nosomosnada
100% purasangre: ni coca ni speed ni jaco ni el bichito
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Una de las consecuencias más ignoradas de la llegada del Equinoccio a Valladolid (bueno, a Zaratán, lo que desató la ira del capo de la maffia vallisoletana urbanística y soterradora D. Vito Leone de la Riva, alias el ginecólogo que no sabía que firmaba confort letters por una deuda de 400 millones de euros, y una inusitada actividad policial y de controles alcoholémicos que echó abajo toda la zona de bares / restauración / conciertos del centro comercial) es la que provocó la llegada de la gran multisala de cine propiedad de UGC Cine cité.
En aquella época, en un lejano 2002, en la que vivimos una tremenda y fantástica inauguración salida de una pesadilla de Jose Luis Moreno:
Valladolid aún era una ciudad de cines, donde el cine era la actividad cotidiana de ocio para buena parte de la ciudad. Pero la llegada de UGC arrasó con casi todas las salas del centro de la ciudad gracias a una agresiva política de descuentos. En aquellos primeros años, la entrada costaba unos 2,5€, con ofertas de todo tipo, lo que convirtió a UGC en una mina de espectadores, y puso a las salas del centro en la picota. Unos años después, asegurada la clientela y eliminada buena parte de la competencia (cayeron el Roxy, el Coca, Mantería, Ábaco, Parquesol Plaza, Carrión, mujercita, Cervantes, Calderón), los precios fueron igualándose, pero el cine fue siempre el principal punto de atracción del centro, hasta que UGC dejó paso a CINESA y la oferta tanto económica, como en películas, sufrió un notable declive.
Porque aquel centro comercial se vendió como un escaparate para "la moda", y desde el primer día, la oferta en ese aspecto no distaba mucho del típico fondo de armario de la tienda cutre de señora vallisoletana soberbia desagradable (y pelín hortera) que es habitual en la ciudad.
El Leroy Merlín mantenía un cierto flujo de clientes a diario, pero la realidad es que el centro solo recibía visitas los viernes y sábados.
Después harían una reconversión a "outlet factory", pero la oferta en ese aspecto convertía el mercadillo de los domingos de los etnianos en una pasarela pret a porter.
Después llegaría el IKEA y el Río Shopping (que es un monstruo de centro comercial terriblemente mal diseñado y claustrofóbico, en comparación a Equinoccio, donde por lo menos había luz natural) y el el bichito terminaría por cerrar los cines y poner el último clavo en el ataud de esta extraña experiencia comercial, donde sus gestores actuaron desde un principio con la mentalidad de los Conquistadores en América, de cambiar oro a los pringados de los "indios" (leáse castellanoleoneses, en un tiempo pre-burbuja y pre-divorcios, en el que la infinitud de jubilados disponían de su pensión íntegra antes que tener que dedicarla casi completamente a avalar hipotecas estratosféricas y consecuentemente a mantener a hijos y nietos para no dejarlos morir de hambre en la fruta calle) por cuentas de cristal de colores sin valor alguno, típica de la tradición comercial de esta tierra perversos y reaccionaria, donde aún hay que entrar en las tiendas de la capital vallisoletana pidiendo perdón por intentar comprar algo.
A mi me queda el recuerdo de muchos sábados de disfrutar de un maratón de 2 o 3 películas (cuando aún se podía ir al cine porque el cine no había muerto completamente para ser resucitado en forma de polémica absurda constante para suplir la falta absoluta de creatividad), algunos conciertos memorables con un sonido digno (el de Warcry, justo al día siguiente de los atentados del 11M), guarrear algo de comida y visitar de vez en cuando el Poly para salir con bolsas llenas de coches de slot (scalextric para los legos) a 15 o 20€., en un tiempo en el que ganaba 200€ menos al mes que ahora, y la vida era 4 veces más barata, sin familia, sin alquiler y sin tener que pagar los puñeteros tomates, pimientos o puerros a 3€/kg.
En fin, en una ciudad muerta y anquilosada como Valladolid, el Equinoccio fue durante unos años una alternativa colorida y "moderna" (entendiéndose como modernidad ser atendido con amabilidad y una sonrisa) a las telarañas y la ranciedad que destila la actividad comercial de la ciudad, pero la realidad es que en una ciudad muerta, envejecidad y depauperada como ésta, donde sales a la calle y solo ves viejos y perros, el comercio y el ocio están condenados a vivir una lenta y progresiva decadencia hacia el cierre total de todo aquello que no satisfaga una necesidad básica, o que no cumpla los criterios que al funcionariado del postureo y el instagram, los únicos con poder adquisitivo, le plazcan en un momento dado.
Pero para compensar la falta de alternativas de ocio en la ciudad geriátrico que es Valladolid, nuestro querido alcalde el terrible y rojo "socialcomunistamarxistabolivariano" pijo de naúticos y jersey anudado al cuello, borracho y fiestero, y capillita y cofrade de larga tradición , quien estudió en los Estados Unidos como podía hacer cualquier hijo de obrero en los 80, acaba de anunciar la construcción de un fantabuloso parque acuático que será el polo de atracción de toda Castilla y León, de la España vaciada y sus ingentes hordas de niños en edad de tirarse por un tobogán de agua, y puede que del mundo mundial:
En un año en el que la sequía va a dar lugar a la que probablemente será la peor cosecha de secano desde la gran sequía de los 90, y cuando los regadíos están comprometidos en el sistema Duero - Pisuerga, desde el mismo inicio de la campaña, no se le ocurre otra cosa al señor alcalde, el abanderado de las ciudades verdes, el ecologismo y la lucha contra el cambio climático, que anunciar semejante despropósito en un momento en el que los recursos hídricos de la provincia de Valladolid, la más comprometida de toda la región, están bajo mínimos, precisamente con la excusa de que el "cambio climático" nos está dejando veranos de 6 meses (y que esconde la realidad de explotación del parque en regímen mixto; es decir, el ayuntamiento poniendo el suelo y la pasta a cambio de una concesión que dará pingües beneficios a los promotores y que, por supuesto, tendremos que sufragar los puñeteros vecinos de la ciudad vía endeudamiento).
En fin, la vieja Castilla con sus señoritos feudales haciendo y deshaciendo para llenar los bolsillos y arruinar el futuro de la región, como en la época de la Mesta, mientras los castellano-leoneses son cada vez más indistinguibles de los borregos con quienes han de competir (y perder) por el escaso pasto.
No caerá un puñetero meteorito en la fruta plaza mayor, en mitad del ayuntamiento, y extinguirá a toda esta fruta estirpe rancia y apolillada definitivamente como se extinguieron los últimos dinosaurios...
En aquella época, en un lejano 2002, en la que vivimos una tremenda y fantástica inauguración salida de una pesadilla de Jose Luis Moreno:
Valladolid aún era una ciudad de cines, donde el cine era la actividad cotidiana de ocio para buena parte de la ciudad. Pero la llegada de UGC arrasó con casi todas las salas del centro de la ciudad gracias a una agresiva política de descuentos. En aquellos primeros años, la entrada costaba unos 2,5€, con ofertas de todo tipo, lo que convirtió a UGC en una mina de espectadores, y puso a las salas del centro en la picota. Unos años después, asegurada la clientela y eliminada buena parte de la competencia (cayeron el Roxy, el Coca, Mantería, Ábaco, Parquesol Plaza, Carrión, mujercita, Cervantes, Calderón), los precios fueron igualándose, pero el cine fue siempre el principal punto de atracción del centro, hasta que UGC dejó paso a CINESA y la oferta tanto económica, como en películas, sufrió un notable declive.
Porque aquel centro comercial se vendió como un escaparate para "la moda", y desde el primer día, la oferta en ese aspecto no distaba mucho del típico fondo de armario de la tienda cutre de señora vallisoletana soberbia desagradable (y pelín hortera) que es habitual en la ciudad.
El Leroy Merlín mantenía un cierto flujo de clientes a diario, pero la realidad es que el centro solo recibía visitas los viernes y sábados.
Después harían una reconversión a "outlet factory", pero la oferta en ese aspecto convertía el mercadillo de los domingos de los etnianos en una pasarela pret a porter.
Después llegaría el IKEA y el Río Shopping (que es un monstruo de centro comercial terriblemente mal diseñado y claustrofóbico, en comparación a Equinoccio, donde por lo menos había luz natural) y el el bichito terminaría por cerrar los cines y poner el último clavo en el ataud de esta extraña experiencia comercial, donde sus gestores actuaron desde un principio con la mentalidad de los Conquistadores en América, de cambiar oro a los pringados de los "indios" (leáse castellanoleoneses, en un tiempo pre-burbuja y pre-divorcios, en el que la infinitud de jubilados disponían de su pensión íntegra antes que tener que dedicarla casi completamente a avalar hipotecas estratosféricas y consecuentemente a mantener a hijos y nietos para no dejarlos morir de hambre en la fruta calle) por cuentas de cristal de colores sin valor alguno, típica de la tradición comercial de esta tierra perversos y reaccionaria, donde aún hay que entrar en las tiendas de la capital vallisoletana pidiendo perdón por intentar comprar algo.
A mi me queda el recuerdo de muchos sábados de disfrutar de un maratón de 2 o 3 películas (cuando aún se podía ir al cine porque el cine no había muerto completamente para ser resucitado en forma de polémica absurda constante para suplir la falta absoluta de creatividad), algunos conciertos memorables con un sonido digno (el de Warcry, justo al día siguiente de los atentados del 11M), guarrear algo de comida y visitar de vez en cuando el Poly para salir con bolsas llenas de coches de slot (scalextric para los legos) a 15 o 20€., en un tiempo en el que ganaba 200€ menos al mes que ahora, y la vida era 4 veces más barata, sin familia, sin alquiler y sin tener que pagar los puñeteros tomates, pimientos o puerros a 3€/kg.
En fin, en una ciudad muerta y anquilosada como Valladolid, el Equinoccio fue durante unos años una alternativa colorida y "moderna" (entendiéndose como modernidad ser atendido con amabilidad y una sonrisa) a las telarañas y la ranciedad que destila la actividad comercial de la ciudad, pero la realidad es que en una ciudad muerta, envejecidad y depauperada como ésta, donde sales a la calle y solo ves viejos y perros, el comercio y el ocio están condenados a vivir una lenta y progresiva decadencia hacia el cierre total de todo aquello que no satisfaga una necesidad básica, o que no cumpla los criterios que al funcionariado del postureo y el instagram, los únicos con poder adquisitivo, le plazcan en un momento dado.
Pero para compensar la falta de alternativas de ocio en la ciudad geriátrico que es Valladolid, nuestro querido alcalde el terrible y rojo "socialcomunistamarxistabolivariano" pijo de naúticos y jersey anudado al cuello, borracho y fiestero, y capillita y cofrade de larga tradición , quien estudió en los Estados Unidos como podía hacer cualquier hijo de obrero en los 80, acaba de anunciar la construcción de un fantabuloso parque acuático que será el polo de atracción de toda Castilla y León, de la España vaciada y sus ingentes hordas de niños en edad de tirarse por un tobogán de agua, y puede que del mundo mundial:
En un año en el que la sequía va a dar lugar a la que probablemente será la peor cosecha de secano desde la gran sequía de los 90, y cuando los regadíos están comprometidos en el sistema Duero - Pisuerga, desde el mismo inicio de la campaña, no se le ocurre otra cosa al señor alcalde, el abanderado de las ciudades verdes, el ecologismo y la lucha contra el cambio climático, que anunciar semejante despropósito en un momento en el que los recursos hídricos de la provincia de Valladolid, la más comprometida de toda la región, están bajo mínimos, precisamente con la excusa de que el "cambio climático" nos está dejando veranos de 6 meses (y que esconde la realidad de explotación del parque en regímen mixto; es decir, el ayuntamiento poniendo el suelo y la pasta a cambio de una concesión que dará pingües beneficios a los promotores y que, por supuesto, tendremos que sufragar los puñeteros vecinos de la ciudad vía endeudamiento).
En fin, la vieja Castilla con sus señoritos feudales haciendo y deshaciendo para llenar los bolsillos y arruinar el futuro de la región, como en la época de la Mesta, mientras los castellano-leoneses son cada vez más indistinguibles de los borregos con quienes han de competir (y perder) por el escaso pasto.
No caerá un puñetero meteorito en la fruta plaza mayor, en mitad del ayuntamiento, y extinguirá a toda esta fruta estirpe rancia y apolillada definitivamente como se extinguieron los últimos dinosaurios...
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