Respecto a las posibilidades de reconquista de México planteadas por el OP, eran nulas de acuerdo con el político mexicano Francisco Bulnes:
Los sucesos de la expedición de Barradas son poco conocidos. Don Modesto La Fuente la atribuye a uno de tantos desaciertos del Rey Fernando VII. Pero ¿qué motivó ese desacierto? porque un rey orate lo mismo que un inteligente, obra por la potencia de sucesos exteriores. El notable escritor no lo dice y se muestra excesivamente avaro de palabras, pues no concede a la historia de esta expedición más de quince líneas.
¿La expedición de Barradas fue la continuación de la conspiración del padre Arenas? Alamán califica tal conspiración de demencia, y en ello tiene razón; pero la expedición de Barradas con el objeto no de reconquistar sino de recibir el arrepentimiento de los mexicanos y su adhesión entusiasta al trono del rey de España como fieles vasallos, es otra demencia, y sin embargo, la expedición de Barradas fue un hecho y lo mismo pudo ser la conspiración del Padre Arenas.
Arrangoiz agrega que si la expedición en vez de contar 3000 hombres escasos, hubiera sido de 20000 mandados por un príncipe borbón español, y cuyo plan hubiera sido mantener a México independiente bajo el régimen monárquico establecido por el expresado príncipe, el éxito hubiera sido completo.
No lo creo, el invasor hubiera derrocado al gobierno como cualquier pronunciado, pero hubiera durado menos que cualesquiera de nuestros gobiernos. El gran elemento que hizo durar al archiduque Maximiliano tres años como emperador, fueron los millones del tesoro francés y los proporcionados por los empréstitos; y lo que más aceleró su caída, fue la falta de recursos. España en 1829, se hallaba en la indigencia, y era imposible que así realizara la obra en que Francia fracasó.
Alamán, Gutiérrez Estrada, Arrangoiz, Hidalgo, Aguilar y Marocho, y todos los leaders del plan de Iguala, desde la Independencia hasta 1867, no han comprendido que el problema político en México fue siempre un problema lúgubre económico de hambre intensa en las clases pensadoras, instruídas, vanidosas, con grandes aspiraciones y perversoss energías, combatidas por condiciones del medio, muy desfavorables. País sin agua y sin carbón; no podía ser rico ni tener porvenir, precisamente en la época en que el carbón mineral causó el advenimiento de la gran industria en el mundo, que hace la fuerza jovenlandesal, política, material y militar de las naciones que la poseen.
Podía muy bien suceder que Fernando VII bien aconsejado y viendo fracasado su plan de reconquistar a Mexico más que con sus tropas con sus partidarios en Mexico, se inclinase del lado del plan de Iguala y se conformase con hacer soberano de México independiente a un príncipe de su casa. Y si en México en 1829 había muy pocos partidarios de la reconquista, los había muy numerosos, muy influyentes, y muy decididos por la monarquía bajo un príncipe español. El partido que trajo a Maximiliano era más poderoso en 1829 que en 1861 y el clero que lo apoyaba era más rico, más intransigente, más temible antes que después de la guerra de Reforma. Soy de la opinión de Arrangoiz en cuento a que tengo la convicción de que si detrás de Barradas hubiera venido un príncipe español al frente de diez mil hombres proclamando la monarquía católica, borbonista, independiente de España; el Gobierno republicano se hubiera hundido inmediatamente levantándose sobre sus ruinas un trono que hubiera durado poco menos que el de Maximiliano.
Este peligro era demasiado claro y Santa Anna debió haberse esmerado en evitarlo, procurando cuanto antes hacer la paz y reembarcar a Barradas, lo que le ponía en posesión de Tampico que el jefe español había tomado perfectamente artillado, y con lo cual daba un golpe mortal, material y jovenlandesal a las pretensiones de España cualesquiera que fuesen.
podía suceder también que Barradas recibiese cinco o seis mil hombres de refuerzo, que unidos a los existentes en Tampico y apoyado por una escuadra poderosa que dominara el río con lanchas cañoneras, permaneciera dos, tres o más años como Rodil en el Callao. Para atacar a los españoles en el caso supuesto hubiera sido preciso emplear 25,000 hombres por lo menos con todos los recursos competentes para tan difícil obra. Arreglar una expedición de esa naturaleza contra Tampico no le hubiera sido posible al Gobierno hacerlo ni en un año y si además el gobierno español colocaba dos barcos para bloquear a Veracruz, el mexicano se hubiera quedado sin rentas, la situación se hubiera puesto espantosa y quién sabe si Barradas en esas condiciones hubiera encontrado partidarios hasta para la reconquista. Si Santa Anna no pensó en este caso muy probable, no era militar, ni político, ni patriota.
Interesaba también no exasperar a España, humillando o tratando de humillar sus armas, porque lo menos que podía hacer, sin que pudiésemos oponernos, era bloquear nuestros puertos del Atlántico, arruinando nuestro comercio exterior, causando el hundimiento del Gobierno, la expansión de la anarquía y la miseria a un grado de disolución social.
Era una cuestión de verdadero honor para México no ensañarse contra un puñado de militares que no había hecho más que llenar su deber obedeciendo las órdenes de su rey. Es hidalgo, hermoso, teatral, excitante, ser duro y altivo con un enemigo poderoso, pero contra dos mil soldados abandonados en una costa mortífera, es digno sólo de fanfarrones con discutible valor quererles arrojar el peso de la indignación de un pueblo de siete millones, cuando están dispuestos a aceptar condiciones honorables de paz.
Barradas había hecho más de tres mil prisioneros mexicanos en distintos encuentros, entre ellos al general Garza, jefe de la defensa nacional antes de la llegada de Santa Anna, y se había portado siempre con generosidad, cortesía y verdadera distinción. Santa Anna mismo le debía su libertád y la salvación de sus ambiciones, pues si Santa Anna hubiera sido aplastado como debió serio el 21 ae Agosto por Barradas, pierde su indiscutible mal adquirida popularidad y probablemente nunca hubiera sido dictador de la República.
Por último, nos pudo suceder algo de muy bochornoso: podía de un momento a otro volver la escuadra española no para traer refuerzos, sino para recoger a Barradas y su fuerza antes de que el ejército mexicano lo hubiera obligado a capitular y habría sido como he dicho una humillación intolerable, que hubieran desembarcado 2,700 españoles en nuestras playas, que se hubieran apoderado del segundo puerto de la República con toda su artillería, que hubieran derrotado a todas las fuerzas que se les presentaban, haciendo prisionero a su jefe y que se hubieran reembarcado tranquilamente llevándose nuestros cañones, banderas y demás trofeos, sin recibir el menor daño. Este caso era más que probable.
Santa Anna estaba pues obligado como mexicano, como militar, como político, como patriota, y como humanitario a hacer la paz cuanto antes, ofreciendo a Barradas una capitulación o convenio honroso.