El verdadero lonchafinista es Diógenes:
Buscó el mismísimo Alejandro Magno a Diógenes, de enorme fama, del cual se reían por su rechazo a vida material alguna. Cuando le encontró desnudo y tumbado a orillas de un río, Alejandro Magno a lomos de su enorme caballo, le hizo la siguiente proposición:
"Tú, Diógenes el Cínico, pídeme cualquier cosa, ya sean riquezas o monumentos, y yo te lo concederé".
A lo que Diógenes contestó: "Apártate, que me tapas el sol".
Aquellos que iban con Alejandro Magno empezaron a reírse de Diógenes y a decirle que cómo no se daba cuenta de quién estaba delante de él. Alejandro hizo acallar las voces burlonas cuando dijo que "si no fuera Alejandro quisiera ser Diógenes".
Pasó un ministro del emperador y le dijo a Diógenes:
"¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas."
Diógenes contestó: "Si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador"
Cierta vez , observando a un niño que bebìa con las manos, arrojò el cuenco que llevaba en la alforja, diciendo: “Un niño me superò en sencillez”. Asimismo, se deshizo de su escudilla cuando viò que otro niño, al que se le habìa roto el plato, recogìa sus lentejas en la cavidad de un pedazo de pan.
"No os preguntéis cómo sobreviviré sin mi esclavo, preguntad a mi esclavo cómo sobrevivirá sin mí."
“Los dioses no necesitan nada; los que se parecen a los dioses, pocas cosas.”
Un día se estaba masturbando en el Ágora, quienes le reprendieron por ello obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta: "¡Ojalá frotándome el vientre el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!"