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Seila y Manuel y otras 30.000 familias enmarañadas en la gestión de las ayudas a las viviendas por la DANA
Mariloli y su marido José Antonio se han ido a vivir con los suegros; sus dos hijas, con los otros abuelos: "Sólo nos han ofrecido plaza en un albergue con 100 personas"
Mariloli Fernández, en lo que queda de la casa hipotecada que compró y reformó hace cinco años en Paiporta. Ha perdido también su negocio de aparatos de climatización. JOSÉ AYMÁ
- Ana María Ortiz | Paiporta
- José Aymá (Fotografías)
Seila Gómez, Manuel Teodoro y sus dos hijos, de 11 y 7 años, han ido hoy por cuarto día consecutivo al Ayuntamiento de Paiporta para gestionar la ayuda urgente de 6.000 euros que la Generalitat valenciana ha anunciado que concederá a quienes tienen una vivienda dañada por la DANA. Han regresado sin la gestión hecha y con la progenitora, Seila, llorando. Los vecinos, explican, se han enzarzado en una pelea por el orden de turno y han tenido que acudir a poner paz la Policía, la Guardia Civil y otros agentes con uniformes gente de izquierdas que ellos identifican como de la Policía Foral de Navarra. «Ha sido un escándalo», resume Seila. Al final, les han tomado nota del nombre y el número de teléfono y les han dicho que les llamarán. Antes de tratar de solicitar la subvención de modo presencial, intentaron tramitarla por vía telemática, pero fue imposible: «Te piden el certificado de empadronamiento, el registro catastral... Y nosotros hemos perdido todos estos documentos», cuenta ella.
El miércoles 6 de noviembre -ocho días después de la riada-, fue la primera vez que Seila se presentó en el Ayuntamiento para preguntar por los 6.000 euros, pero el consistorio aún no estaba operativo. Volvió el jueves siete y ya sí lo encontró abierto. Se habían acabado los números físicos, le dijeron, y le dieron uno verbal: «Eres el 96». Nunca llegó su turno. Regresó el viernes ocho y más de lo mismo: «Había una persona porque sólo funcionaba un ordenador y se caía. Las colas eran el doble de grandes que el jueves y me tuve que ir a por los niños». Y este lunes, al cuarto intento, se montó el lío entre los acudían con su número físico, los que lo tenían de palabra, como Seila, y los que consideraban que estar en la cola desde las seis de la mañana les daba prioridad sobre todos los demás. «Y yo he acabado llorando», dice Seila. «Es que estamos todos muy alterados y saltan chispas», trata de quitarle hierro a lo sucedido Manuel. Lo cuentan de pie, porque este bajo ruinoso de la calle Pío XII de Paiporta que era su casa ya no hay donde sentarse. La vivienda, a unos 100 metros del barranco del Poyo, fue una de las primeras en ser embestidas por la violenta riada.
Antes de contar cómo la DANA ha dejado a los Teodoro Gómez -y a otras 30.000 familias- sin una vivienda habitable, cómo pelean contra la Administración para conseguir las ayudas que les permitan reconstruir su hogar, cómo llevan dos semanas viviendo de prestado y cómo lidian con la angustia de no tener claro, por ejemplo, dónde pasarán la Navidad, visitemos el Ayuntamiento para ver cómo va la cola de los 6.000 euros.
La mesa de las subvenciones se ha colocado en la misma puerta del consistorio y en la fila, esperando, esta Manuel, jubilado, vecino de la calle Doctor Marañón. Por un lado, viene pesimista: «Es mentira lo de las ayudas, que lo veo yo en la tele con lo de Tenerife [se refiere al volcán de la Palma]. Fíjate el tiempo que ha pasado y no les han dado nada. Sólo a los que tienen seguro». Alberga, no obstante, algo de esperanza, porque los papeles, que trae en una carpeta de plástico, se los «ha arreglado» una sobrina. «Tiene que rellenar esto y esto también», lo desarma enseguida la funcionaria que atiende. «Tiene que poner aquí la persona física, la calle; tiene que traer su documentación, el número de cuenta de su banco, el IBI, fotos de todos los objetos destrozados...». «Lo que yo he dicho, trabas y trabas, a la papelera todo. Vivíamos muy bien; no esperaba esto yo nunca», dice antes de marcharse cabizbajo.
Manuel Teodoro, de 39 años, consolado por su hijo de 11 años. J. AYMÁ
«Vivíamos muy bien» significa que Manuel había construido una casa de tres plantas. El bajo para él y la mujer, por eso de ser mayores y no tener que subir escaleras. El primer piso para una hija y el segundo para la otra. El matrimonio vive ahora en el primero con una de las hijas. Su bajo, inhabitable, no tiene seguro.
Los días inmediatamente posteriores a la DANA, a Paiporta se llegaba caminando una hora los cinco kilómetros que separan la localidad de Valencia. Ahora, en coche, son dos horas y media saliendo a las ocho de la mañana. Los atascos, por el trajín de maquinaria, de vehículos de las fuerzas de seguridad, de emergencias y de vecinos, y por los controles, son desesperantes. Hay que mostrar el carné de prensa tres veces antes de acceder a Paiporta.
Seila y Manuel, que lo saben, han salido de Valencia, donde están alojados, a las 07.00 horas y sólo han tardado hora y media. Mariloli, otra vecina a la que visitamos y a la que más adelante daremos voz, madruga aún más. A las 05.30 está todos los días en Paiporta.
Como todos los vecinos que vivían en bajos cuando los sorprendió la tromba, los Teodoro Gómez tienen su historia de supervivencia, lo que ellos definen como «una película de terror». Se resume en que lograron salir de casa, Manuel agarró al pequeño, todos se sujetaron a la pared y un vecino de arriba les abrió el portal a tiempo. Antes de entrar en casa de esta familia que los acogió se quitaron los pijamas embarrados. Literalmente se quedaron desnudos. Todo lo que llevan puesto es donado.
«Ahora la casa está mejor porque este fin de semana hemos limpiado . Ya olía todo a podrido y había bichitos», dice Seila. Les han ayudado militares, dos Mossos d'Esquadra, voluntarios, un influencer conocido como «el albañil de Tik Tok» y un amigo de Manuel, Rubén, quien incluso se ha quedado con él en la casa muchas noches durmiendo en el sofá mohoso.
El sofá era un chaise longue enorme que pagaron a plazos, igual que la mesa de bambú, que tenemos que imaginarnos a la derecha del salón con sus seis sillas: 3.000 euros les costó. Seila y Manuel viven al día y van comprando una cosa conforme pagan la anterior. Este verano se metieron en el televisor, también inservible. Adquirieron la casa en 2006 y aún les quedan 21 años y 85.000 euros de hipoteca.
-¿Y el consorcio de seguros? - le preguntamos.
La respuesta es larga y se resume en que intentaron la gestión vía online una hermana de Seila, unos primos desde sus empresas en Madrid, unas amigas que trabajan en seguros... «Pero la página siempre estaba colgada y nos fuimos a una oficina en Valencia. También tenían el ordenador colgado, pero una chica se apiadó y nos lo hizo desde el móvil. Somos la petición 80.109», dice Seila. «Tenemos un seguro multirriesgo que incluye el realojo y el 100% por catástrofe medioambiental, pero como no nos llaman...», añade. En la zona, no han sido aún vistos los peritos del consorcio: «Nadie se preocupa de dónde vamos a vivir», se lamenta Manuel.
Los primeros días estuvieron alojados con unos amigos en La Pobla de Vallbona y, para que los padres pudieran limpiar y gestionar, los niños, para disgusto de ellos, fueron admitidos en una guardería. «El que más, tenía un año», se queja el hijo mayor, Manuel. Luego pasaron una semana en casa de unos tíos de Manuel y ahora están en la vivienda de una amigo que se ha operado de la cadera y está pasando la convalecencia con sus padres. «¿Pero, cuando él se recupere, qué, dónde nos vamos?».
De la casa de Seila y Manuel a la de Mariloli Fernández sólo hay 300 metros, pero muy difíciles de sortear. Por una calle no se puede pasar porque está trabajando la maquinaria, y la vía alternativa está, dos semanas después, aún taponada por una montaña de enseres. Una vecina nos permite cruzar por su casa, que tiene salida por detrás a la calle que buscamos. «Burocracia, burocracia y burocracia», nos dice cuando le preguntamos cómo le va a ella con las ayudas.
No saben Mariloli, ni su marido, José Antonio, de quién es la retro excavadora que por fin está despejando su entrada. El marido está con un mazo derribando una pared de una estancia que ha quedado diáfana y en la que antes estaban los dormitorios de las dos hijas -Nerea (19 años) y María del Mar (29)-, y, en medio de ellos, un cuarto de baño del que no ha quedado rastro alguno. La piscina climatizada está inundada por el aceite de un bidón que se ha derramado y el techo climatizado -20.000 euros costó- caído sobre ella. Tienen todo apuntalado, la casa completamente desnuda de mobiliario y una marca de barro que indica que el agua alcanzó aquí los 2,5 metros de altura. Ubicada a 50 metros del barranco del Poyo, la compraron hace cinco años por 225.000 más unos 100.000 en reformas. Han perdido también dos coches, dos furgonetas, dos motocicletas, y el negocio de climatización que regentaban.
Al contrario que Seila y Manuel, ellos sí han podido tramitar las ayudas desde el ordenador de una cuñada en Valencia. Su expediente para los 6.000 euros es el número 6.028 y para el consorcio el 50.433.
El matrimonio está viviendo en un barrio de Valencia con los padres de José Antonio y las dos hijas en otro con los de Mariloli. «Lo único que nos han ofrecido es un albergue en una residencia con 100 personas y todo compartido. Le digo a mi progenitora y a mi suegro que nos vamos a un albergue y, no se han muerto en la DANA, pero se mueren de lo que les da».
A Mariloli la tromba le pilló en su negocio, en la calle Santana. Salió para irse a casa con su marido y sus hijas y el agua la sorprendió. Unos chicos la salvaron haciendo una cadena humana y la subieron a un piso. «Desde allí vi a la gente ahogarse, vi cómo una persona entraba en mi tienda ahogada. Dije desde el primer día que allí había un fallecido y han tardado ocho días en sacarlo», cuenta. Lo más angustioso fue el mensaje de despedida que recibió de sus hijas y de su marido, también tuvieron que luchar para salvar la vida, y la hora y media que pasó sin poder comunicarse con ellos, pensando que los había perdido. «Que lleguen las ayudas, que no podemos seguir así mucho más, y que se depuren responsabilidades, que ha habido muchísimos fallecidos», deja dicho.
Cuando ya hemos abandonado Paiporta, otra familia se pone en contacto con nosotros. Nos envía un audio de 16 minutos. «Soy Mari Carmen Iglesias Quintana. Mi casa está, las paredes, en la calle San Francisco, 25, Bajo. La heredé de mi abuelo. Vivo con mi hija, que tiene artritis reumatoide, y con mi marido, que tiene un 77% de minusvalía. Soy autónoma. En la riada el agua ha llegado a dos metros dentro de mi casa. Lo hemos perdido absolutamente todo, documentación, ropa, electrodomésticos, todo. La casa está destrozada... Lo que sentimos es indignación, rabia, abandono, frustración, desespero. Por parte del Ayuntamiento, ha sido catastrófico. Hoy he ido y es que se les ha caído el internet...», dice antes de arremeter contra los políticos de todos signo. «No veo partidos ni tonalidad, veo personas inhumanas».
Horas después del encuentro con estas familias sin casa, Seila nos escribe. La han llamado del Ayuntamiento, cuenta. El martes a las 10.30 tiene hora para tramitar la ayuda de 6.000 euros. Cruza los dedos.