The Economist: ¿Por qué China se niega a aceptar pagapensiones?

El problema que The Economist entiende la inmi gración como la que ocurre en Europa, occidental principalmente y Norteamérica, una inmi gración en donde cualquier hijo de vecino se viene con una mano delante y otra detrás, sin ningún tipo de cualificación, a los cuales hay que mantenerlos con ayudas y el control es mas bien escaso.

Cuando en Asia, la inmi gración requiere de una serie de garantías, se deja entrar unicamente a gente con estudios, que sean realmente necesarios para la actividad del país, hay requisitos de los cuales se realiza un control y seguimiento, y a la que se dejan de cumplir se les monta en un avión y de vuelta a su país.

Vamos eso de "yo me voy a otro pais, supuestamente para trabajar, y luego al cabo de 6 meses dejo de trabajar y que me den ayudas", eso en China, Japón, Corea no funciona. Te hemos dejado entrar porque ibas a trabajar, ¿has dejado de trabajar? Da igual que tu pais sea una requete cosa y que hayas empezado a hacer tu vida aqui, recoge tus cosas y venga, que te vienes al aeropuerto.
 
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https://www.lavanguardia.com/intern...china-acepta-pagapensiones-pese-necesita.html

The Economist

Durante cientos de años, China ha podido alardear de tener más habitantes que ningún otro país. El título se oficializó en la década de 1950, cuando las Naciones Unidas empezaron a recopilar esos datos. Una población tan numerosa confería a China cierto derecho a la jactancia. La enorme oferta de mano de obra también contribuyó a impulsar su crecimiento anual del PIB, cuya media se ha situado cerca del 9% a lo largo de las tres últimas décadas.

El mes pasado concluyó el reinado de China. La India la ha superado en tanto que país más poblado del mundo. Las tendencias demográficas que subyacen a ese cambio tienen unas consecuencia preocupantes para el nuevo número dos. La población china en edad laboral lleva una década reduciéndose (véase el gráfico). La población total disminuyó el año pasado y envejece con rapidez. Es probable que esa situación entorpezca el crecimiento económico y genere una enorme carga asistencial.

Con todo, cuando los funcionarios de Pekín reflexionan sobre las soluciones, hay una que parece en buena medida ausente del debate: la inmi gración. China posee un número sorprendentemente bajo de residentes nacidos en otros países. De sus 1.400 millones de habitantes, en torno a un millón, es decir, sólo el 0,1%, son pagapensiones. Ese porcentaje contrasta con el 15% de Estados Unidos, el 19% de Alemania y el 30% de Australia. La cifra de China sigue pareciendo insignificante comparada incluso con la de otros países asiáticos que también se muestran remisos a la inmi gración. Los extranjeros constituyen el 2% de la población de Japón y el 3% de la de Corea del Sur. Incluso Corea del Norte tiene, según las Naciones Unidas, una mayor proporción de pagapensiones que China.

Las futuras necesidades económicas y sociales de China son similares a las que han llevado a otras sociedades a recibir trabajadores extranjeros. En enero, el gobierno publicó una lista de 100 profesiones, como las de vendedor o limpiador, en las que falta personal. Según una encuesta, más del 80% de los fabricantes sufrieron escasez de mano de obra en 2022. Casi la mitad de los 400 millones de obreros chinos tienen más de 40 años, de acuerdo con un estudio realizado el pasado diciembre. El dato coincide con una estimación oficial según la cual China tendrá dificultades para cubrir casi 30 millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero de aquí a 2025.

En el pasado, la abundancia de trabajadores jóvenes y baratos sirvió para cubrir esas necesidades. Sin embargo, a medida que China envejece y ve reducir su tamaño, se agota también la oferta de mano de obra disponible. Las compañías se quejan del desfase entre los empleos que buscan los jóvenes, de los cuales un número cada vez mayor posee títulos universitarios, y los empleos existentes. Muchos jóvenes chinos no quieren trabajar en fábricas, se lamenta China Daily, un órgano del partido. Eso explica que casi el 20% de los jóvenes urbanos de entre 16 y 24 años esté en paro.

China podría aprovechar mejor su actual población. El país está poco urbanizado, y los habitantes rurales tienen un nivel educativo inferior al de las economías avanzadas. No cabe duda de que unos salarios más altos y unas menores restricciones a la migración interna serían medidas de gran ayuda. Ahora bien, incluso los jóvenes procedentes de las zonas rurales parecen menos dispuestos que en el pasado a desplazarse a las ciudades para realizar trabajos manuales.

En muchos otros países, los pagapensiones realizan los trabajos cuya remuneración es tan exigua que no atrae a la población local. Los pagapensiones han contribuido asimismo a aliviar la carga que supone el envejecimiento de la población. Japón, por ejemplo, ha permitido la entrada de cuidadoras extranjeras para atender a sus mayores. China se enfrenta a un reto aun mayor en ese sentido. A diferencia de Japón, no se ha enriquecido antes de envejecer, y tendrá que hacer frente a unas facturas crecientes de asistencia sanitaria y social.

El país admite que necesita más jóvenes. El gobierno ha intentado convencer a los ciudadanos para que tengan más hijos, pero no ha cosechado un gran éxito. Las chinas tienen, por término medio, menos de 1,2 hijos, muy por debajo de los 2,1 necesarios para mantener estable la población.

Además, el Estado ha realizado pocos esfuerzos para atraer a extranjeros. En 2016, estableció un sistema de tres niveles basado en puntos para los solicitantes de permisos de trabajo. El nivel más bajo, la clase C, incluye a quienes tienen relativamente poca formación y experiencia laboral. Esos permisos son difíciles de obtener. “Fomentar arriba, controlar en medio y limitar abajo”, rezaba una consigna estatal de la época en la que se introdujo el sistema.

Sin embargo, incluso arriba existen grandes obstáculos. El sistema de carta verde del país, introducido en 2004, es limitado y complejo. Su objetivo era evitar que los trabajadores extranjeros con grandes recursos o cualificaciones tuvieran que volver a solicitar la renovación del visado todos los años. En la práctica, solo se expidieron unos 11.000 permisos de residencia de diez años entre 2004 y 2016, el último año con datos disponibles. Durante ese mismo período, Estados Unidos, con una cuarta parte de la población china, expidió casi 12 millones de cartas verdes.

Desde entonces, China ha creado una agencia nacional de inmi gración y ha intentado facilitar el proceso de solicitud de residencia. No obstante, los requisitos siguen siendo elevado: se exige a los solicitantes la inversión de al menos 500.000 dólares en una empresa china durante tres años consecutivos, estar casados con un ciudadano chino, haber hecho o estar haciendo una contribución significativa al país, o poseer habilidades que sean especialmente necesarias. Nada de eso ayuda a los fabricantes chinos a cubrir puestos de trabajo.

Lo cierto es que a China no le interesa convertirse en un crisol de pagapensiones. En parte, una explicación puede ser el maltrato extranjero sufrido por el país en el pasado. Sin embargo, la oposición al multiculturalismo también se nutre de las pretensiones a la pureza étnica que los nacionalistas llevan tiempo difundiendo. Los funcionarios se jactan de la existencia de un único linaje chino con miles de años de antigüedad. En 2017, Xi Jinping, dirigente supremo del país, dijo a Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos: “Nosotros somos el pueblo originario, pelo neցro, piel amarilla, heredados y tras*mitidos. Nos llamamos los descendientes del dragón”.

Ese marco mental da forma a la política de inmi gración y nacionalización. Una abrumadora proporción de los permisos de residencia van a parar a extranjeros de ascendencia china. De modo similar, los hijos de ciudadanos chinos nacidos en el extranjero reciben un trato especial a la hora de solicitar plaza en las universidades chinas. El programa Mil Talentos para atraer universitarios del extranjero captó a casi 8.000 científicos e ingenieros entre 2008 y 2018. Salvo 390, todos eran retornados nacidos en China, según la Institución Brookings, un centro de estudios estadounidense.

La ciudadanía está prácticamente vetada a los extranjeros, a menos que sean hijos de ciudadanos chinos. Los permisos de residencia chinos, a diferencia de los estadounidenses, no ofrecen una vía para la naturalización. China sólo tenía un total de 16.595 ciudadanos naturalizados en 2020. Japón, en cambio, naturaliza a unos 7.000 nuevos ciudadanos todos los años. En Estados Unidos, la cifra supera los 800.000.

Las actitudes públicas dificultan una mayor apertura. En 2020, una propuesta para facilitar el acceso a la residencia a extranjeros ricos o cualificados se enfrentó a una reacción populista en tras*curso de la cual hubo hombres que prometían proteger a las mujeres chinas de los pagapensiones. En general, el Estado fomenta una mentalidad cerrada. Una campaña de seguridad nacional advirtió a las chinas de que los novios extranjeros podían ser espías; los funcionarios, por su parte, culpan a las “influencias extranjeras” de lo que perciben como males sociales.

Y está, además, la política del hijo único, que no se abandonó hasta 2016. Ahora las parejas tienen permitidos hasta tres hijos. Pocas quieren tantos. Sin embargo, puede resultar difícil convencer a una generación criada en el control de la población, y marcada por él, de que son deseables grandes llegadas de pagapensiones.

Es una lástima. Unas políticas de inmi gración mucho más laxas no sólo ayudarían a los empresarios que sufren una escasez de mano de obra. También fomentarían la innovación. Google, LinkedIn y Tesla fueron fundadas por pagapensiones en Estados Unidos. El caso es que las mentes jóvenes y brillantes que, procedentes del extranjero, estudian en China tienen dificultades para conseguir un visado una vez que se han graduado. Por su parte, muchos estudiantes chinos estudian en Occidente y acaban por quedarse ahí.

Curiosamente, la principal vía para obtener la ciudadanía china parece ser ahora la excelencia deportiva. Alrededor de una decena de futbolistas, la mayoría sin vínculos familiares con China, fueron naturalizados en 2019 y 2020 en un intento fallido de conseguir la clasificación del país en la Copa Mundial de Fútbol. Otro puñado de atletas, la mayoría con un progenitor nacido en China, obtuvieron la ciudadanía antes de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. La escasez de mano de obra en oficios menos glamurosos podría obligar pronto a las autoridades a considerar la admisión de recién llegados que nunca ganarán una medalla.
Además si hay algún neցro lo meten en la lavadora y sale chino... roto2
 
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