Santo Evangelio de hoy y lecturas. Jueves Santo, 6 de abril, "El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo" ****Sto.ROSARIO A LAS 22.00

h t t p s://www.infocatolica.com/


Por qué sufre Jesús el Jueves Santo
Bruno, el 29.03.18 a las 8:33 PM

27212172278_10b23d666e_z.jpg


“Jesús se dirige suplicante al Padre como si fuera el criminal y no la víctima. Su agonía toma forma de culpa y de compunción. Está haciendo penitencia. Parece llevar a cabo una confesión. Ejercita la contrición con un realismo y una virtud infinitamente mayores que los de todos los santos y penitentes juntos, porque es la única víctima por todos, la única satisfacción, el verdadero penitente: es todo menos el auténtico y real pecador".
Beato John Henry Newman, Discourses to mixed congregations.

…………………………


De pequeño, me sorprendía un poco la escena de Jesús en el Huerto de los Olivos. Entendía que Jesús era consciente de la fin terrible que le esperaba y que por eso sufría y se angustiaba, pero había algo que no me cuadraba del todo. Ha habido en la historia muchos mártires cristianos e incluso personajes paganos o de otras religiones que sabían que iban a morir, algunos de fin horrible, pero fueron capaces de afrontar esa fin con tranquilidad. En ese sentido, que Jesús dijera que estaba triste hasta la fin e incluso sudara sangre ante la perspectiva de la crucifixión me parecía, de algún modo, menos admirable, exagerado o por lo menos impropio del hombre perfecto y modelo de toda virtud.

Como es lógico, el defecto estaba en mí, que no me enteraba de nada, y no en Cristo. Me había tragado una interpretación secularizada de la Pasión que era y es frecuente en muchos libros y predicaciones y que reduce el sufrimiento de Jesús a algo puramente natural y ante todo físico. Cuando falta la fe y se entiende la pasión de forma meramente humana, como una historia de injusticia y opresión, inevitablemente deja de tener sentido.

En realidad, como señala Newman, el sufrimiento de Cristo es ante todo sobrenatural. Él tomó sobre sus hombros todos los pecados del mundo, todas las ofensas a Dios y todas sus consecuencias de fin, oscuridad, tristeza y sufrimiento. Eso es lo que hizo que el alma de Cristo estuviera “triste hasta la fin". Las culpas de la humanidad entera cayeron sobre él, aplastando su naturaleza humana y sobrepasando sus fuerzas. De forma incomprensible para nosotros, tomó sobre sí la gran masa purulenta y cenagosa de oscuridad, repruebo, envidia, malicia, rencor, ofensas, desesperanza y aflicción, causada por el alejamiento de Dios de todos los hombres, hasta que sus sentidos y potencias quedaron completamente extenuados.

Ese fue el cáliz amargo que su mismo ser rechazaba con todas sus fuerzas (¿cómo no iba a rechazar las consecuencias del pecado, radicalmente contrario a la naturaleza humana?), pero que aceptó beber para cumplir la Voluntad de su Padre. Así, su obediencia sanó la desobediencia primordial de Adán y las incontables desobediencias de todos sus hijos.

El sufrimiento físico, causado por la ejecución más cruel e infamante que existía, fue sin duda terrible, horroroso, inhumano y abrumador. Aun así, ese dolor físico fue la parte más pequeña de los sufrimientos de Cristo, el signo material y visible de un sufrimiento sobrenatural incomparablemente mayor. La traición de su amigo Judas, el abandono de sus discípulos y las traiciones y pecados de cada uno de los hombres que han existido y existirán hasta el fin de los tiempos fueron la causa profunda de su dolor. Cargado con nuestros pecados, subió al leño. El que no tenía pecado, cargó con los pecados de muchos; la víctima inocente fue castigada en lugar de los criminales, el que no tenía culpa alguna, asumió todas las culpas. Nuestros pecados lo destruyeron y, a cambio, sus heridas nos han sanado.

Cuando contemples a Cristo en su Pasión, en el Huerto de los Olivos, en el pretorio o en la Cruz, recuerda que está cargando con tus pecados concretos, los tuyos, los de cada uno de los días de tu vida, y que esa carga es más pesada que el madero mismo que tuvo que llevar sobre sus hombros. Recuérdalo y llora.

(El resto del texto de Newman, en el estupendo blog Bensonians, de Beatrice Atherton)
Categorías : Liturgia, Biblia


Ver archivo adjunto 1411858

Además del cáliz amargo que supone el beberse todos los pecados cometidos por la humanidad, pasados, presentes y futuros y sus consecuencias, y de sentirse abandonado por sus amigos, sin recibir consuelo ni oraciones de ellos, también figura el hecho siguiente. Dios su Padre también le abandona. La soledad es, pues, ABSOLUTA, el vacío es ABSOLUTO, la angustia es absoluta. Como Jesús se hace pecado, se hace todos los pecados del mundo, Dios le abandona (recordemos el momento en que Jesús dijo «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Mateo 27:46 y Marcos 15:34), porque Dios odia el pecado. El pecado es absolutamente incompatible con Dios. Sin embargo, como en realidad Jesús nunca pecó, su divino Padre le resucita en gloria eterna.
 
Volver