Eric Finch
Será en Octubre
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Nos han estropeado los funcionarios.
Como que no sabemos dónde está la trampa.
Creo que ya he comentado en el foro que hace muchos años se convocaron unas ayudas para rehabilitación de vivienda, expresamente indicando que se trataba de domicilio habitual y permanente, en que entre otros requisitos se exigía acreditar no sobrepasar un nivel de renta y... la residencia. ¿Y cómo se acreditaba la residencia? Con el certificado de empadronamiento.
Dicen que el padrón es algo serio... salvo cuando te aparece un piso patera... o cuando conoces a gente que está empadronada en el pueblo y vive en la capital desde hace treinta años. El padrón es algo sentimental pero también un instrumento del que se sirven los pueblos para acreditar habitantes y obtener financiación por ellos.
¿Dónde se veía la trampa? En que los solicitantes aportaban millones de documentos acreditando su residencia en el pueblo pero, al ir a ver la declaración del IRPF, siempre aparecía la dirección de la capital: que es donde realmente vivían. Y la casa de el pueblo era una segunda residencia en toda la regla porque los técnicos que tenían que examinar el cumplimiento de ciertos requisitos lo veían a la primera: o lo oían a los vecinos que, con mejor o peor intención, declaraban que allí sólo iban a vivir para las fiestas.
Pues bien: quienes diseñaron las líneas de ayudas sabían perfectamente que, con haber pedido certificado del domicilio fiscal, nueve de cada diez solicitantes se habrían quedado fuera de ellas. Prefirieron el empadronamiento, con la excusa de que es un registro oficial y bla bla bla. Pero era, y seguramente sigue siendo, una cosa sin valor.
Lo mismo sucede con otras ayudas. Teóricamente diseñadas para tratar a todos por igual y como iguales.
Así que me perdonen si no me creo una fruta cosa® acerca de los cuentos de funcionarios. Lo mismo que no me creo las declaraciones de la renta de autónomos que año tras año tienen pérdidas pero luego llevan un nivel de vida que no es precisamente de menesteroso.
Como que no sabemos dónde está la trampa.
Creo que ya he comentado en el foro que hace muchos años se convocaron unas ayudas para rehabilitación de vivienda, expresamente indicando que se trataba de domicilio habitual y permanente, en que entre otros requisitos se exigía acreditar no sobrepasar un nivel de renta y... la residencia. ¿Y cómo se acreditaba la residencia? Con el certificado de empadronamiento.
Dicen que el padrón es algo serio... salvo cuando te aparece un piso patera... o cuando conoces a gente que está empadronada en el pueblo y vive en la capital desde hace treinta años. El padrón es algo sentimental pero también un instrumento del que se sirven los pueblos para acreditar habitantes y obtener financiación por ellos.
¿Dónde se veía la trampa? En que los solicitantes aportaban millones de documentos acreditando su residencia en el pueblo pero, al ir a ver la declaración del IRPF, siempre aparecía la dirección de la capital: que es donde realmente vivían. Y la casa de el pueblo era una segunda residencia en toda la regla porque los técnicos que tenían que examinar el cumplimiento de ciertos requisitos lo veían a la primera: o lo oían a los vecinos que, con mejor o peor intención, declaraban que allí sólo iban a vivir para las fiestas.
Pues bien: quienes diseñaron las líneas de ayudas sabían perfectamente que, con haber pedido certificado del domicilio fiscal, nueve de cada diez solicitantes se habrían quedado fuera de ellas. Prefirieron el empadronamiento, con la excusa de que es un registro oficial y bla bla bla. Pero era, y seguramente sigue siendo, una cosa sin valor.
Lo mismo sucede con otras ayudas. Teóricamente diseñadas para tratar a todos por igual y como iguales.
Así que me perdonen si no me creo una fruta cosa® acerca de los cuentos de funcionarios. Lo mismo que no me creo las declaraciones de la renta de autónomos que año tras año tienen pérdidas pero luego llevan un nivel de vida que no es precisamente de menesteroso.