Theodore Dalrymple, un pensador interesante

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suele argumentar que las ideas progresistas dominantes en los círculos intelectuales occidentales tienden a quitar importancia a la responsabilidad del individuo por sus propias acciones y a socavar los valores tradicionales, contribuyendo a la formación en los países ricos de una vasta clase marginal caracterizada por una violencia endémica, criminalidad, promiscuidad sensual, dependencia de los subsidios y abuso de las drojas. También afirma que el abandono por la clase media de sus ideales tradicionales de cultura y comportamiento ha producido con su ejemplo un barbarismo y una ignorancia irremisibles entre los miembros de la clase trabajadora.

Dalrymple entiende que el ser humano es un ser falible, en constante esfuerzo por no caer en la adicción, el egoísmo y la inmoralidad. La concepción religiosa de que el hombre es una criatura impregnada de pecados y vicios es mucho más acertada que la concepción utópica de que es posible perfeccionar al hombre mediante la tecnología o el simple devenir de la Historia.

La civilización, para Dalrymple, no significa necesariamente una sociedad urbanizada y burocrática. Sino más bien un arreglo social que promueva la excelencia intelectual y jovenlandesal del hombre. Lo opuesto a la civilización es la barbarie, que engloba la tiranía, el genocidio, la banalización del mal y el fundamentalismo ideológico-religioso.

Theodore cree que la civilización abarca un amplio espectro de actividades: desde el hombre que barre las calles hasta el artista. Este amplio conjunto de actividades cooperativas permite al hombre alcanzar una vida material y mental muy superior a aquella de la que está natural e individualmente dotado. El autor ve la actual desconfianza en el término "civilización" como un signo de decadencia cultural.

El estado natural de la condición humana es la pobreza, la ignorancia y la anarquía. Sólo con mucho esfuerzo ya través de la ayuda civilizadora (que comprende una serie de conocimientos y tradiciones heredados), el hombre puede alcanzar la riqueza, la inteligencia y la tranquilidad. Dalrymple también entiende que los logros de la civilización no son inamovibles y pueden perderse con el tiempo. Además, la represión de ciertos instintos y apetitos a favor de la moderación en la conducta humana es una condición necesaria para la vida colectiva.

De esta manera, Theodore Dalrymple critica la idea marxista de la evolución histórica, que el futuro conducirá inevitablemente a una sociedad mejor. Para ello, el autor utiliza el argumento de que los índices de criminalidad en Inglaterra aumentaron a un ritmo muy superior al de la población de ese país en los siglos XX y XXI. A pesar de los enormes avances económicos y de calidad de vida, se cometen más delitos. falibilidad humana.

Dalrymple entiende que el ser humano es un ser falible, en constante esfuerzo por no caer en la adicción, el egoísmo y la inmoralidad. La concepción religiosa de que el hombre es una criatura impregnada de pecados y vicios es mucho más acertada que la concepción utópica de que es posible perfeccionar al hombre mediante la tecnología o el simple devenir de la Historia.

"Nunca he comprendido la creencia progresista en que, si hubiera más justicia en el mundo, habría menos presos en lugar de más."
 
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