lapetus
Madmaxista
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Creo que hay que hacer una diferencia entre "espíritu maligno" y "demonios".Claro que atribuían enfermedades a espíritus malignos. Pero, al mismo tiempo, los espíritus malignos actúan y poseen, sobre todo antes de comparecer en carne el Señor. O en las tierras de América, bienaventuradamente integradas en la Cristiandad. O en África, donde los demonios han campado siempre por sus respetos.
No lo niega pero al mismo tiempo se balancea en cierta confusión. Ya, era frecuente esa atribución. Pero en este caso se trata ciertamente de un hombre poseído por un malo, siendo liberado por Jesús. Entonces, para qué esa mención. Luego habla como si plenamente aceptase la posesión y la liberación posterior de un malo, no la curación de una enfermedad.
Espíritu es símplemente algo que mueve una cosa. Algo que anima una cosa. Y no se dice nada de qué es ese algo. Tenemos métido en la cabeza que espíritu=fantasma y no es así. Es algo mucho más abstracto, que no implica que detrás haya una entidad o una personalidad. Si hay que hacer un símil, entonces sería más correcto decir que Espíritu=motor.
Así que las gentes antiguas estaban técnicamente en lo correcto al atribuir las enfermedades a espíritus malignos, es decir, a algo que hace evolucionar el cuerpo de forma maligna.
Luego están "los demonios", que serían una raza de criaturas que anda por ahí haciendo cosas malas desde el punto de vista de los humanos. En según que culturas también son capaces de poseer un cuerpo, como vemos en el evangelio de hoy. Aquí ya nos estamos metiendo en un pantanal, porque hay todo tipo de leyendas antiguas y modernas con multitud de seres benignos, neutros y malignos que la iglesia primitiva dividió en sólo dos categorías (ángeles y demonios). Incluso los tripulantes de los OVNIs podrían considerarse demonios. La iglesia nunca ha explicado muy bien qué son y de dónde salen, y en la actualidad más bien es un tema que se ignora por considerarse anticuado.
Y luego está "el malo", que es una forma de personalizar el mal. Viene a ser equivalente a "el mal", o "el pecado". Esto lo usaba la iglesia antiguamente para que las gentes sencillas pudieran hacerse una idea del enemigo.