Se está liando parda en TEHERÁN

La antesala del ataque militar

Preparación de terreno: La CIA y el trasfondo de "guerra civil" en Irán

Una oleada turística militar de Irán por vía terrestre para derrocar al régimen de los ayatolas (el verdadero objetivo de Washington), le costaría a EEUU e Israel bajas humanas y pérdidas militares imposibles de mensurar. Esta realidad es la que guía (y guió) el diseño de planes estratégicos orientados a desestabilizar Irán por medio de una guerra civil, y a generar consenso a eventuales operaciones militares aéreas contra instalaciones nucleares y militares de Teherán. Esa es la lógica que conduce a la actual operación "caballo de Troya" con los reformistas.

Manuel Freytas

Si el eje Washington-Tel Aviv decidiera invadir militarmente por tierra a Irán posiblemente el infierno de Irak o de Afganistán, o la ratonera del Líbano en 2006, lucirían como paseos turísticos comparados con lo que les depararía a sus tropas el gigante islámico de Medio Oriente.

Irán cuenta con un territorio cuatro veces mayor, y tiene un equivalente a casi tres veces la población de Irak.
Al mismo tiempo, el terreno de Irán es mucho más montañoso que el de Irak, y conforma el teatro ideal para la guerra de guerrillas, en la cual están entrenados alrededor de 500.000 mujaidines voluntarios preparados para ser movilizados en cualquier momento.
Para comparar, basta citar el ejemplo de Líbano en 2006, donde 30.000 soldados israelíes, con tanques, baterías de artillería, helicópteros artillados, cobertura aérea con misiles, bombas "inteligentes" y fuego naval, no pudieron doblegar a los 5.000 combatientes de Hezbolá entrenados por Irán y Siria.

En términos convencionales, las Fuerzas Armadas iraníes son las más numerosas y poderosas del Medio Oriente: cuentan con 1.000.000 de efectivos distribuidos entre el Ejército de Tierra, la Fuerza Aérea, la Marina y el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI).

La doctrina y la estrategia de Defensa militar iraní, prevé la movilización, en caso de necesidad, de un "Ejército islámico" de 20 millones de personas sobre un total de más de 70 millones de habitantes.

Tanto hombres como mujeres, de 12 a 60 años, reciben preparación militar en las filas de las milicias populares, y en caso de guerra podrían ser incorporados a las fuerzas armadas regulares.

El Cuerpo de los Guardianes de la Revolución, considerado como el "ejército ideológico" del régimen, representa “un ejército dentro del ejército” ya que cuenta, además de sus fuerzas terrestres, con Fuerza Aérea y Marina propias, además de la policía y del resto de las fuerzas de seguridad bajo su control.

Además, los Guardianes de la Revolución cuentan con el "Kode", un cuerpo de elite de 15.000 hombres cuya misión es organizar operaciones especiales en la retaguardia enemiga.

La Guardia Revolucionaria tiene bajo su mando a las milicias voluntarias (mujaidines), que cuentan con unidades de combate y un sistema de movilización permanente en todas las localidades.

Además de su excelente preparación militar, los soldados y mujaidines iraníes están mentalizados en una sólida formación "religiosa-doctrinaria" imbuida en los valores y preceptos del Islam, que los torna inmunes a operaciones de guerra psicológica convencionales (como ya se demostró con Hezbolá en Líbano).

Este escenario preliminar, referenciado por el poder militar y la capacidad de defensa de Irán, fue lo que determinó que el Pentágono, en la época de la dupla Cheney-Rumsfeld (después de evaluar costos y beneficios) descartara una oleada turística terrestre al país de los ayatolas.

Caballos de Troya

La realidad de un Irán inexpugnable por tierra, a su vez, determinó la necesidad de diseñar una estrategia de operación encubierta de infiltración en Irán con la finalidad de crear una división interna entre el poder teocrático y conservador de los ayatolas (que detenta el poder real y concentra todas las decisiones) y los sectores "reformistas" que se nuclear principalmente en la universidad, el Parlamento y medios de comunicación.

Después de la oleada turística de Irak, en el 2003, y luego de consolidar el control sobre los militares y las corporaciones de inteligencia tras el 11-S, el lobby sionista de la Casa Blanca y el Pentágono, cuyos jefes eran el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfel, se dedicó a la preparación de acciones encubiertas para apuntalar eventuales planes de acción militar contra Irán.

Según señalaba por entonces el influyente columnista de New Yorker, Seymour M. Hersh, los estrategas del lobby neocon planeaban complementar los "ataques militares preventivos" contra Irán y Siria, con operaciones encubiertas de la CIA orientadas a fortificar a los grupos opositores internos enfrentados al régimen autocrático de Irán, al que la inteligencia norteamericana continúa señalando como protector principal de los grupos "terroristas" que desarrollan su accionar en Irak y Medio Oriente.

Mediante amenazas constantes y veladas de represalia militar, y acusando a los clérigos de cobijar al "terrorismo de Al Qaeda" en territorio iraní, la Casa Blanca y el Pentágono de Bush intentaron precipitar reacciones sociales masivas de los reformistas del presidente Jatamí contra el régimen teocrático del ayatolah Jamenei.

Intentaban poner una cuña de enfrentamiento armado entre "reformistas" y "fundamentalistas", con la finalidad de debilitar al régimen iraní y conseguir consenso social y político para un ataque militar a las instalaciones militares y nucleares estratégicas de Irán.

Su objetivo principal estaba dirigido a conseguir que fueran los propios sectores "reformistas" iraníes los que se enfrentaran a los ayatolas "protectores de terroristas", para promover un "golpe democrático" interno, o una "revolución reformista", que sirviera de columna vertebral para derrocar al régimen teocrático instalado con la revolución islámica de Komeini en 1979.
La operación respondía a un diseño general estratégico orientado a armar "caballos de Troya" en el mundo árabe y de la religión del amor, usando como pretexto el combate "democrático" contra el "terrorismo" y las "dictaduras".

No se trataba de otra cosa (y como fue plasmado en el discurso de la segunda asunción de Bush) que de la complementación de la "guerra contra el terrorismo" con el combate contra las "tiranías" mediante "procesos democráticos" instaurados en todo el tablero del mundo árabe y de la religión del amor.

La primera experiencia en 2003

La primera fase del plan para dividir Irán, tuvo una operación inicial de alto impacto en junio de 2003 , cuando durante seis noches consecutivas, miles de estudiantes y militantes del reformismo se lanzaron a las calles a protestar y a pedir "la horca" para el jefe espiritual de Irán, el ayatolah Jamenei, y fueron duramente reprimidos por las milicias y las fuerzas de elite del régimen teocrático que mantiene un férreo control sobre la policía y las fuerzas armadas.
El gobierno y los servicios de inteligencia iraníes señalaban por entonces que la CIA infiltró estos movimientos con la intención de crear un "clima preparatorio" de agitación social, y desde ahí avanzar con cuadros entrenados a un enfrentamiento armado abierto en las calles en un estado de virtual guerra civil.

Desarrollando la misma lógica y metodología que utilizaron contra Saddam Hussein antes de la oleada turística a Irak, se intentaba crear un clima de revuelta contra el poder teocrático de los clérigos con la finalidad de debilitarlo, y consolidar una alianza con los reformistas que les otorgase consenso social y político para un ataque militar ya planificado por el Pentágono, señalaban por entonces analistas del mundo árabe.

Los halcones neocon del Pentágono creían que una fuerte presión social sobre el régimen iraní podría desatar una revuelta interna contra el gobierno islámico de Teherán, de la misma manera que predecían que Saddam iba a ser eliminado por una sublevación interna antes de la guerra.

Mientras se desarrollaba el plan desestabilizador en Teherán, en junio de 2003, George W. Bush decía sugestivamente por cadena nacional que las manifestaciones en Irán "son una señal "positiva" y "el comienzo de la expresión popular por un Irán más libre".

Durante la primera experiencia subversiva de laboratorio para desestabilizar Irán, y mientras crecía la violencia en las calles de Teherán, el ayatola Alí Jamenei advirtió a los manifestantes que si no desistían tendrían que enfrentar las consecuencias represivas más duras, recibiendo como respuesta un incremento de los disturbios.

Finalmente, el régimen iraní lanzó sobre los bastiones golpistas una feroz operación represiva combinada de milicias, policías y fuerzas especiales que culminó con un baño de sangre y la fin de centenares de estudiantes y militantes que -según los "reformistas"- las estadísticas oficiales ocultaron celosamente.

La experiencia bis

Tras los comicios del viernes 12 de junio que consagraron la reelección de Ahmadineyad por el 63% de los votos (y a 6 años de la primera experiencia desestabilizadora con Bush), nuevamente la chispa de la subversión interna fue lanzada a través del candidato reformista derrotado, Musavi, bajo consignas de acusaciones de fraude.

Ya no se pide la "horca" para el ayatola Jamenei como en 2003, sino que se pide la anulación de las elecciones y la renuncia del "dictador" Ahmadineyad.

"¿La historia se repite? Washington ha renunciado a atacar militarmente a Irán y ha disuadido a Israel de tomar esa iniciativa. Para conseguir "cambiar el régimen", la administración Obama prefiere jugar la carta –menos peligrosa aunque más incierta- de la acción secreta", señala desde Red Voltaire, Thierry Meyssan.

Para el analista francés, "Dichas manifestaciones reflejan una profunda división en la sociedad iraní entre un proletariado nacionalista y una burguesía que lamenta su marginación de la globalización económica. Actuando bajo cuerda, Washington intenta influir en los acontecimientos para derrocar al presidente reelegido".

Tras el derrocamiento del Sha en 1979 ,y la posterior expulsión de EEUU por la Revolución Islámica del ayatola Komeini, la CIA realizó diversas operaciones de infiltración frustradas para derrocar al régimen nacionalista islámico que controla el poder militar y económico en Irán.

Los sucesivos intentos de la inteligencia norteamericana por desestabilizar al gobierno de Komeini fueron neutralizados sistemáticamente y sus agentes fueron detectados y ejecutados por las fuerzas del régimen nacionalista islámico.

Habiendo fracasado sus operaciones encubiertas en Irán, EEUU decidió invadir militarmente a ese país utilizando a Saddam Hussein y a su ejército por entonces armado y entrenado por la CIA y el Pentágono.

Tras una larga guerra Irak-Irán que abarcó casi toda la década del 80, y produjo un millón de muertos entre civiles y militares, Saddam y el régimen iraní firmaron un final de las operaciones militares, con el cual fracasó el intento de EEUU por reapoderarse del petróleo iraquí.

Posteriormente, y tras la Primera Guerra del Golfo en la década del 90, la CIA retomó sus contactos con el régimen iraní de los ayatolah con el objetivo de organizar la desestabilización del líder iraquí desde territorio iraní.
Desaparecido Saddam Hussein tras la ocupación norteamericana de Irak, se produjo una nueva ruptura de vínculos entre EEUU y el gobierno teocrático del ayatola Jamenei, que ya preveía que el próximo objetivo militar del Pentágono sería Irán.

El laboratorio de Obama

A diferencia de Bush y los halcones, la estrategia de la administración de Obama parece centrarse en una línea más sutil de "guerra por otras vías", explotando el flanco de debilidad interna (la división entre "fundamentalistas" y "reformistas") y disimulando el objetivo con una aparente "neutralidad" en el conflicto.
Ya no se trata de una revuelta abierta contra el poder de los ayatolas, como en junio de 2003, sino de una pulida operación de guerra psicológica en el frente social que utiliza a la oposición "reformista" iraní como un caballo de troya para desgastar el poder de los ayatolas y deslegitimar el triunfo de Ahmadineyad en las urnas.

Para tener en claro como se desarrollan (y hacia qué blanco apuntan) los hechos del laboratorio desestabilizador en Irán, hay que partir de un principio: No hay un solo Irán sino que existen "dos Irán".

El primer Irán, islámico confesional, marcadamente antisionista, anti-Israel y anti-EEUU, se representa en el Estado y en el gobierno de los ayatolas que controlan con mano de hierro los dos enclaves estratégicos del poder iraní: la economía y las fuerzas armadas y de seguridad.
El segundo Irán se representa en el sector de los "reformistas" (un segmento de la sociedad formado en la ideología "liberal" y en las pautas de la sociedad de consumo capitalista occidental) cuyo emergente social y su ideología "occidentalizada" son incompatibles con el fundamentalismo religioso del régimen teocrático de los ayatolas.
El primer Irán está en guerra contra Israel y EEUU, y el segundo quiere fusionarse con la "civilización occidental" y negociar pautas de convivencia con Israel y EEUU.

Como concepto central hay que precisar que el "Irán reformista" es tan o más enemigo del "Irán fundamentalista" como lo son Israel y EEUU.

Durante siete días el círculo de la operación golpista se cerró con sus cuatro actores principales: El "fraude", la "protesta popular", los muertos y la presión internacional para obligar al gobierno de Irán a suspender las elecciones.

En este contexto, el plato está servido para que los servicios de inteligencia estadounidenses y europeos (principalmente británicos), infiltrados en las usinas "reformistas" de la universidad y de los medios de comunicación iraníes, completen el escenario para hacerle perder el control de la situación al régimen de los ayatolas.
Esta es la razón central que explica porqué las clases medias y altas "reformistas" iraníes son el natural elemento de infiltración de las potencias sionistas para derrocar a los ayatolas y a su gobierno hoy conducido por Ahmadineyad.

En ese escenario, y como complemento del plan militar, el proyecto estratégico de EEUU, Israel y las potencias sionistas aliadas, no gira alrededor de la destrucción de Irán, sino alrededor del fin de régimen de los ayatolas.

El desenlace

Como ya sucedió durante las revueltas desestabilizadoras de junio de 2003, el máximo jefe y líder espiritual de Irán, bajo cuyo mando directo están las fuerzas armadas, la policía y las fuerzas especiales (en suma, todo el poder militar de Irán), el ayatolá Jamenei, advirtió, junto al presidente Ahmadineyad, a las potencias occidentales que se abstengan de intervenir en los "asuntos internos de Irán".

En un mensaje hacia adentro, el jefe espiritual aconsejó al líder Mir Musavi y a los dirigentes opositores "agotar la vía pacifica" y evitar la violencia en los reclamos callejeros que -según el oficialismo"- han dejado 8 muertos, y según los sublevados, las victimas de la represión ya superan el centenar.

El Ministerio de Inteligencia de Irán, por su parte, informó el jueves que había descubierto una trama terrorista con vínculos en el extranjero para poner bombas en mezquitas y otros lugares muy frecuentados en Teherán el 12 de junio, cuando se celebraron las elecciones presidenciales.
La cadena estatal de televisión IRIB citó un comunicado del ministerio en el que se señalaba que se habían descubierto varios grupos terroristas, y añadía que estaban vinculados con los enemigos exteriores del país, entre ellos, Israel.

"Miembros de una de las redes descubiertas estaban planeando poner bombas el día de las elecciones en varios lugares frecuentados de Teherán, incluyendo las mezquitas de Ershad y Al Nabi", dijo el comunicado, en referencia a dos importantes mezquitas de la capital.


En las antípodas, la información de las usinas "reformistas" hablan de detenciones masivas y de decenas de muertos que ya habrían superado a los de las sublevaciones estudiantiles de 1999 y 2003, donde muchos de los cabecillas fueron fusilados y exterminados durante los procedimientos.

Como clara señal de que registraron las advertencias de los ayatolas, los presidentes y funcionarios de las potencias europeas aliadas de EEUU (que habitualmente encienden el firmamento de las protestas golpistas con sus declaraciones), esta vez, desde Obama para abajo, han resuelto mantener "perfil bajo".

No obstante, y con las protestas que ahora (en un cambio de estrategia) han tomado una cariz "pacifista" y se siguen extendiendo, los expertos esperan un desenlace que las desactive militarmente y las descabece como en junio de 2003.

Hay un punto de coincidencia entre los especialistas: El régimen iraní, ante la persistencia consecutiva de las protestas, se va a ver obligado a cortarlas de raíz para evitar que sigan generando y contagiando un clima de "guerra civil" en ebullición (tal como esperan EEUU y las potencias occidentales).
Esta semana, el gobierno iraní cerró las fronteras informativas, bloqueó espacios de la sedición "reformista" en Internet, y realizó claras advertencias a la prensa internacional que siempre actúa como "herramienta complementaria" de los planes de desestabilización con los "caballos de troya" reformistas.

Una segunda fase (de advertencia antes del desenlace), se concretó con el mensaje que este viernes pronunció el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, en la mezquita de la Universidad de Teherán.

Jamenei, que excepcionalmente pronuncia los sermones del viernes, ocupó la principal tribuna del régimen para hablar en público desde que comenzaron los enfrentamientos una semana después de las elecciones presidenciales denunciadas como "fraudulentas" por la oposición reformista.

El jefe espiritual de Irán afirmó que Mahmoud Ahmadinejad había ganado por 11 millones de votos, un total que era impensable manipular.

"La República Islámica no hace trampas", aseguró, al tiempo que elogió el nivel de participación en las elecciones del 12 de junio, diciendo que era algo que no ocurría desde 1979.

El líder supremo, criticó las protestas callejeras y pidió que se suspendieran. Reconoció que los debates y las polémicas estaban bien, pero que "las diferencias se deben resolver en las urnas y no en las calles".

Añadió que cualquier duda debía ser expresada por canales legales, y advirtió: "No aceptaré ninguna iniciativa ilegal".

Luego advirtió que si la oposición no suspendía las manifestaciones, "ellos serán responsables de las repercusiones negativas, la tensión y el caos".

"Si hay un baño de sangre, los responsables serán los líderes de las protestas", afirmó el jefe espiritual de Irán.

De este mensaje -se estima- van a salir las líneas cifradas del próximo paso que va a dar el poder iraní para terminar de descabezar la "operación caballo de Troya" que -en una segunda versión mejorada- han lanzado las usinas de inteligencia estadounidenses, europeas e israelíes contra Irán.

Y así como hubo un experimento bis, también - si las protestas no se desactivan- va a haber un desenlace bis.

IAR Noticias / Preparación de terreno: La CIA y el trasfondo de "guerra civil" en Irán
 
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Se puede considerar el articulo como una opinión a tomar en cuenta, pero no es un analisis, respectivamente no es un analisis según las reglas de la lógica. Nada más y nada menos.

Me da la sensación que usted ni si quiera se lee los artículos y directamente los cataloga como opinión.
Este artículo que le cito a continuación lo considera ¿opinón o análisis?



De Mossadegh a Ahmadinejad
La CIA y el laboratorio iraní
Thierry Meyssan*

La noticia de un posible fraude electoral en Irán se ha dispersado y ha corrido como pólvora en fuego por Teherán, la capital del país, motivando y empujando a los partisanos del ayatolá Rafsanjani a salir a la calle a protestar contra aquellos del ayatolá Jameini. Este caos es en parte alimentado por la CIA que ha sembrado la confusión y las rivalidades en el país inundando con mensajes SMS contradictorios los teléfonos celulares de una mayoría de iraníes viviendo en las principales aglomeraciones urbanas. Thierry Meyssan nos explica esta experiencia de guerra psicológica que utiliza una moderna y sofisticada tecnología.

La noticia de un posible fraude electoral se ha extendido por Teherán como un reguero de pólvora y ha sacado a la calle a los partidarios del ayatolá Rafsanjani contra los del ayatolá Jameini. Ese caos ha sido provocado bajo cuerda por la CIA, que siembra la confusión inundando a los iraníes de SMS contradictorios. Thierry Meyssan explica este experimento de guerra psicológica.

En marzo de 2000,la secretaria de Estado Madeleine Albright reconoció que la administración Eisenhower organizó un cambio de régimen en Irán en 1953 y que ese acontecimiento histórico explica la actual hostilidad de los iraníes hacia Estados Unidos. La semana pasada, durante su discurso en El Cairo dirigido a los fiel a la religión del amores el presidente Obama reconoció oficialmente que en plena Guerra Fría, Estados Unidos desempeñó un papel en el derrocamiento de un gobierno iraní elegido democráticamente .

Página 7 del discurso de Obama citado en el Cairo

En aquella época, Irán estaba controlado por una monarquía de opereta dirigida por el sha Mohammad Reza Pahlavi. Éste había sido colocado en el trono por los británicos, quienes obligaron a su padre, el oficial cosaco pronazi Reza Pahlavi, a dimitir. Sin embargo, el sha debía avenirse con un Primer Ministro nacionalista, Mohammed Mossadegh. Este último, con el apoyo del ayatolá Abu al-Qassem Kachani, nacionalizó los recursos petroleros [2]. Furiosos, los británicos convencieron a Estados Unidos para que detuviera la deriva iraní antes de que el país se hundiera en el comunismo. Entonces, la CIA puso en marcha la «Operación Ajax», dirigida a derrocar a Mossadegh con la ayuda del sha y sustituirlo por el general nancy Fazlollah Zahedi, hasta entonces detenido por los británicos. Zahedi instauró el régimen de terror más cruel de la época, mientras el sha servía de tapadera a sus abusos posando para las revistas people occidentales.

La Operación Ajax estuvo dirigida por el arqueólogo Donald Wilber, el historiador Kermit Rooselvet (nieto del presidente Theodore Roosvelt) y el general Norman Schwartzkopf senior (cuyo hijo homónimo estuvo al mando de la Operación Tormenta del Desierto). Dicha operación continúa siendo un prototipo de subversión. La CIA idea un escenario que da la impresión de un levantamiento popular mientras se trata de una operación secreta. El punto culminante del espectáculo fue una manifestación en Teherán, con 8.000 extras pagados por la Agencia, para proporcionar fotos convincentes a la prensa occidental [3]



¿La historia se repite? Washington ha renunciado a atacar militarmente a Irán y ha disuadido a Israel de tomar esa iniciativa. Para conseguir «cambiar el régimen», la administración Obama prefiere jugar la carta –menos peligrosa aunque más incierta- de la acción secreta. A raíz de la elección presidencial iraní, grandes manifestaciones oponen en las calles de Teherán a los partidarios del presidente Mahmud Ahmadinejad y su guía Ali Jameini por un lado y a los partidarios del candidato derrotado Mir Hossein Musavi y del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjami por el otro. Dichas manifestaciones reflejan una profunda división en la sociedad iraní entre un proletariado nacionalista y una burguesía que lamenta su marginación de la globalización económica [4]. Actuando bajo cuerda, Washington intenta influir en los acontecimientos para derrocar al presidente reelegido.

Una vez más, Irán es un campo de ensayo de métodos innovadores de subversión. En 2009, la CÍA se apoya en una nueva arma: el control de los teléfonos móviles.

Desde la generalización de los teléfonos móviles, los servicios secretos anglosajones han multiplicado sus capacidades de interceptación. Mientras que la escucha de los teléfonos fijos necesita instalación de cables de derivación, y por lo tanto agentes sobre el terreno, la escucha de los móviles se puede hacer a distancia gracias a la red Echelon. Sin embargo, ese sistema no permite interceptar las comunicaciones telefónicas vía Skype, de ahí el éxito de los teléfonos Skype en las zonas de conflicto [5]. Así, la National Security Agency (NSA) acaba de hacer propuestas a los proveedores de acceso a Internet de todo el mundo para obtener su colaboración. A los que han aceptado se les ha retribuido generosamente [6].

En los países que ocupan –Iraq, Afganistán y Pakistán-, los anglosajones interceptan todas las conversaciones telefónicas emitidas por móviles o conectadas con ellos. El objetivo no es conseguir tras*cripciones de tal o cual conversación, sino identificar las «redes sociales». En otras palabras, los teléfonos son los chivatos que permiten saber con quién se relaciona una persona determinada. A partir de ahí se puede conseguir la identificación de las redes de resistencia. Posteriormente, los teléfonos permiten localizar los objetivos identificados y «neutralizarlos».

Por eso, en febrero de 2008, los insurgentes afganos ordenaron a los diversos operadores que detuviesen su actividad todos los días desde las 17:00 a las 03:00 h., para impedir que los anglosajones siguieran sus movimientos. Las antenas de quienes no cumplieron dicha orden se destruyeron [7].

Por el contrario (la central telefónica hormis resultó afectada por error), el ejército israelí se cuidó mucho de bombardear las antenas telefónicas en Gaza durante la operación Plomo Fundido en diciembre 2008-enero 2009. Aquí aparece un cambio total de estrategia por parte de los occidentales. Desde la guerra del Golfo prevalecía la «teoría de los cinco anillos» del coronel John A. Warden: el bombardeo de las infraestructuras telefónicas se consideraba un objetivo estratégico para sumir a la población en la confusión y al mismo tiempo cortar las comunicaciones entre los centros de mando y los combatientes. Ahora es al contrario, es necesario proteger las infraestructuras de las telecomunicaciones. Durante los bombardeos de Gaza, el operador Jawwal [8] dio crédito a sus abonados, oficialmente para ayudarlos, en realidad por interés de los israelíes.

Un paso más allá, los servicios secretos anglosajones e israelíes han desarrollado métodos de guerra psicológica basados en la utilización extensiva de los móviles. En julio de 2008, tras el intercambio de prisioneros y cadáveres entre Israel y Hezbolá, los robots lanzaron decenas de miles de llamadas a los móviles libaneses. Una voz en árabe advertía contra cualquier participación en la resistencia y denigraba a Hezbolá. El ministro libanés de Telecomunicaciones, Jibran Bassil [9], presentó una denuncia ante la ONU contra esa flagrante violación de la soberanía del país [10].

En la misma línea, decenas de miles de libaneses y sirios recibieron una llamada automática, en octubre de 2008, que ofrecía 10 millones de dólares por cualquier información que permitiera localizar y liberar a los soldados israelíes prisioneros. Las personas interesadas en colaborar debían dirigirse a un número en el Reino Unido [11].

Este método se está empleando en Irán para intoxicar a la población con la difusión de noticias alarmistas y para canalizar el descontento que suscitan.

En primer lugar, se difundió por SMS durante la noche del escrutinio la noticia de que el Consejo de los Guardianes de la Constitución (equivalente al Tribunal Constitucional) había informado a Mir Hossein Musavi de su victoria. Así, el anuncio, varias horas después, de los resultados oficiales –la reelección de Mahmud Ahmadinejad con el 65% de los votos-, apareció como un enorme fraude. Sin embargo, tres días antes, Musavi y sus amigos consideraban segura la victoria masiva de Ahmadinejad y se esforzaban en explicarla por los desequilibrios en la campaña electoral. Así, el ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani detallaba sus quejas en una carta abierta. Los institutos de sondeos estadounidenses en Irán pronosticaban una ventaja de Ahmadinejad de 20 puntos con respecto a Musavi [12]. En ningún momento pareció posible la victoria de Musavi, incluso aunque es probable que el trucaje acentuase el margen entre ambos candidatos.

Posteriormente, los ciudadanos seleccionados se dieron a conocer en Internet para conversar en Facebook o se abonaron a las líneas de información Twitter. Entonces recibieron, siempre por SMS, las informaciones –verdaderas o falsas- sobre la evolución de la crisis política y las manifestaciones en curso. Se trataba de mensajes anónimos que esparcían noticias de tiroteos y numerosos muertos; noticias que hasta la fecha no se han confirmado. Por una desafortunada coincidencia de calendario, la empresa Twitter debía suspender el servicio durante una noche, el tiempo necesario para el mantenimiento de sus instalaciones. Pero el departamento de Estado de Estados Unidos intervino para exigirle que suspendiera dicha operación [13]. Según el New York Times, esas operaciones contribuyeron a sembrar la desconfianza entre la población [14].

Simultáneamente, en un nuevo esfuerzo, la CIA moviliza a los militantes anti iraníes en Estados Unidos y el Reino Unido para añadir al desorden. Se ha distribuido una Guía práctica de la revolución en Irán, que incluye varios consejos prácticos, entre ellos:

Ajustar las cuentas Twitter sobre la zona horaria de Teherán.

Centralizar los mensajes en las cuentas Twitter@stopAhmadi, iranelection y gr88.

No atacar los sitios oficiales de Internet del Estado iraní. «Dejen hacer al ejército» de EEUU para eso (sic).

Al aplicarlos, esos consejos impiden cualquier autentificación de los mensajes Twitter. Ya no se puede saber si los envían testigos de las manifestaciones en Teherán o agentes de la CIA desde Langley, y no se puede distinguir lo verdadero de lo falso. El objetivo es crear todavía más confusión y empujar a los iraníes a luchar entre sí.

Los estados mayores de todo el mundo siguen con atención los acontecimientos en Teherán. Cada uno intenta evaluar la eficacia de este nuevo método de subversión en el laboratorio iraní. Es obvio que el proceso de desestabilización ha funcionado. Pero no es seguro que la CIA pueda canalizar a los manifestantes para que ellos mismos hagan lo que ha renunciado a hacer el Pentágono si no desean hacerlo: cambiar el régimen, acabar con la revolución islámica.

La CIA y el laboratorio iraní [Voltaire]
 
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