Me gustaría realizar un análisis crítico sobre la situación social actual de la zoofilia y de los zoofilos, de su actitud ante ellos mismos, ante el mundo y ante los propios animales a los que dicen amar y defender.
La zoofilia, el sentimiento de amor sentimental y sensual de un humano hacia un animal, se ha constituido -en función de sus antecedentes y su evolución actual- en un problema político, social, penal y ético en la mayor parte del panorama internacional. Explicar las circunstancias que han propiciado esos antecedentes y la situación actual, excede de los propósitos de este artículo, por lo que no se profundizará en ello y, en cualquier caso, será materia de otro artículo. Lo cierto es que se ha creado una creencia compartida que ha desembocado en la actual persecución contra la zoofilia y todo lo relacionado con ella. El autor de este artículo piensa que los argumentos sociales, políticos, éticos y jurídicos con que se fundamenta esta persecución son sumamente subjetivos, discutibles y éticamente valorables. Ello da licencia para enfocar este problema, como una moda de la jovenlandesal social globalizada de nuestra época, que es factible al cambio y que permite crear un debate y posicionarlo dentro de las injusticias sociales cometidas contra las minorías. En una sociedad, entre las diferentes personas que comparten algún elemento común, tiende de forma natural a surgir un vínculo que las une, creando agrupaciones con problemas comunes.
Estas agrupaciones tienden a unir sus fuerzas para solucionar los problemas comunes que comparten, porque ante un problema colectivo, solo la unión y la actuación organizada y sincronizada puede conseguir vencer lo que uno solo no puede, tanto por medios humanos como por recursos materiales. Tenemos ejemplos de actuación organizada con las mujeres contra el machismo y la violencia de género, con los gayses, con los grupos raciales, etc.
A raíz de la problemática explicada anteriormente, los zoofilos forman un subgrupo social con una problemática profunda y común que reúne todos los elementos necesarios para constituirse en una minoría social. De manera natural, deberían aparecer colectivos, agrupaciones, etc. que constituyan un movimiento contra su exclusión social. Lo cierto es que, por excepcional que parezca, esto no está ocurriendo, o al menos no de la forma esperable, lo que obligará a realizar un análisis concienzudo que pueda explicar las razones de esta excepcionalidad.
Los zoofilos comparten problemas sociales comunes y muy serios. Discriminación, opresión social, rechazo, acusaciones, persecución, inexistencia de un espacio social de desarrollo propio, carencia de apoyo institucional, ausencia total de representatividad, carencia de espacios de debate público, carencia de alternativas, carencia de soluciones..., entre otras cosas, porque el bestialismo constituye una figura penal en la mayoría de los códigos jurídicos de los diferentes países y ésta es a su vez la consecuencia lógica y previsible del sentimiento zoofilo. Abocados a la soledad, al anonimato, a la clandestinidad y al desarrollo de patologías mentales asociadas a la coyuntura de la actual dinámica social, este grupo, no desarrolla iniciativas de cohesión.
Bestialismo y Zoofilia son dos figuras íntimamente unidas que parten de un mismo origen, “la orientación sensual hacia los animales”. Zoofilia es la versión médico social. Bestialismo es la figura jurídica.
La presión mediática social hacia los zoofilos es tan intensa que incluso en ellos se crea el conflicto dialéctico entre lo que son y lo que la sociedad dice que son, queriendo separar artificiosamente aquellos que son buenos con los animales (los zoofilos, que viven su zoofilia de forma platónica o con el consentimiento del animal) de aquellos que los dañan (los bestialistas).
Muchos, en los foros zoofilos de la red, se han esforzado en hacer valer fútilmente esta distinción. A los bestialistas se les demoniza por parte de los zoofilos cargándoles con los perjuicios de las acusaciones que la sociedad les atribuye a ellos. Asesinato y secuestro de animales con motivos sensuales, violaciones, pronografía, etc. Los bestialistas son el chivo expiatorio de los zoofilos, y los zoofilos los son de la sociedad.
Víctimas de esta manipulación mediática, no alcanzan a ver que la violencia sobre los animales las realizan las personas sin valores éticos, con problemas emocionales o con dificultades en el control de sus impulsos, al margen de su orientación sensual y muchas veces, por motivos ajenos a la zoofilia. Del mismo modo, no perciben que el amor que culmina en una relación sensual con el consentimiento del animal, también es bestialismo. Esta ceguera resulta, cuando menos, paradójica. La situación social de minoría excluida debería enseñarles a los zoofilos a no caer en los mismos errores en el que caen las mayorías. La suficiencia de las mayorías les dificulta el trabajo de investigación crítica facilitando la aparición de prejuicios y estereotipos. Todos se buscan chivos expiatorios, en lugar de afrontar la propia responsabilidad y reconocer que todos tienen parte de la razón y todos son parte del problema.
Los cambios sociales no son fáciles y no se hacen solos. Siempre existen personas que actúan de resorte para movilizar colectivos y poderes. La coyuntura social actual no es favorable para promover un cambio y tal vez sea necesario esperar a que se produzcan ciertos acontecimientos que hagan más factible movilizar la empresa del cambio. Lo que es claro es que la situación social de la zoofilia va a seguir deteriorándose, previsiblemente, por muchos años más y no sabemos bien qué será necesario para que un cambio comience a mostrar luz en el camino de los zoofilos.
A la vista de las explicaciones y reflexiones antecedentes se desprende una clara consecuencia lógica. Nada va a cambiar para mejorar la situación a corto plazo. Es claro que los zoofilos no se conocen a sí mismos, tienen graves problemas de autoestima y están seriamente influidos por la cultura moderna. En definitiva, los zoofilos no creen en sus derechos y por ello, seguirán siendo una minoría excluida y disgregada.
Sin embargo, nada dura eternamente, y los avances en los conocimientos científicos permitirán conocer mejor la mente humana y toda su diversidad. Cuando la orientación sensual deje de ser un misterio para la ciencia y la jovenlandesal se fundamente en el conocimiento objetivo, la zoofilia florecerá de nuevo y los animales volverán a vivir con el amor de sus congéneres humanos.
