empresa que pone hamburguesas, salsa carbonara (lo que sea a lo que se refieran con ese nombre) o lasagna sobre sus bases de ¿pizza? debería hacernos pensar. Aunque igual es solo una opinión mía.
Gran estrategia, en cualquier caso ¿Eh?. Enhorabuena por un servicio honesto y de calidad, si señor.
Somos un país de memos porque lo permitimos. Porque seguimos pagando. Porque no exigimos al gobierno que tome medidas. Si, hablo de intervención estatal. Los casos que comento son, al menos de momento, concesiones en servicios públicos (salvo el caso del hotel). Muchísimos de sus usuarios son profesionales que recurren a ellos por necesidad laboral. Otros muchos lo hacen por circunstancias de la vida no siempre agradables (enfermedades o fallecimientos de familiares). Y otros muchos son turistas. Esos hacia los que miramos cuando esperamos a ver si alguna inyección de dinero de fuera nos ayuda a salir, aunque tan solo sea un poquito, de la crisis.
Mientras tanto, nuestros trenes siguen sin wifi, nuestros autobuses de largo recorrido siguen sin enchufes para nuestros dispositivos móviles y, además, el servicio que antes se incluía en esos precios ha desaparecido y se ha convertido en un simple autoservicio, también conocido como "hágalo usted mismo, que nosotros nos lo ahorramos". Pero, eso si, los precios son como los de esos países en los que los autobuses tienen enchufes y los trenes wifi.
Y todo esto viene de una visita el otro día al Parque Natural del Monasterio de Piedra, en Zaragoza, donde te cobran 13,50 por entrar. Tengo mis dudas de que eso case bien con el art. 30.4 de la Ley de Espacios Naturales. Pero ese es otro tema. No deja de ser otra bonita manera de hacer caja hasta extremos indecentes con el patrimonio de todos, pero es otro tema.
Pero nosotros somos una potencia turística. Aunque esa sea la imagen que estamos vendiendo. Y si, lo sé, si no llevase 5.000 Km. encima este mes, si mañana no tuviese que subirme a un AVE y si la semana próxima no me hiciera otros 950 Km. por autovía igual sería un poco más complaciente pero, qué le vamos a hacer, es lo que me ha tocado.
Hasta aquí la dosis de "haciendo amigos" de este trimestre.