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A ver, hay dos asuntos. Uno, acerca del pasaje evangélico del azote, cuyo error de traducción de san Jerónimo hay que tener en cuenta, y que ya he expuesto. Otro, el de salvaguardar el orden. Yo también estoy de acuerdo que para salvaguardar el orden o para impartir justicia no siempre los métodos no violentos dan resultado. Opino que el pacifismo exagerado no es una actitud realista, y para mí ser realista o ser cristiano viene a ser lo mismo. También pienso que Jesucristo la misión que tenía encomendada era mostrarnos el camino de la unión con Dios, y no resolver problemas de orden político o social, lo cual no significa que se desentienda de los mismos; al contrario, ojalá todo el mundo le siguiera (no que le imitara, que él no digo "imitadme" sino "seguidme", en su espíritu), no haría falta castigos, violentos o no.
En cuanto a la Inquisición, mientras no sea como la fiel a la religión del amora, okey. La mihná es la inquisición islámica operativa desde el 780 con su gran inquisidor, el sahib al-zanadiqa, y cuyo funcionamiento no ha cesado gracias a los ulemas, que ejercen un considerable poder de censura y ordenan ejecutar a quienes juzguen disidentes o renegados.
Pero hablemos de la que hubo en Occidente. En una época en la que la gran mayoría creía que era preferible perder la vida de acá que la eterna, la Inquisición era una institución que permitía que la sociedad viese bien que algunos de sus miembros perdiesen la vida terrenal, con tal de que la vida eterna fuese alcanzada no solamente por estos mismos miembros, sino también por sus hijos. Y es que había sectas criminales que ponían en peligro la vida eterna de los creyentes porque rechazaban la Encarnación del Verbo de Dios con sus beneficios, el matrimonio cristiano e incluso la vida al predicar el suicidio ritual, la endura (forma ritual de suicidio que podían adoptar los cátaros si caían muy enfermos, y que implicaba un ayuno total). La violencia popular resultado del impacto de estas sectas necesitaba ser frenada, y «fue después de ver la inutilidad de sus esfuerzos pastorales que la Iglesia instituyó un nuevo procedimiento llamado inquisitorial, en contraposición al procedimiento acusatorio. […] ¡No más denuncias anónimas, hogueras populares y amalgama entre lo espiritual y lo temporal! Paso a los investigadores profesionales, a los juicios sustraídos de la opinión pública, a jueces expertos, a la posibilidad para todos de apelar a Roma. […] Ciertamente, si al pueblo se le considera soberano, si hay que desterrar lo espiritual de la vida política y económica, si a la Iglesia se la considera maestra del error y la falsedad, entonces toda inquisición parecerá injusta. Pero esto sería olvidar que el principio de la Inquisición no desaparece, y no puede hacerlo, ya que cualquier sociedad, cuando se siente amenazada de fin, se defiende, sólo que cada una de ellas tiene como fuente de su vida una cosa distinta; por cierto, la nuestra de ahora consiste en las ideologías, y en el becerro de oro, pero no deja de tener también ella sus inquisidores» (François Vallançon, Grand mythes de l'histoire, La Nef, 1997, página 101), y los tiene desde 1793 (en agosto de este año comienza el Terror, período de cambios centrados en el auge de la Revolución francesa), pensemos si no en toda esa variedad de asociaciones reivindicativas de nuevos «derechos», que antes eran considerados como delitos (el aborto, la eutanasia, la clonación, las uniones gayses, la experimentación con embriones humanos, etc.) y contra los cuales, pienso, haría falta que se alzase unas nuevas cruzadas. Dichas asociaciones son ultraminoritarias pero ultractivas, escuchadas como oráculos y financiadas por todos los contribuyentes. Esos nuevos "derechos" ahora la Unión Europea los impone a sus Estados miembros, como también lo va a hacer pronto la ONU, a todas las naciones.
«Nuestras audiencias le deben a la Inquisición la institución del jurado; los acusados le deben el derecho de ser defendidos por un abogado, y muchos de ellos también su salvación eterna. Y todo ello en el marco de un procedimiento establecido. Hoy, en nombre de la diversidad, tenemos a quienes aceptan —al menos con su silencio e inacción— la legitimidad de la sharía, cuando esta no quiere saber nada de normas instrumentales ni de presunción de inocencia, y sí en cambio de lapidación de adúlteros (Corán 24:8), de esclavitud, de matrimonios forzosos —y en consecuencia de violación de menores—, de totalitarismos en cuanto a lo que hay que pensar y aprender, de pena de fin para los apóstatas, de yihad, etc. ¿Son esos quienes deben darnos lecciones de jovenlandesal? […] El progreso aportado por la Inquisición fue el proteger a los acusados del arbitrio de los juicios populares, por la obligación de la puesta en obra de un procedimiento judicial que implicase la necesaria recopilación de testimonios y pruebas, con la responsabilidad para el inquisidor de verificar su validez.» (Guy Pagès: Interroger l’islam, 3.ª edición, 2015, ISBN-13: 978-2856523735).
«La Revolución francesa hizo más muertos en un solo mes en nombre del ateísmo que la Inquisición en nombre de Dios durante toda la Edad Media y en toda Europa» (Marion Sigaut, La Chasse aux sorcières et l'Inquisition, Kontre Kulture, 2014).