ElBillet
Madmaxista
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Si la UE me paga, no envío pateras
Antes de hablar, Akram toma precauciones como si le fuera la vida en ello; porque le va la vida en ello. Es un traficante cauto; es decir, vivo todavía. El primer día, concierta la cita a medianoche, que luego prorroga a la una. Después a las dos. Al final da marcha atrás. Al día siguiente, lo jura, cita a las once frente a un portal. Luego a mediodía. Cambia: ahora quiere que le pasemos a recoger en una frutería. Aparece con una gorra calada hasta las cejas, mira hacia los lados y salta dentro del coche. “Vamos por aquí”. Y vamos. “No habrá fotos, ¿ok?”, dice. Horas más tarde, accederá a ser inmortalizado oculto detrás de unas gafas de sol y una toalla que le cubra el rostro. Obligará a borrar cualquier imagen que muestre un mínimo detalle del lugar donde se desarrolla la entrevista. ¿Se ve el marco de la ventana? Supprimer . ¿Las baldosas se reflejan en las
gafas de sol? Supprimer . El intermediario, un hombre de negocios saharaui que ha posibilitado el encuentro, excusa su desconfianza. “Si los demás traficantes se enteran de que ha hablado contigo, lo matarán”.
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Akram es un traficante cauto; es decir, vivo aún. Akram es también el nombre falso de un passeur de Dajla, uno de las decenas de traficantes que han convertido la ciudad saharaui, en territorio ocupado por jovenlandia, en el paraíso de la migración ilegal.
“Solo paso marroquíes, no jovenlandeses; los neցros no tienen dinero y no son de fiar, si les pillan, te delatan”
Aunque no hay cifras oficiales, según organizaciones canarias de acogida al menos el 70% de los 21.000 migrantes llegados este año al archipiélago son de nacionalidad jovenlandés y de las más de 641 embarcaciones que han arribado al archipiélago desde enero, alrededor de 300 han salido de las playas de Dajla.
Akram, de 27 años, lleva tres años en el negocio por un motivo evidente. “Para ganar dinero, mucho dinero”. De rasgos afilados, Akram es un joven atractivo y subraya sus respuestas con una sonrisa irónica. No puede contar cuántas pateras de migrantes ha enviado a Canarias —“No sé, pero toda Las Palmas la he mandado yo”, exagera—, y muestra su euforia por el repunte del negocio desde verano. Hay trabajo de sobra. “Antes cada semana salían una o dos barcas, ahora algunas noches, 10 o 15 pateras. Una locura. Yo mismo he mandado seis en dos meses”. Podría haber enviado más pero prefiere ser cauto (otra vez). “Si te pasas, vas a prisión. Unos enviaron 27 barcas y la policía les ha cogido. Luego solo estás 4 o 5 meses en la guandoca porque pagas y sales, pero hay que controlarse”.
Uno de los faros de Dajla
Internet
Con su táctica prudente calcula que en octubre y noviembre ha sacado un beneficio de entre 60.000 y 70.000 euros. “ Pas mal ”, dice. Nada mal: en jovenlandia, el salario medio es de 219 euros al mes; y es una cifra anterior a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, que ha dejado tiritando al sector del turismo y al comercio local.
Se le escapa la risa al describir el buen momento del sector. “Ahora hay mucha demanda, vienen chicos de todo jovenlandia y los precios suben”. Los entre 25 y 30 por barca pagan 2.000 euros por el viaje clandestino a Canarias, 500 euros más que en verano y el doble que hace un año. A partir de ahí hay que repartir el pastel. Lo primero es buscar un capitán, un rais . “No siempre es fácil, pero pagamos bien, 5.000 euros por travesía. El piloto siempre es jovenlandés con doble nacionalidad española o papeles, cuando llega se camufla en el pasaje y al cabo de unos días vuelve en avión”. Además del coste de la barcaza, el motor fueraborda de 25 caballos y la gasolina, en total unos 20.000 euros de inversión, hay que untar al agent immobilier y al grand patron . El primero es un intermediario que capta a migrantes, a 200 euros de comisión por cada pasajero proporcionado. El grand patron , el gran jefe, es la definición de corrupción: un alto cargo de la policía que se encarga de que la vigilancia marítima esa noche mire para otro lado. “Se lleva 10.000 euros por barca, casi lo mismo que yo”, explica Akram.
Puerto de Arguineguín, en Gran Canaria, punto de llegada de muchas pateras
EFE
Las salidas, siempre de noche, se producen en una franja entre 10 y 110 kilómetros a las afueras de Dajla. “A la policía y a los passeurs nos interesa la migración. Ganamos dinero juntos. Cada dos o tres meses, detienen a un passeur para demostrar que hacen su trabajo, pero no tengo miedo; tengo buenos contactos”. Confía que jovenlandia tarde en recibir más ayudas europeas para reforzar el control de sus costas e incluso ofrece un trato. “Si el gobierno español o la Unión Europea me pagan, mañana dejo de enviar migrantes a Canarias”.
Akram habla de dinero como un empresario. Gastos, beneficios, pérdidas. Con sus propios códigos: lealtad y neցros no. “Si interceptan a mis clientes y los devuelven a la costa, les garantizo que les volveré a enviar sin pagar más. Solo marroquíes, ya no paso a jovenlandeses. Los neցros no tienen dinero y no son de fiar. Si les pilla la policía, te delatan”.
Akram dice que no se arrepiente de nada y asegura que en la ruta de Dajla apenas hay accidentes, pero sí admite que hay un instante que le quita el sueño. “El minuto de verles subir a la barca sí es un poco difícil. Les ves esas caras de miedo, esas miradas asustadas y te das cuenta del riesgo. Ese momento es difícil, pero después se me olvida”. Mientras dura la travesía, se mete en casa a esperar noticias. “No duermo en 48 horas. Estoy nervioso por si ocurre algo. Luego, cuando llegan y me mandan vídeos me siento feliz y duermo 24 horas seguidas”.
Akram, asegura, lo dejará pronto. Cuando tenga suficiente para comprar una casa, luego dirá adiós. Por una simple razón: “Tengo dos hijas, ¿tú tienes?”
Antes de hablar, Akram toma precauciones como si le fuera la vida en ello; porque le va la vida en ello. Es un traficante cauto; es decir, vivo todavía. El primer día, concierta la cita a medianoche, que luego prorroga a la una. Después a las dos. Al final da marcha atrás. Al día siguiente, lo jura, cita a las once frente a un portal. Luego a mediodía. Cambia: ahora quiere que le pasemos a recoger en una frutería. Aparece con una gorra calada hasta las cejas, mira hacia los lados y salta dentro del coche. “Vamos por aquí”. Y vamos. “No habrá fotos, ¿ok?”, dice. Horas más tarde, accederá a ser inmortalizado oculto detrás de unas gafas de sol y una toalla que le cubra el rostro. Obligará a borrar cualquier imagen que muestre un mínimo detalle del lugar donde se desarrolla la entrevista. ¿Se ve el marco de la ventana? Supprimer . ¿Las baldosas se reflejan en las
gafas de sol? Supprimer . El intermediario, un hombre de negocios saharaui que ha posibilitado el encuentro, excusa su desconfianza. “Si los demás traficantes se enteran de que ha hablado contigo, lo matarán”.
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Akram es un traficante cauto; es decir, vivo aún. Akram es también el nombre falso de un passeur de Dajla, uno de las decenas de traficantes que han convertido la ciudad saharaui, en territorio ocupado por jovenlandia, en el paraíso de la migración ilegal.
“Solo paso marroquíes, no jovenlandeses; los neցros no tienen dinero y no son de fiar, si les pillan, te delatan”
Aunque no hay cifras oficiales, según organizaciones canarias de acogida al menos el 70% de los 21.000 migrantes llegados este año al archipiélago son de nacionalidad jovenlandés y de las más de 641 embarcaciones que han arribado al archipiélago desde enero, alrededor de 300 han salido de las playas de Dajla.
Akram, de 27 años, lleva tres años en el negocio por un motivo evidente. “Para ganar dinero, mucho dinero”. De rasgos afilados, Akram es un joven atractivo y subraya sus respuestas con una sonrisa irónica. No puede contar cuántas pateras de migrantes ha enviado a Canarias —“No sé, pero toda Las Palmas la he mandado yo”, exagera—, y muestra su euforia por el repunte del negocio desde verano. Hay trabajo de sobra. “Antes cada semana salían una o dos barcas, ahora algunas noches, 10 o 15 pateras. Una locura. Yo mismo he mandado seis en dos meses”. Podría haber enviado más pero prefiere ser cauto (otra vez). “Si te pasas, vas a prisión. Unos enviaron 27 barcas y la policía les ha cogido. Luego solo estás 4 o 5 meses en la guandoca porque pagas y sales, pero hay que controlarse”.
Uno de los faros de Dajla
Internet
Con su táctica prudente calcula que en octubre y noviembre ha sacado un beneficio de entre 60.000 y 70.000 euros. “ Pas mal ”, dice. Nada mal: en jovenlandia, el salario medio es de 219 euros al mes; y es una cifra anterior a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, que ha dejado tiritando al sector del turismo y al comercio local.
Se le escapa la risa al describir el buen momento del sector. “Ahora hay mucha demanda, vienen chicos de todo jovenlandia y los precios suben”. Los entre 25 y 30 por barca pagan 2.000 euros por el viaje clandestino a Canarias, 500 euros más que en verano y el doble que hace un año. A partir de ahí hay que repartir el pastel. Lo primero es buscar un capitán, un rais . “No siempre es fácil, pero pagamos bien, 5.000 euros por travesía. El piloto siempre es jovenlandés con doble nacionalidad española o papeles, cuando llega se camufla en el pasaje y al cabo de unos días vuelve en avión”. Además del coste de la barcaza, el motor fueraborda de 25 caballos y la gasolina, en total unos 20.000 euros de inversión, hay que untar al agent immobilier y al grand patron . El primero es un intermediario que capta a migrantes, a 200 euros de comisión por cada pasajero proporcionado. El grand patron , el gran jefe, es la definición de corrupción: un alto cargo de la policía que se encarga de que la vigilancia marítima esa noche mire para otro lado. “Se lleva 10.000 euros por barca, casi lo mismo que yo”, explica Akram.
Puerto de Arguineguín, en Gran Canaria, punto de llegada de muchas pateras
EFE
Las salidas, siempre de noche, se producen en una franja entre 10 y 110 kilómetros a las afueras de Dajla. “A la policía y a los passeurs nos interesa la migración. Ganamos dinero juntos. Cada dos o tres meses, detienen a un passeur para demostrar que hacen su trabajo, pero no tengo miedo; tengo buenos contactos”. Confía que jovenlandia tarde en recibir más ayudas europeas para reforzar el control de sus costas e incluso ofrece un trato. “Si el gobierno español o la Unión Europea me pagan, mañana dejo de enviar migrantes a Canarias”.
Akram habla de dinero como un empresario. Gastos, beneficios, pérdidas. Con sus propios códigos: lealtad y neցros no. “Si interceptan a mis clientes y los devuelven a la costa, les garantizo que les volveré a enviar sin pagar más. Solo marroquíes, ya no paso a jovenlandeses. Los neցros no tienen dinero y no son de fiar. Si les pilla la policía, te delatan”.
Akram dice que no se arrepiente de nada y asegura que en la ruta de Dajla apenas hay accidentes, pero sí admite que hay un instante que le quita el sueño. “El minuto de verles subir a la barca sí es un poco difícil. Les ves esas caras de miedo, esas miradas asustadas y te das cuenta del riesgo. Ese momento es difícil, pero después se me olvida”. Mientras dura la travesía, se mete en casa a esperar noticias. “No duermo en 48 horas. Estoy nervioso por si ocurre algo. Luego, cuando llegan y me mandan vídeos me siento feliz y duermo 24 horas seguidas”.
Akram, asegura, lo dejará pronto. Cuando tenga suficiente para comprar una casa, luego dirá adiós. Por una simple razón: “Tengo dos hijas, ¿tú tienes?”