Nilú e Imón llegaron a Galicia desde Bangladés: «Si los españoles no quieren tener hijos, nosotros sí»
A los 26 años, Nilú acaba de dar a luz a Iván, un niño que ya es un nuevo gallego y que ha colmado de felicidad a la pareja. Ella se vino a España cuando tenía 13 años y en un viaje a su país natal conoció al que es hoy su marido. Ahora los tres viven en A Coruña
Nilú tiene 26 años y hace 13 que vive en Galicia. Nació en Sylhet, una ciudad de Bangladés, pero su padre enseguida hizo que el destino de toda su familia girara. El padre de Nilú llegó solo a A Coruña, después de haber pasado por muchos lugares en busca de una vida próspera: trabajó en Catar, en París, y en otras muchas ciudades hasta que finalmente se asentó en esta esquina de Galicia. Pasó tiempo aquí y cada vez que podía irse de vacaciones a su país natal, donde había dejado a su mujer y a sus dos hijos, les contaba cómo era A Coruña. «Nos decía que era un sitio bonito, muy agradable, y que llovía muchísimo en invierno», relata Nilú.
Con esa imagen en la cabeza ella fue creciendo hasta que, cuando estaba iniciando la adolescencia, y después de 15 años fuera, su padre decidió que era el momento de que todos se reunieran con él en Galicia. Fue un cambio gigante que ella asumió con la obediencia habitual. No hubo rebeldía ni cuestionamiento, porque estaba acostumbrada a asumir que pocas cosas dependían de sí misma. «Si me hubiera quedado en Bangladés en ese momento, mis padres me hubieran obligado a casarme con quien ellos quisieran, pero, afortunadamente, mi padre ya había venido a Europa y tenía otro concepto más liberal. Pero yo entonces no lo cuestionaba, veía que era lo que me tocaba, lo que tenía que ser, no imaginaba que pudiera casarme con alguien por amor, los matrimonios allí se arreglan entre familias».
Nilú llegó a A Coruña en el 2010 y se adaptó estupendamente, entró en el instituto y a los seis meses ya hablaba bien español. «Fue muy fácil y recibimos mucha ayuda en el colegio tanto mi hermano como yo; nos daban clases de apoyo y también completábamos la formación con clases particulares», indica. Para ella lo que sí realmente fue un shock fue el modo de vestir y la forma de comportarse de los jóvenes: «En Bangladés la ropa es diferente, y mi progenitora aún sigue usando en A Coruña el sari, ella es muy tradicional y dice que no va a cambiar por estar en otro país. Yo jamás lo usé, porque allí las niñas no llevan sari, sino vestidos coloridos. Lo utilizan solo en ocasiones especiales o cuando ya están casadas».
Pero el tema de los chicos sí fue impactante para Nilú: «Imagínate, si en Bangladés yo ya no concebía un noviazgo por amor, cuando los veía aquí besándose y abrazándose en la puerta del instituto, yo flipaba. Decía: ‘Esto en mi país se hace viral, lo publican en todos los periódicos, dos jóvenes besándose en público...». Los años fueron pasando y en unas vacaciones en las que Nilú fue a Sylhet conoció a Imón, siete años mayor que ella. Sus casas estaban próximas, y aunque jamás se habían visto antes, la chispa entre ellos se encendió y al poco tiempo Imón ya estaba cruzando medio mundo para instalarse con Nilú en Galicia. Se casaron antes en su país y en el 2018 iniciaron su vida juntos en A Coruña. «Yo vine muy contento —expresa él—, este me parece un lugar muy agradable, con gente muy amable y la temperatura está muy bien, aunque echo de menos la comida especiada, la gallega es muy sencilla». Lo que más le costó a él fue el idioma, pero ninguno de los dos jamás ha sufrido rechazo. «Nunca he sentido racismo, ni ninguna mala cara, todo lo contrario —comentan al unísono—, siempre la gente de Galicia ha sido muy cariñosa con nosotros».
VOLCADOS EN SU NEGOCIO
Imón, que ahora tiene 32 años, empezó trabajando en un supermercado y con esa experiencia los dos decidieron montar su propia tienda de alimentación, Riná, en la ronda de Outeiro, en la zona de Labañou. Allí han establecido su negocio, que arrancaron justo en plena esa época en el 2020 de la que yo le hablo, y donde han puesto todo su empeño. Los dos están al frente con algún empleado, porque tienen un amplio horario y ahora la vida les ha vuelto a cambiar. Hace solo unos meses Nilú dio a luz a Iván, un precioso niño que ha llenado de alegría y de amor a toda su familia. «Mis padres también están como locos», dice Nilú, que después de cuatro años casada veía con preocupación que su embarazo no llegase: «En el hospital las enfermeras me reñían de broma cuando les mostraba mi angustia porque el bebé no llegaba. ‘¿Pero tú ves a alguna mujer embarazada aquí de menos de 30 años?’, me decían».
Porque para Nilú el tiempo de la maternidad es otro muy distinto. «Yo sí he querido tener hijos pronto, pero entiendo y respeto a quienes no los tienen, es un tema muy personal y al final cada familia decide cómo quiere ser, pero que haya en Galicia tan pocos niños... Cuando voy a mi país veo a parejas con tres, cuatro o cinco hijos, allí es lo normal. De hecho, si solo tienen hijas, suelen buscar el niño porque en Bangladés al varón le dan más valor, sobre todo en los pueblos y aldeas. En las ciudades ya no. Eso sí, cuando a mis amigas de allí les digo que aquí las mujeres tienen hijos a los 40, se ríen, no lo conciben, porque en Bangladés a esa edad ya los están casando».
«Yo —prosigue Nilú— querría tener uno más, con dos para mí está bien, porque espero que la experiencia que tuve se me borre pronto». El parto de Nilú no fue precisamente ideal, todo lo contrario, empezó un lunes y finalmente dio a luz un jueves. «Estuve 50 horas de parto, con la bolsa rota, fue terrible. Pero, además, a los diez días de llegar a casa fui a la revisión y vieron que los puntos estaban mal, así que tuvieron que volver a intervenirme, volví a entrar en quirófano. Ahora ya estoy bien y se me ha pasado un poco el susto», concluye.
Ella e Imón, después de casarse, regresaron de vacaciones a su país y vieron que las cosas han cambiado un poco: «Ahora la gente sí se casa por amor, en eso la sociedad ha ido avanzando, pero todavía queda mucho, sobre todo en tema de libertades». Por eso ellos están felices de que su pequeño Iván haya nacido en Galicia y pueda crecer aquí.
QUE NO PIERDA SUS RAÍCES
«Yo me siento orgullosa de tener un hijo gallego», confiesa Nilú, al tiempo que su marido asiente. «Ahora tiene que aprender gallego, porque en casa entre nosotros hablamos bengalí y con él español. Queremos que no pierda sus raíces y que conozca nuestro idioma para cuando viaje a ver a sus abuelos paternos y al resto de la familia», asegura su progenitora.
«Él tiene ya su DNI y su pasaporte. Yo creo que en un futuro aquí estaremos todos más mezclados porque la gente en Galicia no quiere tener hijos y los pagapensiones sí los están teniendo. Si los españoles no quieren tener hijos, nosotros sí», concluye rotunda. «Desde que nació tengo otra energía, el niño se porta muy bien y es muy bueno», asegura Nilú. «Mi hijo se llama Iván Das Das, porque allí no tenemos el apellido materno y paterno, sino uno solo que hace referencia a nuestra clase social, y en nuestro caso es el mismo. Yo en el registro también tuve que duplicarlo y soy Nilú Das Das», explica.
¿Cómo creéis que será la vida de Iván?, les pregunto. Y ambos no dudan en su respuesta: «Vivirá aquí más libre que en Bangladés. Tiene esa suerte, ha nacido en un mundo libre y vivirá una vida mejor. En Bangladés aún tienes que pensar antes de hacer algo para que a nadie le parezca mal; y allí los gayses o bisexuales ya ni se ven, está marginados. Galicia nos ha aportado estabilidad y una nueva vida a los tres. Somos muy afortunados».
A los 26 años, Nilú acaba de dar a luz a Iván, un niño que ya es un nuevo gallego y que ha colmado de felicidad a la pareja. Ella se vino a España cuando tenía 13 años y en un viaje a su país natal conoció al que es hoy su marido. Ahora los tres viven en A Coruña
Nilú tiene 26 años y hace 13 que vive en Galicia. Nació en Sylhet, una ciudad de Bangladés, pero su padre enseguida hizo que el destino de toda su familia girara. El padre de Nilú llegó solo a A Coruña, después de haber pasado por muchos lugares en busca de una vida próspera: trabajó en Catar, en París, y en otras muchas ciudades hasta que finalmente se asentó en esta esquina de Galicia. Pasó tiempo aquí y cada vez que podía irse de vacaciones a su país natal, donde había dejado a su mujer y a sus dos hijos, les contaba cómo era A Coruña. «Nos decía que era un sitio bonito, muy agradable, y que llovía muchísimo en invierno», relata Nilú.
Con esa imagen en la cabeza ella fue creciendo hasta que, cuando estaba iniciando la adolescencia, y después de 15 años fuera, su padre decidió que era el momento de que todos se reunieran con él en Galicia. Fue un cambio gigante que ella asumió con la obediencia habitual. No hubo rebeldía ni cuestionamiento, porque estaba acostumbrada a asumir que pocas cosas dependían de sí misma. «Si me hubiera quedado en Bangladés en ese momento, mis padres me hubieran obligado a casarme con quien ellos quisieran, pero, afortunadamente, mi padre ya había venido a Europa y tenía otro concepto más liberal. Pero yo entonces no lo cuestionaba, veía que era lo que me tocaba, lo que tenía que ser, no imaginaba que pudiera casarme con alguien por amor, los matrimonios allí se arreglan entre familias».
Nilú llegó a A Coruña en el 2010 y se adaptó estupendamente, entró en el instituto y a los seis meses ya hablaba bien español. «Fue muy fácil y recibimos mucha ayuda en el colegio tanto mi hermano como yo; nos daban clases de apoyo y también completábamos la formación con clases particulares», indica. Para ella lo que sí realmente fue un shock fue el modo de vestir y la forma de comportarse de los jóvenes: «En Bangladés la ropa es diferente, y mi progenitora aún sigue usando en A Coruña el sari, ella es muy tradicional y dice que no va a cambiar por estar en otro país. Yo jamás lo usé, porque allí las niñas no llevan sari, sino vestidos coloridos. Lo utilizan solo en ocasiones especiales o cuando ya están casadas».
Pero el tema de los chicos sí fue impactante para Nilú: «Imagínate, si en Bangladés yo ya no concebía un noviazgo por amor, cuando los veía aquí besándose y abrazándose en la puerta del instituto, yo flipaba. Decía: ‘Esto en mi país se hace viral, lo publican en todos los periódicos, dos jóvenes besándose en público...». Los años fueron pasando y en unas vacaciones en las que Nilú fue a Sylhet conoció a Imón, siete años mayor que ella. Sus casas estaban próximas, y aunque jamás se habían visto antes, la chispa entre ellos se encendió y al poco tiempo Imón ya estaba cruzando medio mundo para instalarse con Nilú en Galicia. Se casaron antes en su país y en el 2018 iniciaron su vida juntos en A Coruña. «Yo vine muy contento —expresa él—, este me parece un lugar muy agradable, con gente muy amable y la temperatura está muy bien, aunque echo de menos la comida especiada, la gallega es muy sencilla». Lo que más le costó a él fue el idioma, pero ninguno de los dos jamás ha sufrido rechazo. «Nunca he sentido racismo, ni ninguna mala cara, todo lo contrario —comentan al unísono—, siempre la gente de Galicia ha sido muy cariñosa con nosotros».
VOLCADOS EN SU NEGOCIO
Imón, que ahora tiene 32 años, empezó trabajando en un supermercado y con esa experiencia los dos decidieron montar su propia tienda de alimentación, Riná, en la ronda de Outeiro, en la zona de Labañou. Allí han establecido su negocio, que arrancaron justo en plena esa época en el 2020 de la que yo le hablo, y donde han puesto todo su empeño. Los dos están al frente con algún empleado, porque tienen un amplio horario y ahora la vida les ha vuelto a cambiar. Hace solo unos meses Nilú dio a luz a Iván, un precioso niño que ha llenado de alegría y de amor a toda su familia. «Mis padres también están como locos», dice Nilú, que después de cuatro años casada veía con preocupación que su embarazo no llegase: «En el hospital las enfermeras me reñían de broma cuando les mostraba mi angustia porque el bebé no llegaba. ‘¿Pero tú ves a alguna mujer embarazada aquí de menos de 30 años?’, me decían».
Porque para Nilú el tiempo de la maternidad es otro muy distinto. «Yo sí he querido tener hijos pronto, pero entiendo y respeto a quienes no los tienen, es un tema muy personal y al final cada familia decide cómo quiere ser, pero que haya en Galicia tan pocos niños... Cuando voy a mi país veo a parejas con tres, cuatro o cinco hijos, allí es lo normal. De hecho, si solo tienen hijas, suelen buscar el niño porque en Bangladés al varón le dan más valor, sobre todo en los pueblos y aldeas. En las ciudades ya no. Eso sí, cuando a mis amigas de allí les digo que aquí las mujeres tienen hijos a los 40, se ríen, no lo conciben, porque en Bangladés a esa edad ya los están casando».
«Yo —prosigue Nilú— querría tener uno más, con dos para mí está bien, porque espero que la experiencia que tuve se me borre pronto». El parto de Nilú no fue precisamente ideal, todo lo contrario, empezó un lunes y finalmente dio a luz un jueves. «Estuve 50 horas de parto, con la bolsa rota, fue terrible. Pero, además, a los diez días de llegar a casa fui a la revisión y vieron que los puntos estaban mal, así que tuvieron que volver a intervenirme, volví a entrar en quirófano. Ahora ya estoy bien y se me ha pasado un poco el susto», concluye.
Ella e Imón, después de casarse, regresaron de vacaciones a su país y vieron que las cosas han cambiado un poco: «Ahora la gente sí se casa por amor, en eso la sociedad ha ido avanzando, pero todavía queda mucho, sobre todo en tema de libertades». Por eso ellos están felices de que su pequeño Iván haya nacido en Galicia y pueda crecer aquí.
QUE NO PIERDA SUS RAÍCES
«Yo me siento orgullosa de tener un hijo gallego», confiesa Nilú, al tiempo que su marido asiente. «Ahora tiene que aprender gallego, porque en casa entre nosotros hablamos bengalí y con él español. Queremos que no pierda sus raíces y que conozca nuestro idioma para cuando viaje a ver a sus abuelos paternos y al resto de la familia», asegura su progenitora.
«Él tiene ya su DNI y su pasaporte. Yo creo que en un futuro aquí estaremos todos más mezclados porque la gente en Galicia no quiere tener hijos y los pagapensiones sí los están teniendo. Si los españoles no quieren tener hijos, nosotros sí», concluye rotunda. «Desde que nació tengo otra energía, el niño se porta muy bien y es muy bueno», asegura Nilú. «Mi hijo se llama Iván Das Das, porque allí no tenemos el apellido materno y paterno, sino uno solo que hace referencia a nuestra clase social, y en nuestro caso es el mismo. Yo en el registro también tuve que duplicarlo y soy Nilú Das Das», explica.
¿Cómo creéis que será la vida de Iván?, les pregunto. Y ambos no dudan en su respuesta: «Vivirá aquí más libre que en Bangladés. Tiene esa suerte, ha nacido en un mundo libre y vivirá una vida mejor. En Bangladés aún tienes que pensar antes de hacer algo para que a nadie le parezca mal; y allí los gayses o bisexuales ya ni se ven, está marginados. Galicia nos ha aportado estabilidad y una nueva vida a los tres. Somos muy afortunados».