Ejquelosfajsistassonellos
Resignado ante la victoria de los malvados en Esp.
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A ver, tras*cribo aquí este documento histórico de bastante interés. Sé que la mayoría preferís ver tías en berzas en Instagram o lo que dicen de los nancys en la tele, pero aquí está el pensamiento puro, escrito el día anterior a su suicidio. En este documento tambien nombra a Dönitz como Presidente del Reich, el 2º y último líder de la Alemania nancy
En otros documentos que he puesto de la II Guerra Mundial he eliminado cualquier referencia a los judíos para no alentar el antisemitismo, que no es mi propósito al ponerlos. Mi interés es el análisis real de la historia y la demostración de que el marxismo miente en esta área, como en otras.
No obstante, este documento es suficientemente interesante como para tras*cribirlo íntegro, así que haré una excepción y lo escribo tal y como es, diciendo de antemano que yo no tengo por qué estar de acuerdo en todo o en parte con lo que dice el texto.
Así que ahí va el tocho, para quien le interese, que serán 4. Luego os enlazaré algun hilo de cosa de el Pais diciendo que Hitler comía un niño cada mañana para que podais comentar y leer con mas ganas
**************
Desde que, en 1914, aporté como voluntario mi modesto esfuerzo a la primera Guerra Mundial impuesta al Reich, han tras*currido ya más de 30 años. En estas tres décadas, fueron exclusivamente el amor y la fidelidad a mi pueblo, quienes impulsaron todos mis pensamientos, mis actos y mi vida. Ellos me proporcionaron la energía precisa para adoptar gravísimas decisiones ante las que nunca se había visto hasta ahora ningún ser mortal. A lo largo de las tres décadas he ido consumiendo mi tiempo, mi esfuerzo y mi salud.
No es cierto que yo, ni nadie en Alemania, haya querido la guerra en 1939. La guerra fue querida y preparada exclusivamente por aquellos estadistas internacionales cuya ascendencia era judía o que trabajaban en pro de intereses judíos. He hecho demasiadas ofertas de reducción y limitación de armamentos, ofertas cuya realidad no podrá negar jamás la posteridad, para que pueda pesar sobre mí la responsabilidad del desencadenamiento de esta guerra. Además, nunca he querido que , tras la primera y desdichada Guerra Mundial, surgiese otra más contra Inglaterra ni contra Norteamérica. Pasarán los siglos; pero de las ruinas de nuestras ciudades y nuestras obras de arte renacerá constantemente el repruebo hacia el pueblo en último término responsable, al que debemos todo lo que hoy sucede: al judaísmo internacional y sus cómplices.
Todavía tres días antes del comienzo de la guerra germanopolaca, propuse al Embajador británico en Berlín una solución del problema germanopolaco, parecida a la adoptada en el caso del territorio del Sarre, bajo un control internacional. Tampoco esta oferta mía podrá ser negada. Fue rechazada porque las esferas rectoras de la política inglesa querían la guerra, en parte, a causa de los negocios que de ella se prometían, y en parte también, impulsados por una propaganda movida, a su vez, por el judaísmo internacional.
Pero tampoco he dejado lugar a dudas en cuanto al hecho de que si los pueblos de Europa volviesen a ser considerados y tratados exclusivamente como paquetes de acciones de estos conspiradores internacionales del dinero y las finanzas, también habría que hacer responsable de ello a este pueblo, que es el verdadero culpable de esta mortífera lucha: al judaísmo. También he dado a entender claramente que, esta vez, no padecerían hambre tan solo millones de hijos de europeos de estirpe aria, ni morirían únicamente millones de hombres adultos, ni serían quemados y bombardeados en las ciudades cientos de miles de mujeres y niños, sin que pagasen su culpa los verdaderos culpables, aunque fuese sufriendo una suerte más humana en los procedimientos.
Al cabo de una lucha de seis años que, pese a todos los contratiempos en ella sufridos, pasará un día a la Historia como la más gloriosa y valiente manifestación de la voluntad de vivir de un pueblo, no puedo apartarme de la ciudad que es capital de este Reich. Dado que las fuerzas disponibles son demasiado escasas para resistir por más tiempo el asalto enemigo, precisamente en este punto y cuando la resistencia propia va siendo paulatinamente minada por sujetos tan ciegos como faltos de carácter, quiero unir mi destino al que millones de compatriotas han tomado sobre sí, permaneciendo para ello, en esta ciudad, Aparte de esto, no quiero caer en manos de adversarios que precisan, para diversión de las masas por ellos azuzadas, de un espectáculo organizado por judíos.
En consecuencia, he decidido quedarme en Berlín y morir aquí por mi propia voluntad en el momento en que crea que ya no puede ser defendida la sede misma del Führer y Canciller. Muero con el corazón alegre a la vista de las inconmesurables hazañas y realizaciones, por mi conocidas, de nuestros soldados en el frente y de nuestras mujeres en retaguardia, del rendimiento de nuestros campesinos y obreros y de la actuación, única en la Historia, de nuestras juventudes, que llevan mi nombre.
El que yo exprese a todos ellos mi agradecimiento, desde lo más hondo de mi corazón, es cosa tan comprensible como mi deseo de que no por haberlo hecho así renuncien en ninguna circunstancia a la lucha, sino que la continúen, en todo momento y lugar, contra los enemigos de la Patria. De acuerdo con las doctrinas del gran Clausewitz del sacrificio de nuestros soldados y de mi solidaridad con ellos hasta la fin nacerá algún día, y de un modo u otro, en nuestra historia, la semilla del esplendoroso renacer del movimiento socialista nacional y, con él la de la realización de una verdadera comunidad popular.
Muchos hombres y mujeres valerosísimos han decidido ligar sus vidas a la mía hasta el final. Les he rogado y, finalmente, les he ordenado que no lo hagan, sino que continúen participando en la la lucha ulterior de la Nación. A los jefes de los Ejércitos, de la Marina y de la Aviación les ruego que fortalezcan, empleando por ello los medios más extremados, el espíritu de resistenciade nuestros soldados en un sentido socialista nacional y teniendo en cuenta, muy especialmente, que también yo, como fundador y creador de este movimiento, he preferido la fin a la huida fistro o, incluso, a la capitulación.
Ojalá que un día llegue a ser principio de honor de todo oficial alemán como ya lo es hoy en nuestra Marina, que es un imposible la rendición de una comarca o ciudad y que son muy especialmente los mandos los que han de dar ejemplo luminoso del más fiel cumplimiento del deber hasta la misma fin,
Antes de morir expulso del Partido al ex Mariscal del Reich Hermann Göring y lo privo de todos los derechos que pudieran derivarse de la Disposición del 29 de julio de 1941, así como de mi Declaración al Reich del 1º de Septiembre de 1939. En su lugar, nombro Presidente del Reich y Comandante Supremo de la Wehrmacht, al Gran Almirante Dönitz.
Antes de morir, expulso del Partido y depongo de todos sus cargos oficiales al ex Reichsführer de la SS y ex Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar, nombro Reichsführer de las SS y jefe de la Policía alemana al Gaulaiter Karl Hanke y Ministro del Interior al Gauleiter Paul Giessler.
Prescindiendo por completo de la falta de fidelidad demostrada para con mi persona, Göring y Himmler han causado un daño incalculable al país y a todo el pueblo, entablando negociaciones secretas con el enemigo, a espaldas mías y en contra de mi voluntad, y tratando de hacerse con el Poder del Estado por medios ilegales. A fin de dar al pueblo un Gobierno compuesto por hombres honrados que cumplan la obligación de continuar la guerra por todos los medios, nombro, en mi calidad de Führer de la Nación, los siguientes miembros del nuevo gabinete:
Presidente del Reich: Dönitz; Canciller del Reich: Dr.Goebbels; Ministro del Partido: Bormann; Ministro de Asuntos Exteriores: Seiss-Inquart; Ministro del Interior: Gauleiter Geissler; Ministro de la Guerra: Dönitz; Comandante en jefe de la Aviación: Greim; Reichsführer de las SS y Jefe de la Policía alemana: Gauleiter Hanke; Economía: Funk; Agricultura: Backe; Justicia: Thierack; Cultos: Dr.Scheel; Propaganda: Dr.Naumann; Finanzas: Schwerin Krosigk; Trabajo: Dr.Hupfauer; Armamentos: Saur; Director del Frente Alemán del Trabajo y miembro del Gabinete del Reich Ministro del Reich Dr.Ley.
Aunque varios de estos hombres, como Martin Bormann, el Dr.Goebbels, etc. han venido voluntariamente a reunirse conmigo , junto con sus mujeres, y no quisieron en modo alguno abandonar la capital del Reich sino que estaban dispuestos a perecer aquí conmigo, tengo que rogarles que obedezcan mis indicaciones y antepongan, en este caso, el interés de la Nación a sus propios sentimientos. Con su labor y, su fidelidad de compañeros seguirán estando cerca de mí después de mi fin y espero que mi espíritu continúe entre ellos y les acompañe siempre. Deberán ser duros, pero jamás injustos, sobre todo, no convertir nunca el temor en consejero de sus actos y colocar el honor de la Nación por encima de todo lo demás que en el mundo existe. Deberán, por fin, tener conciencia plena de que nuestra tarea de construcción de un Estado socialista nacional ha de ser la obra de los siglos venideros, obra que obliga a cada cual a servir siempre al interés común y a posponer a éste las ventajas de orden personal.
Exijo de todos los alemanes, de todos los socialistas nacionales, de todos los hombres y de todas las mujeres y de todos los miembros de la Wehrmacht que sean fieles y obedezcan hasta la fin al nuevo Gobierno y a su Presidente.
Conmino al mando de la Nación y de sus seguidores a que cumplan estrictamente las leyes raciales y resistan implacablemente a los envenenadores mundiales de todos los pueblos: al judaísmo internacional.
Dado en Berlín, el 29 de abril de 1945, a las 04:00 horas.
Adolf Hitler
Firman como testigos: Dr.Josef Goebbels, Martin Bormann, Wilhelm Burgdorf, Hans Krebs
En otros documentos que he puesto de la II Guerra Mundial he eliminado cualquier referencia a los judíos para no alentar el antisemitismo, que no es mi propósito al ponerlos. Mi interés es el análisis real de la historia y la demostración de que el marxismo miente en esta área, como en otras.
No obstante, este documento es suficientemente interesante como para tras*cribirlo íntegro, así que haré una excepción y lo escribo tal y como es, diciendo de antemano que yo no tengo por qué estar de acuerdo en todo o en parte con lo que dice el texto.
Así que ahí va el tocho, para quien le interese, que serán 4. Luego os enlazaré algun hilo de cosa de el Pais diciendo que Hitler comía un niño cada mañana para que podais comentar y leer con mas ganas
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Desde que, en 1914, aporté como voluntario mi modesto esfuerzo a la primera Guerra Mundial impuesta al Reich, han tras*currido ya más de 30 años. En estas tres décadas, fueron exclusivamente el amor y la fidelidad a mi pueblo, quienes impulsaron todos mis pensamientos, mis actos y mi vida. Ellos me proporcionaron la energía precisa para adoptar gravísimas decisiones ante las que nunca se había visto hasta ahora ningún ser mortal. A lo largo de las tres décadas he ido consumiendo mi tiempo, mi esfuerzo y mi salud.
No es cierto que yo, ni nadie en Alemania, haya querido la guerra en 1939. La guerra fue querida y preparada exclusivamente por aquellos estadistas internacionales cuya ascendencia era judía o que trabajaban en pro de intereses judíos. He hecho demasiadas ofertas de reducción y limitación de armamentos, ofertas cuya realidad no podrá negar jamás la posteridad, para que pueda pesar sobre mí la responsabilidad del desencadenamiento de esta guerra. Además, nunca he querido que , tras la primera y desdichada Guerra Mundial, surgiese otra más contra Inglaterra ni contra Norteamérica. Pasarán los siglos; pero de las ruinas de nuestras ciudades y nuestras obras de arte renacerá constantemente el repruebo hacia el pueblo en último término responsable, al que debemos todo lo que hoy sucede: al judaísmo internacional y sus cómplices.
Todavía tres días antes del comienzo de la guerra germanopolaca, propuse al Embajador británico en Berlín una solución del problema germanopolaco, parecida a la adoptada en el caso del territorio del Sarre, bajo un control internacional. Tampoco esta oferta mía podrá ser negada. Fue rechazada porque las esferas rectoras de la política inglesa querían la guerra, en parte, a causa de los negocios que de ella se prometían, y en parte también, impulsados por una propaganda movida, a su vez, por el judaísmo internacional.
Pero tampoco he dejado lugar a dudas en cuanto al hecho de que si los pueblos de Europa volviesen a ser considerados y tratados exclusivamente como paquetes de acciones de estos conspiradores internacionales del dinero y las finanzas, también habría que hacer responsable de ello a este pueblo, que es el verdadero culpable de esta mortífera lucha: al judaísmo. También he dado a entender claramente que, esta vez, no padecerían hambre tan solo millones de hijos de europeos de estirpe aria, ni morirían únicamente millones de hombres adultos, ni serían quemados y bombardeados en las ciudades cientos de miles de mujeres y niños, sin que pagasen su culpa los verdaderos culpables, aunque fuese sufriendo una suerte más humana en los procedimientos.
Al cabo de una lucha de seis años que, pese a todos los contratiempos en ella sufridos, pasará un día a la Historia como la más gloriosa y valiente manifestación de la voluntad de vivir de un pueblo, no puedo apartarme de la ciudad que es capital de este Reich. Dado que las fuerzas disponibles son demasiado escasas para resistir por más tiempo el asalto enemigo, precisamente en este punto y cuando la resistencia propia va siendo paulatinamente minada por sujetos tan ciegos como faltos de carácter, quiero unir mi destino al que millones de compatriotas han tomado sobre sí, permaneciendo para ello, en esta ciudad, Aparte de esto, no quiero caer en manos de adversarios que precisan, para diversión de las masas por ellos azuzadas, de un espectáculo organizado por judíos.
En consecuencia, he decidido quedarme en Berlín y morir aquí por mi propia voluntad en el momento en que crea que ya no puede ser defendida la sede misma del Führer y Canciller. Muero con el corazón alegre a la vista de las inconmesurables hazañas y realizaciones, por mi conocidas, de nuestros soldados en el frente y de nuestras mujeres en retaguardia, del rendimiento de nuestros campesinos y obreros y de la actuación, única en la Historia, de nuestras juventudes, que llevan mi nombre.
El que yo exprese a todos ellos mi agradecimiento, desde lo más hondo de mi corazón, es cosa tan comprensible como mi deseo de que no por haberlo hecho así renuncien en ninguna circunstancia a la lucha, sino que la continúen, en todo momento y lugar, contra los enemigos de la Patria. De acuerdo con las doctrinas del gran Clausewitz del sacrificio de nuestros soldados y de mi solidaridad con ellos hasta la fin nacerá algún día, y de un modo u otro, en nuestra historia, la semilla del esplendoroso renacer del movimiento socialista nacional y, con él la de la realización de una verdadera comunidad popular.
Muchos hombres y mujeres valerosísimos han decidido ligar sus vidas a la mía hasta el final. Les he rogado y, finalmente, les he ordenado que no lo hagan, sino que continúen participando en la la lucha ulterior de la Nación. A los jefes de los Ejércitos, de la Marina y de la Aviación les ruego que fortalezcan, empleando por ello los medios más extremados, el espíritu de resistenciade nuestros soldados en un sentido socialista nacional y teniendo en cuenta, muy especialmente, que también yo, como fundador y creador de este movimiento, he preferido la fin a la huida fistro o, incluso, a la capitulación.
Ojalá que un día llegue a ser principio de honor de todo oficial alemán como ya lo es hoy en nuestra Marina, que es un imposible la rendición de una comarca o ciudad y que son muy especialmente los mandos los que han de dar ejemplo luminoso del más fiel cumplimiento del deber hasta la misma fin,
Antes de morir expulso del Partido al ex Mariscal del Reich Hermann Göring y lo privo de todos los derechos que pudieran derivarse de la Disposición del 29 de julio de 1941, así como de mi Declaración al Reich del 1º de Septiembre de 1939. En su lugar, nombro Presidente del Reich y Comandante Supremo de la Wehrmacht, al Gran Almirante Dönitz.
Antes de morir, expulso del Partido y depongo de todos sus cargos oficiales al ex Reichsführer de la SS y ex Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar, nombro Reichsführer de las SS y jefe de la Policía alemana al Gaulaiter Karl Hanke y Ministro del Interior al Gauleiter Paul Giessler.
Prescindiendo por completo de la falta de fidelidad demostrada para con mi persona, Göring y Himmler han causado un daño incalculable al país y a todo el pueblo, entablando negociaciones secretas con el enemigo, a espaldas mías y en contra de mi voluntad, y tratando de hacerse con el Poder del Estado por medios ilegales. A fin de dar al pueblo un Gobierno compuesto por hombres honrados que cumplan la obligación de continuar la guerra por todos los medios, nombro, en mi calidad de Führer de la Nación, los siguientes miembros del nuevo gabinete:
Presidente del Reich: Dönitz; Canciller del Reich: Dr.Goebbels; Ministro del Partido: Bormann; Ministro de Asuntos Exteriores: Seiss-Inquart; Ministro del Interior: Gauleiter Geissler; Ministro de la Guerra: Dönitz; Comandante en jefe de la Aviación: Greim; Reichsführer de las SS y Jefe de la Policía alemana: Gauleiter Hanke; Economía: Funk; Agricultura: Backe; Justicia: Thierack; Cultos: Dr.Scheel; Propaganda: Dr.Naumann; Finanzas: Schwerin Krosigk; Trabajo: Dr.Hupfauer; Armamentos: Saur; Director del Frente Alemán del Trabajo y miembro del Gabinete del Reich Ministro del Reich Dr.Ley.
Aunque varios de estos hombres, como Martin Bormann, el Dr.Goebbels, etc. han venido voluntariamente a reunirse conmigo , junto con sus mujeres, y no quisieron en modo alguno abandonar la capital del Reich sino que estaban dispuestos a perecer aquí conmigo, tengo que rogarles que obedezcan mis indicaciones y antepongan, en este caso, el interés de la Nación a sus propios sentimientos. Con su labor y, su fidelidad de compañeros seguirán estando cerca de mí después de mi fin y espero que mi espíritu continúe entre ellos y les acompañe siempre. Deberán ser duros, pero jamás injustos, sobre todo, no convertir nunca el temor en consejero de sus actos y colocar el honor de la Nación por encima de todo lo demás que en el mundo existe. Deberán, por fin, tener conciencia plena de que nuestra tarea de construcción de un Estado socialista nacional ha de ser la obra de los siglos venideros, obra que obliga a cada cual a servir siempre al interés común y a posponer a éste las ventajas de orden personal.
Exijo de todos los alemanes, de todos los socialistas nacionales, de todos los hombres y de todas las mujeres y de todos los miembros de la Wehrmacht que sean fieles y obedezcan hasta la fin al nuevo Gobierno y a su Presidente.
Conmino al mando de la Nación y de sus seguidores a que cumplan estrictamente las leyes raciales y resistan implacablemente a los envenenadores mundiales de todos los pueblos: al judaísmo internacional.
Dado en Berlín, el 29 de abril de 1945, a las 04:00 horas.
Adolf Hitler
Firman como testigos: Dr.Josef Goebbels, Martin Bormann, Wilhelm Burgdorf, Hans Krebs
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