-Secreto de guerra- La ubicación exacta del paradero del gobierno de la República en guerra, a su pa

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27 Jun 2011
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Manuel Navarro, el tío Boira, trabajó como jardinero en la urbanización La Carrasca de Nàquera donde vivieron Negrín y otros personajes de la II República desde 1936. Las villas señoriales de principios del siglo XX se convirtieron en centro político y administrativo del país, tal como relata este testigo de excepción que vivió aquella época en primera persona.

Valencia vivió su momento de máxima proyección internacional cuando entre noviembre de 1936 y octubre de 1937 fue sede del gobierno de la República y también de las Cortes Generales. Sin embargo, fue en Nàquera, Bétera y Serra donde vivieron una gran parte de los altos cargos del Gobierno e incluso el propio Manuel Azaña.
Un chaval que entonces tenía 16 años, Manuel Navarro Pérez, más conocido como el Tío Boira —86 años, jubilado y antiguo empresario de la construcción— fue testigo de excepción de aquellos tiempos en los que Nàquera fue el centro administrativo y militar de España.

Manuel trabajó como jardinero en el chalet La Casona, situado en la urbanización La Carrasca, una lujosa zona residencial compuesta por palacetes y mansiones que había construido la burguesía valenciana desde principios del siglo XX y que fueron incautados y utilizados por el Gobierno de la República para fijar la residencia de sus mandatarios.
Tal como recuerda Navarro, en La Casona vivió Jesús Hernández, ministro de Sanidad e Instrucción pública junto a su familia. En otro chalet cercano estuvo Juan Negrín, entonces presidente del Gobierno, mientras que Manuel Azaña vivió en Portaceli e Indalecio Prieto en una villa de Bétera.

Tras ser trasladado el gobierno a Cataluña, por la presión que ejercían las tropas sublevadas, Nàquera acogió entonces a los jerarcas militares del Estado Mayor de la Zona Centro y posteriormente al Estado Mayor de Levante. Los mandos se instalaron donde antes habían vivido los políticos. Tras triunfar el golpe de estado, las tropas franquistas ocuparon estas casonas.

Hoy el chalet donde vivió Negrín, conocido como El Pinaret, y el que albergó a Jesús Hernández, pertenecen a particulares que siguen viviendo en ellos. Otra villa, también situada en la urbanización La Carrasca y en la carretera que va a Serra, fue habitada por la Pasionaria, «que durante su estancia en el pueblo —dice Manuel— curaba y ponía inyecciones a los enfermos».

Toda la urbanización de la Carrasca estaba militarizada y cercada ante posibles enemigos. La casa de Negrín fue pintada de verde para quedar camuflada entre la amplia zona boscosa que la rodeaba. Además, a la entrada había un puesto de guardia donde los soldados controlaban el acceso a la zona residencial.

Por eso, para poder entrar a trabajar, «me dieron —recuerda el jardinero— un salvoconducto firmado por el ministro además de una contraseña que consistía en que al echarme el alto me gritaban: ¡Badajoz!, y yo contestaba ¡de España!, para que supieran que no era ningún espía». También era frecuente «oir a los carabineros y soldados que protegían a los ministros hablar en clave, por ello, cuando contestaban al teléfono decían: ¡Aquí Pekín!», sustituyendo el nombre de la localidad valenciana por la capital de China.

El tío Boira señala, que todos los viernes, «había Consejo de Ministros, en Villa Carmen, un chalet que tenía un salón muy grande». «Yo veía —dice— entrar y salir a los ministros, y al propio Negrín, que era muy simpático y siempre nos daba los buenos días y nos preguntaba cómo iba la faena». Cuando el triunfo franquista ya era inminente, los mandos militares tuvieron que huir precipidamente. Con tanta prisa que apenas si se llevaron objetos de valor.

Manuel señala que tras marcharse los generales, un día entraron en algunas casas de la Carrasca para buscar tabaco, que ya escaseaba entonces: «Y encontramos todo en perfecto estado —coches, oficinas, muebles, teléfonos, mantas, cuberterías...— e incluso vimos en una casona la mesa preparada para comer y una paella hecha pero intacta».
El tío Boira subraya que los republicanos «dejaron todo impecable pues vivían en los chalés y se hacían obras de mantenimiento, se construyeron chimeneas, y por supuesto, los jardines estaban en perfecto estado». Pero cuando llegaron los franquistas evoca que «arrasaron con todo: hasta las puertas y las caballerizas las arrancaban para hacerse maletas». Otro recuerdo de aquella época que se conserva en el Ayuntamiento de Nàquera es la mesa que utilizó el presidente Negrín y sobre la que pudieron tomarse importantes decisiones.

También es destacable el patrimonio de la guerra civil que queda en otros lugares del término. Por ejemplo, Navarro comenta que en la residencia de Negrín había «un refugio antiaéreo» al igual que en otra mansión de la zona, «donde otro refugio, al cabo de unos años, fue reconvertido en una cueva para cultivar champiñones». Sin embargo, la mayor parte de los refugios que había en pleno casco urbano, «fueron tapados posteriormente».

Por último, el jardinero subraya que las campanas de la iglesia no fueron fundidas para hacer armamento, como era costumbre, «porque se empleaban para dar la alarma cuando venían los aviones enemigos». Definitivamente, como dice este testigo de excepción, Nàquera tuvo un papel muy relevante durante aquellos años.
 
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