Carson Burke
Forero Paco Demier
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- 8 Mar 2020
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Empezó hace 3 años. Estaba hasta los bemoles de todo. Trabajo alienante. Mi grupo de supuestos amigos eran unos me gusta la fruta. Mi familia quedaba lejos. Así que empecé a hacer algo que consideré inofensivo: me creé amigos imaginarios.
Así empezó. Era algo peligrosamente agradable, debí darme cuenta entonces. Era divertido, desafiante. Creé a gente, me escribí unas notas, la bebida y comida favorita de cada uno, sus aficiones, que tipo de películas les gustaban, en qué trabajaban, que problemas y qué sueños tenían en la vida...
Yo escenificaba situaciones con ellos. Conversaba con ellos, al principio, en mi cabeza, luego ya, en voz alta. Fingía sus voces.
Fue todo tan fácil... de ahí empecé a crearme personajes en los que meterme yo mismo.
Un día, soy un lord inglés que vive en un castillo, rodeado de solícitos criados, con terratenientes como amigos que se juntan a jugar a juegos de salón, que hace obras de caridad, que escucha música clásica y que vive con una joven, ingenua y lejana sobrina nieta que está enamorada de mí en secreto, a la que algún día le haré un tardío hijo (todavía no ha pasado).
Otro día soy un adolescente que va de fiesta con sus amigos, liga con chicas y tiene toda la vida por delante, el futuro. Todavía son los años 90, el mundo es esperanzador e ilusionante.
Otro día soy un policía de la vieja escuela, duro, pero justo y con código de honor. Apalizo a delincuentes, apalizo a sus abogados de cosa cuando vienen a reclamarme, y me salgo con la mía. El jefe de policía es colega. El alcalde me odia, pero a mí me importa una cosa. Mi compañero es un chaval que me admira incondicionalmente. Estoy divorciado (nunca fui hombre de una sola mujer, lo siento, Sonia) pero mi ex chorrea cada vez que nos encontramos, es cuestión de tiempo que vuelva. ¿Saben que nos divorciamos hace 4 años y que desde entonces, ella no ha tocado a otro hombre?
Otro, soy un avaro banquero y prestamista, que tiene múltiples negocios turbios, que se reúne con elegantes caballeros en lo mejorcito de la alta sociedad. Un susurro, y el presidente de un país puede respirar tranquilo (el BCE no le va a cortar el grifo este año), un susurro y coloco a un congresista y dos senadores que me deberán sus sillones, un susurro y se crea una red de prespitación en oriente medio para financiar operaciones comerciales ilícitas, o unos caballeros vestidos de Armani tiran por una ventana a otro caballero, que no quiso venderme su paquete de acciones.
Otro, soy un narcotraficante, rico y poderoso. Vivo en una mansión, rodeado de sicarios a los cuales, mi carisma ha convertido en mi familia y les ha inspirado auténtica devoción más allá de una relación meramente profesional, y de un montón de pilinguis que están enamoradas de mí. Me reúno en clubs y restaurantes con políticos y financieros para erigir mi imperio. Y si alguien se me pone en medio, lo arruino, o incluso lo hago apiolar. Una llamada, menciono un nombre y problema resuelto.
Y sé que está mal. Sé que no es verdad, sé que esas personas que me rodean no existen, sé que yo no soy esos hombres que invento. Pero no importa. Pero no puedo parar. Por primera vez en mi vida, saboreo el poder, saboreo el control, saboreo el estar yo controlando la situación. Experimento cosas que nunca antes había experimentado. Ejerzo un control total y absoluto sobre otros seres humanos, y sobre todas las variables posibles que pueda haber en esas relaciones. ¿Que más da, al final, que esos seres humanos no sean reales? Para mí, lo son. Las sensaciones que experimento cuando me relaciono con ellos, sí son MUY reales.
Estoy empezando a mirar el precio de sex dolls, y preguntándome si se pueden comprar maniquíes por parte de un particular, y no sé como acaba todo esto. Pero sé que normal, no es. Pero es que... es mi vida. Por primera vez, en 38 años, soy feliz.
La mayoría de la gente solo vive una vida, y no la que le gustaría. Yo estoy viviendo varias, y todas son perfectas.
Así empezó. Era algo peligrosamente agradable, debí darme cuenta entonces. Era divertido, desafiante. Creé a gente, me escribí unas notas, la bebida y comida favorita de cada uno, sus aficiones, que tipo de películas les gustaban, en qué trabajaban, que problemas y qué sueños tenían en la vida...
Yo escenificaba situaciones con ellos. Conversaba con ellos, al principio, en mi cabeza, luego ya, en voz alta. Fingía sus voces.
Fue todo tan fácil... de ahí empecé a crearme personajes en los que meterme yo mismo.
Un día, soy un lord inglés que vive en un castillo, rodeado de solícitos criados, con terratenientes como amigos que se juntan a jugar a juegos de salón, que hace obras de caridad, que escucha música clásica y que vive con una joven, ingenua y lejana sobrina nieta que está enamorada de mí en secreto, a la que algún día le haré un tardío hijo (todavía no ha pasado).
Otro día soy un adolescente que va de fiesta con sus amigos, liga con chicas y tiene toda la vida por delante, el futuro. Todavía son los años 90, el mundo es esperanzador e ilusionante.
Otro día soy un policía de la vieja escuela, duro, pero justo y con código de honor. Apalizo a delincuentes, apalizo a sus abogados de cosa cuando vienen a reclamarme, y me salgo con la mía. El jefe de policía es colega. El alcalde me odia, pero a mí me importa una cosa. Mi compañero es un chaval que me admira incondicionalmente. Estoy divorciado (nunca fui hombre de una sola mujer, lo siento, Sonia) pero mi ex chorrea cada vez que nos encontramos, es cuestión de tiempo que vuelva. ¿Saben que nos divorciamos hace 4 años y que desde entonces, ella no ha tocado a otro hombre?
Otro, soy un avaro banquero y prestamista, que tiene múltiples negocios turbios, que se reúne con elegantes caballeros en lo mejorcito de la alta sociedad. Un susurro, y el presidente de un país puede respirar tranquilo (el BCE no le va a cortar el grifo este año), un susurro y coloco a un congresista y dos senadores que me deberán sus sillones, un susurro y se crea una red de prespitación en oriente medio para financiar operaciones comerciales ilícitas, o unos caballeros vestidos de Armani tiran por una ventana a otro caballero, que no quiso venderme su paquete de acciones.
Otro, soy un narcotraficante, rico y poderoso. Vivo en una mansión, rodeado de sicarios a los cuales, mi carisma ha convertido en mi familia y les ha inspirado auténtica devoción más allá de una relación meramente profesional, y de un montón de pilinguis que están enamoradas de mí. Me reúno en clubs y restaurantes con políticos y financieros para erigir mi imperio. Y si alguien se me pone en medio, lo arruino, o incluso lo hago apiolar. Una llamada, menciono un nombre y problema resuelto.
Y sé que está mal. Sé que no es verdad, sé que esas personas que me rodean no existen, sé que yo no soy esos hombres que invento. Pero no importa. Pero no puedo parar. Por primera vez en mi vida, saboreo el poder, saboreo el control, saboreo el estar yo controlando la situación. Experimento cosas que nunca antes había experimentado. Ejerzo un control total y absoluto sobre otros seres humanos, y sobre todas las variables posibles que pueda haber en esas relaciones. ¿Que más da, al final, que esos seres humanos no sean reales? Para mí, lo son. Las sensaciones que experimento cuando me relaciono con ellos, sí son MUY reales.
Estoy empezando a mirar el precio de sex dolls, y preguntándome si se pueden comprar maniquíes por parte de un particular, y no sé como acaba todo esto. Pero sé que normal, no es. Pero es que... es mi vida. Por primera vez, en 38 años, soy feliz.
La mayoría de la gente solo vive una vida, y no la que le gustaría. Yo estoy viviendo varias, y todas son perfectas.
